He presentado ya las dos primeras partes del documento que el Secretariado Nacional de Pastoral Penitenciaria presentó a la Conferencia Episcopal Española, hacia el año 2000, para que fuera aceptado y presentado (publicado) como texto base de trabajo. Por razones ya "evocadas", la Conferencia Episcopal no asumió aquel texto, que fue publicado de un modo "particular" en una revista especializada de la Merced, y reproducido después en varios medios.
Participé en la elaboración de aquel texto, como responsable de la parte bíblica y teológica. Hoy tengo el gozo de presentar la parte referente a Jesús, el encarcelado y ejecutado. Éstos son algunos de los temas que allí se desarrollaban:
La historia del encarcelamiento y muerte de Jesús, contada por Marcos 14-15 y paralelos constituye el centro de la fe cristiana
‒ Jesús fue un preso traicionado. No lo apresaron simplemente por la maldad del sistema o por sus propias provocaciones. Lo hicieron también porque uno de sus discípulos le traicionó y los demás le abandonaron.
‒ Jesús fue un preso conducido de un tribunal a otro.La razón decisiva de su juicio y condena fue la oportunidad política y social.
‒ Jesús fue un preso tratado como mercancía de poder en el juego de influencias entre Sumos Sacerdotes y Pilato. Unos y otro buscaron su propio provecho, mintiéndose entre ellos y utilizando a sus presos (Jesús y Barrabás), para conseguir unas ventajas políticas o sociales.
‒ Jesús fue un preso torturado sin razón, quizá por venganza y para escarmiento.
‒ Jesús fue un preso condenado a morir en la cruz. Gran parte de nuestras sociedades occidentales han abolido la pena de muerte; y, en ese sentido, las consideramos mejores que aquella que condenó a Jesús. Ahora bien el sistema carcelario actual se convierte para bastantes presos en un tipo de pena de muerte: pues, en la cárcel, pierden los mejores años de su vida y sufren ya la pena de muerte social; y, cuando salen de la cárcel, su condición de expresidiarios les hace cadáveres sociales para el resto de sus vidas terrenas.
El mejor y más hondo de todos los principios cristianos de la Pastoral Penitenciaria sigue siendo la contemplación de la Pasión de Jesús.
Siga leyendo quien desee conocer la orientación y texto bíblico central de aquel documento.
2. El Anuncio mesiánico de Jesús: Visitar y Liberar a los encarcelados.
Desde la visión general de la vida y mensaje de Jesús, nos proponemos hacer algunas consideraciones sobre:
1. La cautividad diabólica del hombre de Gerasa "atado con grilletes y cadenas",48 como símbolo de la exclusión social y de cárcel;
2. El "Anuncio" de la liberación universal por Cristo 49 incluye la liberación de los encarcelados como obra mesiánica;
3. La "Visita" a los encarcelados, en el texto del Juicio Final, obra mesiánica;50
y 4. La Iglesia y las cárceles
.
2.1. La cautividad diabólica del hombre de Gerasa, signo y símbolo de la exclusión social y de la cárcel (Mc 5, 1-19).
Recordemos cómo el evangelista San Marcos introduce la escena de la liberación del poseso geraseno. ¬Apenas Jesús saltó de la barca, vino a su encuentro de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas; pues él había roto las cadenas y destrozado los grilletes y nadie podía dominarle y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras¬.51
El rumor de cadenas y grilletes del texto evangélico nos introduce en una situación de violencia, en la que un hombre debía ser expulsado de la convivencia cívica y atado con cepos y cadenas, manteniéndolo en prisión controlada, en las márgenes de la buena sociedad establecida. A este hombre conflictivo por sus circunstancias, al que se le encadena y se le encierra en la prisión de los sepulcros como a un animal furioso, para que no haga daño a los demás, nadie podía dominarle, ni con cadenas ni con grilletes ni con encierros. El problema del comportamiento violento de aquel hombre radicaba no en la periferia de sus actos incontrolados, sino en su propio espíritu y psiquismo desconcertados; y, por eso, las autoridades de su pueblo, convertidas en carceleros, fracasaron al pretender resolver el problema del hombre inadaptado y furioso por el sistema puramente coercitivo de la exclusión y las prisiones.
