"Es el más agudo y sutil de los escolásticos" Duns Escoto (1266-1308), teólogo del "franciscanismo"; con una referencia crítica de Benedicto XVI
"Es el más agudo y sutil de los escolásticos, uno de los filósofos y teólogos más profundos de todos los tiempos"
"Ha estado a la sombra de Santo Tomás, como si fuera inferior a él, como muestra el hecho de que no haya sido 'canonizado' por la iglesia romana. Sólo en 1993 ha sido "beatificado" por Juan Pablo II"
"Escoto ha destacado la radical infinitud de Dios, a quien no se puede conocer a través de razonamientos tomados del mundo sensible ni del conocimiento de tipo científico"
"Ha desarrollado una metafísica de la infinitud, pues sólo la existencia de lo infinito (que está más allá de las limitaciones categoriales) nos permite hablar de Dios"
"Escoto ha destacado la radical infinitud de Dios, a quien no se puede conocer a través de razonamientos tomados del mundo sensible ni del conocimiento de tipo científico"
"Ha desarrollado una metafísica de la infinitud, pues sólo la existencia de lo infinito (que está más allá de las limitaciones categoriales) nos permite hablar de Dios"
Duns Escoto. Filósofo y teólogo franciscano. Nació en Escocia (de ahí su nombre: Duns, el escocés), estudió en Oxford y Paris. Enseñó básicamente en la universidad de Oxford (de donde toma nombre su obra más significativa: Opus Oxoniense).
Murió un día como hoy (el 8 de noviembre de 1308), a la edad de 42 años, de forma imprevista, en Colonia, donde había sido enviado para exponer su visión del cristianismo y su teología en un contexto de discusiones.
Es el más agudo y sutil de los escolásticos, uno de los filósofos y teólogos más profundos de todos los tiempos. Ha estado a la sombra de Santo Tomás, como si fuera inferior a él, como muestra el hecho de que no haya sido "canonizado" por la iglesia romana. Sólo en 1993 ha sido "beatificado" por Juan Pablo II. No es tan sistemático como Santo Tomás, pero es quizá más profundo, y sigue siendo admirado y estudiado en la actualidad, como muestra la admiración que ha sentido por él M. Heidegger.
Era aristotélico, como Santo Tomás, a quien combatió, pero en la línea de Avicena (más que en la de Averroes) y con elementos vinculados a la tradición profética judía. A su juicio, la filosofía trata de Dios en cuanto ser (no en cuanto Dios); por eso sólo puede llegar hasta el ser divino, no hasta la divinidad personal (como hace la teología, en la medida en que responde a la Revelación de Dios como persona).
En contra de la perspectiva tomista, que pone de relieve la analogía entre las diversas realidades (entre Dios y el mundo, entre el hombre y Dios), Escoto ha destacado la radical infinitud de Dios, a quien no se puede conocer a través de razonamientos tomados del mundo sensible ni del conocimiento de tipo científico.
Por eso, a fin de poder hablar de Dios, él ha desarrollado una teoría del “ser” unívoco, concebido de un modo abstracto y universal, desligado de todas las propiedades particulares de tipo espiritual, ideal o material. Eso le ha permitido superar el nivel de las realidades predicamentales, para situar a Dios como "ser" más allá de las esencias.
En esa línea, ha distinguido dos modos de ser básicos: el finito y el infinito; ellos definen y enmarcan todas las realidades. De esa forma responde de algún modo a la visión judía, retomada por la cábala, que concibe a Dios con En Sof, lo que no tiene límites, el infinito; no el Todo de la tradición griega, sino el ser trascendente de la tradición bíblica.
A partir aquí, él ha desarrollado una metafísica de la infinitud, pues sólo la existencia de lo infinito (que está más allá de las limitaciones categoriales) nos permite hablar de Dios. Planteando así el tema base de la metafísica, él se sitúa cerca de un tipo de interpretación aristotélica desarrollada por Avicena, pero, en contra de él, afirma que el ser finito no procede por necesidad del Infinito (no hay, por tanto, emanación de lo finito a partir de lo infinito).
