La Misa sobre el Mundo (Teilhard de Chardin)





Loa a la Humanidad de Cristo



¡OH CRISTO JESÚS, en tu benignidad y en tu Humanidad sustentas verdaderamente toda la implacable grandeza del Mundo. Y es en virtud de todo eso, en virtud de esa inefable síntesis, realizada en Ti, de todo lo que nuestra experiencia y nuestro pensamiento no se hubiesen atrevido jamás a reunir para adorarlos: el Elemento y la Totalidad, la Unidad y la Multitud, el Espíritu y la Materia, lo Infinito y lo Personal; es en virtud de los contornos indefinibles que esa complejidad confiere a tu Figura y a tu Acción, que mi corazón, enamorado de las realidades cósmicas, se entrega apasionadamente a Ti.



Presencia de Dios en el Mundo



SEÑOR, TÚ ERES quien ha penetrado en mi corazón, mediante el aguijón imperceptible de un encanto sensible, para hacer que fluya su vida hacia Ti. Tú has descendido a mí en favor de una parcela pequeña de las Cosas, y después, repentinamente, te has desplegado ante mis ojos como la Existencia Universal.

La intuición mística fundamental acaba de lograr el descubrimiento de una Unidad suprarreal, difusa en la inmensidad del Mundo.





Presencia de Dios en el Mundo



En el medio, a la vez divino y cósmico, en el que al principio no había visto más que como una simplificación y como una espiritualización del Espacio, el Viviente, fiel a su Luz, ve cómo se dibuja progresivamente la Forma y los atributos de un Elemento último en el que cada cosa encuentra su Consistencia definitiva.

Y entonces comienza a medir con mayor exactitud las alegrías y la urgencia de la misteriosa Presencia a la que se ha abandonado.



Poesía de S. Juan de la Cruz



Glosa de sí mismo



Sin arrimo y con arrimo,

sin luz y a oscuras viviendo.

todo me coy consumiendo.



Mi alma está desasida

de toda cosa criada,

y sobre sí levantada,

y en una sabrosa vida

sólo en su Dios arrimada.

Por eso ya se dirá

la cosa que más estimo:

que mi alma se ve ya

sin arrimo y con arrimo.



Y aunque tinieblas padezco

en esta vida mortal,

no es tan crecido mi mal,

porque, si de luz carezco,

tengo vida celestial;

porque el amor da tal vida,

cuando más ciego va siendo,

que tiene al alma rendida,

sin luz y a oscuras viviendo.



Hace tal obra el amor

después que le conocí,

que, si hay bien o mal en mí,

todo lo hace de un sabor,

que al alma transforma en sí;

y así en su llama sabrosa,

la cual en mí estoy sintiendo,

aprisa, sin quedar cosa,

todo me voy consumiendo.






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