Dom 6 XI 11 Trompeta de Dios: Descenderá del cielo (1 Tes 4, 13-18)

Domingo 32, tiempo ordinario, ciclo A. La fiesta de Todos los Santos y Todos los Difuntos (1 y 2 del XI, 2011) ha despertado en los lectores de mi blog el deseo de "conocer" mejor lo referente al fin de los tiempos, conforme a la visión cristiana.

Pues bien, las lecturas de los últimos domingos del Año Litúrgico (antes de la fiesta de Cristo Rey) han recogido en parte a ese deseo, y con ellas quiero responderles. Hoy lo haré con la espístola (1 Tes 4) y mañana con el evangelio (Mt 25), desde dos perspectiva simbólicas distintas, pero complementarias.

La “epístola” de Pablo ha presentado, en forma apocalíptica (simbólica) el despliegue de los últimos tiempos. Se trata del primer gran texto teológico (conservado) de la iglesia cristiana, escrito hacia el año 49/50, a los veinte años de la muerte de Jesús. Los fieles de Tesalónica, a quienes Pablo ha dicho que Cristo volverá muy pronto, ven que el tiempo pasa (en realidad sólo han pasado unos meses), y algunos creyentes se han muerto, sin que Cristo haya venido.

Pablo les responde escribiendo su primera carta conservada (1 Tes) en la que expone, entre otras cosas, lo referente al fin de los tiempos, empleando para ello algunos de los signos más poderosos del "imaginario" (no ideario, ni puro devocionario) cristiano:

- Gritará el Arcángel de la historia,
- sonará la trompeta del fin de los tiempos (a la hora exacta)
- resucitarán los muertos antiguos, se alzarán los vivos
- vendrá el Señor (en Mt el Novio)
- encontrará a los suyos en el Aire de Dios (no en la sala de bodas de Mt)


Éstos son algunos de los signos básicos. Pablo no puede hablar aquí de un "purgatorio" (tema que preocupa a los lectores de mi blog), ni puede responder a las preguntas de la Iglesia posterior. A su juicio, el tiempo de la historia está acabando, quedan pocos años, de tal forma que muchos cristianos de Tesalónica pensaban que Cristo vendría dentro de unos pocos días, de manera que venían preparados cada Domingo, en la cena nocturna, para ir con él a la gloria.

Pero Cristo no ha venido (todavía) de esa forma. En su sentido externo, la esperanza "inminente" de Pablo no se ha cumplido, de forma que la gente sigue muriendo y planteado preguntas, como sucedía en Tesalónica, en torno al año 49/50 dC.

Muchas de aquellas preguntas son las nuestra. Entonces hubo un Pablo que pudo (y quiso) responderlas, aunque de un modo externamente equivocado (no se ha cumplido aún lo que esperaba). Pero en el fondo de su equivocación (defecto óptico) puede esconderse y se esconde la verdad más honda de la experiencia cristiana. Seguimos esperando en un tiempo que es de cielo y purgatorio, en medio de signos que debemos entender, interpretar, transformar de un modo vivo, desde el evangelio (si somos cristianos).


Introducción

Pablo sabe que Dios ha resucitado a Jesús, su Mesías-Hijo (cf. Rom 1, 3-4; 4, 24). Por eso, creer en Dios significa esperar que culmine su acción en Cristo. Pablo sabe que ha llegado “el fin de los tiempos”: las esperanzas de Israel han culminado, el plazo de la historia se ha cumplido. Todo está ya preparado para la venida final del Mesías.

Pablo no tiene necesidad de “inventar” nada en este campo, pues el orden general de la esperanza (de la llegada del fin) había sido ya fijado por los apocalípticos judíos. En ese sentido, la esperanza cristiana sigue siendo la misma de Israel, pero con una novedad: Aquel a quien esperan los cristianos para el fin de los tiempos no es un personaje más o menos “simbólico”, sino el mismo Jesús resucitado que vendrá de los cielos... (cf. 1 Tes 1, 9-10).