En esa perspectiva, acentúa la libertad de Dios, que sólo se encuentra limitado por el principio de no contradicción. Según eso, la voluntad de Dios es la fuente y base de toda realidad, pues Dios no está determinado por ningún otro principio o norma ontológica (por ninguna esencia física o espiritual).En esa línea se puede y debe hablar de la prioridad de la voluntad sobre el entendimiento, del amor sobre el conocimiento. En esa línea se puede llegar a la voluntad-conatus de Espinosa, culminando en la voluntad de poder de Nietzsche o, por el contrario, e la voluntad de amor de la tradición judeo-cristiana.
Por eso, la voluntad o querer de Dios precede al entendimiento (en contra de Santo Tomás), de manera que las realidades externas y los principios morales son así porque Dios los ha querido. No existe, según eso, una "ley natural" que se expresa de forma necesaria, sino una potencia de amor, que se manifiesta en forma de gratuidad, de libertad para ser en amor.
Al encontrarse la realidad originaria más allá de todo entendimiento (como efecto de una voluntad divina), los hombres no podemos descubrir ni construir ningún tipo de ontología divina; no podemos determinar las propiedades de Dios, ni construir un orden racional permanente sobre el mundo.
En esa línea, son muchos los que han pensado que él está de alguna forma en el comienzo de la "ruptura" de la gran síntesis escolástica, elaborada por Santo Tomás de Aquino. Entre sus críticos está el mismo Papa Benedicto XVI, que en su famoso y discutido "Discurso de Ratisbona" (12 de septiembre de 2006) afirma que con Duns Scoto se rompe ya la fecunda síntesis que se había establecido entre entre espíritu griego y espíritu cristiano (entre racionalidad filosófica helenista y revelación cristiana). Éste es el texto anti-escotista de Benedicto XVI:
" Por honradez, sobre este punto es preciso señalar que, en la Baja Edad Media, hubo en la teología tendencias que rompen esta síntesis entre espíritu griego y espíritu cristiano. En contraste con el llamado intelectualismo agustiniano y tomista, Juan Duns Escoto introdujo un planteamiento voluntarista que, tras sucesivos desarrollos, llevó finalmente a afirmar que sólo conocemos de Dios la voluntas ordinata. Más allá de ésta existiría la libertad de Dios, en virtud de la cual habría podido crear y hacer incluso lo contrario de todo lo que efectivamente ha hecho. Aquí se perfilan posiciones que pueden acercarse a las de Ibn Hazm y podrían llevar incluso a una imagen de Dios-Arbitrio, que no está vinculado ni siquiera con la verdad y el bien.
La trascendencia y la diversidad de Dios se acentúan de una manera tan exagerada, que incluso nuestra razón, nuestro sentido de la verdad y del bien, dejan de ser un auténtico espejo de Dios, cuyas posibilidades abismales permanecen para nosotros eternamente inaccesibles y escondidas tras sus decisiones efectivas. En contraste con esto, la fe de la Iglesia se ha atenido siempre a la convicción de que entre Dios y nosotros, entre su eterno Espíritu creador y nuestra razón creada, existe una verdadera analogía, en la que ciertamente —como dice el IV concilio de Letrán en 1215— las diferencias son infinitamente más grandes que las semejanzas, pero sin llegar por ello a abolir la analogía y su lenguaje.
Dios no se hace más divino por el hecho de que lo alejemos de nosotros con un voluntarismo puro e impenetrable, sino que, más bien, el Dios verdaderamente divino es el Dios que se ha manifestado como logos y ha actuado y actúa como logos lleno de amor por nosotros. Ciertamente el amor, como dice san Pablo, «rebasa» el conocimiento y por eso es capaz de percibir más que el simple pensamiento (cf. Ef 3, 19); sin embargo, sigue siendo el amor del Dios-Logos, por lo cual el culto cristiano, como dice también san Pablo, es «λογικη λατρεία», un culto que concuerda con el Verbo eterno y con nuestra razón (cf. Rm 12, 1).Este tema lo he tratado más detalladamente en mi libro Der Geist der Liturgie. Eine Einführung, Friburgo 2000, pp. 38-42.
No estoy seguro de que Benedicto XVI interprete bien a Escoto. No estoy seguro de que la "ruptura" que supone Escoto sea de esa forma "negativa". Estoy convencido de que el Papa Ratzinger se equivocó en su forma de entender el despliegue y desarrollo cristiano de la filosofía y teología de Escoto y del mismo Islam, con el que veladamente le compara.
