Iglesia, el barco del pan. Ante la fiesta del Corpus (Mc 8, 14-21)
La iglesia es el barco de los compañeros y amigos de Jesús. Compañeros son aquellos que comparten el pan (cum panis). Amigos,los que, compartiendo el pan, se aman (de amare).
Estos son los temas centrales del mensaje y navegación de Jesús, conforme a su oración (danos nuestro pan y perdónanos/ámanos como nosotros nos amamos/perdonamos).
La iglesia de la navegación de Jesús es un barco de pan/perdón compartido sobre el mar de la historia. Así lo había anunciado el Kohelet (siembra tu pan en el agua: Ecl 11, 1). Así lo comentan las reflexiones que siguen, tomadas de mi comentario de Marcos.
La iglesia de la navegación de Jesús es un barco de pan/perdón compartido sobre el mar de la historia. Así lo había anunciado el Kohelet (siembra tu pan en el agua: Ecl 11, 1). Así lo comentan las reflexiones que siguen, tomadas de mi comentario de Marcos.
Mc 8, 14-21. Un pan en la barca. Signo de iglesia
Sobre los panes y peces compartidos ha fundado Jesús su iglesia/familia. Con esa familia (y un pan) navega en la barca al otro lado del mar de Galilea (eis to peran, 8, 13), a la zona gentil, como en el caso del geraseno (5, 1-17). De manera significativa, este pasaje puede y debe situarse en paralelo a 7, 24-30 (en el que se hablaba de las migas para los gentiles); también aquí la Iglesia debe llevar “un pan” en su “viaje” a tierra de gentiles.
Ésta será la última travesía de Jesús al lado opuesto del mar. Navega sin miedo a tempestades (a diferencia de lo que sucede en 4, 35-40 y 6, 40-52), sin más provisión que un pan para todos, como signo esencial y distintivo de su evangelio En este contexto podemos retomar el motivo de las travesías más significativas del Jesús de Marcos: La primera destacaba el miedo(4, 35-41) de llevar el mensaje (semilla de palabra) a la otra orilla. La segunda acentuaba el oleaje (6, 46-52), con Jesús fantasma nocturno. Esta tercera se centra en el pan o los panes (8, 14-21) que definen la novedad misionera de la iglesia.
(a. Situación y enigma) 14 Se habían olvidado de tomar panes, y sólo tenían un pan en la barca. 15 Y se puso a advertirles, diciendo: Mirad, tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la levadura de Herodes.
(b. Reflexión) 16 Ellos comentaban entre sí, ¡si no tenemos panes! 17 Jesús se dio cuenta y les dijo: ¿Por qué comentáis que no tenemos panes? ¿Aún no entendéis ni comprendéis? ¿Es que tenéis embotada vuestra mente? 18 ¿Tenéis ojos y no veis; tenéis oídos y no oís?. ¿Es que ya no recordáis? 19¿Cuántos canastos llenos de trozos recogisteis cuando repartí los cinco panes entre los cinco mil? Le contestaron: Doce. 20¿Y cuando repartí los siete entre los cuatro mil cuántos cestos llenos de trozos recogisteis? Le respondieron: Siete.
(Pregunta) 21 Y les dijo: ¿Y aún no entendéis?[1]
Marcos presenta otra vez a los discípulos en barca con Jesús. Es evidente que, a la luz de las navegaciones anteriores (Mc 4,35-41 y 6,45-52), ellos representan a la Iglesia que realiza por el mar su travesía. Pero ahora no hay tormenta ni tampoco viento adverso. El único peligro está dentro de la barca, es el contagio de una mala levadura, propia de los fariseos y de Herodes, que puede estropear el pan que Jesús y los suyos ellos llevan en la barca (8,15). Parece que al fondo sigue estando el tema de la riqueza: ¡No tenemos suficiente! ¡Faltan panes! Así piensan los discípulos, creyendo que un pan es corta provisión para tan larga travesía (8, 14).
Jesús les había mandado por el mundo sin pan propio (mê arton: 6, 8), poniéndoles en manos de los pueblos a quienes ofrecían su mensaje. Evidentemente, no han comprendido. Ahora les dice que se cuiden de la mala levadura, y ellos sólo escuchan el tema en perspectiva de penuria de panes materiales (8, 14-16). Comprendiendo la incapacidad que ellos tienen de entender, con honda ironía, Jesús les mostrará que un pan es suficiente, su pan, que es la vida compartida! Desde este fondo ofrece la más bella y enigmática de sus catequesis eclesiales, enseñando a sus discípulos como deben conservar su pan sin mezcla de fermento malo. Lo que daña de verdad no es el alimento en sí, sino la mala levadura[2].
