Escuchad, escuchad. Cristo, Rey cósmico (Hermano Menor).

Me escribe diciendo “soy un desconocido, mal poeta, pero es la única forma de expresarle mi agradecimiento por su trabajo teológico”. Es un Hermano Menor (Capuchino), no quiero decir su nombre, si él no lo dice (sólo diré que se llama José María G.). No quiero citar su comunidad, si él no la cita (sólo diré que vive en la periferia). No sé si nos conocemos personalmente, pero dice conocerme por el blog. Le he preguntado si desea que publique sus versos y me dice que haga lo que quiera, como quiera; que son míos… Y así, si son míos, me tomo la libertad de publicarlos. Él dice que es un “mal poeta”. Yo diré que soy un mal “crítico literario”… y así se los ofrezco, como suyos, como míos, este día 23 de noviembre, en vísperas de la fiesta de Cristo Rey, sin ningún juicio, sin ninguna presentación. Simplemente añadiré que tienen resonancias del Canto Universal de Dan 3 (texto griego) y de el cántico de las criaturas del Hermano Francisco. Resuena en estos versos una melodía cósmica de Teilhard de Chardin (Misa sobre el mundo)…, con elementos de los cantos trinitarios de los Padres Bizantinos (como los de San Simeón, el Nuevo Teólogo…). Son un Canto Universal al Dios de la Creación, que es Dios Trinitario, al Dios Rey del Cosmos en Cristo. Sirven de preparación para la fiesta de Cristo Rey del próximo 25 de noviembre.


Escuchad, escuchad...,
la sedosa brisa del Cosmos insondable,
que desgarra el plisado murmullo sordo,
de la plúmbea rutina de lo real:
“Criaturas todas del Señor”.

Bendecid, con la brisa del Espíritu,
a la deshojada Humanidad fragmentada.
Y alabemos, alabemos, lengua humana,
a la Koinonía desbordada en el amor:
Unidad, que reverbera en el corazón de todos,
y Trinidad, abanico fraterno de diálogo enamorado en todos,
que mana de un hondón desconocido;
que se hace misteriosa cumbre nevada de bondad,
y se funde en un arroyo de esperanza,
que se ensancha en un río de fe,
y desemboca en un mar de plenitud,
familia inmarcesible de la albura.

El Padre, dulce Misterio de maternidad,
Altísimo Creador sin origen y destino,
Cercanía ultimísima del no-saber,
alfarero vidriado del Amor que todo lo salva,
Melodía de luz y semilla de agua,
un sin nunca de mimos y arrullos,
llama de miel enamorada,
fuego intangible entre mis manos,
todo de todo,
siempre de siempre...,
recostado sobre su Palabra adormezco en plenitud la vida,
y absolutamente suyo, lloro...
Lloro sabrosas lágrimas de gratitud,
porque un maremoto incontenible de gozo seducido,
surge desde el páramo sombrío de mi existencia,
desde el gemido melancólico que emerge de los fondos de tristeza;
palpo ciego, sordo y mudo tu Salvación,
como un juego al escondite donde cuento hasta la muerte
y salgo a lo desconocido a buscarte,
para encontrar un amoroso abrazo sacramental sin límites.

Y EL VERBO,
Jugando con el Padre,

Corretea alrededor de su manto
De Bondad, de Justicia, de Belleza y de Verdad,
Esparciendo semillas de sentido en forma de cruz.

Y el Verbo,
Con un beso de tu Boca, Padre,
ya conjugado en Jerusalén,
como sedoso Misterio de carne almibarada en el Espíritu Santo,
añil primogénito de toda criatura,
candorosa mirada de arrorró en un pesebre de besos,
Hijo del Padre materno,
Alfa de toda criatura que amanece,
Omega de todo vivir en un siempre,
Principio y Fin:
Jesús de Nazaret, humanidad divinizada,
Mesías de los hombres desgarrados en la existencia,
engendrado del árbol de la vida y del amor ,
para cosechar la espiga y vendimiar la uva,
amasada y pisada en una Cruz para beber el néctar de tu paz;
quicio y desquicio de la razón y el sentimiento,
muero por tu presencia inmarcesible
porque ante ti la finitud muere, al fin, sin límites .
Dios encarnado, encarnado Dios,
Muerto y Resucitado,
entregado a palabras rotas en la Historia
que se arrancaron de la Verdad;
enviado a enjugar lágrimas de ceniza,
desiertos de sangre y barro.
Enviado a enseñar con su palabra de carne
que un hombre libre es salvado sin infiernos:
creado para amarte, amado para recrearte, sin fin.
Un Sí basta para ser un siempre de sonrisas divinas.

