Dom 10 8 14. Todo el que camina anda como Jesús sobre el mar
Mantengo toda la reflexión anterior, que podrá ver quien siga leyendo. Pero la introduzco en un contexto nuevo, el que ofrece la Saeta de A. Machado, uno de los poemas castellanos más hondos del siglo XX, un tema sobre el que Machado ha ofrecida varias y ricas "variantes":
¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!
A. Machado quiere superar la saeta del Cristo del Madero, que es la religión de la muerte, el culto del crucificado; quiere que la fe no sea un dolor hecho canto al Señor de la Agonía; quiere que Cristo no siga, siglo a siglo, atado siempre a la cruz, que baje y camino que los hombres.
También el evangelio quiere que pasemos de la Cruz de la Agonía al Cristo que abre caminos en el mar, como Pedro y con sus doce, con todos los cristianos... También el evangelio quiere que volvamos al mar fuerte de la vida, superando el miedo, abriendo un camino sobre las aguas amenazantes de una historia difícil.
Pero es muy posible que para caminar con Jesús y Pedro sobre el agua tengamos que estar dispuestos a pasar por la cruz... Quien no esté dispuesto a morir como Jesús no podrá caminar sobre las aguas. Estamos en un momento decisivo (2014). Un año, un tiempo duro. Tenemos que abrir nuevos caminos sobre el mar airado, como quería la saeta de Machado. Pero sólo podremos hacerlos si estamos dispuestos a dar la vida en la cruz, como hizo el Cristo.
¿Para qué llamar caminos
a los surcos del azar?...
Todo el que camina anda,
como Jesús, sobre el mar (Proverbios y cantares 2).
(Todo lo que sigue es como en la postal anterior). Buen domingo.
INTRODUCCIÓN, EL EVANGELIO
‒ Jesús reza sobre la montaña (parece despreocupado de los suyos) mientras la barca de la Iglesia se hunde en el temporal del siglo XXI. Si Dios no lo remedia, ella naufraga y los sueños del largo cristianismo acaban.
‒ Jesús se aparece como un fantasma a los que bregan sin rumbo ni esperanza, sobre el abismo de las aguas... Los suyos le ven, y Pedro le dice que él también quiere caminar y así empieza, queriendo sostenerse en el mar.
‒ Pero Pedro no puede, tiene miedo, grita, grita, y Jesús le agarra de la mano y le lleva de nuevo a la barca, para que se encuentre allí seguro, con el resto de la Iglesia.
Esta "escapada" de Pedro que ha querido salir de la barca, para andar como el Jesús glorioso, pero que se hunde en su miedo y grita... ha sido estudiada con nitidez por los exegetas. La mayor parte piensa que se trata de una escena simbólica, que evoca la valentía, pero también el deseo de mando y el terror de Pedro que quiere abrir un camino en el mar... Pero Jesús le ha tomado de la mano y le ha llevado de nuevo a la barca, con el resto de los discípulos, para retomar de esa manera la navegación del conjunto de la Iglesia.
En las reflexiones que siguen he querido aplicar este pasaje a la situación del Papa Francisco, que también parece aventurarse fuera de la Barca Resguardada, para caminar con Jesús sobre el mar airado, resolviendo los problemas de la Iglesia.
Muchos soñamos con un Papa/Pedro que sea capaz de decir a Jesús: ¡Quiero ir hacia a ti sobre el agua, quiero ir contigo hacia la vida! Pero eso que le pedimos al Papa tenemos que hacerlo todos nosotros, en la barca de la Iglesia, en la barca de la humanidad. Todos nos hallamos amenazados, todos somos Papa, es decir, «somos Pedro», como sabían y decían muchos Padres de la Iglesia.
Lea cada uno el texto, y aplíquelo a Pedro/Francisco, pero sobre todo a su propia vida
Mateo 14,22-33
Quizá por vez primera, tras siglos de navegación asegurada en la Barca, los cristianos podemos recuperar el poder radical de la propuesta de Jesús. Ésta no es ocasión para pequeños retoques estéticos, sino para un cambio radical, en línea de evangelio y de modernidad, en clave católica, pero aceptando y compartiendo los retos e impulsos de otras tradiciones cristianas (ortodoxa, protestante), retomando un impulso religioso de trascendencia y encarnación que también puede encontrarse en otras religiones.