Jesús, por el contrario, sabía muy bien que la violencia no remediaría la situación personal del geraseno ni devolvería la tranquilidad al vecindario intimidado; y realizó con el furioso del episodio una terapia que curó radicalmente al marginado para que se reintegrara a la sociedad totalmente normalizado. Fue la terapia de la atención personal, la de la liberación por la palabra que dirigió con decisión e imperio a la causa del mal; de manera que la gente de la ciudad, que acudió a ver lo que había pasado, encontró al hombre (antes, agitado por una legión de furias contra sí mismo y contra la sociedad) ¬sentado, vestido y en su sano juicio¬ .
Lo que no se podía esperar el antiguo encadenado que ya no gritaba sino que hablaba, que ya no amenazaba sino que compartía su vida con los demás, fue la reacción fría y desconfiada de sus convecinos que, en vez de alegrarse y felicitarle, "se llenaron de miedo" 53; y que, en vez de acoger en triunfo a Jesús, su bienhechor y bienhechor de todos, -comenzaron a rogarle que se alejara de sus términos".54 ¬Aquellos hombres y mujeres de Gerasa preferían el sistema de sus cadenas, grilletes y cárceles al sistema de la palabra liberadora de Jesús, capaz de arrancar del ser humano hasta las más hondas raíces de la violencia!.
El relato del marginado geraseno cobra una inquietante realidad. Es cierto que actualmente son muchos los que quieren arreglar los problemas sociales con el diálogo, y en esa línea se han movido, en general, la vida y la palabra de la Iglesia en los últimos decenios. Pero, en su conjunto, nuestra sociedad prefiere acudir al sistema de represión y de cárcel antes que al diálogo. Frente a todos los racionalismos de violencia de la antigua y la nueva cultura que necesita expulsar a los asociales, a los peligrosos, se alza Jesús ofreciendo un camino de solidaridad y comprensión. De aquí que, para nosotros, el pasaje que venimos comentando resulte profundamente misionero y eclesial, como indican los últimos versos. Jesús había liberado a un excluido de la tumba de la violencia en que moraba, haciéndole capaz de vivir con los demás. El liberado de la opresión quiso seguir a Jesús; pero Jesús lo envió a su patria, como misionero de su nueva libertad (Mc. 5, 18-20).
2. 2. El ¬Anuncio¬ de la liberación universal por Cristo, incluye la liberación de los encarcelados, como obra mesiánica (Lc 4, 18 ss)
En el episodio del endemoniado de Gerasa la acción liberadora de Jesús se presenta en forma de ¬combate¬ contra el poder de la opresión que se expresa en forma satánica y que puede ser considerado como signo y símbolo de cualquier otra opresión. Ya que, según nuestra fe, de la acción de la antigua serpiente o diablo, que engañó a Eva, derivan, en última instancia, todas las ¬perversiones de la mente que apartan de la rectitud de Cristo¬ 55 y conducen, por los caminos tortuosos del error, a las esclavitudes, cautiverios y opresiones que afligen a la humanidad y cuyo paradero más usual, entre los humanos, es la cárcel con sus cadenas y grilletes.
Pues bien, Jesús aplicándose un notable texto del profeta Isaías, asumió como significativa obra de su quehacer mesiánico la liberación de los encarcelados.
Vino Jesús - leemos en el evangelio de San Lucas - a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para leer la lectura. Le entregaron el libro de Isaías y, desenrollando el volumen, halló el pasaje donde está escrito: ¬El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para enviar en libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor¬. Enrollando el volumen, lo devolvió al ministro... y dijo:¬ esta escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy¬.56
Jesús se sentía poseído por el Espíritu Santo y lo proclamó solemnemente:
¬El Espíritu del Señor me ha ungido y me ha enviado:
- Para evangelizar a los pobres¬. El hambre es la primera de todas las necesidades, la esclavitud básica de la historia humana. Ofrecer evangelio a los pobres significa ofrecerles vida, camino de esperanza.
- ¬Para proclamar la libertad a los cautivos¬ (prisioneros, encarcelados). Estos cautivos son los mayores pobres de la tierra: cautivados por guerra y violencia de la historia, los vencidos y esclavos, los expulsados y encadenados.
-¬Para proclamar la vista a los ciegos¬... Ciegos son, sin duda, los pobres y cautivos a quienes la misma vida (la violencia del sistema) ha reprimido, encerrándoles en su impotencia. Abrirles los ojos significa enseñarles a descubrir la realidad, hacerles capaces de ver, de valerse por sí mismos.