EL PADRE Y EL HIJO,
se aman,
son el Amor...
la totalidad desconocida de mi anhelante necesidad,
el abrasante fuego de Amor y Misericordia,
éxtasis de ternura inmanente;
que entrelazados de divinidad oblativa en el amor absoluto,
espiran el Don del Espíritu Santo,
que vivifica carne, materia y ley,
une y ama lo creado.

(EL ESPÍRITU SANTO, PARÁCLITO,
ternura secreta de los vientos ,
silencio de colores de fuego ardiente,
se hace presencia, como un “Dios mío, mi todo”,
y pincela con miel los corazones de los hombres en la tierra,
para que puedan contemplar la imagen del Hijo enamorado
en el beso del Padre materno)

Y de nuevo..., una vez más por siempre,
se miran y se despiden..., sin tiempo y espacio,
porque siempre se aman en la carne de la eterno,
y salvan en la carne de lo creado;
en silenciosos horizontes encontrados,
perfumados de Unidad.

Se lloran...,
y sus lágrimas de mosto divino

resbalan por sus mejillas eternas
transformándose en el Agua del Bautismo
que empapa el barro agrietado de supurar tanto mal;
se convierte en blanca seda de carne espiritual besada por el “Viento”.

El Cielo Azul bautiza las cumbres de la Tierra,
y el Agua de los océanos eternos
busca su camino por los cauces de los ríos
hasta llegar a los estambres y pistilos del alma.

(La Tierra arropa con un manto el sueño infinito del hombre)

¿No escucháis más adentro?...

No lloran,
sentados junto a la fuente de la desolación.
No duelen,
la sangre no se dobla de soledad mortal.

VEN A DIOS, CARA A CARA,
y juegan a vivir, plenificados, con Él,
la vida sin guadaña, sin contradicción,
como niños ausentes de la Historia entre dos límites,
porque ya es tiempo de Salvación.

Escuchad, escuchad...,
como alaban y bendicen con la paz de Dios:
sin remordimientos,
sin murmuraciones y difamaciones,
sin prejuicios,
sin traiciones ni asesinatos,
sin envidias ni odios,
sin sospecha,
sin dolor y sufrimiento,
sin más rupturas, ni roturas,
ni desgarros del alma muda ;
sin Culpa...
sin Mal...

Cantan suplicantes al Padre materno,
entre Himnos, Cánticos y Salmos,
el fin escatológico de los tiempos del Refrigerio,
el fin que ya silencie el Tiempo
por la muerte de los hombres muertos:

¡Que los muertos dejen de enterrar a sus muertos!

Son el Pueblo Santo, del “cielo y de la tierra”,
la Jerusalén celeste,
que liba la Paz de los Labios de la Belleza.

En genuflexión adorante,
y desde el Pórtico de lo distinto,
todos los creados a imagen de Dios,
entre la Eternidad y el Tiempo,
despiden al Ungido, ya conjugado y enviado.

¿No sentís, no veis, no contempláis
un mañana de luz y viento,
que os llama sin límites,
más allá de vuestra presencia?

El Espíritu de Dios golpea la aldaba de la casa del Hombre,
sostiene en el amor su verdad indescifrable de vida.

CUANDO EL TIEMPO FLUÍA sobre la espera de un atardecer narcotizado y sudoroso...
Hubo hombres elegidos,
un Pueblo elegido,
La Humanidad divinizada, enviada con la fuerza del amor
para una Humanidad encallada,
misteriosamente reunida con sangre, muerte y Vida:
JESÚS DE NAZARET.

CUANDO EL TIEMPO PARECE FLUIR espeso sobre el temor de un anochecer,
Hay hombres de un Pueblo...,
misteriosamente reunido por ecos de plenitud en el alma,
enviados con la fuerza del amor,
que siguen las Palabras trazadas de una existencia regalada,
escritas por otros hombres sobre Jesús de Nazaret;
y viven los alegres Signos enamorados, que se esparcen en el fuego
del Espíritu de Dios, ;
que escuchan y reconocen columbrosos
la voz invisible de la “Cercanía Ultimísima”,
que cauteriza amorosamente
las raíz inverosímil de un aguijón envenenado,
bebiendo el Cáliz definitivo de su historia.