Somos muchos los que pensamos que esa "ruptura" era necesaria, que sólo con ella podemos entrar en la modernidad, descubriendo, por un lado, la autonomía radical del hombre y, por otro, la libertad creadora del evangelio, en la línea de San Pablo y del mismo San Agustín (en contra de lo que dice Benedicto XVI), por no hablar de San Francisco.
Con su asombrosa inteligencia, Duns Escoto fue capaz de expresar, de un modo académico (todavía no superado) el sentido y consecuencias de la experiencia radical del evangelio (con el escándalo de la cruz y la pobreza-riqueza mesiánica), en la línea de San Francisco de Asis.
En ese sentido, Duns Escoto ha sido y seguirá siendo testigo de un pensamiento cristiano que resulta incómodo para los defensores de una "síntesis racional" del cristianismo. Hay una racionalidad positiva, necesaria. Pero en el fondo de esa racionalidad, superándola y ratificándola, esta la infinitud de Dios, el escándalo creador del evangelio, la pobreza redentora.
Duns Escoto es un pensador, un teólogo, un cristiano que no ha podido ser "domado"; un pensador difícil arriesgado, pero necesario. Un hombre con mucho futuro abierto, en la línea del mejor franciscanismo.
La realidad es, según eso, un misterio, una aventura de amor (quizá mejor: Una pasión de amor), una experiencia originaria de libertad, de gratuidad. Todo intento de organizar el mundo (o la iglesia) en forma racional (como un todo) termina cayendo no sólo en la idolatría, sino en un tipo de dictadura eclesiástica, política o económica.
En resumen, Duns Escoto, llamado el 'doctor sutil', fundador de la escuela escotista, que ha seguido cultivando y desarrollando su pensamiento hasta el siglo XX, es el filósofo y teólogo del primado de la voluntad sobre el entendimiento, el teólogo de una cristología de la gracia (Cristo se hubiera encarnado aunque los hombres no hubieran pecado) y de una antropología del amor antecedente de Dios, que se expresa, por ejemplo, en su forma de tender la Inmaculada Concepción de María (y no solamente de ella), como experiencia de gracia por encima del pecado.
Otras corrientes escolásticas (de tipo más sistemático) ha querido crear unos "cuerpos dogmáticos" de doctrina que puede de algún modo imponerse de manera racional, incluso política. En contra de eso, partiendo de Dios como infinito, Duns Escoto ha querido salvaguardar siempre la transcendencia y libertad no sólo de Dios, sino de los hombres (que son un reflejo y presencia del Infinito).
De esa manera ha puesto de relieve la importancia del principio de individuación (de la realidad individual), por encima del orden de las ideas necesarias. Eso significa que no se puede imponer la esencia (ni la ley, ni el todo) sobre los individuos, es decir, sobre las "personas". Ningún sistema social, económico o religioso puede imponerse sobre los hombres que son, por una parte, solitudo radicalis (soledad plena, total infinitud) pudiendo ser, al mismo tiempo, amor radicalis (amor igualmente radical).
En esa línea, Duns Escoto nos sitúa ante el asombro de la realidad y, de un modo especial, ante el asombro y milagro de la individualidad absoluta de cada hombre... Sólo siendo infinitud absoluta los hombres pueden ser amor pleno, total libertad, en comunión de libertades, no por imposición de sistemas, dentro de un Todo que les "absorbe".
Dios no es todo, sino "infinito". No es todo, no es sistema en el que se engloban los individuos...sino el Infinito de todos los infinitos (es decir, de los seres humanos).
Su obre más importantes, el Opus Oxoniense es un comentario de las Sentencias de Pedro Lombardo.
La edición completa de sus obras ha sido preparada por C. Balic, Opera Omnia (Roma 1950).
Entre sus obras teológicas: Quaestiones super libros De anima; Collationes oxonienses et parisienses;Reportatio parisiensis;Quaestiones Quodlibetales;De primo principio;Theoremata
En castellano, entre sus obras menores, cf. Tratado acerca del primer principio (Madrid 1989); Jesucristo y María: ordinatio III, distinaciones 1-17 y lectura III, distinciones 18-22 (Madrid 2008)
(cf. X. Pikaza, Diccionario de pensadores cristianos)