Dios hoy
Teología del Big Bang
Stephen Hawking deja muchas puertas abiertas e incluso nos abre nuevos horizontes. Ha enriquecido el discurso metafísico y teológico desde premisas nuevas, originales, inesperadas.
Admite y reconoce que la ciencia no tiene todas las respuestas a todas las preguntas que nos inquietan: "El enfoque habitual de la ciencia de construir un modelo matemático no resuelve las cuestiones de por qué existe el Universo para que el modelo pueda describirlo.
¿Por qué en última instancia el Universo se mete en el lío de existir? El mismo Stephen Hawking, metido en "esta cárcel y estos hierros en que el alma está metida" (pero una cárcel especialmente siniestra), con su sentido del humor, con sus observaciones agudas y originales, con sus ganas apasionadas de "descubrir la mente de Dios".
Con su lucha denonada contra los elementos sin tirar la toalla de la esperanza, es una prueba colosal, un argumento
apasionante de que dentro de toda maquinaria compleja del cuerpo y del ordenador cerebral habita un ser misterioso, espiritual, único, libre, que ama, que espera, desespera y quiere vaciar el océano en un pocito.
No es Stephen Hawking un puro robot, una máquina, un ordenador cerebral. Es algo más, es alguien, es un ser misterioso, como cualquiera de nosotros.
La gran frontera de seres no es la que separa el mundo platónico/Hegeliano de las ideas frente al de las cosas, las cosas materiales, las máquinas, los ordenadores (incluso las cerebrales).
La gran frontera es la de los seres que no sienten, que no ven, que no discurren, que no se preguntan por el origen del Universo y sobre la otra vida(lo que nos ocurre a nosotros cuando dormimos "como un tronco" y lo que le sucede a un tronco que parece siempre dormido)y los seres como Stephen Hawking que sienten, que crean, que creen, que dudan, que quieren descubrir la verdad, que quieren seguir sintiendo, viviendo, creando, que cabalgan como Don Quijote a la búsqueda desesperada, apasionada de una Dulcinea que nunca encuentran.
Stephen Hawking es uno de los fundadores de la Teología de la Ciencia, asignatura pendiente que nos concierne a todos y que debe formar parte del nuevo curriculum tanto en las facultades científicas como en facultades filosóficas, antropológicas, teológicas o humanísticas.
Comienza una nueva era de diálogo y debate entre dos países académicos tradicionalmente enfrentados o, lo que es peor, incomunicados, separados por un muro erigido por la ignorancia y la soberbia: el de la ciencia y el de la teología. Ha nacido la Teología de la Ciencia.
Ver:José Antonio Jáuregui, Dios hoy
Ediciones NOBEL