8, 14-15. Situación y enigma
14 Se habían olvidado de tomar panes, y sólo tenían un pan en la barca. 15 Y se puso a advertirles, diciendo: Mirad, tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la levadura de Herodes.
Los discípulos llevan sólo un pan y Jesús les pide que tengan cuidado de la levadura de fariseos y Herodes. En esa línea les empieza poniendo en guardia frente al riesgo de contagio que ellos representan. La levadura de Herodes remite a su banquete de envidia con la muerte del Bautista (cf. 6, 14-29). La levadura de los fariseos se relacionaba con el pan exclusivista de la ley, que les hacía rechazar de la mesa a los impuros y gentiles (cf. 7, 1-23). De esa manera, acabando la primera parte de su libro (1, 14-8, 26), Marcos ha querido presentar los dos peligros del evangelio, uno más político (Herodes), otro más sacral (fariseos). Frente a ellos se eleva el pan de Jesús que los discípulos llevan en la barca de su iglesia. Éste es el tesoro de Jesús, ésta la identidad de sus discípulos. Por eso han de evitar todo contagio de mala levadura.
Los discípulos navegan como portadores de un proyecto de comida que vincula a judíos y gentiles. Significativamente, sólo llevan como provisión un pan cuyo sentido no acaban de entender. Antes, en el gesto inicial de la misión (6, 8), Jesús les había mandado sin pan por el mundo, añadiendo que aceptaran aquello que les dieran en las casas. Ahora llevan en la barca un pan (que ha de ser especial) y Jesús dice que es suficiente. Si tienen ese pan, si lo conservan y ofrecen a todos, no padecerán jamás necesidad.
De esta forma empieza esta catequesis final de la primera parte de Marcos (1, 14−8, 26), que trata precisamente sobre el pan mesiánico. Jesús presenta en ella su signo mayor, su evangelio hecho experiencia (iglesia) que se expresa y define a modo de comida compartida. Para realizar su travesía, en camino de misión universal, los discípulos del Cristo galileo sólo necesitan un pan. Pues bien, Jesús quiere que ellos conozcan el sentido del único pan verdadero que llevan en la barca (pan de Jesús, vida compartida)[3].
En este contexto, los discípulos deben descubrir el valor simbólico del “milagro” de los panes, esto es, la experiencia y tarea del pan compartid, que es la Iglesia. Si llevan en su barco pan ellos pueden ir sin miedo a todos los lugares, surcando el mismo mar embravecido. Éste es el tema que había aparecido después de la primera multiplicación, cuando pasaron en barca sobre el mar airado, con miedo de Jesús a quien descubren sobre el agua como un fantasma, cuando Marcos comentaba: «Es que no habían comprendido aquello de los panes, tenían el corazón cerrado» (6,52). Pues bien, ahora sabemos que quien comprenda el signo de los panes puede navegar con evangelio (sin miedo) a todos los lugares.
Con ese fin, quiere iluminar Jesús la mente de sus discípulos, para que así puedan entender la exigencia y don del reino, en ejercicio de hermenéutica. No puede imponerles por la fuerza un tipo de doctrina, ni hablar en nombre de ellos (negándoles la palabra), sino que han de ser ellos los que piensen. Por eso, este final del evangelio en Galilea acaba de forma enigmática, pero inmensamente significativa y esperanzada, con una pregunta que Jesús dirige a los discípulos, como seguiremos viendo. Se trata de que ellos, los discípulos, entiendan el riesgo que implica la “levadura” de los fariseos y Herodes, que puede echar a perder su pan mesiánico[4].
8, 16-20. Reflexión. Un recuerdo creador
16 Ellos comentaban entre sí, ¡si no tenemos panes! 17 Jesús se dio cuenta y les dijo: ¿Por qué comentáis que no tenemos panes? ¿Aún no entendéis ni comprendéis? ¿Es que tenéis embotada vuestra mente? 18 ¿Tenéis ojos y no veis; tenéis oídos y no oís?. ¿Es que ya no recordáis? 19¿Cuántos canastos llenos de trozos recogisteis cuando repartí los cinco panes entre los cinco mil? Le contestaron: Doce. 20¿Y cuando repartí los siete entre los cuatro mil cuántos cestos llenos de trozos recogisteis? Le respondieron: Siete.
