Jean Daniélou (1905-1974): Fuerte voz apagada, un recuerdo

Jean Daniélou fue para muchos de nosotros una voz fresca de Iglesia en los años que precedieron al Concilio Vaticano II (1962-1965) y en los inmediatamente siguientes.

‒ Nos hablaba de las tradiciones antiguas de la Iglesia, en especial de la Patrística, más allá del predominio de la Escolástica Latina. Por él escribí en parte mi tesis sobre Ricardo de San Víctor.

‒ Nos enseñaba a recuperar la Historia de la Salvación, las relaciones del Antiguo y Nuevo Testamento, el simbolismo sagrado, la variedad de las primeras teologías y formas de vida de la Iglesia. Por él supe que había iglesias y teologías distintas, además de la de Roma.


Pero después, nombrado Cardenal de la Iglesia, supimos que había entrado en conflicto con otras instituciones (en especial con la Compañía de Jesús) y conocimos su muerte repentina (1974), en circunstancias muy extrañas… Así me lo contó muy triste, un amigo jesuita, a los pocos de haber sucedido.

((El recuerdo de Daniélou se reduce hoy, para muchos, al misterio de su muerte por infarto, una tarde de mayo de 1974, en la casa de una prostituta, en el cuarto piso de rue Dulong 56, en París)).

De esa forma se fue velando su recuerdo, y además la teología estada comenzando un nuevo camino abierto, abierto a los temas y motivos de transformación estructural y de compromiso social, frenados en seco por Juan Pablo II, en eso que se ha llamado la gran Involución Postconciliar.

En esas circunstancias, sobre J. Daniélou se cernió un gran silencio. De todas formas, yo le dediqué una larga página en mi Diccionario de Pensadores Cristianos (2011) y le he seguido leyendo.

Un “amigo” del blog me ha pedido que recuerde su figura, y así lo hago, recogiendo lo que dice mi Diccionario y retomando una reseña, publicada ya hace un año por S. Magister (como verá quien siga).

No entro a valorar su evolución, ni su conflicto con la Compañía de Jesús, ni las circunstancias (evangélicas y/o tristes) de su muerte, ni el motivo por el que algunos han querido revalorizar su figura. Simplemente expongo su pensamiento y mantengo cariñosamente su recuerdo, en libertad agradecida, ahora que un compañero suyo, SJ, es Obispo de Roma.

Nota bibliográfica.
X. Pikaza, Diccionario de Pensadores Cristianos


Intelectual, historiador y teólogo jesuita francés, nombrado al final de su vida Cardenal de la Iglesia Romana. Nació en una familia de intelectuales y políticos. Fue profesor agregado de la Sorbona y catedrático del Institut Catholique, de Paris; fue fundador y editor de Sources Chrétiennes (desde 1941) y director de la revista Études (desde 1943).

Se le toma como uno de los representantes de la Nouvelle Théologie (criticada por Pio X en la Humani Generis, 1950). Fue después teólogo del Vaticano II cardenal de la Iglesia (1969). Ha sido uno de los hombres más importantes de la cultura católica francesa del siglo XX. Ha elaborado una exégesis histórico-teológica de la Biblia y de la historia antigua de la iglesia.

Desde su perspectiva, que se ha vuelto dominante en muchos ambientes católicos del segundo tercio del siglo XX, ha tenido y sigue teniendo mucha importancia el simbolismo, el sentido típico de la escritura, las correspondencias entre las palabras y los gestos, todo lo relacionado con los sacramentos etc. Con su ayuda, la exégesis y la teología bíblica se han podido liberar de un tipo de dogmática escolástica, sin caer en la pura erudición científica, alejada del contenido y mensaje de la Escritura.

Daniélou ha puesto de relieve el carácter histórico del cristianismo, que tiene un origen plural (fondo judío, forma griega), destacando el carácter litúrgico y sacramental (típico) de su historia, centrada en los magnalia Dei, es decir, en los acontecimientos salvadores donde Dios se va expresando (revelando) en el camino de Israel, en la vida de Jesús y en el misterio de la iglesia, en una historia de la salvación que se va escribiendo en formas simbólicas (tipos, antitipos…).

