"El tiempo de 'suplencia papal' de la Compañía puede estar terminando" San Ignacio de Loyola, peregrino de Jesús en Jerusalén. La Compañía vino por añadidura.

Ignacio de Loyola
Ignacio de Loyola

Hoy, 31.7.24, día de San Ignacio, quiero recordar algunos textos de su Autobiografía, relacionados con Jerusalén, donde fue y quiso volver como peregrino de Jesús 

Pero no pudo, tuvo que quedar en Roma con sus compañeros (el año 1538) fundando así, por añadidura, la Compañía de Jesús.   Comenzó de esa manera el largo paréntesis de los jesuitas al servicio directo del Papa

Algunos pensamos que ese tiempo de “suplencia papal" de la Compañía/Sociedad de Jesús (SJ) puede estar terminando. Quizá ha llegado el momento   de que Ignacio de Loyola y compañeros SJ  deban volver a Jerusalén,  retomando su inspiración primera

Algunos pensamos que ese tiempo de “suplencia papal" de la Compañía/Sociedad de Jesús (SJ) puede estar terminando. Quizá ha llegado el momento   de que Ignacio de Loyola y compañeros SJ  deban volver a Jerusalén,  retomando su inspiración primera.

Así lo quiero mostrar, retomando el hilo de mi libro “Compañeros y amigos de Jesús, limitándome a seguir y comentar algunos textos de la Autobiografía de Loyola, el testimonio vivo de su peregrinación interrumpida en Roma.

En Loyola (convaleciente, año 1521)

Había todavía esta diferencia: que cuando pensaba en aquello del mundo, se deleitaba mucho; mas cuando después de cansado lo dejaba, hallábase seco y descontento; y cuando (decidía) ir a Jerusalem descalzo, y no comer sino yerbas, y hacer todos los demás rigores que veía haber hecho los santos; no solamente se consolaba cuando estaba en los tales pensamientos, mas aun después de dejando, quedaba contento y alegre.

El viaje de tus sueños, con RD

Casa-Natal de San Ignacio de Loiola - Guía de Ocio de Gipuzkoa ...

9. Y aquí se le ofrecían los deseos de imitar los santos, no mirando más circunstancias que prometerse así con la gracia de Dios de hacerlo como ellos lo habían hecho. Mas todo lo que deseaba de hacer, luego como sanase, era la ida de Hierusalem, como arriba es dicho, con tantas disciplinas y tantas abstinencias, cuantas un ánimo generoso, encendido de Dios, suele desear hacer.

Y echando sus cuentas, qué es lo que haría después que viniese de Jerusalem para que siempre viviese en penitencia, ofrecíasele meterse en la Cartuja de Sevilla, sin decir quién era para que en menos le tuviesen y allí nunca comer sino yerbas. Mas cuando otra vez tornaba a pensar en las penitencias, que andando por el mundo deseaba hacer, resfriábasele el deseo de la Cartuja, temiendo que no pudiese ejercitar el odio que contra sí tenía concebido. Todavía a un criado de casa, que iba a Burgos, mandó que se informase de la regla de la Cartuja, y la información que della tuvo le pareció bien.

En Manresa (etapa de conversión, año 1522)

Y llegando a un pueblo grande antes de Monserrate, quiso allí comprar el vestido que determinaba de traer, con que había de ir a Hierusalem; y así compró tela, de la que suelen hacer sacos, de una que no es muy tejida y tiene muchas púas, y mandó luego de aquella hacer veste larga hasta los pies, comprando un bordón y una calabacita, y púsolo todo delante el arzón de la mula. Y compró también unas esparteñas, de las cuales no llevó más de una; y esto no por cerimonia, sino porque la una pierna llevaba toda ligada con una venda y algo maltratada; tanto que, aunque iba a caballo, cada noche la hallaba hinchada: este pie le pareció era necesario llevar calzado. En Barcelona y Roma, sin nada para el viaj

 El confesor se resolvió que pidiese lo necesario y que lo llevase consigo; y pidiéndolo a una señora, ella le demandó para dónde se quería embarcar. El estuvo dudando un poco si se lo diría; y a la fin no se atrevió a decirle más, sino que venía a Italia y a Roma. Y ella, como espantada, dijo: «¿a Roma queréis ir? pues los que van allá, no sé cómo vienen»: (queriendo decir que se aprovechaban en Roma poco de cosas de espíritu). Y la causa por que él no osó decir que iba a Hierusalem fue por temor de la vanagloria; el cual temor tanto le afligía, que nunca osaba decir de qué tierra ni de qué casa era. Al fin, habido el biscocho, se embarcó; mas hallándose en la playa con cinco o seis blancas, de las que le habían dado pidiendo por las puertas (porque desta manera solía vivir), las dejó en un banco que halló allí junto a la playa.