- ¬Para enviar en libertad a los oprimidos¬ Lo que antes era anuncio aparece ahora como gesto realizado: Jesús ha venido para ¬enviar en libertad¬... para romper los muros de las cárceles, abriendo de par en par sus puertas, por medio de la Iglesia.
- ¬Para proclamar el año de gracia del Señor¬. Este era el año jubilar en el que los esclavos quedaban libres, los prisioneros sin cadenas; año en que se abrían las cárceles y todos comenzaban de nuevo la vida, repartiéndose de nuevo y por igual los bienes de la tierra.57
De nuevo la paradoja y el escándalo. Los vecinos de Nazaret, paisanos de Jesús, en vez de alegrarse con el mensaje de liberación universal que proclamaba el hijo de María, le arrojaron de la ciudad violentamente y quisieron lincharlo. No pudieron aceptar que Dios quisiera curar y librar por igual a los marginados del pueblo y a los pobres de otros pueblos. Esa reacción de violencia colectiva que quiso matar a Jesús nos lleva al fondo de la experiencia social. Normalmente, el orden de una sociedad se basa en la expulsión y la violencia; y, al desenmascarar ese sistema de expulsión y violencia, Jesús es considerado como peligroso.
Según dice Jesús, ¬todo esto se ha cumplido hoy¬58. En el hoy del tiempo mesiánico iniciado por la vida y mensaje de Jesús y culminado por la Pascua fue Jesús quien cumplió, en su vida y en su Pascua, esa palabra; pero esa palabra sólo tendrá sentido actual y se volverá permanente si se expande y expresa por medio de la entrega liberadora de los discípulos de Jesús.
Entre el espiritualismo de aquellos que sólo entienden las acciones liberadoras anunciadas por Isaías (que Jesús se aplicó a sí mismo) en sentido espiritual e interno ( Jesús proclama la libertad del alma) y el materialismo apocalíptico de los que piensan que ellas sólo se podrán cumplir cuando llegue externamente el reino (plano judío), está el realismo mesiánico de aquellos cristianos que asumen esas palabras como principio de vida y programa de liberación en las circunstancias actuales de este mundo.
2. 3. La ¬Visita¬ a los encarcelados, en el texto del Juicio Final: obra eclesial (M 25, 31-46).
Hemos visto cómo Jesús, en Nazaret, se situaba en el horizonte de una liberación universal que iba más allá de las fronteras de su pueblo, brindándosela también a todos los pobres, cautivos, ciegos y oprimidos del mundo entero. ¬Visión universal del plan liberador de Dios que estuvo a punto de costarle la vida al Mensajero de la Buena Noticia, a manos de unos representantes iracundos del antiguo y excluyente pueblo elegido!.
En el contexto de liberación universal se sitúa la escena del Juicio Final narrada por San Mateo:
Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ¬Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis, en la cárcel, y vinisteis a verme¬. Entonces los justos le responderán: ¬ Señor, -cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento , y te dimos de beber?.-Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¬Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?. Y el Rey les dirá: ¬En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis¬
El texto transcrito supone que, tras la vida y pascua de Jesús, el mundo sigue estabilizado, basando su funcionamiento en leyes de violencia. Por eso se afirma, como algo normal, que hay hambre y exilio, enfermedad y cárcel; que sigue habiendo necesidades materiales y personales, conflicto sociales, expulsión de los que parecen peligrosos, división de clases o grupos, opresión de los disidentes o marginales.
Leído en perspectiva social, el texto ofrece una síntesis de las necesidades de la humanidad, estructurada en tres niveles: material (hambre y sed), exclusión social (exilio y desnudez) y de impotencia suma (enfermedad y cárcel). El texto no discute las causas de esos males, sino que los toma como hechos. No se trata, por tanto de teorizar sobre ellos, sino de buscar una manera de solucionarlos.
Jesús, mesías de Dios, el ¬Hijo del hombre¬ y el ¬Rey¬ de la narración evangélica, no aparece como situado fuera de los males de este mundo. Por el contrario, él asume como propios todos los sufrimientos de la historia, incluyendo en su ¬yo¬ necesitado las necesidades de todos los humanos:¬¬ Tuve hambre... estuve encarcelado¬!.
