Haceos itinerantes (Ev Tomás 42)

Me han vuelto a decir que en la iglesia son necesarios los itinerantes, los liberados para el Reino de Dios, como en el principio del proyecto y camino de Jesús, que les mandó por los caminos y los pueblos, sin más estructura que el corazón dispuesto a querer, sin más riqueza que un fermento de nueva humanidad.

En ese contexto he recordado una sentencia del Evangelio de Tomás (que retoma el mensaje del envío de Mc 6, Mt 10 etc.), y he puesto. ¡Sed itinerantes, haceos transeuntes! pues de paso vamos, pero en camino podemos y debemos encontrarnos y ayudarnos, animarnos. Así, con un grupo de mujeres y hombres, de niños y mayores, como transhumante del Reino, voluntario del amor, rico de vida y mendicante de esperanza, empezó Jesús su campaña de Dios.

Les sacó de sus sedes estables, de sus simples redes de orilla de mar, y les hizo itinerantes por los anchos caminos y los mares, para así encontrarse con los caminantes, los perdidos y expulsados, para iniciar con ellos la gran Marcha de la Vida.

Así empezó Jesús, así empezaron los grandes cristianos como Francisco de Asís e Ignacio de Loyola, Juan de la Cruz... y tantos otros que han sabido volver y vuelven hoy (año 2017) a los caminos de la vida para acompañar a los que vagan, acoger a los perdidos, animar y dejarse animar por todos.



De esos itinerantes de Jesús, antiguos y nuevos, quiero hablar hoy, en medio de este ya duro verano de una Europa recalentada y sin savia de vida, de iglesias vacías, de sedes mortecinas en las que nadie puede sentarse para descansar de verdad....De esos itinerantes primeros quiero tratar, recordando que todos vamos de camino y que debemos ir ligeros de equipaje,, para escuchar y acompañar a cuantos vagan, como decían los poetas, porque vamos llenos de Dios, libres para el amor y la esperanza, preñados de futuro...

Así quería Jesús que fuéramos los suyos, siempre en camino, en todas partes en casa, en todas las casas de paso, dispuestos a parar y conversar, prontos al encuentro y la solidaridad con todos los que van y vienen por la vida. Iba Jesús de elecciones de Reino, es decir, de elección y opción de Vida, a favor de los expulsados, cansados, derrotados...

Itinerancia de Jesús y de los suyos

Entre los primeros discípulos de Jesús destacan los itinerantes, de los que estamos evocando.

(1) En sentido antiguo, itinerantes fueron los hebreos que salieron de Egipto (casa de la servidumbre), para entrar en Palestina. Conforme a la visión canónica del Pentateuco, ellos se hicieron pueblo en el camino, tras abandonar las estructuras de opresión de Egipto.

En esa línea, se añade que la misma vida del hombre en el mundo es itinerancia, como destaca un dicho popular, asumido por el evangelio: “las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Mt 8, 20).

(2) En perspectiva de Jesús, itinerantes eran muchos judíos (galileos) que habían perdido la tierra que el mismo Dios les había concedido en heredad. En esa línea, pero en un contexto distinto, Heb 3 dira que los israelitas no habían entrado en el descanso, sino que seguían siendo itinerantes, porque había muchos oprimidos, errantes, sin familia, sobre el mundo.

Con esos itinerantes (campesinos sin campo, herederos sin heredad) creó Jesús un movimiento al servicio del Reino y él mismo fue un itinerante. No se quedó en una casa, no se encerró en un lugar, no fundó una institución vinculada a tipo de templo, sinagoga o santuario, sino que fue recorriendo con un grupo de discípulos/amigos, también itinerantes, los pueblos y aldeas de Galilea, anunciando y haciendo así presente el reino. En ese sentido, la itinerancia forma parte de su misma dinámica y proyecto de reino .

Los evangelios sinópticos son, en su conjunto, un testimonio de la itinerancia de Jesús y de sus seguidores; el tema se explicita de un modo especial en los discursos del envío (Mt 10, 1-15; Mc 6, 7-19; Lc 6, 12-16; 9, 1-6). En este contexto queremos recordar el famoso texto de Ev. Tomas 42 (sed pasajeros, sed itinerantes), que en principio debería aplicarse a la itinerancia física (social), pero que después, en línea más gnóstica se ha entendido en forma espiritual, como expresión del carácter pasajero de la vida (=estad en este mundo de paso).