Esta esperanza apocalíptica cristiana, modelada sobre un esquema judío (sonará la trompeta, gritará el arcángel, vendrá el Hijo de Hombre...), ha recibido densidad o identidad pascual, pues el que viene es mismo que ha muerto por los hombres, y su tarea es liberarles (liberarnos) de la ira venidera, esto es, de la destrucción que brota del pecado.
En ese fondo se entiende gran parte del "imaginario" cristiano, tal como ha sido expresado en iconos antiguos, en textos y cantos (Divina Comedia, Dies Irae...), en cuadros (como El Juicio Final de Miguen Ángel en la Sistina, que reproduce en parte la imagen, con las trompetas del fin de los tiempos)

Entre la pascua (resurrección) ya cumplida del crucificado y su venida final nos sitúa Pablo, diciéndonos aquello que vendrá, para que no tengamos miedo, para que nos limitemos a llorar por la muerte que parece dominarlo todo.

Texto

No quiero que ignoréis, hermanos, lo referente a los que han muerto,
para que nos os entristezcáis, como los otros, los que no tienen esperanza.
Porque si creemos que Jesús murió y ha resucitado,
de esa forma, Dios tomará también consigo a los que han muerto en Jesús.

Pues esto os decimos, como palabra del Señor:
que nosotros, los vivientes, los que permanezcamos hasta la venida del Señor
no llevaremos ventaja a los que han muerto.

Porque cuando se suene la orden, a la voz del arcángel y a la trompeta de Dios,
el mismo Señor, descenderá del cielo y los muertos en Cristo resucitarán primero;
después, nosotros, los vivientes, los que permanezcamos,
seremos arrebatados en las nubes, al encuentro del Señor en el aire,
y de esa manera estaremos siempre con el Señor.

Por lo tanto, consolaos unos a los otros con estas palabras (1 Tes 4, 13- 18).


Temas fundamentales

Pablo había proclamado la Venida inminente (parusía) de la humanidad redimida y los cristianos de Tesalónica habían pensado que todo se realizaría «ya», en unos meses, unos pocos años, como si tocaran el Día de Dios con los dedos, pues el hombre Jesús estaba llegando para a liberarles. Pero siguió el silencio, todo se mantuvo inalterado, pasaron los meses, la gente moría. Por eso preguntaron y Pablo les respondió por carta con las palabras citados, cuyo argumento resumiremos ahora:


1. Dios, principio y fin, vendrá muy pronto a través de Cristo, el Señor. Queda firme la esperanza apocalíptica judía y proto-cristiana y Pablo se sigue incluyendo entre aquellos que no morirán antes de que suene la Trompeta (cf. Mc 9,1 par). El drama apocalíptico ha empezado: Dios no es una teoría, sino experiencia histórica, principio de humanidad, Hombre liberado.

2. Los grandes signos: Dios cumplirá su Designio, cuando se escuche la Voz de su Arcángel que anuncia el fin del drama. Estos son los signos de Dios (Orden, Voz, Trompeta) suelen citarse en Israel, desde la entrada en la tierra prometida (cf. Jos 6) hasta Qumrán (Rollo de Guerra) el Apocalipsis cristiano (cf. Ap 8-11).

-- Orden final, el gran mandato (¿de Dios?)
--La voz del arcángel traducirá esa Orden y se escuchará en todos los huecos de la geografía y de la historia cósmica.
-- Resonará la trompeta de Dios, marcando la batalla final de la historia.
-- El mismo Señor Jesús descenderá del cielo (no bajará un demonio, no vendrá otro ministro de Dios, vendrá Jesús resucitado,Señor de cielo y tierra.
- Los muertos en Cristo resucitarán primero Estos "muertos en Cristo" son los fieles de la Iglesia que le aguardan... Aquí Pablo no alude para nada a los demás. No dice nada sobre los demás hombres o mujeres. Sólo le interesan los cristianos...
-- Después, nosotros, los vivientes, los que permanezcamos... Piensa Pablo que ellos no morirán, pero serán transformados... vivificados
-- Seremos arrebatados en las nubes, al encuentro del Señor en el aire... Verán a Jesús, le encontrarán, vivirán su fiesta en el Aire de Dios, en el "cielo" cristiano, que no aparece aquí como Jerusalén, no como sale del Banquete, sino como Aire de Dios.
-- Y de esa manera estaremos siempre con el Señor. Ése es el Cielo, estar con Crizto.