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario.
De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: "¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!" Pedro le contestó: "Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua." Él le dijo: "Ven."
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: "Señor, sálvame." En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: "¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?" En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: "Realmente eres Hijo de Dios."
Trasfondo. El tema de Jesús y el mar.
Para situar el texto
1. Fondo mítico-simbólico. En la base del texto está el relato de la creación (Gen 1), retomado por muchos salmos y relatos de la historia de Israel: Dios ha vencido y sigue venciendo a la tormenta, al mar del caos, para hacer que este mundo sea un lugar habitable.
2. Se necesita un éxodo. Sigue estando al fondo el recuerdo de los hebreos liberados (Ex 15), que pasaron por el duro Mar Rojo, salvados por Dios, mientras otros muchos (Egipcios) se ahogaban entre las olas inmensas. Somos herederos de un naufragio. Dios ha querido que vivamos para algo.
3. Jesús, hombre de mar. Un recuerdo histórico. Los evangelios le presentan como carpintero/obrero de la construcción. Pero tenía amigos pescadores y con ellos aparece en los evangelios pasando una vez y otra, de un lado al otro, por el mar de Galilea. Alguien ha dicho que el centro de los evangelios de Marcos y Mateo es una especie de relato de navegaciones y tormentas. Ese recuerdo de Jesús que acompaña en el barco a sus amigos y que “calma” su vida tormentosa (¿tormenta de dentro o de fuera?) está en el fondo de la tradición cristiana.
4. La pascua cristiana está vinculada al mar. De formas diversas han “visto” los cristianos a Jesús después de su muerte. Le han “visto” y le han sentido vivo, caminando con ellos, haciéndoles capaces de atravesar el mar violento. De un modo especial le han visto en medio de sus dudas y dificultades, en la noche del mar, haciéndoles capaces de pasar al otro otro. Él estaba allí diciendo: ¡No temáis, sigue la pesca, sigue la gran navegación!
5. Los cuatro evangelios han recogido ese tema (Jesús navega con los suyos, Jesús vence la tormenta) y lo han desarrollado de diversas formas, elaborando así algunas de las páginas más hermosas de la tradición cristiana.
Primera lectura
Mateo recoge unas de las versionas más hermosas de este tema (Jesús y el mar) desde la perspectiva de Mateo, que recoge y reelabora el texto base de Mc 6, 45-52 (que tiene unos matices distintos, igualmente geniales). Estos son algunos de los rasgos básicos de nuestro relato.
1. Tras la multiplicación. Comer es necesario y así lo hemos visto a lo largo de toda la semana anterior (con el tema de la multiplicación de los panes y los peces). Pero después de comer hay que seguir navegando. El mismo Jesús «mete a sus amigos en los barcos… y les lleva a la tormenta».
2. Jesús arriba, ellos en el mar… Sí, Jesús orando en el monte de la Pascua, ante el Dios del misterio profundo. Mientras tanto, nosotros, los amigos de Jesús, bregamos en la noche oscura, con el mar contrario, entre las olas… ¿Por qué nos ha dejado? ¿Por qué se ha empeñado en hacer que crucemos el mar a oscuras, entre grandes olas? Además, muchos de nosotros somos de mar adentro…
3. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. La madrugada, cuando apunta en oriente la luz, es la hora de las revelaciones, pero también de los grandes miedos y de la muerte: hora de creación, hora de la pascua del Señor… hora de los monjes que alaban a su creador, pero puede ser la hora del fin de la vida. Tras la dura noche, en la madrugada, una luz… ¿qué será?
4. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Todos lo hemos pensado. ¿No será mejor morir del todo, hundirnos en la noche de las olas sin fondo? ¿Por qué comenzar de nuevo la navegación, hacia la luz del día?