Del hambre (primero de los males) a la cárcel (último de los males) se extiende una línea bastante recta de opresiones: son los hambrientos de diverso tipo los que acaban cayendo en las redes del sistema carcelario. Es claro que el exilio y desnudez (falta de dignidad) se relacionan con la cárcel, lo mismo que ciertas enfermedades corporales contagiosas y mentales que proliferan en los ambientes deprimidos que nutren de residentes a los establecimientos penitenciarios.
Jesús nos pasa de eso que pudiéramos llamar pecado primero u original, origen del sufrimiento de los hombres y mujeres en la historia, al pecado segundo, que consiste en no ayudar a los que sufren. Enfrentada con unos males semejantes, la tradición de Oriente (Buda) empieza buscando la liberación interior de cada uno, superando todo deseo de violencia. Jesús, en cambio, sin negar esa liberación de los deseos interiores, nos sitúa ante la exigencia de liberación integral: ¬Sólo es verdaderamente ¬mesiánico¬, bendito de Dios Padre, aquel que ayuda a los demás en el camino de la vida¬!. Así educa Jesús a sus discípulos para:
- ver y sentir como propios los males del mundo, de manera que puedan afirmar en verdad:¬Yo también tuve hambre... estuve encarcelado¬;
- juzgar en sentido cristiano, es decir, no para echar las culpas a los demás, sino para descubrir al mismo Cristo de Dios en los que sufren;
- y actuar, es decir, para ayudarse unos a otros, en un camino que empieza en la comida, ofreciendo el pan a los hambrientos, y culmina en el plano de la visita a los encarcelados.
Jesús es el hombre (ser humano) universal. Por eso, la misión de la Iglesia, discipulado de Jesús, se establece en forma de ayuda humana. En el texto de San Mateo,60 se nos transmite un mensaje universal de humanización solidaria. Ser humano, ayudando a los ¬más pequeños¬ de los humanos, eso es lo que importa. En ese sentido, el texto aludido ha presentado a Jesús como el Humano en su verdad más honda: el Hijo del Hombre.
3. Pascua mesiánica: entrega, muerte y resurrección de Jesús.
3. 1. Jesús: camino de solidaridad no violenta
Jesús no se limitó a proclamar el Reino con palabras, ofreciendo un anuncio genérico de liberación de los cautivos, sino que fue perseguido y ajusticiado por atreverse a predicar semejante novedad. No se limitó a ofrecer el anuncio del Reino de Dios, sino que lanzó su denuncia contra las instituciones y personas que se oponen a la fraternidad humana, a la liberación de oprimidos y encarcelados.
Jesús actuó como triunfador ( él era el ¬más fuerte¬ del que hablaba en Mc. 3, 27), pero lo hizo aceptando la función de perdedor, es decir, dejándose arrestar y matar por aquellos que creían poseer la autoridad de Dios y la ejercían con violencia, oprimiendo a los demás para
así mantenerse a sí mismos.
No quiso liberar a los encarcelados con violencia física, rompiendo por la fuerza las cárceles del mundo; no pidió a Dios que le defendiera con -ángeles¬ del cielo.61 Pero inició un movimiento mucho más subversivo y revolucionario.
Jesús sabía que no se podrá superar nunca la violencia con nuevas violencias, para crear así otras formas de cárceles, sino rompiendo con su gracia -¬la gracia de Dios!- la espiral de lucha y talión que domina el mundo viejo.62 De esta manera, el tema de la cárcel nos lleva a la raíz del mensaje y proyecto del Sermón de la Montaña: Jesús pidió a sus discípulos que respondieran a la violencia sin violencia, que rechazaran el mal sin emplear para ello nuevos males. Eso significaba que el cristiano ha de responder con amor a quien le odia, poniendo la mejilla izquierda a quien le hiere en la derecha, dando la túnica a quien le pide la capa.63
Humanamente hablando ese proyecto de Jesús parece imposible, prácticamente inviable. Sin embargo Él lo llevó a la práctica, abriendo un camino de solidaridad no violenta.
2. 2. Subida a Jerusalén. El riesgo de la libertad.