La obra más conocida de Daniélou, en un plano científico, es el trabajo en tres volúmenes sobre Historia de las doctrinas cristianas antes de Nicea I-III (Madrid 2006; edición original del 1958, 1961 y 1978). Cada uno de los volúmenes de esa obra se centra, significativamente, en tres ámbitos culturales del cristianismo antiguo: judeo-cristianismo, cristianismo griego y cristianismo latino. De esa forma muestra la variedad y riqueza de las diversas perspectivas cristianas o, por mejor decir, de los tres cristianismos “dominantes” del principio:

‒ Cristianismo judío, más vinculado a la historia de Jesús, a las promesas del AT y al mesianismo que se hace nacional para ser universal. En esa línea debería situarse el cristianismo sirio, que ha sido quizá el más importante durante largos siglos. Es un cristianismo que actualmente se encuentra más latente. Las iglesias de origen sirio están en situación de crisis, por el integrismo musulmán. El diálogo cristiano-judío no acaba de abrirse.

‒ El cristianismo griego está más vinculado al helenismo, con su racionalidad y su impacto cultural, en línea sacral, contemplativa y mística. Se ha extendido a través del cristianismo bizantino y ha desembocado en las iglesias de la ortodoxia, especialmente la rusa. Tiene un largo camino abierto en el futuro.

‒ El Cristianismo latino se encuentra en la actualidad más vinculado a la Iglesia de Roma, y se ha expandido después en diversas formas a través de las iglesias y comunidades protestantes.

Muchos de sus libros se han traducido y editado en castellano. Entre ellos:
La catequesis en los primeros siglos (Burgos 1998);
Contemplación: crecimiento de la Iglesia (Madrid 1982);
Dios y nosotros (Madrid 2003);
La Eucaristía (Madrid 1970);
Los manuscritos del Mar Muerto (Madrid 1961)

Sandro Magister: Jean Daniélou
http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1350241?sp=y

ROMA, 11 de mayo de 2012 – "Ventanas abiertas al misterio": éste es el título del congreso con el que hace dos días la Pontificia Universidad de la Santa Cruz ha roto el silencio sobre uno de los mayores teólogos del siglo XX, el francés Jean Daniélou, jesuita, creado cardenal por Pablo VI en 1969.

Un silencio que duró casi cuarenta años y que comenzó con su fallecimiento en 1974.

En efecto, el recuerdo de Daniélou se reduce hoy, para muchos, al misterio de su muerte por infarto, una tarde de mayo, en la casa de una prostituta, en el cuarto piso de rue Dulong 56, en París.

Cuando en realidad el verdadero misterio sobre el cual Daniélou abrió las ventanas para muchos, en su actividad de teólogo y hombre espiritual, es el del Dios trinitario. Una de sus obras más importantes tuvo por título: "Ensayo sobre el misterio de la historia". Una historia no gobernada por la casualidad, ni por la necesidad, sino que está llena de las "magnalia Dei", las grandiosas maravillas de Dios, una más asombrosa que la otra.

Hoy son pocos los libros de su autoría que están todavía a la venta, y sin embargo son todavía de extraordinaria riqueza y frescura. Son simples y sin embargo profundísimos, como pocos teólogos han sabido redactarlos en el último siglo, además de él y de ese otro campeón de la claridad que tiene por nombre Joseph Ratzinger.

Daniélou acompaña al actual Papa en la estructuración histórica más que filosófica de su teología, en el conocimiento competente de los Padres de la Iglesia (uno, enamorado de Gregorio de Nisa; el otro de Agustín de Hipona), en el rol centralísimo dado a la liturgia.

Daniélou, junto a su hermano jesuita Henri De Lubac, fue el genial iniciador en 1942 de esa colección de textos patrísticos denominada "Sources Chrétiennes" [Fuentes Cristianas] que ha signado el renacimiento de la teología en la segunda mitad del siglo XX y que ha preparado lo mejor del Concilio Vaticano II.

En síntesis, es un autor que hay que redescubrir totalmente.