5. Jesús les dijo en seguida: "¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!" Éste SOY YO es la palabra de Dios que dice: soy Yahvé, soy el que soy… Es la palabra de Jesús, que dice «Aquí Estoy». Es el Señor resucitado que vive en los que sufren y navegan en la oscuridad, que vive en los que mueren… Éste ¡Yo soy! (que significa ¡Estoy contigo, estoy con vosotros!) es el centro de toda la vida cristiana.
6. Pedro le contestó: "Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua." Él le dijo: "Ven." Pedro es en el evangelio de Mateo el signo de aquel que abre un camino…el signo de todos los creyentes. Quiere una prueba: ¡Andar sobre el mar! Quiere una seguridad: ¡Caminar con Jesús sobre las olas, arriesgarse, en nombre de todos, por todos!.
-- Éste no es el Pedro que queda en el castillo o en la catedral, vestido de sagrado… sino el que tira la túnica y el mando y en ropa interior de trabajo camina sobre el agua, para experimentar el camino de Jesús.
-- Éste ha de ser el Padre/Francisco, dispuesto a echarse al agua para caminar con Jesús, hacia Jesús en alta mar.
-- Éste debo ser también yo, es la hora de mi decisión
7. Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: "Señor, sálvame." Tiene valor este Pedro, empieza bien, es capaz de arriesgarse… Pero, lógicamente, tiene miedo. La travesía de la vida es dura, fuerte es la travesía que Jesús le pide y que nos pide a todos, al amanecer, con las luces inciertas y las olas inmensas.
8. En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: "¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?" Pedro ha dudado de Jesús, ha dudado de sí mismo… Este Pedro que duda y que grita es el signo de la Iglesia entera. Prefiero a este Pedro que duda y grita, llamando a Jesús, llamando a sus hermanos… No quiero a un Pedro que se sienta seguro (un Pedro roqueño, rocoso…). Este Pedro del agua vacilante es el mío. «Sobre esta Piedra…, sobre este miedo y sobre este grito edificaré mi Iglesia». Todos somos Pedro, caminando con él sobre el agua, con miedo de hundirnos.
9. En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. No siempre estamos sobre el agua, batidos por el viento… Jesús nos toma de la mano y nos sube a su barca (nuestra barca), en la madrugada, con todo un día por delante… Tenemos que tensar vela, otear el horizonte, encauzar la ruta… Queda un largo día, el día de Jesús, la vida entera, con el Señor resucitado en la barca.
10. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: "Realmente eres Hijo de Dios." Ésta es la confesión cristiana. El texto de Mateo no lo dice, pero en muchas versiones del evangelio se añade que inmediatamente, dicho eso, miraron y vieron que Jesús no estaba. Había desaparecido. Ciertamente, dijeron: ¡Es el Hijo de Dios! Pero ya no le vieron. Y supieron que eran ellos, Pedro y todos, los hijos de Dios, con Jesús resucitado invisible en su barca, con una larga navegación. Buen día a todos... con Machado.
Segunda lectura, una aplicación actual
Este pasaje es una historia simbólica de lo que ha pasado a la Iglesia a lo largo de unos cincuenta años, desde la muerte de Jesús (se ha ido: año 30) hasta el tiempo en que Mateo escribe su evangelio (año 80, más o menos). Éstos son los datos de fondo:
‒ La barca de la Iglesia ha quedado, al parecer, perdida y sola, en el mar del mundo, bajo el viento, sobre las olas… Pero Jesús ha estado con ella, de un modo misterioso, y han podido mantenerse en la noche…
‒ Y dentro de la Iglesia Pedro ha realizado una función esencial, arriesgándose a caminar con Jesús, hacia Jesús, sobre el mar bravío. El recuerdo de este Pedro miedoso y valiente que busca a Jesús en el mar está al comienzo de la Iglesia, según el evangelio de Mateo.
‒ Pedro murió hace tiempo… pero su ejemplo sigue. Los católicos pensamos que, de alguna forma, ese testimonio y tarea puede y debe realizarlo un Papa al que pedimos valentía para hacer lo que hizo en el principio. Desde ese contexto quiero comentar y aplicar de nuevo algunos rasgos de la escena.
