Cristianismo y secularidad
Capítulo Primero
La intención de toda teología es ser Universal al considerar la totalidad de la fe, vivida en cualquier parte del mundo.
Particular, porque una determinada situación,
geográfica o histórica, permite percibir mejor
un determinado contenido de la fe cristiana como
tal.
Ver Capítulo
Joâo Batista Libânio
Introducción
La nueva teología política surgida del concilio Vaticano II, con vocación de teología fundamental, es una teología que quiere entrar en diálogo con el hombre y mundo de hoy y con la secularización que les caracteriza. Así intuyeron los teólogos europeos de la primera mitad del siglo XX que habría de hacerse la teología en el futuro. Muchos de ellos tuvieron después gran influencia en el Concilio, algunos incluso viven todavía y siguen haciendo una teología muy valiosa por la atención que presta a la problemática de los pueblos y a los valores del hombre y mujer contemporáneos.
Ha sido la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual (Gaudium et Spes) la que la ha hecho posible, al despertar la conciencia de que el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo, sino que les impone el deber de hacerlo (GS 34, 3). Y, por si quedaba alguna duda, dice más adelante: se equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, creen que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta de que la propia fe les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas, según la vocación de cada uno (GS 43, 1).
Asimismo el Vaticano II considera un deber de la Iglesia escrutar permanentemente los signos de los tiempos en cada época histórica, para poder responder mejor a los interrogantes de la humanidad (GS 4, 1). Según la subcomisión conciliar Signos de los tiempos, estos pueden definirse como fenómenos que, por su generalización y frecuencia caracterizan una época y a través de ellos se expresan las necesidades y aspiraciones comunes de la sociedad . Más aún, el Concilio pretende que el pueblo de Dios aprenda a discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos de los que participa con todos sus contemporáneos, los signos de la presencia de Dios y sus planes sobre el mundo (GS 11). El Papa Juan XXIII había usado ya la expresión signos de los tiempos en algunos de sus discursos pre-conciliares y conciliares, con la intención de que la Iglesia abriera sus ventanas al mundo y saliera de ella todo "el polvo imperial" acumulado durante muchos siglos. Su intención no era otra que la de de hacer inteligible y aceptable el anuncio del Evangelio, que es la misi ón de la Iglesia.
De todo esto se ha hecho eco la nueva teología política de Johann Baptist Metz, entre los católicos, y de Jürgen Moltmann y Harvey Cox entre los protestantes. Los tres son considerados conjuntamente los promotores de esta corriente teológica, por eso es obligado referirse a ellos siempre que se hable de esta teología. Yo así lo haré en este trabajo. Ciertamente, ni la doctrina de Gaudium et spes ni la nueva teología surgen de improviso, sino que son fruto de todo un proceso que se gestó durante más de un siglo, fundamentalmente en la escuela alemana de Tubinga. Ante el avance de los estudios bíblicos era evidente la necesidad de que el quehacer teológico se encarnara en la vida del hombre y del mundo a semejante de Jesucristo Palabra fundante de la teología cristiana.
Por otra parte, es patente la dosis de crítica que entraña El método seguido por la nueva teología, crítica que se vuelve, en un primer momento, contra la teología tradicional tendente siempre a privatizar la fe y hacer de ella una fe más sabida que vivida. Esta crítica se volverá también hacia la Iglesia y la sociedad. Pero lo importante en ella es resaltar el carácter dinámico de la esperanza cristiana y sus hondas raíces intramundanas.
Esto es lo que se propone al querer transformar la interpretación teológica existencial-personalista de la fe en teología política, de manera que la teología incida en los problemas del hombre y del mundo, primando en ella la praxis sobre la teoría. Precisamente por eso se ha concebido como teología fundamental práctica.
No se trata, pues, de una teología regional dedicada de manera exclusiva al tema político, sino de un nuevo método teológico a seguir por cualquier teología que quiera ser actual. Lo de la praxis le viene dado del mensaje cristiano, que no es espera pasiva del Reino, sino que implica la transformación del mundo, de modo que se realice ya en él la esperanza de un orden social nuevo, que satisfaga las exigencias de justicia, libertad y paz en los pueblos.
Esta es la gran utopía cristiana llamada escatología, que significa que no podemos acomodarnos a este mundo tal cual es, sino que hemos de adelantar su destino final y hacer de él ya el mundo nuevo que quiere el Evangelio .
Ahora bien, aunque la fuente final de inspiración para esta teología ha sido el Concilio Vaticano II, como deciámos, su promotor principal JB. Metz sostiene que, para el teólogo, los Concilios no son un fin sino un comienzo, porque aportan nuevas tareas que aumentan su responsabilidad teológica. Por tanto, a pesar de los logros que ha supuesto el Vaticano II, no hemos de pasar por alto sus limitaciones y su contigencia.
En tal sentido no se priva de decir que en este Concilio la Iglesia ha hablado de manera muy narcisista de sí misma, como mirándose en un espejo, en lugar de mirar al mundo para encontrar su verdadero rostro. Por otra parte, como la Iglesia no ha hablado de todo lo que podía y debía haber hablado, sería falso y peligroso que los teólogos se limitaran a hacer meros comentarios de sus documentos en el tiempo posconciliar. Su cometido debe ser mucho más exigente, sobre todo, de cara al mundo al que ha sido enviada .