Pero debe diluirse también lo brumoso de su muerte y de la taciturna descalificación que le siguió.

Mimì Santoni, la prostituta, lo vio caer de rodillas con el rostro en tierra antes de expirar. Para ella "fue una bella muerte para un cardenal". Él había ido a llevarle dinero para pagar un abogado capaz de sacar de la prisión a su esposo. Fue la última de sus obras de caridad realizadas en secreto, a favor de personas despreciadas y necesitadas de ayuda y perdón.

Los jesuitas hicieron investigaciones arduas, para conocer la verdad. Comprobaron su inocencia. Pero de hecho envolvieron el caso en un silencio que no alejó las sospechas.

La ruptura entre Daniélou y sus otros hermanos jesuitas de París y de Francia fue efectivamente el verdadero origen del olvido en que cayó este gran teólogo y cardenal.

Una ruptura que fue anterior a su muerte al menos dos años antes.

En efecto, desde 1972 Daniélou no habitaba más en la casa de "Etudes", la revista cultural de avanzada de los jesuitas franceses, donde había vivido durante décadas. Se había trasladado a un convento de monjas, las Hijas del Corazón de María.

Lo que precipitó la batalla fue una entrevista realizada a Daniélou en la Radio Vaticana, en la que criticó con dureza la "decadencia" que devastaba a tantas órdenes religiosas masculinas y femeninas, a causa de "una falsa interpretación del Vaticano II".

La entrevista fue leída como una acusación lanzada contra la misma Compañía de Jesús, cuyo general era en esa época el padre Pedro Arrupe, quien también estaba a la cabeza de la Unión de los Superiores Generales de las Órdenes Religiosas.

El jesuita Bruno Ribes, director de "Etudes", estuvo entre los más activos en hacer tierra arrasada en torno a Daniélou.

Las posiciones de los dos se habían vuelto antitéticas. En 1974, el año de la muerte de Daniélou, Ribes mostró a "Etudes" en desobediencia abierta respecto a la enseñanza de la encíclica "Humanae Vitae" sobre la anticoncepción.

Y colaboró con otros teólogos "progresistas" – entre los cuales estaban los dominicos Jacques Pohier y Bernard Quelquejeu – en la redacción de la ley que en ese mismo año introdujo el aborto libre en Francia, con Simone Veil como ministro de salud, Valéry Giscard d'Estaing como presidente y Jacques Chirac como primer ministro.

Al año siguiente, en 1975, el padre Ribes dejó la dirección de "Etudes". Posteriormente abandonó primero la Compañía de Jesús y luego la Iglesia Católica.

Aquí presentamos a continuación la entrevista que hizo que Daniélou fuese prohibido.

A cuarenta años de distancia, la decadencia de las órdenes religiosas denunciada en esa entrevista está activa todavía, como lo prueba en Estados Unidos los acontecimientos suscitados en torno a la "Leadership Conference of Women Religious".

"LA FUENTE ESENCIAL DE ESTA CRISIS..."
Entrevista al cardenal Jean Daniélou en la Radio Vaticana, 23 de octubre de 1972


P. – Eminencia, ¿existe realmente una crisis de la vida religiosa y puede dimensionarla?

R. – Pienso que hay actualmente una crisis muy grave de la vida religiosa y que no se debe hablar de renovación, sino más bien de decadencia. Pienso que esta crisis golpea sobre todo al área atlántica. Europa del Este y los países de África y de Asia presentan respecto a esto una mejor salud espiritual. Esta crisis se manifiesta en todos los ámbitos. Los consejos evangélicos no son considerados ya como consagración a Dios, sino que son vistos en una perspectiva sociológica y psicológica.

Nos preocupamos por no presentar una fachada burguesa, pero en el plano individual no se practica la pobreza. La dinámica de grupo sustituye a la obediencia religiosa; con el pretexto de reaccionar contra el formalismo, se abandona toda reglamentación de la vida de oración y las consecuencias de este estado de confusión son ante todo la desaparición de las vocaciones, porque los jóvenes reclaman una formación seria. Por otra parte, hay numerosos y escandalosos abandonos de religiosos que reniegan del pacto que los ligaba al pueblo cristiano.

