Misa sobre el Mundo (Teilhard de Chardin)
El Fuego en el Mundo
Lo que yo experimento, frente y fuera del Mundo asimilado por tu Carne, convertido en tu Carne, Dios mío, no es ni la absorción del monista ávido de fundirse en la unidad de las cosas, ni la emoción del pagano prosternado a los pies de una divinidad tangible, ni el abandono pasivo del quietismo que se mueve a merced de las energías místicas.
Aprovechando algo de la fuerza de estas diversas corrientes, sin lanzarme contra ningún escollo, la actitud en que me sitúa tu Presencia universal es una admirable síntesis en que se mezclan, corrigiéndose, tres de las más formidables pasiones que pueden jamás soplar sobre un corazón humano.
Lo mismo que el monista, me sumerjo en la Unidad total; mas la Unidad que me recibe es tan perfecta que sé encontrar en ella, perdiéndome, el perfeccionamiento último de mi individualidad.
Lo mismo que el pagano, yo adoro a un Dios palpable. Llego incluso a tocar a ese Dios en toda la superficie y la profundidad del Mundo de la Materia en que me encuentro cogido. Mas para asirlo como yo quisiera (para seguir sencillamente tocándole) necesito ir más lejos, a través y más allá de toda limitación, sin poder jamás descansar en nada, empujado en cada momento por las criaturas y superándolas en todo momento, en un continuo acoger y en continuo desprendimiento.
Lo mismo que el quietista, me dejo mecer deliciosamente por la divina Fantasia. Mas, al mismo tiempo, sé que la Voluntad divina no me será revelada en cada momento más que dentro de los límites de mi esfuerzo. No palparé a Dios en la Materia, como Job, más que cuando haya sido vencido por él.
Así, por habérseme aparecido el Objeto definitivo, total, en el que se ha insertado mi naturaleza, las potencias de mi ser comienzan a vibrar espontáneamente al unísono con una Nota Unica, increíblemente rica, en la que yo distingo, asociadas sin esfuerzo, las más opuestas tendencias: la exaltación de obrar y la alegría de padecer; la voluptuosidad de poseer y la fiebre de superar el orgullo de crecer y la felicidad de desaparecer en alguien mayor que uno mismo...
Presencia de Dios en el Mundo
SEMEJANTE A UN RíO que se empobrece gradualmente y luego desaparece en un cenagal,
cuando se llega a su origen, el ser se atenúa, luego se desvanece, mientras intentamos
divisarlo cada vez más minuciosamente en el espacio o lo que es lo mismo, hundirlo
cada vez más en el tiempo. La magnitud del río se comprende en su estuario, no en su
hontanar.
El secreto del Hombre, análogamente, no se halla en los estadios ya superados de su
vida embrionaria (ontogénica o filogénica); está en la naturaleza espiritual del alma.
Ahora bien, este alma, toda síntesis en su actividad, escapa a la Ciencia, que tiene
por esencia analizar las cosas en sus elementos y en sus antecedentes materiales.
Sólo pueden distinguierlo los sentidos íntimos y la reflexión filosófica.
Se engañan por completo quienes imaginan materializar al Hombre al hallarle raíces,
cada vez más numerosas y profundas, hundidas en la Tierra. Lejos de suprimier el
espíritu, lo mezclan al mundo como un fermento. No hagamos el juego a estas gentes,
creyendo, como ellos, que para que un ser venga del cielo sea necesario que ignoremos
las condiciones temporales de su origen.
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Del encuentro con Dios en el Cosmos o Universo en Teihard de Chardin, en San Juan de la cruz nos encontramos con una búsqueda de Dios en una poesía bucólica, pastoril y de la vida campestre. Comenzamos con el
Cántico Espiritual
Canciones entre el Alma y el Esposo
Esposa
¿Adónde te escondiste, Amado,
y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido,
salí tras tí clamando, y ya eras ido.
Pastores los que fuerdes
allá por las majadas al otero:
si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas,
ni cogeré las flores,
ni temerá las fieras
y pasaré los fuertes y fronteras
Pregunta a las Criaturas
¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado,
oh prado de verduras,
de flores esmaltado,
decid si por vosotros ha pasado!
Respuesta de las Criaturas
Mil gracias derramando,
pasó por estos sotos con presura,
y, yéndolos mirando,
con sola su figura,
vestidos los dejó de su hermosura...
