La Misa sobre el Mundo. Teilhard de Chardin
El fuego por encima del mundo
Estamos dominados por la tenaz ilusión de que el Fuego, ese principio del ser, surge de las profundidades de la Tierra y que su llama se enciende progresivamente a lo largo de lo brillante de la Vida. Me has concedido la gracia, Señor, de comprender que esta visión era falsa y que para poder descubrirte, tendría que invertirla.
Al principio existía la potencia intelectual, amante y activa. Al principio existía el Verbo soberanamente capaz de someter a sí mismo y elaborar toda la Materia que pudiera nacer. Al principio no existían el frío y las tinieblas; existía el Fuego. Esta es la Verdad.
Así, pues, lejos de que de nuestra noche brote gradualmente la luz, es la luz preexistente la que, con paciencia, e infaliblemente elimina nuestras sombras. Nosotros, criaturas, somos por nosotros mismos la Sombra y el Vacío. Tú eres, Dios mío, el fondo mismo y la estabilidad del Medio eterno, sin duración ni espacio, en el que, gradualmente, emerge y se perfecciona nuestro Universo, perdiendo los límites por los que nos parece tan grande. Todo es ser, no hay más que el ser por todas partes, fuera de la fragmentación de las criaturas y de la oposición de los átomos.
Espíritu abrasador, Fuego fundamental y personal, Término real de una unión mil veces más hermosa y más deseable que la fusión destructiva imaginada por no importa qué panteísmo, dígnate una vez más, descender para infundirle un alma, sobre la débil película de materia nueva de la que va a envolverse el Mundo hoy.
Lo sé. Ninguno de nosotros podría dictar, ni siquiera anticipar, el menor de tus gestos. Tuyas son todas las iniciativas, comenzando por la de mi oración
Verbo resplandeciente, Potencia ardiente, Tú que amasas lo Multiple para infundirle tu vida, abate sobre nosotros, te lo ruego, tus manos poderosas, tus manos previsoras, tus manos omnipresentes, esas manos que no tocan ni aquí ni allí(como haría una mano humana), sino que, mezcladas a la profundidad y a la universalidad presentes y pasada de las Cosas, actúan sobre nosotros simultáneamente a traves de todo lo que hay de más basto e interior en nosotros y en torno a nosotros.
Prepara con esas manos invisibles, mediante una adaptación suprema, para la gran obra que proyectas, el esfuerzo terrestre cuya totalidad te presente en este momento concentrada en mi corazón. Reestructura este esfuerzo, rectifícale, refúndele hasta en sus orígenes. Tú que sabes por qué es imposible que la criatura nazca de otra forma que no sea sostenida sobre el tallo de una interminable evolución.
Y ahora pronuncia, sobre él, utilizando mi boca, la doble y eficaz palabra sin la cual todo se banbolea, todo queda al descubierto en nuestra sabiduría y en nuestra experiencia; con la cual todo se concentra y todo se consolida indefinidamente en nuestras especulaciones y nuestra práctica del Universo. Repite sobre toda vida que va a germinar, a crecer, a florecer y a madurar en este día: "Éste es mi cuerpo". Sobre toda muerte que se presta a roer, a ajar, a cortar, ordena (misterio de fe por excelencia): Ésta es mi sangre".
Ver: Teilhard de Chardin
La Misa sobre el Mundo
y otros escritos.
Acción Cultural Cristiana
Madrid 1997