De nuevo nos topamos con "el Adviento", como si, año tras año, se volviese a repetir la misma historia.
Otra vez unas semanas para "preparar los caminos", para "disponernos convenientemente" a celebrar el nacimiento de Jesús.
Pero los cristianos
no nos limitamos a vivir sólo de recuerdos, celebrando la memoria de los grandes acontecimentos que dan sentido a nuestra existencia.
El nacimiento de Jesús no fue sólo un hecho histórico, que nos remite únicamente al pasado.
Él, que existió desde el principio, plantó su tienda entre nosotros y se hizo carne en nuestra tierra.
Pero la encarnación de Jesús ha continuado realizándose a través del tiempo y el espacio.
Cristo continúa encarnándose en el mundo y en la historia.
Él vivió nuestra vida, sufrió nuestra misma muerte. Pero resucitando, nos abrió para siempre un
firme camino de esperanza hacia los cielos nuevos y la nueva tierra, hacia el encuentro definitivo con Él, al final de los tiempos.
Éste es el verdadero Adviento.
Esto es lo que pedimos una y otra vez.
Esto es lo que construimos y cantamos hoy y mañana, todos los días.
Porque, desde entonces,
siempre estamos en Adviento.