DIOS MIO, HAZ QUE PARA MI brille tu Rostro en la vida del Otro. Esta luz irresistible a tus ojos, encendida en el fondo de las cosas, me ha lanzado ya sobre todo trabajo factible, sobre todo dolor a experimentar. Dame, además y sobre todo, que pueda descubrirte en lo más íntimo, en lo más perfecto, en lo más profundo del alma de mis hermanos.
El don que me reclama para estos hermanos –el único don de que mi corazón es capaz- no es la ternura colmada de estos afectos privilegiados que dispones en nuestras vidas como el factor creado más recio de nuestro crecimiento interior, es algo menos dulce, pero tan real y aún más fuerte. Entre los Hombres y yo quieres que, con ayuda de tu Eucaristía, aparezca la atracción fundamental (ya oscuramente presentida por todo amor, en cuanto es fuerte) que misteriosamente convierte la miríada de las criaturas razonables en una especie de Mónada única en Ti, Jesucristo.