Conocen la llameante Verdad orada,
humilde y sencilla ,
incensada y perfumada,
revelada y desvelada,
- con pasión estremecedora la devoro -
como semilla diminuta del amor
que germina con pedagogía divina,
en el silencio oblicuo de la madrugada.

Viven la Justicia y la Paz,
con la Libertad de los hijos de Dios,
en el Amor de la fraternidad;
guardan celosamente enamorados
las “cartas de amor” de su Dios anhelado.
Estas “cartas de amor” gritan y golpean
a la interioridad del corazón humano,
haciendo brotar de la fe el manantial del testimonio.
Donan sus pertenencias y sus vidas, siempre,
al grito desgarrado de un hombre
que se tambalee harapiento y descalzo
en la soledad de una irrisoria existencia,
que chirría y cruje desordenada
entre la absurdez de los sin-sentidos.

Y el Tiempo se lo susurra...,
heraldo del cielo y de la tierra,
Perenne fidelidad a la Voz Donada.

El Universo ya late emocionado,
y la espera se tensa sobre su silencio...

(Cierra los ojos y siente las caricias del Espíritu de Dios,
penetrando la carne finita de las criaturas que claman parresía)
Cada vez su eco de algodón, de azúcar luminoso, se escucha más cerca...,
sin embargo...,
los hombres de la mirada vidriosa en la nada,
mendigan un sentido buscándose en la oscuridad...
Narciso nada curvado sobre su propia concavidad.
Miles de cartas rasgadas con frases rotas,
esparcidas por la indiferencia de la realidad
se pierden en la muerte de la esperanza.

Alguien en el tiempo,
como viajero del Cosmos insondable,
con las trompetas del silencio,
anuncia estentóreo el quicio de la Historia,
la noticia del anhelo de los corazones
que esperan la plenitud:

¡YA VIENE!, ¡YA VIENE!,
¡MARANATHA!,

El Humilde misterio de la Gloria encarnada.
Sin tardanza, las Estrellas de humilde argenta,
escancian la armonía de un mensaje escondido,
besos de agua y sonrisas de miel,
sobre los las labios tersos de los Planetas:

Sinfónico Secreto del que ha de venir.

Ahora, todos los Astros de la Noche Perlada,
bajo un sedoso aura espiritual,
musitan al oído tímido
de la Luna Llena pudorosa,
con palabras policromadas de agua y miel,
el melifluo Secreto Sinfónico del que ha de venir,
que la transfigurará en lácteo Ikono refulgente
de los deseos más tersos del hombre salvado:

“ LA EUCARISTÍA DEL UNIVERSO”.

¡OH, Luna Llena!, Eucaristía del Universo,
que extiendes tus cordeles blancos de Luz
al espacio insondable sin fondo,
para tejer un azucarado verso de algodón,
alfombrado de Inmaculada Maternidad Virginal,
por donde lo eterno se humanice,
Dios se haga hombre,
y se desgarre el velo del Templo,
la apariencia de lo humano,
hasta las entrañas más incoloras del corazón.

Por fin, como en cada eternidad temporal,
el Hijo del Hombre en la Casa del Hombre.

Los timbales y trompetas insonoras
proclaman, a los que escuchan,
el Misterio desvelado en el Tiempo.
Los otros..., estos y aquellos,
sordos y ciegos de intuición,
murmuran y sospechan,
mofándose con escarnio
de un Hombre que dice DIOS.

(se oye gritar por los mercados...: ¡Regalo Gratuidad!
¡¿quién desea escuchar toda la historia de las letras de este nombre:
Jesús de Nazaret, el Cristo!?
¡Regalo Gratuidad!)

Tensados ya los Vientos Líricos de la Paz de Dios,
el Plectro hace sonar “ El Sinfónico Secreto del que ha venir “
al policromado barro espiritual,
pero...,
La Palpitante Cajita Bermeja de Música Balbuciente,
ya no bombea la Esperanza de engendrar tiernos establos polifónicos en tu existencia.