Dialogan los discípulos ignorantes: ¡No tenemos panes! Pues bien, en vez de iluminarles a la fuerza, Jesús quiere que ellos descubran su ignorancia. No han penetrado en las parábolas (son como los oyentes de fuera en 4, 12), no han entendido la limpieza que brota de dentro (cf. 7, 17), ni el pan de la hija de la siro-fenicia (cf. 7, 24-30). Ellos no entienden , pues no han aceptado la exigencia del evangelio, que destruye las seguridades anteriores de una vida que tiende a fundarse solamente en la abundancia de los panes materiales (del dinero), en la línea de una levadura mala. De esa manera, mientras los discípulos siguen sin entender, el lector va descubriendo que el pan es la verdad de la parábola (palabra) de Jesús, como se expresa en las multiplicaciones.
Desde ese fondo desarrolla Jesús un ejercicio de recuerdo creador, utilizando para ello unas palabras esenciales de la tradición israelita: «¿Tenéis ojos y no veis; tenéis oídos y no oís?». Esas palabras retoman el motivo de 4, 12 (con cita de Is 6, 9), cuando Jesús acusaba y “condenaba” a los de fuera porque no entendían las parábolas. Pero ahora ellas evocan, de un modo más directo, otras palabras semejantes de Jer 5, 21 (cf. Ez 12, 2), que acusaba precisamente a los judíos de su tiempo, porque no veían ni entendían la obra de Dios. El motivo es el mismo que aparece en los textos de Isaías y Jeremías: los discípulos, que navegan con Jesús en la barca de la Iglesia, no comprenden lo que pasa.
De esa forma, la advertencia anterior (¡cuidado con la levadura...! 8, 15) se vuelve pregunta y ejercicio de memoria. Los discípulos han de aprender, es decir, “recordar”, cayendo así en la cuenta de lo que han vivido, volviendo a la experiencia fundante de los panes, para iniciar la travesía de la iglesia. En este contexto pregunta Jesús: «¿No recordáis (ou mnêmoneuete: 8, 18b)? Cuando partí los cinco panes... Cuando partí los siete panes... ¿cuántas cestas de restos llenasteis?». Deben aprender a mirar y a ver, distinguiendo la propuesta de Jesús y la propuesta política de los herodianos y la sacral de los fariseos.
Ésta es la fiesta del Corpus de Jesús: Navegar en el barco del pan compartido
Los cinco y los siete panes que Jesús ha partido en la Iglesia, al servicio de todos los humanos (israelitas y gentiles), son expresamente lo contrario de la levadura de los fariseos (un pan de leyes y normas sacrales) y de Herodes (un pan al servicio del poder y del dominio sobre el mundo).
El pan del Corpus/barco de Jesús es un pan que se bendice, multiplica y comparte, pan regalado, en abundancia, de tal forma que siempre hay más, pan que sobra, sean doce, sean siete cestos de vida desbordante. De esa forma, el mensaje de Jesús en Galilea no termina con una afirmación doctrinal o un dogma sobre Dios, sino con la más fuerte y más hermosa de todas las preguntas humanas, centrada en los panes.
Normalmente, los exegetas se fijan más en la pregunta que vendrá después (iniciando la segunda parte del evangelio: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?, ¿quién decís vosotros?» (8,27-30). Pero es evidente que sólo se puede responder a esa pregunta sobre la identidad de Jesús allí donde se entiende la primera, la pregunta de los panes que se reparten y sobran, para seguirlos repartiendo, de un modo gratuito, en el barco del reino de Dios. Los discípulos sólo recuerdan lo externo: han recogido en un caso doce cestas sobrantes y en el otro siete (8, 19-20). Pero ellos deben comprender también lo interno, el sentido los doce panes sobrantes de la primera comida (para las doce tribus de la misión israelita) y en los siete de la segunda (que alude a la misión entre los gentiles)[5].