 (Roma) Donde todos los que le hablaban, sabiendo que no llevaba dineros para Hierusalem, le empezaron a disuadir la ida, afirmándole con muchas razones que era imposible hallar pasaje sin dineros; mas él tenía una grande certidumbre en su alma, que no podía dubdar, sino que había de hallar modo para ir a Hierusalem. Y habiendo tomado la bendición del papa Adriano sexto, después se partió para Venecia, ocho días o nueve después de pascua de resurrección.

San Ignacio de Loyola, 1491-1556 – SENDEROS DE LA HISTORIA

Venecia. Viaje a Roma

Aunque aquel año eran venidos muchos peregrinos a Hierusalem, los más dellos eran vueltos a sus tierras por el nuevo caso que había acaescido de la tomada de Rodas… Preguntaron los de casa al médico si podría embarcarse para Hierusalem, y el médico dijo que, para allá ser sepultado, bien se podría embarcar; mas él se embarcó y partió aquel día; y vomitó tanto, que se halló muy ligero y fue del todo comenzando a sanar. En esta nave se hacían algunas suciedades y torpezas manifiestas, las cuales él reprehendía con severidad.

Después de partidos de Cipro llegaron a Jafa; y caminando para Hierusalem en sus asnillos, como se acostumbra, antes de llegar a Hierusalem dos millas, dijo un español, noble, según parescía, llamado por nombre Diego Manes, con mucha devoción a todos los pelegrinos, que, pues de ahí a poco habían de llegar al lugar de donde se podría ver la santa cibdad, que sería bueno todos se aparejasen en sus consciencias, y que fuesen en silencio.

Jerusalén. Encuentro con Jesús... pero tiene que volver (1523)

Y paresciendo bien a todos, se emepezó cada uno a recoger; y un poco antes de llegar al lugar donde se veía, se apearon, porque vieron los frailes con la cruz, que los estaban esperando. Y viendo la cibdad tuvo el pelegrino grande consolación; y según los otros decían, fue universal en todos, con una alegría que no parescía natural; y la misma devoción sintió siempre en las visitaciones de los lugares santos. Su firme propósito era quedarse en Hierusalem, visitando siempre aquellos lugares santos; y tambíen tenía propósito, ultra desta devoción, de ayudar las ánimas; y para este efecto traía cartas de encomienda para el guardián, las cuales le dio y le dijo su intención de quedar allí por su devoción; mas no la segunda parte, de querer aprovechar las ánimas, porque esto a ninguno lo decía, y la primera había muchas veces publicado.

 El guardián le respondió que no veía cómo su quedada pudiese ser, porque la casa estaba en tanta necesidad, que no podía mantener los frailes, y por esa causa estaba determinado de mandar con los pelegrinos algunos a estas partes. Y el peregrino respondió que no quería ninguna cosa de la casa, sino solamente que, cuando algunas veces él viniese a confesarse, le oyesen de confesión. Y con esto el guardián le dijo, que de aquella manera se podría hacer; mas que esperase hasta que viniese el provincial (creo que era el supremo de la orden en aquella tierra), el cual estaba en Belem.

Con esta promesa se aseguró el pelegrino, y empezó a escribir cartas para Barcelona para personas espirituales. Teniendo ya escrita una y estando escribiendo la otra, víspera de la partida de los pelegrinos, le vienen a llamar de parte del provincial y del guardián porque había llegado; y el provincial le dice con buenas palabras cómo había sabido su buena intención de quedar en aquellos lugares santos; y que había bien pensado en la cosa; y que, por la experiencia que tenía de otros, juzgaba que no convenía. Porque muchos habían tenido aquel deseo, y quién había sido preso, quién muerto; y que después la religión quedaba obligada a rescatar los presos; y por tanto él se aparejase de ir el otro día con los pelegrinos

Lugar de la ascensión de Jesús, con el pie derecho o el izquierdo   

Billets et Tours - Chapelle de l'Ascension, Jérusalem - Viator

 Pues bien, ya en Jerusalén le impresiona la "roca" de la Ascensión, en el Monte de los Olivos (imagen 1). Según Hch 1, Jesús "subió de allí al cielo". La roca, guardada en un templete (imagen 2) custodiado por un musulmán, tiene unas marcas, en las que muchos han visto y siguen viendo las "huellas" de Jesús, la izquierda y la derecha. Ignacio, el pelegrino, quiso asegurarse bien del sentido de esas huellas, conocer bien la derecha, conocer la izquierda, para seguir mejor el camino de Jesús al Cielo...  

