El Mito de la Globalización Neoliberal


"Allí donde la propiedad es un derecho individual
y donde el dinero sea la medida universal
jamás podrá reinar la justicia
y la prosperidad social" (Tomás Moro)

3. ABRIENDO CAMINOS

3.1 RECUPERANDO LA DIMENSIÓN ÉTICA DE LA ECONOMÍA


Cooperativistas y no accionistas, asociaciones de trabajadores libres de subvenciones económicas y no sociedades privadas de expertos financieros, es lo que el mundo necesita para salir del marasmo actual al que nos ha conducido el sistema neoliberal.

Pero además de las medidas que a nivel macro se pueden proponer y debemos exigir, no podemos olvidar la responsabilidad personal que tenemos en el mantenimiento de un orden económico internacional que se sustenta en nuestra complicidad y silencio, a cambio de los privilegios que disfrutamos por pertenecer a las sociedades más ricas. Abogar por la recuperación de la ética en el campo de la economía supone también aplicar criterios morales a nuestro consumo y estilo de vida.

Una de las contradicciones más flagrantes de nuestro tiempo es la que nace de una sociedad que presume de ser solidaria y al mismo tiempo mantiene niveles de consumo depredadores y superfluos como nunca se habían conocido. La solidaridad no puede sustituir a la justicia social y ésta no podrá realizarse si no estamos dispuestos a renunciar a privilegios innecesarios para llevar una vida plenamente humana.

Cada vez es más urgente una reflexión ética sobre nuestras formas de consumir; un discernimiento crítico sobre lo que es necesario y superfluo; unos criterios de juicio que nos orienten como consumidores y unos principios de acción que nos iluminen en nuestras acciones contra la injusticia institucionalizada. Es necesario romper el circulo vicioso que nos induce a consumir cada vez más, porque nuestras necesidades se convierten en deseos cada vez más.

Hay que acabar de una vez con la asimilación que hemos hecho de que nuestras necesidades son ilimitadas; el límite de nuestras necesidades está en la satisfacción de lo mínimo que a otros les falta. De nada servirán las campañas de solidaridad con los países empobrecidos si nuestros niveles de consumo siguen inalterables, porque las raíces de la injusta distribución no desaparecerán.

No podemos dar con una mano y quitar con otra. Eso hacemos cuando después de reivindicar el 0'7%, seguimosl utilizando las entidades bancarias para la recaudación de donativos al Tercer Mundo o cuando para poder llevar a cabo un proyecto seguimos esperando la subvención del ministerio correspondiente, coartando así nuestra libertad de decisión y acción.

En el siglo XIX, los obreros apelaron a la huelga como medio de reivindicar un horario y unas condiciones de vida más humana dentro y fuera de la fábrica, su poder era el trabajo que el capital necesitaba para su propia supervivencia; hoy que el trabajo ha sido sustituido por la máquina, lo que antes representaban los obreros para el sistema económico liberal capitalista, lo representan los consumidores para el sistema económico neoliberal. En la actualidad, una huelga de trabajadores en la producción de automóviles deja indiferente a los representantes del poder industrial.

¿Qué pasaría sin embargo, si nos negaramos a comprar tanto objeto y producto inútil, innecesario y superfluo como consumimos? ¿qué pasaría si dejáramos de comprar guiados por las marcas?, ¿y si nos guiásemos a comprar cualquier artículo que no tuviese garantía de haber sido fabricado en condiciones dignas para el trabajador?, ¿qué pasaría si comenzáramos a preguntar cada vez que compramos a China, Taiwan, India, si ha sido elaborado con trabajo infantil?...

El consumidor tiene la fuerza que le da ser el destinatario de los bienes producidos por los conglomerados industriales, que gastan más presupuesto en publicidad que en la propia producción. Por ello, la primera tarea que hay que considerar para utilizar el consumo como como un arma contra el neoliberalismo económico es formarse una conciencia crítica que nos ayude a desenmascarar el discurso alienante y opresor del engranaje publicitario y propagandístico.

Opresor no sólo para el que compra convirtiéndolo en una especie de animal de engorde que acaba comprando todo lo que se le pone por delante, sino opresor también para el niño, la mujer o el adulto que recibe un salario de muerte a cambio de jornadas de trabajo interminables...

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