Itinerantes mesiánicos.

Según lo anterior, Jesús retoma el motivo de la itinerancia universal (todos somos emigrantes), lo vincula (simbólicamente) al camino de liberación de los hebreos (oprimidos en Egipto) y lo aplica de un modo más concreto a los emigrantes y marginados de su tiempo.

En un sentido, el movimiento de Jesús se encuentra vinculado a la itinerancia de sus discípulos, pero no está al servicio de una posible conquista militar (como en los hebreos salidos de Egipto de libro de Josué), sino de una comunión que se abre a todos los hombres y mujeres, empezando por los itinerantes pobres de Galilea.

Según eso, superando el riesgo de un descanso mentiroso, del que sólo pueden gozar los triunfadores (aquellos que han entrado en la tierra, la han conquistado y la disfrutan, imponiéndose sobre los demás), Jesús ha querido destacar la identidad itinerante de la vida humana, que tiene que llevar a la comunión de todos, desde los más pobres, que pueden y deben ser mensajeros y portadores de reconciliación para todos. Sólo desde ellos, desde los últimos, podrá hablarse de una paz social, en la que quepan todos :

1. Los primeros itinerantes de Jesús son los pobres,

sin casa y propiedad, mendigos y artesanos en busca de trabajo, sin campo ni herencia (ni voto) en la ciudad del mundo, aquellos que no tienen lugar fijo en la tierra, sino que vagan de un sitio hacia otro, buscando alimento, sin hallar descanso, como muchos emigrantes actuales que cruzan fronteras y mares (por desiertos, en pateras), huyendo del hambre.

En esa línea, la itinerancia de los compañeros de Jesús no es un retorno utópico a la naturaleza pacífica (en la línea de una literatura bucólica, bien conocida en el mundo cultural helenista, desde Teócrito: 310-260 a. C.), sino una participación de la vida in-tranquila de aquellos que no tienen familia, ni medios de vida, de forma que no pueden instalarse en un lugar seguro, para siempre. Ellos, los que vagan pobres (por necesidad), sobre un mundo que les utiliza y les expulsa, han sido y son los escogidos por Jesús como portadores del Reino.

2. La itinerancia no es sin más nomadismo,

como en los tiempos más antiguos de Israel, cuando los patriarcas (Abrahán, Isaac, Jacob) iban de un lado a otro (aunque puede haber relación entre ambos modelos). El nomadismo de los pastores antiguos era una forma de vida vinculada a las características del terreno y a la búsqueda de pastos para los rebaños.

Ciertamente, los nómadas tienen una relación distinta con la tierra y la familia, pero pueden ser y son a veces propietarios ricos (de rebaños o de otro tipo de bienes). En contra de eso, los itinerantes de Jesús no tienen bienes, ni pastos propios para los rebaños (ni tienen rebaños), sino que podemos llamarles caminantes mesiánicos (precisamente porque no tienen por ahora nada). Más que buscadores de campos y pastos (propiedades comunales), son hombres y mujeres dislocados (a-locados: sin “locus”), porque buscan un tipo distinto de presencia y comunicación sobre la tierra.

3. Los compañeros itinerantes de Jesús parecen más vinculada a la “suerte” de los artesanos nómadas ,

que han perdido sus tierras y vagan ofreciendo y buscando trabajo (o viviendo de limosna). Son trabajadores móviles, en la línea de los herreros-chatarreros, buhoneros, quincalleros, temporeros y mendigos…, que han pervivido y perviven, de diversas formas (vinculadas a las migraciones), hasta el día de hoy. Pues bien, Jesús ha llamado en especial a algunos de esos itinerantes (y a otros que no lo eran), haciéndoles portadores del movimiento del Reino.

De esa forma, los itinerantes del evangelio empiezan a caminar, en nombre de Jesús: no piden trabajo, ni buscan una recompensa material, aunque es posible que realicen algunas tareas laborales, sino que van simplemente como portadores de un mensaje de Reino que ellos encarnan en su misma situación personal… Ciertamente, muchos no han tenido tierra previa y así son itinerantes laborales (artesanos), pero pueden convertirse en itinerantes evangélicos (predicadores), en la línea de los mendigos.