Jesús subió a Jerusalén como representante de los derechos humanos o, mejor dicho, mesiánicos, de los encarcelados, tanto antiguos como modernos: quería ofrecer en la ciudad santa su programa de liberación, aunque ello pudiera suponer su muerte: el Hijo del Hombre (anunció a sus discípulos)-será entregado en manos de los hombres y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará¬.64
Subió a Jerusalén, ciudad controlada por sacerdotes garantes de la sacralidad nacional, para presentarles su mensaje de gratuidad universal y liberación. Subió de forma pacífica, pero llevando una propuesta de cambio integral. Si aceptaran su proyecto, cambiaría la forma de vida anterior. Era lógico que los sacerdotes, con sus aliados los romanos, rechazaran al profeta con su proyecto. Por eso el evangelista Juan dice: ¬ya no andaba en público por Judea; se retiró a una ciudad llamada Efróm, junto al desierto y se quedó allí con sus discípulos¬.65
A Jesús, defensor de los encarcelados, la sociedad establecida lo convirtió en prófugo y exiliado, como a jefe de una banda de ilegales. Dentro de una sociedad totalitaria, que persigue a los disidentes, resulta normal que los justos deban esconderse. Pero el justo, Jesús, no quiso permanecer en la ¬ilegalidad¬. Acercándose la Pascua, fiesta que reunía a los judíos, salió de su ocultamiento y subió a Jerusalén, abiertamente, como profeta mesiánico del Reino de Dios. Le acompañaron discípulos y amigos que después le abandonarían, pero que, de momento dijeron animosos: ¬Vayamos también nosotros, y muramos con Él¬.66 Muchos judíos habían soñado conquistar y liberar Jerusalén para siempre. Jesús entró en ella, no para conquistarla sino para ofrecerle su mensaje y camino de liberación universal.
Como rey de paz, llegó Jesús a Jerusalén montado sobre un asno. No necesitaba soldados ni precisaba de instituciones de violencia para defenderse. Jesús entró en la ciudad de las contradicciones humanas ofreciendo un mensaje de pacificación y la ¬tomó¬ mesiánicamente sin violencia exterior, pero la ciudad no quiso recibirle ni aceptó su mensaje. La Jerusalén de este mundo prefirió seguir con sus leyes de represión, con sus soldados y sus cárceles. Y Jesús rompió a llorar por la ciudad que, al rechazar la paz, acabaría destrozada por las manos de los profesionales de la muerte: ¬vendrán los días en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco y te arrasarán, a tí y a tus hijos¬...67
3. 2. Jesús encarcelado y ejecutado.
La visión cristiana de las cárceles deriva de la historia de Jesús, el Dios encarcelado (-"estuve en la cárcel¬” 68. La historia del encarcelamiento y muerte de Jesús, contada por San Marcos, en los capítulos catorce y quince de su evangelio, constituye el centro de la fe cristiana. Veámoslo.
Jesús fue un preso traicionado. No lo apresaron simplemente por la maldad del sistema o por sus propias provocaciones. Lo hicieron también porque uno de sus discípulos le traicionó y los demás le abandonaron. Así pueden sentirse también en las cárceles actuales muchos hombres y mujeres, traicionados por la sociedad, abandonados por sus propios amigos.
Jesús fue un preso conducido de un tribunal a otro, de una instancia a otra: de los Sumos Sacerdotes y Sanedrín judíos a Pilato, de Pilato a Herodes, de Herodes a Pilato. Ciertamente, nosotros, los cristianos, decimos que Jesús era inocente y no sólo inocente sino el justo por excelencia. Pero en el juicio que se le instrumentó la cuestión de la inocencia fue secundaria. La razón decisiva del juicio y de la condena fue la oportunidad política y social.
Jesús fue un preso tratado como mercancía de poder enn el juego de influencias entre Sumos Sacerdotes y Pilato. Unos y otro buscaron su propio provecho, mintiéndose entre ellos69 y utilizando a sus presos (Jesús y Barrabás), para conseguir unas ventajas políticas o sociales. Barrabás era un preso famoso y aparece en el juicio como una ¬moneda de cambio¬, en la lucha de poderes, lo mismo que Jesús.
Jesús fue un preso torturado sin razón.70 Quizá pudiéramos decir que fue torturado por venganza y para escarmiento. Nuestras sociedades occidentales suelen evitar las torturas adicionales a quienes les ha caído encima una gran condena y, sobre todo, si fueron condenados a muerte. Por eso los insultos de los sumos sacerdotes y escribas y la parodia de los soldados romanos que se burlaron cruelmente de Jesús, nos parecen hoy gestos inhumanamente desproporcionados.