El tesoro, la eucaristía, el Corpus de la iglesia para la humanidad es el pan compartido, el único pan para todos que es el mismo Jesús/pan, para que todo sean de ea forma compañeros (cum país)y amigos. Ésta es la pregunta clave de Jesús a su iglesia, en esta fiesta del Corpus: («¿No conocéis ni entendéis? ¿Tenéis el corazón embotado?», 8,17), una pregunta que está vinculada a la señal (parábola) del grano de trigo que se siembra (4,3-9). Pero en el caso anterior (4, 12) Jesús dirigía la pregunta a los de fuera (los que no comprendían las parábolas). Ahora, en cambio, la aplica a los discípulos, carentes de visión («teniendo ojos no veis»), dirigiéndoles la misma palabra de Is 6,9-10 (y de Jer 5, 21), sobre la exigencia y la dificultad de entender.
Jesús plantea una misma cuestión a los de fuera y a los de dentro (a los discípulos de la barca), tendiendo así un puente entre el comienzo del gran mensaje (parábolas: Mc 4) y su culminación, en este contexto de los panes (y de la barca de la Iglesia). La palabra de Jesús (la parábola del reino: Mc 4) sólo se entiende y fructifica allí donde los hombres (discípulos) comprenden (y expanden) el signo de la multiplicación, al servicio de Israel y de las gentes (como muestras las preguntas de 8, 17-20)[6].
8, 21. Nueva pregunta : 21 Y les dijo: ¿Y aún no entendéis?
Evidentemente, Jesús no les dice lo que tienen que entender, pues el tema del pan (los panes) del Reino no se entiende de manera teórica, ni se puede resolver en general, sino sólo con el mismo compromiso de la vida, es decir, realizando la travesía de la barca con el pan, que debe mantenerse limpio (sin mezcla de levadura herodiana o farisea). Sin duda, en este contexto, podemos pensar que el pan verdadero es Jesús (su sôma, lo que él hace, lo que él vive), como indicará más tarde el relato de la cena (14, 22-24), pero aquí ese conocimiento queda expresado en el pan/panes de la barca, en el pan de la vida compartida, que es Jesús….
En este momento, el pan de Jesús se vincula a los Doce panes sobrantes de la primera “alimentación” y a los Siete de la segunda. Éste es su pan, un pan suficiente para Israel y para todos los pueblos.
Éste es el enigma (misterio) de Jesús, tal como aparece al final de la primera parte (1, 14-8, 26) del evangelio: La abundancia del pan del barco de la Iglesa, un pan para todos los judíos, un pan para todos, los gentiles, el pan de la vida para la humanidad entera.
Embarcados con Jesús, sus discípulos han de “entender” el sentido del pan, que aparece en el signo “abundante” (sobrado) de las multiplicaciones: Doce y Siete cestos, para Israel y para las naciones. Entendido así, el pan de las multiplicaciones (6, 30-44; 8, 1-10) es la clave hermenéutica de Marcos, como una ventana desde la que puede verse todo, como un espejo donde se recoge y se explicita lo esencial del evangelio, condensando lo anterior, anticipando lo que sigue.
Los compañers/amigos de Jesús no llevan en la barca espadas (no van de conquista), ni libros (no son legión de escribas), ni dinero o algún tipo diferente de equipaje. Les basta un pan que pueden ofrecer a (y compartir con) todos los humanos, en multiplicación ampliada, el pan de Jesús, pan de compañeros (cum panis) y de amigos.
El evangelio es, según eso, un ejercicio de comprensión y compromiso misionero (es decir, práctico) en torno a esos números: el doce de la primera multiplicación, el siete de la segunda. Éste es el recuerdo fundacional (mnêmoneuete: 8, 18) de los discípulos, en la barca de la Iglesia, cuando llevan (¡han de llevar!) la buena levadura del pan de Jesús a Israel y a las naciones.
Un solo pan (un pan que es para todos) en una barca frágil define a los cristianos. No les diferencia de otros grupos judíos un tipo de ortodoxia legal o política y religiosa (ni siquiera la afirmación general de que Jesús es el Cristo, como veremos en el texto que sigue: 8, 27−9, 1), sino el pan misionero que debe mantenerse resguardado de la levadura de Herodes y los fariseos.
Ése es el pan del Corpus, la fiesta de la Iglesia, familia embarcada en el mar universal, con un pan que se comparte y multiplica, eso son los seguidores de Jesús, en la travesía de la historia[7].