De todas maneras, hay otros que eran antes sedentarios y que han podido hacerse itinerantes de Jesús por experiencia de Reino (como muchos monjes budistas antiguos o algunos religiosos cristianos de la Edad Media). Unos y otros anuncian de manera creíble el Reino de Dios a los sedentarios que les acogen, compartiendo la vida con ellos.

. 4 La itinerancia de los compañeros de Jesús no es pura mendicidad,

aunque, como he dicho, algunos de ellos han podido empezar siendo mendigos de condición (aunque parece que el mendigo ciego de Jericó era de algún modo sedentario y se hizo itinerante tras ser curado: cf. Mc 10, 46-52). Sea como fuere, los itinerantes de Jesús no se pueden aislar, cerrándose en sí mismos, sino que ellos han de volverse misioneros del Reino, viviendo en simbiosis o comunión con otros que son sedentarios.

En ese sentido, unos y otros, itinerantes de Jesús (que actúan como portadores del Reino) y sedentarios, que les acogen, pueden y deben vincularse, de manera que se establezca entre todos una comunicación de vida (de salud y bienes), no en línea de patronazgo y clientela clasista, sino de fraternidad de Reino. Los sedentarios ofrecen pan-casa; los itinerantes, mensaje-curación, sin que unos dominen sobre otros. Surge así un tipo de familia compleja, pero sin imposición patronal, ni jerarquía, sin lucha mutua, ni sometimiento, con vinculación e igualdad desde la diferencia.

5. Con los itinerantes expulsados de los centros de la vida caminó Jesús,

y caminaron sus discípulos, con aquellos que no tenían ni una piedra donde reclinar la cabeza, ni un nido como los pájaros, ni una madriguera como los zorros... Así caminaron con los itinerantes expulsados y extranjeros de todas las pateras y desiertos del mundo, para compartir con ellos el camino y para aprender la tarea de la vida.

Caminó Jesús y abrió senderos de esperanza desde las márgenes del mundo, inventando nuevas formas de vida y comunión, sanando a los enfermos, animando a los cansados... para subir al fin a Jerusalén con un mensaje para los sacerdotes del gran templo, para los señores del Imperio.



6. No fue para hacerse cliente de los señores de las ciudades ricas del entorno de Galilea

y se expresaba en una estructura social de tipo clasista: los buenos patronos ofrecen ayuda económica a sus clientes; los clientes fieles apoyan a los patronos y les conceden honor. Entre unos y otros se establecían relaciones de poder, en línea de egoísmo mutuo (unos necesitan a otros) y no de solidaridad. Además, los “ilustres” patronos sólo promueven y protegen a un tipo de clientes que ellos necesitan, manteniéndoles siempre sometidos, mientras dejan morir (expulsan, incluso liquidan) a los que no necesitan.

Pues bien, en contra de esa costumbre del entorno (del conjunto del Imperio romano), los itinerantes pobres cristianos no se ponen bajo la protección de unos patronos ricos, pues no quieren establecer una nueva sociedad de clases, sino que ellos mismos actúan como portadores de una familia de Reino, donde todos puedan no sólo compartir lo que tienen, sino ofrecer lo mejor de sí mismos al servicio del movimiento de Jesús.

Ni los sedentarios de Jesús pueden ser patronos, ni los itinerantes son clientes, sino que unos y otros son portadores del Reino (en especial los más pobres). Los itinerantes ofrecen (regalan) el Reino como salud; los sedentarios ofrecen y comparten sus bienes (tierra, casa, comida…) con todos (cf. Mc 10, 29-30) .

7. No fue Jesús itinerante para establecer relaciones de dominio,

sino de solidaridad, sabiendo que aquellos que menos tienen (itinerantes) son los que más pueden ofrecer (anuncian el Reino, curan). Según eso, en sentido estricto, los sedentarios no pueden anunciar el Reino, ni curar o trasformar el orden social, sino que para ello necesitan a los itinerantes, que no tienen nada o lo han dejado todo, para anunciar el Reino y curar a los enfermos. El grupo de Jesús no se instituye en claves de dependencia o jerarquía, sino de experiencia compartida y comunicación personal. Estas nuevas relaciones son las que establecen la novedad de la institución cristiana, como he puesto de relieve en mis comentarios de Marcos y Mateo (Verbo Divino, Estella 2012 y 2017)

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