Jesús fue un preso condenado a morir en la cruz. Gran parte de nuestras sociedades occidentales han abolido la pena de muerte; y, en ese sentido, las consideramos mejores que aquella que condenó a Jesús. Ahora bien el sistema carcelario actual se convierte para bastantes presos en un tipo de pena de muerte: pues, en la cárcel, pierden los mejores años de su vida y sufren ya la pena de muerte social; y, cuando salen de la cárcel, su condición de expresidiarios les hace cadáveres sociales para el resto de sus vidas terrenas.
El mejor y más hondo de todos los principios cristianos de la Pastoral Penitenciaria sigue siendo la contemplación de la Pasión de Jesús. La sociedad humana puede emplear razones de talión: "¬Se lo ha merecido! ¬Que sufra las consecuencias de sus actos! ¬El que la hace que la pague!". La comunidad cristiana sólo puede responder con los gestos de la presencia solidaria, de la comprensión y del perdón activo.
3. 3. Pascua de Cristo. Liberación de los encadenados
La confesión pascual fundante del Nuevo Testamento incluye la certeza de que Jesús fue sepultado, como indican, de formas convergentes, la tradición paulina y los evangelios.71 Pues bien, el Credo de los apóstoles añade que descendió a los infiernos, para liberar a los que estaban allí sometidos, encadenados, en la prisión o cárcel de la muerte. Siguiendo esa línea de liberación total e integral por Cristo, que hizo saltar los cerrojos de las puertas de la muerte, la misma tradición del Nuevo Testamento ha explicitado el descenso de Jesús a los infiernos: ¬Sufrió la muerte en su cuerpo, pero recibió vida por el Espíritu. Fue entonces cuando proclamó la victoria incluso a los espíritus encarcelados que fueron rebeldes, cuando antiguamente, en tiempos de Noé...72
Jesús, por su muerte, bajó hasta el lugar misterioso donde estaban los espíritus encarcelados. La tradición teológica y litúrgica de la Iglesia ha supuesto que esos espíritus encarcelados eran los humanos del tiempo del diluvio, condenados a morir bajo las aguas, y que se hallaban todavía esperando la llegada de su libertador final, y todos los justos que habían muerto antes de Jesús y que se hallaban acogidos en el primer infierno o seno de Abraham. El Jesús de la historia había descendido a este mundo: cárcel de los locos, los enfermos, los que estaban angustiados por las fuerzas del abismo, para curarlos y ofrecerles la promesa del Reino; y el Jesús pascual, en el Sábado santo de su entrega, descendió solidario y victorioso hasta la ¬cárcel¬ de la muerte, donde estaban apresados todos los humanos anteriores para librarles de la muerte y garantizarles su resurrección futura.
La liberación universal y escatológica de Jesús efectuada por el sistema de redención ha de expresarse en la redención histórica y parcial de aquellos cristianos que se empeñan en sacar de las nuevas formas de cautiverio y opresión a los oprimidos de este tiempo, como han sabido hacerlo, desde antiguo, los cristianos, especialmente los religiosos de las Órdenes Redentoras de la Santísima Trinidad y de Santa María de la Merced. Los hombres y las mujeres de nuestro tiempo y los del próximo milenio podrán considerarse de Cristo y llamarse, en verdad, cristianos, si acompañan y liberan a los encarcelados de la historia. 4. La Iglesia y las cárceles en el Nuevo Testamento.
4. 1. La reflexión bíblica
Todas nuestras reflexiones tienen un trasfondo eclesial, como es lógico suponer, tratándose de las "Grandes líneas" de una Pastora Penitenciaria, cuya responsabilidad primordial incumbe a los jerarcas de la Iglesia Católica, "puestos por el Espíritu Santo para pastorear la Iglesia de Dios".73 Y aunque lo fundamental en este sentido ya queda dicho, queremos, sin embargo, presentar unas breves conclusiones que permitan plantear con más precisión el tema del Apostolado Penitenciario. No pretendemos ofrecer un análisis exhaustivo del tema; nos limitaremos, mas bien, a ofrecer una visión de conjunto de los textos que aluden a la cárcel en el Nuevo Testamento, empezando por el Anuncio de Jesús, siguiendo por la vida de la Iglesia primitiva en los "Hechos", para concluir con algunos aspectos de la historia de San Pablo.