[1] Enigma catequético. Marcos vuelve al tema del pan universal de la sirofenicia (7, 24-30) y retoma el signo que los fariseos han pedido y que Jesús acaba de negarles (8, 11-13). Desde esa base construye este diálogo esencial. Ya no hay tormenta como en los relatos paralelos (4, 35-41; 6, 45-52) sino enigma sacramental: la iglesia es barca con pan compartido. Sólo eso tiene, eso le basta, en sentido pascual y misionero
[2] En esa línea del signo del pan se sitúa el tema del secreto mesiánico, como ha mostrado Minette, Secret. Presentación del tema en Telford, Introduction, en Id. (ed.) Interpretation 29-30. Cf. K. Kertelge, The Epiphany of Jesus in the Gospel of Mark, en Telford (ed.), Ibid. 105-124 [Trad. castellana: La Epifanía de Jesús en el evangelio de Marcos, en J. Schreiner (ed.), Forma y propósito del Nuevo Testamento, Herder, Barcelona 1973, 183-205]. De un modo especial, cf. Fowler, Loaves, y Ambrozic, The Hidden Kingdom.
[3] La advertencia de Jesús resulta enigmática, conforme a la expresión de los mismos discípulos extrañados que dicen: «¡No tenemos panes!». Ellos piensan sólo en panes materiales, en sentido económico. Jesús, en cambio, les habla del riesgo de una mala levadura, que amargue o envenene el verdadero pan, que es la vida compartida.
[4] Entre la levadura de los fariseos o Herodes y la abundancia de cestos de sobras recogidos al final de las multiplicaciones (doce o siete) tiene que haber una relación de antítesis. Fariseos y herodianos utilizan el pan para imponerse, sea el pan de la riqueza material (herodianos), sea el pan de una pureza elitista; la levadura de ese pan está hecha de imposición y de separaciones. En contra de eso, la levadura del pan de Jesús ha de ser fuente de vida universal, como seguiremos viendo.
[5] Significativamente, esta palabra de memoria o recuerdo creador (¿ou mnêmoneuete?) falta en el relato de la última cena de Marcos (14, 22-25). Pero aparece en 14, 9 (como exigencia de recuerdo de la mujer de la unción) y también aquí, indicando lo que ha de ser la eucaristía cristiana: un retorno activo y creador al gesto de los panes multiplicados y compartidos, para Israel y para los gentiles.
[6] Jesús no quiere (ni tampoco puede) demostrar su doctrina de una manera argumentativo, para imponerla de esa forma a sus discípulos, sino que tiene que lograr que ellos entiendan el sentido de los panes, de un modo personal, en el contexto de la misión de la iglesia. De esa manera aparece como el primer exegeta del evangelio de la comida compartida. Éste es el tema clave de la iglesia, el recuerdo que Jesús quiere evocar: «¿No recordáis? Cuando partí los cinco panes... Cuando partí los siete panes… ¿No entendéis?» (8, 19-20).
El “memorial” de Jesús no es un recuerdo teórico, sino encarnado en forma de comida para Israel y los gentiles. Lo propio de Jesús en el judaísmo de su tiempo es el alimento (pan) que ofrece por sus discípulos a todos, como tesoro supremo, en la barca de la iglesia. Éste es su dogma primero, el distintivo esencial de los cristianos. Un pan, una barca: ¿comprendéis? Un solo pan en una barca frágil define a los cristianos. No les diferencia la ortodoxia legal ni un tipo de afiliación política, sino el pan misionero que debe mantenerse resguardado de la levadura (comida destructora) de Herodes y los fariseos. Familia embarcada en el mar universal, con un solo pan que se comparte y multiplica, eso son los seguidores de Jesús, en la travesía de la historia. Pedían los fariseos un signo que Jesús no quiso darles (8, 11-13), pues su signo es el pan que los discípulos llevan en su barca. ¿Han aprendido la lección? Parece que no.
[7] Los discípulos de Jesús, antiguos y modernos, parecen torpes. Por eso, Jesús acaba su catequesis preguntando: ¿Todavía no comprendéis? (8, 21). Ellos, los antiguos, respondieron con el silencio. A lo largo de lo que aún queda de Marcos, iremos viendo que no han comprendido, aunque sigan con Jesús en la barca. Por otra parte, ese ¿no comprendéis? de este final de la primera parte de Mc (8, 21) ha de ponerse en relación con el no dijeron nada a nadie del final de la segunda (16, 8). Ni los discípulos en la barca pascual, ni las mujeres ante el sepulcro vacío entienden al resucitado. Para que puedan (podamos) comprenderle ha escrito Marcos su evangelio. El Jesús de la tumba remitirá al pan de la barca eclesial galilea navegando hacia todos los mares y tierras del cosmos (cf. 14, 9).