Dos criterios para discernir si algo viene de Dios
En la homilía del 7 de enero en Santa Marta el papa Francisco dijo:
"La mundanidad es precisamente el espíritu que nos aleja del Espíritu de Dios que nos hace permanecer en el Señor. ¿Cuál es el criterio para hacer un buen discernimiento de lo que pasa en mi alma? El Apóstol Juan nos da uno solo: todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios. El criterio es, pues, la Encarnación. Yo puedo sentir tantas cosas dentro, incluso cosas buenas, ideas buenas. Pero si esas ideas buenas, esos sentimientos, no me llevan a Dios que se ha hecho carne, no me llevan al prójimo, al hermano, no son de Dios."
En negrita remarco unas palabras que me parecen muy inspiradoras. Un excelente criterio para discernir si el movimiento interior de pensamientos, deseos, sueños... son la voluntad de Dios o motivados por otras intenciones. Y el criterio es doble: si nos lleva más a Dios y al otro.
Siempre existen los peligros de ubicarnos en los extremos y perder el equilibrio. Un creyente también puede perderlo cayendo en un intimismo desencarnado que le lleve a olvidarse de la realidad o, por el contrario, dejándose atrapar por un activismo sin espíritu que pone únicamente el énfasis en las propias motivaciones, fuerzas e ideas. Tanto uno como otro impiden que vivamos un discipulado equilibrado.
Por lo tanto, un buen modo de discernir si estoy caminando en el seguimiento de Cristo es observar si en mi vida crece la sed de Dios, el deseo de dedicar más tiempo y espacio a la relación con Él y observar también si cada día crezco en un amor concreto y compasivo hacia los demás.
¡Qué buen criterio para no olvidarlo!
"La mundanidad es precisamente el espíritu que nos aleja del Espíritu de Dios que nos hace permanecer en el Señor. ¿Cuál es el criterio para hacer un buen discernimiento de lo que pasa en mi alma? El Apóstol Juan nos da uno solo: todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios. El criterio es, pues, la Encarnación. Yo puedo sentir tantas cosas dentro, incluso cosas buenas, ideas buenas. Pero si esas ideas buenas, esos sentimientos, no me llevan a Dios que se ha hecho carne, no me llevan al prójimo, al hermano, no son de Dios."
En negrita remarco unas palabras que me parecen muy inspiradoras. Un excelente criterio para discernir si el movimiento interior de pensamientos, deseos, sueños... son la voluntad de Dios o motivados por otras intenciones. Y el criterio es doble: si nos lleva más a Dios y al otro.
Siempre existen los peligros de ubicarnos en los extremos y perder el equilibrio. Un creyente también puede perderlo cayendo en un intimismo desencarnado que le lleve a olvidarse de la realidad o, por el contrario, dejándose atrapar por un activismo sin espíritu que pone únicamente el énfasis en las propias motivaciones, fuerzas e ideas. Tanto uno como otro impiden que vivamos un discipulado equilibrado.
Por lo tanto, un buen modo de discernir si estoy caminando en el seguimiento de Cristo es observar si en mi vida crece la sed de Dios, el deseo de dedicar más tiempo y espacio a la relación con Él y observar también si cada día crezco en un amor concreto y compasivo hacia los demás.
¡Qué buen criterio para no olvidarlo!