4. 1. 1. Tradición sinóptica.
El Evangelio presenta a Jesús como "paradigma" o ejemplo de vida para sus seguidores. Y Jesús mismo predice a sus discípulos que serán entregados "a los sanedrines y sinagogas, a los procuradores y reyes" 74, anunciando así las persecuciones que han de sufrir (¬que están ya sufriendo en el momento en que ha sido redactado el Evangelio!).
San Lucas formula el anuncio de la persecución de un modo más preciso, añadiendo "os entregarán en las sinagogas y os meterán en la cárcel" 75, suponiendo así una situación jurídica en que los discípulos de Jesús podrán ser encarcelados.76 Como veremos por el libro de los "Hechos de los Apóstoles", San Lucas conoce el funcionamiento de las cárceles romanas y sabe que los cristianos han sufrido en ellas, como también supone el texto ya citado de San Mateo, 25, 31-46. La cárcel pertenece a la experiencia vital de los cristianos: si quieren ser fieles a Jesús han de estar dispuestos a padecer en ellas.
4. 1. 2. En los "Hechos de los Apóstoles", historias de cárceles.
San Lucas, en el libro de los "Hechos" nos ofrece un conjunto de historias de cárceles, que definen y vertebran el despliegue de la Iglesia primitiva. Los diversos poderes de este mundo parecen oponerse al Evangelio, encarcelando a los disípulos de Cristo. Pero el Espíritu de Dios ayuda y libera a los cristianos, transformando la misma cárcel en principio de una más honda misión eclesial.
a) Los Sumos Sacerdotes de Jerusalén aprisionan a los Apóstoles para juzgarlos, queriendo impedir de esa forma la difusión del Evangelio. Pero el ángel del Señor abre la puerta de la cárcel y les deja en libertad, para que puedan seguir anunciando con libertad y confianza el mensaje cristiano.77
b) Herodes, convertido en nuevo rey de toda la tierra israelita, ha condenado a muerte a Santiago el Mayor y encarcela a Pedro para juzgarle, respondiendo de esa manera al deseo de algunos celosos judíos. Pero también en este caso el ángel de Dios libera al encarcelado, por quien la Iglesia entera eleva sus plegarias.78
c) Saulo, que es todavía un celoso fariseo, por mandato de los sacerdotes, perseguía y encarcelaba a los judeocristianos de tendencia helenista, por juzgarles infieles a su ley judía. Pero el mismo Jesús le sale al paso, revelándole su misterio, de suerte que su persecución tiene que cesar.79
d) Las autoridades romanas de Filipos encarcelan a Pablo y a Silas, acusándoles de sedición y violación del orden público. En este caso, ellos son liberados en la noche a causa de un temblor de tierra, de manera que Pablo convierte a la fe a su mismo carcelero.80
e) Los romanos encarcelan a Pablo, primero en Jerusalén, luego en Cesarea y finalmente en Roma. El relato de esta prisión, que dura por lo menos cuatro años (dos en Cesarea, dos en Roma) ocupa toda la parte final del libro de los "Hechos": amenazado por los judíos en el templo de Jerusalén, Pablo es liberado por el tribuno y el gobernador romano que le mantienen en la cárcel, para ser juzgado; Pablo apela al César y le llevan a Roma. Así termina el libro, así acaba la historia fundamental del cristianimso: arrestado, en prisión domiciliar, en el centro del imperio, Pablo sigue proclamando el Evangelio. La prisión es la mejor de sus cátedras, el lugar más fecundo de su apostolado.81
Todos estos textos suponen que la cárcel constituye una situación normal para aquellos que anuncian el evangelio de Jesús. Siendo expresión de Gracia, estando libre de toda violencia impositiva, el Evangelio suscita el rechazo de los poderes establecidos, que reaccionan amenazando y condenando.
4. 1. 3 Cartas paulinas.