46. (El Superior franciscano no le deja quedar en Jerusalén) Con esta promesa se aseguró el pelegrino, y empezó a escribir cartas para Barcelona para personas espirituales. Teniendo ya escrita una y estando escribiendo la otra, víspera de la partida de los pelegrinos, le vienen a llamar de parte del provincial y del guardián porque había llegado; y el provincial le dice con buenas palabras cómo había sabido su buena intención de quedar en aquellos lugares santos; y que había bien pensado en la cosa; y que, por la experiencia que tenía de otros, juzgaba que no convenía. Porque muchos habían tenido aquel deseo, y quién había sido preso, quién muerto; y que después la religión quedaba obligada a rescatar los presos; y por tanto él se aparejase de ir el otro día con los pelegrinos.

El respondió a esto: que él tenía este propósito muy firme, y que juzgaba por ninguna cosa dejarlo de poner en obra; dando honestamente a entender que, aunque al provincial no le paresciese, si no fuese cosa que le obligase a pecado, que él no dejaría su propósito por ningún temor. A esto dijo el provincial que ellos tenían autoridad de la Sede apostólica para hacer ir de allí, o quedar allí, quien les paresciese, y para poder descomulgar a quien no les quisiese obedescer, y que en este caso ellos juzgaban que él no debía de quedar etc.

47. (Quiere ver el lugar tradicional de la Ascensión... Cómo deja Jesús su marca en la piedra, donde queda fijado el pie izquierdo y el derecho...)

Y queriéndole demostrar las bulas, por las cuales le podían descomulgar, él dijo que no era menester verlas; que él creía a sus Reverencias; y pues que ansí juzgaban con la autoridad que tenían, que él les obedescería. Y acabado esto, volviendo donde antes estaba, le vino grande deseo de tornar a visitar el monte Olivete antes que se partiese, ya que no era voluntad de nuestro Señor que él se quedase en aquellos santos lugares.

En el monte Olivete está una piedra, de la cual subió nuestro Señor a los cielos, y se ven aún agora las pisadas impresas; y esto era lo que él quería tornar a ver. Y así, sin decir ninguna cosa ni tomar guía (porque los que van sin Turco por guía corren grande peligro), se descabulló de los otros, y se fue solo al monte Olivete.

Y no lo querían dejar entrar las guardas. Les dió un cuchillo de las escribanías que llevaba; y después de haber hecho su oración con harta consolación, le vino deseo de ir a Betphage; y estando allá, se tornó a acordar que no había bien mirado en el monte Olivete a qué parte estaba el pie derecho, o a qué parte el izquierdo; y tornando allá creo que dió las tijeras a las guardas para que le dejasen entrar.

El Mesías V. Muerte, Resurrección, Ascensión

48. (Le obligan a dejar a la fuerza el monte de los Olivos... Vuelta a Roma) Cuando en el monasterio se supo que él era partido así sin guía, los frailes hicieron diligencias para buscarle; y así, descendiendo él del monte Olivete, topó con un cristiano de la cintura, que servía en el monasterio, el cual con un grande bastón y con muestra de grande enojo hacía señas de darle. Y llegando a él trabóle reciamente del brazo, y él se dejó fácilmente llevar. Mas el buen hombre nunca le desasió. Yendo por este camino así asido del cristiano de la cintura, tuvo de nuestro Señor grande consolación, que le parescía que vía Cristo sobre él siempre. Y esto, hasta que allegó al monasterio, duró siempre en grande abundancia.

Los primeros jesuitas deciden ir a Jerusalén para quedarse (1536)

(Pasan muchos años... Ignacio estudia en Barcelona, Alcalá y Salamanca. Pasa a París, reúne un grupo de compañeros... y quieren volver a Jerusalén para quedarse, para vivir como Jesús, en la tierra de Jesús).

