La Misa sobre el Mundo (Teilhard de Chardin)
Presencia de Dios en el Mundo
Entrada
Oremos
¡Oh Cristo Jesús!, en tu benignidad y Hamanidad sustentas toda la implacable grandeza del Mundo. Y es en virtud de todo eso, en virtud de esa inefable síntesis, realizada en Ti, de todo lo que nuestra experiencia y nuestro pensamiento no se hubiesen atrevido jamás a reunir para adorarlos: el Elemento y la Totalidad, la Unidad y la Multitud, El Espíritu y la Materia, lo Infinito y lo Impersonal; en virtud de los contornos indefinibles que esa complejidad confiere a tu Figura y a tu Acción, que mi corazón, enamorado de las realidades cósmicas, se entrega apasionadamente a Ti.
Reflexión compartida (XII)
Para el Humanismo Cristiano _fiel en esto a la más segura tradición de la Encarnación_ no existe independencia actual ni discordancia, sino subordinación coherente entre la génesis de la Humanidad en el Mundo y la génesis de Cristo, mediante su Iglesia, en la Humanidad. Inevitablemente, por razón de su estructura, los dos procesos se hallan ligados entre sí, uno requiere el otro como materia sobre la cual se posa para reanimarla.
Desde este punto de vista se respeta totalmente la concentración progresiva, experimental, de pensamiento humano en una consciencia cada vez más consciente de sus destinos unitarios. Pero en lugar del vano hogar de convergencia requerido como término en esta evolución, aparece y se instala la realidad personal y definitiva de Verbo encarnado, en que todo adquiere consciencia.
La Vida para el Hombre. El Hombre para Cristo. Cristo para Dios.
Y para asegurar la continuación física en todas sus fases, a este vasto desarrollo extendido a miríadas de elementos diseminados en la inmensidad de los tiempos, un solo mecanismo: la educación.
Todas las líneas se unen y se completan y se engarzan. Todo constituye una sola cosa.
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Poesía de San Juan de la Cruz
Canciones del alma que se duele que no puede amar a Dios tanto como desea (continuación).
¡Oh mísero partido!
Donde el amor tan corto vuelos crías,
Que vuelo tan subido
No sólo no hacía
Como aquel sumo amor lo merecía!
Mas antes, en aquellas
Fuerzas de su volar tan limitadas,
Está tan falto de ellas,
Las plumas abajadas,
Que apenas alza vuelos de asomadas..
¡Oh si mi bajo vuelo
Tal fuese que mis llamas levantase
Siquiera hasta el cielo
Y allí las presentase
Delante de mi Dios y las mirase!
Que de su eterno fuego,
Con ímpetu y ardientes embestidas,
Serían absortas luego,
Absortas y embebidas,
Y ya en eterno fuego convertidas.
El cual, en sí morando
Y en sí sus mismas llamas convirtiendo,
En su amor se abrasando,
Las mías encendiendo,
Haría estar del mismo amor ardiendo.
Así se hartaría
La profunda codicia de mi pecho,
Porque allí se vería
Absorto y ya deshecho,
Con nudo bien estrecho y satisfecho.