El apóstol San Pablo cuenta la experiencia de sus padecimientos por el Evangelio, asegurando por dos veces que ha sido encarcelado.82 Pero hay, además, en sus cartas otros datos muy significativos que aluden a sus prisiones.
a) Filipenses. Desde la cárcel, entre cadenas, escribe Pablo a los Filipenses; posiblemente le han acusado algunos judíos y está esperando el juicio. 83 Algunos le ayudan, otros le desprecian, él se mantiene firme, dispuesto a entregar su vida por el Evangelio, si es que le condenan.84 Está preparado para todo: por un lado, prefiere que le maten, para estar con Cristo; por otro, quiere que le liberen, para acompañar a los hermanos.85
b) Filemón. Preso por Cristo, Pablo "ha engendrado" en su cautiverio un hijo para la fe, ha convertido a Onésimo, esclavo fugitivo de su amigo cristiano, Filemón, a quien escribe pidiéndole que perdone al fugitivo y le libere, para que así pueda tenerlo como hermano, al servicio de la fe común.
4. 1. 4. Tradición paulina.
La figura de Pablo encarcelado86, reflejada en sus cartas y elaborada por "Hechos", ha penetrado con fuerza en la conciencia de la Iglesia. Quizá se alude a ello en la carta a los Colosenses, allí donde Pablo afirma que "debe completar en su cuerpo mortal lo que falta a los padecimientos de Cristo".87 Pero el despliegue explícito del tema lo hallamos en la segunda carta a Timoteo: en el texto que podemos entender como testamento de un prisionero, que va a ser martirizado y escribe a su iglesia para mantenerla en la fe. Evidentemente, se trata de una carta postpaulina, escrita en nombre del apóstol, por alguien que quiere conservar su memoria dentro de la iglesia y que dice a su discípulo (¬a todos los cristianos!) :
"Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David. Esta es la buena noticia que anuncio y por ella sufro hasta llevar cadenas como un criminal. Pero el mensaje de Dios no está encadenado"...88
Entre el Cristo que ha muerto y Pablo prisionero se establece de esa forma un intenso paralelismo: Cristo ha muerto, Pablo sufre; Cristo ha resucitado, el mensaje de Pablo se extenderá en el mundo... Esta es la palabra clave: la palabra de Dios no puede quedar encerrada en la cárcel. Por eso, en torno al Pablo encadenado va surgiendo la Iglesia. Su lugar propio es la cárcel, no un templo sacral o un palacio de reyes.
4. 1. 5. Hebreos. Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados.
La llamada "Carta a los Hebreos" constituye un ejemplo extraordinario de predicación en tiempos de crisis. Por eso, el autor recuerda a los cristianos las dificultades y sufrimientos que soportaron los patriarcas, unidas a las persecuciones que ellos mismos debieron padecer: "compartisteis el sufrimiento de los encarcelados y aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que teníais un patrimonio más estable".89
La fidelidad de los antiguos ha de ayudarles a mantenerse firmes, sabiendo, por otra parte, que aún no han sido condenados a muerte: "todavía no habéis resistido hasta la sangre".90 No les han aniquilado aún, deben resistir en el combate cristiano, padeciendo si hace falta hasta la cárcel.
4. 1. 6. Apocalipsis. "El diablo meterá a algunos en la cárcel..."91
Desde el exilio de Patmos, expulsado por confesar la palabra, escribe el profeta Juan a las iglesias amenazadas. 92 Están en peligro de cárcel y martirio, pero los creyentes deben mantenerse firmes, sabiendo que se encuentran unidos a Jesús y que, al final de su camino, se encuentra la gloria de la nueva Ciudad, de las bodas del Cordero. "Quien tenga oídos,- dice - que escuche esto: quien esté destinado al cautiverio, vaya al cautiverio; quien deba morir al filo de espada, muera al filo de la espada. ¬Esta es la resistencia y la fidelidad de los creyentes!". 93
Entre el cautiverio y la muerte, así crece la Iglesia, según el Apocalipsis. El mundo entero, condensado en el imperio romano, se ha venido a convertir, a su juicio, en una inmensa cárcel, donde todos los fieles de Jesús se encuentran amenazados, controlados, pues no pueden compartir el pecado estructurado de la organización estatal, convertida en inmensa prostituta, al servicio del poder y del dinero.
La persecución pertenece según eso a la experiencia fundante de la Iglesia. El mensaje de Jesús no se expande con la ayuda del poder. No necesita el apoyo de los grandes poderes de la tierra. Desde el fondo de la cárcel, expulsados de la buena sociedad como peligrosos, sin seguridad dentro del mundo, los cristianos presentan un nuevo y más hondo programa de vida compartida. Allí donde los cristianos olvidan este origen, no se acuerdan de que fueron unos encarcelados de Jesús y por Jesús, la fe que anuncian pierde su sentido.