Ya por este tiempo habían decidido todos lo que tenían que hacer, esto es: ir a Venecia y a Jerusalén y gastar su vida en provecho de las almas; y si no consiguiesen permiso para quedarse en Jerusalén, volver a Roma y presentarse al Vicario de Cristo, para que los emplease en lo que Juzgase ser de más gloria de Dios y utilidad de las almas. Habían propuesto también esperar un año la embarcación en Venecia y si no hubiese aquel año embarcación para Levante, quedarían libres del voto de Jerusalén y acudirían al Papa, etc.

 Después de dos o tres meses se fueron todos a Roma para tomar la bendición para pasar a Jerusalen. El peregrino no fue por causa del doctor Ortiz, y también del nuevo cardenal Teatino. Los compañeros volvieron de Roma con pólizas de 200 o 300 escudos, los cuales le fueron dados de limosna para pasar a Jerusalen, y ellos no los quisieron tomar mas que en pólizas. Estos escudos, después, no pudiendo ir a Jerusalen, los devolvieron a aquellos que se los habían dado.

Los compañeros volvieron a Venecia del mismo modo que habían ido, es decir, a pie y mendigando, pero divididos en tres grupos, y de tal modo que siempre eran de diferentes naciones. En Venecia se ordenaron de misa los que no estaban ordenados, y les dio licencia el nuncio que estaba entonces en Venecia, el cual después se llamó el cardenal Verallo. Se ordenaron a título de pobreza, haciendo todos votos de castidad y pobreza.

Conclusión Quedan en Roma. Sigue la Compañía, hasta hoy (1537-1538)

94. Aquel año no había naves que fuesen a Levante, porque los habian roto con los turcos. Y asi ellos, viendo que se alejaba la esperanza de pasar a Jerusalen, se dividieron por el Veneto con intención de esperar el año que habían determinado, y si después de cumplido no hubiese pasaje, se irían a Roma. 96. Después, acabado el año, y no encontrándose pasaje, decidieron ir a Roma, y también quiso ir el peregrino, porque la otra vez, cuando fueron a Roma los compañeros, aquellos dos de los cuales él dudaba, se mostraron muy benévolos.

Se dirigieron a Roma, divididos en tres o cuatro grupos, y el peregrino con Fabro y Laínez; y en este viaje fue muy especialmente visitado del Senor. Había determinado, después que fuese sacerdote, estar un año sin decir misa, preparándose y rogando a la Virgen que le quisiese poner con su Hijo. Y estando un día, algunas millas antes de llegar a Roma, en una iglesia, y haciendo oración, sentó tal mutación en su alma y vió tan claramente que Dios Padre le ponía con Cristo, su Hijo, que no tendría ánimo para dudar de esto, sino que Dios Padre le ponía con su Hijo.

Conclusión ¿Vuelta a Jerusalén?

     No pudieron ir a Jerusalén, quedaron el Roma al servicio del Papa, realizando una de las obras más importantes de la iglesia católica en la modernidad. Pero el viaje a Jerusalén sigue pendiente, para la Compañía y para la Iglesia. Han estado muy bien los cuatro siglos y medio largos de Compañía de Jesús Romana... y pedimos a Dios porque sigan, por los jesuitas de hoy y por los de mañana... Pero quizá quedan pendientes cosas del viaje a los orígenes...porque la patria de Ignacio sigue siendo la de Jesús: allí donde está el Jesús de Jerusalén quiere estar su Compañía.

            El centro y principio del nuevo camino de de Ignacio de sus compañeros no era  Loyola, ni siquiera Roma, sino Jerusalén, donde debían encontrar a Jesús como Capitán de la nueva Cristiandad, en su lucha y victoria contra el Diablo. Quiso volver a Jerusalén, con su pobre gente (Xabier, Fabro, Laínez…), pero no hubo aquel año barco veneciano que llevara a Tierra Santo (1537), porque era recia la guerra del turco, y así volvieron Ignacio y sus amigos a Roma, poniéndose al servicio del Papa, para lo que se terciara.

Han pasado desde aquel momento casi 500 años, en la línea de eso que pudiéramos llamar “el gran paréntesis romano” de la Compañía de Ignacio y de sus amigos, que, no pudiendo ir a Jerusalén para “confirmar” y ratificar su empresa fueron a Roma a ponerse al servicio del Papa. Y de esa forma nació la admirable Compañía de Jesús, que no era la que en principio quiso Ignacio

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