P. – ¿Puede decirnos cuáles son, a su parecer, las causas de esta crisis?

R. – La fuente esencial de esta crisis es una falsa interpretación del Vaticano II. Las directivas del Concilio eran clarísimas: una más grande fidelidad de los religiosos y de las religiosas a las exigencias del Evangelio expresadas en las Constituciones de cada instituto y al mismo tiempo una adaptación de las modalidades de estas Constituciones a las condiciones de la vida moderna. Los institutos que son fieles a estas directivas conocen una verdadera renovación y tienen vocaciones. Pero en muchos casos se sustituyen las directivas del Vaticano II con ideologías erróneas puestas en circulación por revistas, por congresos y por teólogos. Entre estos errores se pueden mencionar:

- La secularización. El Vaticano II ha declarado que los valores humanos deben ser tomados en serio. Jamás ha dicho que nosotros ingresemos en un mundo secularizado, en el sentido que la dimensión religiosa ya no ha de estar presente en la civilización, y es en el nombre de una falsa secularización que religiosos y religiosas renuncian a sus hábitos, abandonan sus obras para insertarse en las instituciones seculares, sustituyendo la adoración a Dios por las actividades sociales y políticas. Entre otras cosas, esto va a contramano en lo que se refiere a la necesidad de espiritualidad que se manifiesta en el mundo de hoy.

- Una falsa concepción de la libertad que lleva consigo la desvalorización de las Constituciones y de las Reglas y exalta la espontaneidad y la improvisación. Esto es tanto más absurdo en cuanto la sociedad occidental sufre actualmente por la ausencia de una disciplina de la libertad. La restauración de reglas firmes es una de las necesidades de la vida religiosa.

- Una concepción errónea de la mutación del hombre y de la Iglesia. Aún cuando los contextos cambian, los elementos constitutivos del hombre y de la Iglesia son permanentes, por eso es un error tremendo cuestionar los elementos constitutivos de las Constituciones de las órdenes religiosas.

P. – ¿Pero usted ve que hay remedios para superar esta crisis?

R. – Pienso que la solución única y urgente es la de detener las falsas orientaciones que se difunden en un cierto número de institutos. Para esto es necesario detener todas las experimentaciones y todas las decisiones contrarias a las directivas del Concilio; poner en guardia contra los libros, las revistas y los congresos en los cuales son puestas en circulación estas concepciones erróneas; restaurar íntegramente la práctica de las Constituciones con las adaptaciones pedidas por el Concilio. Allí donde esto parece imposible, me parece que no se puede rechazar a los religiosos que quieren ser fieles a las Constituciones de sus órdenes y a las instrucciones del Vaticano II de constituir comunidades distintas. Los superiores religiosos están obligados a respetar este deseo conciliar.

Estas comunidades deben estar autorizadas y deben tener casas de formación. La experiencia mostrará si las vocaciones son más numerosas en las casas de estricta observancia o en las casas de observancia mitigada. En caso que los superiores se opongan a estos pedidos legítimos, está ciertamente autorizado recurrir al Sumo Pontífice.

La vida religiosa está llamada a un grandioso futuro en la civilización técnica: cuanto más se desarrolle ésta, más se hará sentir la necesidad de la manifestación de Dios. Este es precisamente el propósito de la vida religiosa, pero para cumplir con su misión es necesario que ella reencuentre su auténtico significado y rompa radicalmente con una secularización que la destruye en su esencia y le impide atraer vocaciones.
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Para mayores detalles sobre la figura de Daniélou y sobre las vicisitudes que precedieron a su muerte, ver el artículo de Jonah Lynch en "Avvenire" del 8 de mayo de 2012:

> Daniélou, la verità usurpata

Don Lynch es vicerrector, en Roma, de la Fraternidad San Carlos Borromeo, la cual prepara sacerdotes destinados a las misiones.

Junto a la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, la Fraternidad San Carlos Borromeo promovió la jornada de estudios sobre Daniélou, llevada a cabo el 9 de mayo.
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