La intención de toda teología es ser Universal al considerar la totalidad de la fe, vivida en cualquier parte del mundo.
Particular, porque una determinada situación,
geográfica o histórica, permite percibir mejor
un determinado contenido de la fe cristiana como
tal.
Ver Capítulo
Joâo Batista Libânio
Introducción
La nueva teología política surgida del concilio Vaticano II, con vocación de teología fundamental, es una teología que quiere entrar en diálogo con el hombre y mundo de hoy y con la secularización que les caracteriza. Así intuyeron los teólogos europeos de la primera mitad del siglo XX que habría de hacerse la teología en el futuro. Muchos de ellos tuvieron después gran influencia en el Concilio, algunos incluso viven todavía y siguen haciendo una teología muy valiosa por la atención que presta a la problemática de los pueblos y a los valores del hombre y mujer contemporáneos.
Ha sido la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual (Gaudium et Spes) la que la ha hecho posible, al despertar la conciencia de que el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo, sino que les impone el deber de hacerlo (GS 34, 3). Y, por si quedaba alguna duda, dice más adelante: se equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, creen que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta de que la propia fe les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas, según la vocación de cada uno (GS 43, 1).
Asimismo el Vaticano II considera un deber de la Iglesia escrutar permanentemente los signos de los tiempos en cada época histórica, para poder responder mejor a los interrogantes de la humanidad (GS 4, 1). Según la subcomisión conciliar Signos de los tiempos, estos pueden definirse como fenómenos que, por su generalización y frecuencia caracterizan una época y a través de ellos se expresan las necesidades y aspiraciones comunes de la sociedad . Más aún, el Concilio pretende que el pueblo de Dios aprenda a discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos de los que participa con todos sus contemporáneos, los signos de la presencia de Dios y sus planes sobre el mundo (GS 11). El Papa Juan XXIII había usado ya la expresión signos de los tiempos en algunos de sus discursos pre-conciliares y conciliares, con la intención de que la Iglesia abriera sus ventanas al mundo y saliera de ella todo "el polvo imperial" acumulado durante muchos siglos. Su intención no era otra que la de de hacer inteligible y aceptable el anuncio del Evangelio, que es la misi ón de la Iglesia.
De todo esto se ha hecho eco la nueva teología política de Johann Baptist Metz, entre los católicos, y de Jürgen Moltmann y Harvey Cox entre los protestantes. Los tres son considerados conjuntamente los promotores de esta corriente teológica, por eso es obligado referirse a ellos siempre que se hable de esta teología. Yo así lo haré en este trabajo. Ciertamente, ni la doctrina de Gaudium et spes ni la nueva teología surgen de improviso, sino que son fruto de todo un proceso que se gestó durante más de un siglo, fundamentalmente en la escuela alemana de Tubinga. Ante el avance de los estudios bíblicos era evidente la necesidad de que el quehacer teológico se encarnara en la vida del hombre y del mundo a semejante de Jesucristo Palabra fundante de la teología cristiana.
Por otra parte, es patente la dosis de crítica que entraña El método seguido por la nueva teología, crítica que se vuelve, en un primer momento, contra la teología tradicional tendente siempre a privatizar la fe y hacer de ella una fe más sabida que vivida. Esta crítica se volverá también hacia la Iglesia y la sociedad. Pero lo importante en ella es resaltar el carácter dinámico de la esperanza cristiana y sus hondas raíces intramundanas.
Esto es lo que se propone al querer transformar la interpretación teológica existencial-personalista de la fe en teología política, de manera que la teología incida en los problemas del hombre y del mundo, primando en ella la praxis sobre la teoría. Precisamente por eso se ha concebido como teología fundamental práctica.
No se trata, pues, de una teología regional dedicada de manera exclusiva al tema político, sino de un nuevo método teológico a seguir por cualquier teología que quiera ser actual. Lo de la praxis le viene dado del mensaje cristiano, que no es espera pasiva del Reino, sino que implica la transformación del mundo, de modo que se realice ya en él la esperanza de un orden social nuevo, que satisfaga las exigencias de justicia, libertad y paz en los pueblos.
Esta es la gran utopía cristiana llamada escatología, que significa que no podemos acomodarnos a este mundo tal cual es, sino que hemos de adelantar su destino final y hacer de él ya el mundo nuevo que quiere el Evangelio .
Ahora bien, aunque la fuente final de inspiración para esta teología ha sido el Concilio Vaticano II, como deciámos, su promotor principal JB. Metz sostiene que, para el teólogo, los Concilios no son un fin sino un comienzo, porque aportan nuevas tareas que aumentan su responsabilidad teológica. Por tanto, a pesar de los logros que ha supuesto el Vaticano II, no hemos de pasar por alto sus limitaciones y su contigencia.
En tal sentido no se priva de decir que en este Concilio la Iglesia ha hablado de manera muy narcisista de sí misma, como mirándose en un espejo, en lugar de mirar al mundo para encontrar su verdadero rostro. Por otra parte, como la Iglesia no ha hablado de todo lo que podía y debía haber hablado, sería falso y peligroso que los teólogos se limitaran a hacer meros comentarios de sus documentos en el tiempo posconciliar. Su cometido debe ser mucho más exigente, sobre todo, de cara al mundo al que ha sido enviada .