La Sospecha...,
Se hunde en los lodos de la existencia inmanente,
tritura los sentidos de los huérfanos.

La Nada...,
Perfora mi conciencia,
muerde mi vida,
y me inocula angustia,
rabiosamente sin escrúpulos.

Lo Fragmentado...,
sin dioses, sin Dios, sin Razón, sin intuición...
Fragmentados en el mismo pistilo amado de la existencia,
de las emociones,
de los sentimientos,
de las pasiones,
del pensamiento.
¿Hombres y Mujeres de un siempre continuo...,
como hacinadas lágrimas de mercurio mortecino
sobre la Historia sin rumbo fijo?


¿QUIÉN ERA YO ANTES DE SER YO?

Una silenciosa sombra de terciopelo incoloro,
un antes de un después lleno de nada,
un no-saber que no sabe el ser,
la imagen inexistente de un deseo
en las entrañas de una virgen...

Y ahora...

¿QUIÉN SOY YO?

¿Cuerpo?, ¿alma?, ¿conciencia?, ¿Historia?
Tensión existencial entre todo y nada,
una pregunta virtual sin respuestas plenificantes,
sospecha,
Minero de la Realidad,
hijos en el Hijo,
hermanos,
Misterio Creado, amado y salvado...


¿QUÉ PUEDO CONOCER Y SENTIR?

Misterios conjugados
en un pasado-tradición,
en un presente-kairós,
y en un futuro-Escaton, de eternidad;
un mi, un tú, un nosotros.
Una realidad creada, las cosas;
un Dios familia, comunión y amante.
Y el dolor, y el sufrimiento, y la guerra, y la muerte,
el mal...

¿QUÉ PUEDO ESPERAR?

Un Reino, de Dios.
la Plenitud, de Dios.
un Rey, un profeta, un sacerdote:
Jesús de Nazaret, el Cristo.
Ver crecer la carne de mi carne.
Verme morir, gota a gota , mi tiempo;
y los otros tiempos.
Un abrazo, un beso, una sonrisa,
un compromiso de fidelidad y amor,
un deseo...
Una Esperanza,
la muerte...,
la Resurrección,
la Nada...,
el Vacío,
la Salvación...

Un hombre ora en genuflexión,
el vértigo angustioso de la duda,
y mirando al cielo de la misericordia
se pregunta:
¿Por qué sangran los ojos rotos de tanto mirar el Misterio impenetrable?,

¿Por qué se agrietan las manos de tanto empujar el muro de la existencia?,

¿Por qué la zancada ligera de unas piernas temblorosas acaba en un desierto sin Mayos ni Abriles?,

¿Por qué no se descubre a Dios en la intimidad más íntima sobre todas las cosas?

Y una voz irresistiblemente bella y verdadera,
contesta:
Y es que quisiste con tu razón devorar incisivo lo real,
no concluiste que te devorabas a ti mismo.
Y es que quisiste con tu razón y tu corazón,
dominar la gratuidad de la Salvación,
no concluiste que soy el Absoluto Amor en la Cruz de la misericordia,
que se ha vertido en la Historia para tu plenitud.

El escarnio irónico de la duda sonríe con mofa,
el destino absurdo de los hombres incrédulos...,
demasiadas veces al otro lado de la alegría y el gozo
al otro lado de la esperanza, de la fe y de la bondad,
al otro lado del amor.
Pero no importa..., ¡confía!,
honra tu existencia de imagen y semejanza,
y espera que tras la muerte se prolongue la Vida,
y espera que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob,
venga a tu encuentro y te lleve en sus brazos de misericordia,
a la Jerusalén Celeste,
para vivir eternamente lo soñado, adorado y anhelado en el tiempo.

Mientras tanto,
póstrate ante la Bondad que todo lo ama,
y de nuevo mira al cielo abierto...,
de tu corazón, del prójimo y de todo lo creado;
llora la Misericordia y duele con Paz...
Inclina tu cabeza y con reposado silencio,
siéntete Salvado y sonríe con gozo,
recuesta tus años ajados por la existencia
en el abrazo definitivo del Padre materno.
y que la última gota de vida en tus labios
sea una oración,
una simple oración:
EN EL NOMBRE PADRE
Y DEL HIJO
Y DEL ESPÍRITU SANTO
AMEN
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