1. Jesús nos ha dejado en la barca, parecemos perdidos. Han pasado muchas cosas en la Iglesia, después de XX siglos, pero es evidente que ella sigue siendo una barca zarandeada, camino del Reino de Dios. Un edificio como el Vaticano no va a ningún sitio, está anclado en sus propias tradiciones. Parece glorioso, pero quizá está medio muerto. La iglesia sólo puede ser iglesia de Jesús si se hace barco y navega (como el Arca de Noé) en medio de la gran tempestad del mundo.
2. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua… La Iglesia está formada por hombres que siguen remando en la noche, buscando a Jesús. Así pueden verle en la alborada de un día nuevo, en medio del mar…Muchos quieren verle para dejar todas las penas… Pero el Jesús de la iglesia es una tarea fuerte, una nueva exigencia. Jesús significa saber guiar el barco en medio de la tormenta.
3. Jesús les dijo en seguida: "¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!" Éstas son las palabras básicas. Tenemos miedo y, por eso, buscamos seguridades.
Tenemos miedo de que se hunda nuestro edificio y por eso elevamos murallas, ponemos barrotes…
Tenemos miedo y convertimos la barca de los discípulos de Jesús en una gran fortificación, hecha de leyes e imposiciones, de brillos exteriores y de seguridades falsas.
Tenemos miedo de vivir y caminar sobre el mar y buscamos seguridades mentirosas. No nos damos cuenta de que la barca puede hundirse si seguimos poniendo en ella peso y más peso, lastre y más lastre.
Estamos ante una «ola» nueva de riesgo y de vida, en la madrugada de un día que puede y debe ser de salvación: ¡Ánimo, no tengáis miedo!
4. Pedro le contestó: "Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua". Sólo el que hable así puede ser Papa (o simplemente cristiano). Sólo el que sea capaz de dejar el edificio seguro, la gran torre, la cúpula dorada, los dogmas propios… Sólo el que sea capaz de lanzarse al agua y caminar así, ligero de equipaje, abriendo un camino sobre las olas, buscando a Jesús… sólo ése será Pedro, sólo ése será Papa. El texto dice que «Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús». Éstos son los hombres que necesitamos: hombres y mujeres dispuestos a bajar al agua de la vida, para caminar en medio de la tormenta, abriendo un camino de pascua.
5. Ciertamente, el Papa tuvo miedo. «Pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: Señor, sálvame». Por eso he preguntado, al comienzo de este «post» ¿Se hunde el Papa? ¿Se hunde porque lleva demasiado peso y lastre, demasiados siglos de ropajes y seguridades? ¿O parece que se hunde porque va desnudo de todo, en puro amor a Jesús y a los hombres y mujeres, con todos ellos, caminando sobre el mar? Digo que «parece» que se hunde, pero no se hunde, porque Jesús le da la mano y le dice: «Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» ¿Quién ha dudado: Pedro, el Papa? ¿He dudado yo?
Una imagen actual. Éste es sin duda un pasaje «histórico» (habla de lo que pasó en la iglesia primitiva).
Pero es, al mismo tiempo, un pasaje «profético»: habla de lo que está pasando hoy, de lo que tiene que pasar, dentro de nuestra iglesia. Muchos de nosotros deseamos que las cosas cambien desde arriba, desde el Papa: que no tenga miedo, que deje la seguridad de sus sentencias sabias (¡siempre diciendo a los otros lo que tienen que hacer!) y que baje a las aguas, para caminar desnudo, en medio de la tormenta…
Muchos soñamos con un Papa/Pedro que sea capaz, con su poca vez, de decir a Jesús: ¡Quiero ir hacia a ti sobre el agua! Pero eso que le pedimos al Papa tenemos que hacerlo todos nosotros, en la barca de la Iglesia, en la barca de la humanidad. Todos nos hallamos amenazados, todos somos Papa, es decir, «todos somos Pedro», como sabían y decían muchos Padres de la Iglesia.