Lo que yo experimento, frente y fuera del Mundo asimilado por tu Carne, convertido en tu Carne, Dios mío, no es ni la absorción del monista ávido de fundirse en la unidad de las cosas, ni la emoción del pagano prosternado a los pies de una divinidad tangible, ni el abandono pasivo del quietismo que se mueve a merced de las energías místicas.
Aprovechando algo de la fuerza de estas diversas corrientes, sin lanzarme contra ningún escollo, la actitud en que me sitúa tu Presencia universal es una admirable síntesis en que se mezclan, corrigiéndose, tres de las más formidables pasiones que pueden jamás soplar sobre un corazón humano.
Lo mismo que el monista, me sumerjo en la Unidad total; mas la Unidad que me recibe es tan perfecta que sé encontrar en ella, perdiéndome, el perfeccionamiento último de mi individualidad.
Lo mismo que el pagano, yo adoro a un Dios palpable. Llego incluso a tocar a ese Dios en toda la superficie y la profundidad del Mundo de la Materia en que me encuentro cogido. Mas para asirlo como yo quisiera (para seguir sencillamente tocándole) necesito ir más lejos, a través y más allá de toda limitación, sin poder jamás descansar en nada, empujado en cada momento por las criaturas y superándolas en todo momento, en un continuo acoger y en continuo desprendimiento.
Lo mismo que el quietista, me dejo mecer deliciosamente por la divina Fantasia. Mas, al mismo tiempo, sé que la Voluntad divina no me será revelada en cada momento más que dentro de los límites de mi esfuerzo. No palparé a Dios en la Materia, como Job, más que cuando haya sido vencido por él.
Así, por habérseme aparecido el Objeto definitivo, total, en el que se ha insertado mi naturaleza, las potencias de mi ser comienzan a vibrar espontáneamente al unísono con una Nota Unica, increíblemente rica, en la que yo distingo, asociadas sin esfuerzo, las más opuestas tendencias: la exaltación de obrar y la alegría de padecer; la voluptuosidad de poseer y la fiebre de superar el orgullo de crecer y la felicidad de desaparecer en alguien mayor que uno mismo...
Presencia de Dios en el Mundo
SEMEJANTE A UN RíO que se empobrece gradualmente y luego desaparece en un cenagal,
cuando se llega a su origen, el ser se atenúa, luego se desvanece, mientras intentamos
divisarlo cada vez más minuciosamente en el espacio o lo que es lo mismo, hundirlo
cada vez más en el tiempo. La magnitud del río se comprende en su estuario, no en su
hontanar.
El secreto del Hombre, análogamente, no se halla en los estadios ya superados de su
vida embrionaria (ontogénica o filogénica); está en la naturaleza espiritual del alma.
Ahora bien, este alma, toda síntesis en su actividad, escapa a la Ciencia, que tiene
por esencia analizar las cosas en sus elementos y en sus antecedentes materiales.
Sólo pueden distinguierlo los sentidos íntimos y la reflexión filosófica.
Se engañan por completo quienes imaginan materializar al Hombre al hallarle raíces,
cada vez más numerosas y profundas, hundidas en la Tierra. Lejos de suprimier el
espíritu, lo mezclan al mundo como un fermento. No hagamos el juego a estas gentes,
creyendo, como ellos, que para que un ser venga del cielo sea necesario que ignoremos
las condiciones temporales de su origen.
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Del encuentro con Dios en el Cosmos o Universo en Teihard de Chardin, en San Juan de la cruz nos encontramos con una búsqueda de Dios en una poesía bucólica, pastoril y de la vida campestre. Comenzamos con el
Cántico Espiritual
Canciones entre el Alma y el Esposo
Esposa
¿Adónde te escondiste, Amado,
y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido,
salí tras tí clamando, y ya eras ido.
Pastores los que fuerdes
allá por las majadas al otero:
si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas,
ni cogeré las flores,
ni temerá las fieras
y pasaré los fuertes y fronteras
Pregunta a las Criaturas
¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado,
oh prado de verduras,
de flores esmaltado,
decid si por vosotros ha pasado!
Respuesta de las Criaturas
Mil gracias derramando,
pasó por estos sotos con presura,
y, yéndolos mirando,
con sola su figura,
vestidos los dejó de su hermosura...