2. Jesús, el Señor del gran Descenso. Bajará del cielo hasta el lugar de los muertos, para resucitarles, como sabe el Credo Apostólico (Descendió a los infiernos...). Dios no ha resucitado a Jesús para encerrarle en su Gloria, sino para introducirle como salvador en la hondura, antes sin remedio, de la muerte. El Señor bajará de la altura del cielo, para introducirse en el espacio de aquellos que han muerto y así resucitarles. Parece indudable que este "descenso" ha de entenderse desde la experiencia de la muerte mesiánica de Jesús, pero Pablo no lo ha explicitado. Según eso, tras la pascua de Jesús, el tiempo humano sigue estando bajo el riesgo de la destrucción; siguen muriendo los creyentes. Lógicamente, Jesús ha de empezar viniendo para resucitar a los que han muerto.

3. Elevación de los vivos, es decir, de los que han muerto cuando llegue el Cristo, al final de los tiempos. Dentro de un contexto de apocalíptica judía, Pablo cree que la experiencia personal de la muerte no es necesaria para heredar la gloria del Señor. Por eso, los participantes de la "última generación" (entre ellos Pablo) no tendrán que morir, sino que serán arrebatados a las "nubes" de la gloria, en el aire celeste, para así formar recibir el triunfo del Señor. Normalmente, la última generación de humanos suele aparecer marcada por las grandes crisis y dolores del fin de los tiempos. En contra de eso, Pablo la presenta como generación gozosa, que no muere, sino que pasa directamente (se eleva) de esta forma de vida terrena a la vida de la gloria. Evidentemente, este es un motivo apocalíptico .

4. Nosotros... La apocalíptica judía supone que algunos hombres del fin, marcados por las últimas crisis y dolores, no morirán. Pablo los presenta aquí gozosos: No morirán (=no moriremos), sino que pasarán directamente (se elevarán), por gracia de Dios, desde la vida terrena a la Gloria. Esta es su teodicea.

Breve reflexión

Pablo había proclamado en Tesalónica la cercanía del final (la venida del Señor) y los creyentes pensaron que no morirían, que vivirían todos hasta el fin de los tiempos. Es como si el tiempo hubiera culminado y quedaran sólo unos instantes hasta la parusía del Cristo. Pero algunos cristianos han muerto y así surge la pregunta a la que Pablo responde en este nuevo texto.

Pues bien, al responderles, Pablo mantiene firme la esperanza apocalíptica judía, centrada en Jesús que ha de venir, suponiendo inminente su llegada: Pablo se incluye en la "última generación", en la de aquellos que no morirán, pues vendrá a llevarles en persona el mismo Señor, Hijo de Hombre, desde este mundo hasta la altura de la gloria (cf. Mc 9,1 par).

Pues bien, entre la conversión cristiana y esa venida apocalíptica se ha abierto la brecha del tiempo de aquellos que han muerto, a causa del "retraso" cronológico de la parusía. Este es un retraso cronológico (del tiempo externo), pero no es un retraso “temporal” en el sentido más profundo del término, pues el tiempo verdadero se encuentra definido por Jesús, ya ha culminado. Entre su pascua y su venida final moramos los cristianos, que vivimos en el centro de un tiempo apocalíptico que ha comenzado ya.

Los diversos motivos del texto (voz del arcángel y trompeta de Dios, descenso del Señor al lugar de los muertos y ascenso de los vivos en las nubes...) pertenecen a la simbología apocalíptica. Es muy posible que ellos sólo se puedan contar de esta manera, a nivel simbólico, rompiendo el plano de la pura razón existencial o discursiva. La gramática (y semiótica) judía (de tipo apocalíptico) pertenece a la entraña de la predicación cristiana .

De esa forma, el texto nos sitúa ante teodicea apocalíptica, que se se expresa como gran esperanza. Dios no se ha mostrado todavía; lo hará por Jesús, a quien aguardan sus creyentes.

-- Hebr 11 afirmaba que los antiguos murieron sin contemplar lo que anhelaban, pero esperando que podrían verlo en Cristo.
-- Jn 11, 25-26 añade que «quienes creen en Jesús no morirán para siempre».

Entre Hebreos y Juan se sitúa nuestro texto, con su teodicea más antigua, fundada en la esperanza “divina y humana” de la pascua de Jesús, es decir, en la certeza de su próxima venida.


Han pasado desde 1 Tes (año 49/50) casi dos mil años… y todo sigue donde estaba entonces, pues seguimos esperando la orden, la voz del arcángel, la trompeta del fin de los tiempos. Seguimos esperando, llegará muy pronto… Mientras tanto, Pablo nos invita a mantener la espera y a traducir (expresar) en el mundo el mensaje de la pascua de Jesús, el Cristo, nuestra esperanza.
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