Hay personas entre los neoliberales que dicen sin compasión que los pobres son unos vagos que se creen con derecho a la vivienda, a la atención sanitaria,a la educación gratuita y muchas cosas más. Los que así hablan y piensan trabajan en la actividad política para que esos derechos no se lleven nunca a la práctica. Y lo más lamentables es que esas personas, en muchos casos, se consideran muy cristianos.
Veamos lo que dice la encíclica del papa León XIII, en la que se defienden muchos más derechos.
Rerum Novarum
Sobre la situación de los obreros
(Acción de las asociaciones formadas por los interesados)
(31) Por lo que respecta a la tutela de los bienes del cuerpo y externos, lo primero que se ha de hacer es librar a los pobres obreros de la crueldad de los ambiciosos, que abusan de las personas sin moderación, como si fueran cosas para su medro personal. O sea, que ni la justicia ni la humanidad toleran la exigencia de un rendimiento tal, que el espíritu se embote por el exceso de trabajo y al mismo tiempo el cuerpo se rinda a la fatiga. Como todo en la naturaleza del hombre, su eficiencia se halla circunscrita a determinados límites, más allá de los cuales no se puede pasar...
Se ha de mirar por ello que la jornada diaria no se prolongue más horas de las que permiten las fuerzas. Cuánto ha de ser el intervalo dedicado al descanso lo determinarán la clase de trabajo, las circunstancias de tiempo y lugar y la condición misma de los operarios. La dureza del trabajo de los que se ocupan en sacar piedras en las canteras o en minas de hierro, cobre y otras cosas de esta índole, ha de ser compensada con la brevedad de la duración, pues requiere mucho más esfuerza que otros y es peligroso para la salud.
Hay que tener en cuenta igualmente las épocas del año, pues ocurre con frecuencia que un trabajo fácilmente soportable en una estación es insufrible en otra o no puede realizarse sino con grandes dificultades.
Finalmente, lo que puede hacer y soportar un hombre adulto y robusto no se le puede exigir a una mujer o a un niño.
Y, en cuanto a los niños, se ha de evitar cuidadosamente y sobre todo que entren en talleres antes de que la edad haya dado el suficiente desarrollo a su cuerpo, a su inteligencia a su alma. Pues la actividad precoz agosta, como a las plantas tiernas, las fuerzas que brotan de la infancia, con lo que la constitución de la niñez vendría a destruirse por completo. Igualmente hay oficios menos aptos para la mujer, nacida para las labores domésticas; labores estas que no sólo protegen el decoro femenino, sino que respoden por naturaleza a la educación de los hijos y a la prosperidad de la familia.
Establézcase en general que se dé a los obreros todo el reposo necesario para que recuperen las energías consumidas en el trabajo, puesto que el descanso debe restaurar las fuerzas gastadas por el uso. En todo contrato concluido entre patronos y obreros debe contenerse siempre esta condición expresa o tácita: que se provea a uno y otro tipo de descanso, pues no sería honesto pactar lo contrario, ya que a nadie le es lícito exigir ni prometer el abandono de las obligaciones que el hombre tiene para Dios y para consigo mismo.
Exhortación final
(41) Tenéis, venerables hermanos, ahí quiénes y de qué manera han de laborar en esta cuestión tan difícil._Que se ciña cada cual a la parte que le corresponde y con presteza suma, no sea que un mal de tanta magnitud se haga incurable por la demora del remedio.
Apliquen la providencia de la leyes y de las instituciones
los que gobiernan las naciones; recuerden sus deberes los ricos y patronos; esfuércense razonablemente los proletarios, de cuya causa se trata; y, como dijimos al principio, puesto que la religión es la única que puede curar radicalmente el mal, todos deben laborar para que se restauren las costumbres cristianas, sin las cuales aun las mismas medidas de prudencia que se estiman adecuadas servirían muy poco en orden a la solución._
Por lo que respecta a la Iglesia, nunca y bajo ningún aspecto regateará su esfuerzo, prestando una ayuda tanto mayor cuanto mayor sea la libertad con que cuente en su acción;y tomen nota de esto especialmente los que tienen a su cargo velar por la salud pública.
Canalicen hacia esto todas las fuerzas del espíritu y au competencia los ministros sagrados y, precedidos por vosotros, venerables hermanos en el episcopado, con vuestra autoridad y vuestro ejemplo, no cesen de inculcar en todos los hombres de cualquier clase social las máximas de vida tomadas del Evangelio; que luchen con todas las fuerzas a su alcance por la salvación de los pueblos, sobre todo, se afanen en conservar por sí mismos e inculcar en los demás, desde los más altos a los más humildes, la caridad, señora y reina de todas las virtudes.
Ya que la ansiada solución se ha de esperar sobre todo de una gran efusión de la caridad; de la caridad cristiana entendemos que compendia en sí toda la ley del Evangelio, y que, dispuesta en todo momento a entregarse por el bien de los demás, es el antídoto más seguro contra la insolencia y el egoísmo del mundo, y cuyos rasgos y grados divinos expresó el apóstol San Pablo en estas palabras: La caridad es paciente, es benigna, no se aferra a lo que es suyo; los sufre todo, lo soporta todo (1 Cor 13,4-7).
Dada en Roma, junto a San Pedro, el 15 de mayo de 1891, año decimocuarto de nuestro pontificado.
León PP. XIII.
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BAC 1974
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