Lucas 5. Parábolas de escándalo (dinero): Administrador “astuto”, rico egoísta, gran banquete
Estas tres parábolas, vinculadas entre sí, ofrecen una gran luz cristiana sobre la economía. Se trata de discernir el sentido del dinero, saber que la riqueza cerrada en si lleva al infierno (=es un infierno) y que un mundo convertido en mercado se destruye a sí mismo
| Xabier Pikaza
Entre las parábolas de Jesús en Lucas destacan estas tres de tipo económico, dirigidas a personas con cierto dinero. Ellas ofrecen la más honda reflexión del NT sobre el dinero y han de leerse a la luz del gran Canto de María (llena de bienes a los hambrientos, a los ricos los despide vacío: Lc 1, 51-62) y del programa de las Bienaventuranzas (bienaventurados los pobres, los hambrientos: Lc 6, 20-21),,,
Han de leerse, interpretarse y aplicarse como parábolas, no como alegoría ni enseñanza teórica… Provienen del mensa-camino de de Jesús, pero han de entenderse desde el camino de la Iglesia posterior y del evangelio de Lucas. Son como deben ser las parábola: Escandalosas, muy escandalosas, para ponerte en pie, disentir, discutir y aplicar, en forma personal, familiar, eclesial y social
(1). Jesús “alaba al administrador injusto pero listo: hay que convertir el dinero del mundo en medio para crear fraternidad, engañando al gran capital egoísta que dirige el mundo. El gran dueño no es Dios, no es el Dios cristiano, sino Señor diabólico del mundo No se puede servir a Dios y a Mammón. Los hombres somos administradores, no de ese Gran Señor, sino al servicio de los pobres, para hacer del dinero un medio y camino de fraternidad. En ese contexto ha de entenderse la palabra clave de Jesús: No se puede servir a Dios y a Mammón.
(2) Jesús manda al infierno al rico/epulón egoísta, que vive para comer/beber, banqueteando con sus “hermanos” (amigos de épulas…) mientras muere de hambre Lázaro, el pobre, a su puerta, sin más amigos que un perro que le acompaña y lamae. Epulón no mata ni roba, en sentido popular... pero deja morir de hambre a su puerta a los millones de lázaros. Epulón no se va al infierno, vive ya en un infierno… Lázaro va al “seno de Abraham” (está en la línea de Abraham) En él se cumple la promesa del patriarca
(3) Jesús anuncia y prepara el Gran Banquete del Reino, invitando a todos…...Lo que impide que llegue el Reino... son los negocios del mundo, un tipo de comercio injusto: compra y venta de bienes, bodas de dinero (no de amor), negocios…Está entretenido en cosas de dinero propio, no tiene tiempo ni voluntad para el Reino... Por eso dice Ev.Tomas 64 que los comerciantes del mundo,,, que viven para sus negocios... no pueden entrar en el Reino de Dios, hacen su reino en este mundo . Jesús Exige desprendimiento para el gran banquete del Reino… Aquí no valen ni siquiera las escusas que eximen de la guerra santa:
¿Quién ha edificado casa nueva, y no la ha estrenado? Vaya, y vuélvase a su casa, no sea que muera y otro la estrene. Quién ha plantado viña, y no ha disfrutado de ella, vaya, y vuélvase a su casaQuien se ha desposado con mujer, y no la ha tomado? Vaya, y vuélvase (Dt 20, 5-8).
Aquí no vale decir: me he he casado, he comenzado un negocio, he comprado una viña. Al reino estamos llamados, invitados todos, empezando en este mundo....
ADMINISTRADOR INJUSTO. ASTUCIA PARA BLANUEAR EL DINERO LC 16, 1-14)
Esta parábola extraña (Lc 16, 1-7) ha permitido que Lucas plantearala oposición entre dios y el dinero (en la línea de Mt 6, 24). En ese contexto insistiré al fin en el riesgo de la avaricia, entendida como pecado fundamental.
Parábola enigmática (Lc 16, 1-7).
Lucas desarrolla también su visión del dineroen otrasparábolasmuy significativas, que iremos estudiando. Pero ésta del administrador injusto (o inteligente) es quizá la más importante, y le sirve para plantear la oposición ya señalada de Mt 6, 24 entre Dios y el dinero:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido." El administrador se puso a echar sus cálculos: ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. " Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?" Éste respondió: "Cien barriles de aceite. Él le dijo: Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta. Luego dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Él contestó: Cien fanegas de trigo." Le dijo: Aquí está tu recibo, escribe ochenta (Lc 16, 1-7).
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Normalmente se piensa que ese hombre rico es Dios. Pero el texto no lo dice y se puede suponer que es un gran dueño del capital, alguien que lleva el control superior del Sistema económico (en una línea de capitalismo). Normalmente seguimos pensando que ese “amo” tiene razón, y que su riqueza era buena y justa. Pero, dentro del contexto de Lucas (como aparece en la parábola siguiente de Lázaro y el rico Epulón: Lc 16, 19-31), podemos suponer que ese rico por el simple hecho de serlo (en un mundo de pobres) es injusto, digno de reprobación, porque no pone su riqueza al servicios de los lázaros hambrientos, sino que la deja en manos de un administración, que termina siendo corrompido, como seguiré indicando.
La exégesis normal, hecha desde un sistema que actúa al servicio del gran capital, ha estado sumamente interesada por la integridad patrimonial del hombre rico, como si él fuera justo y tuviera derecho a mantener asegurado su capital. Pero el autor de la parábola no pienso tanto en eso, ni en la “justicia” u honradez legal del administrador, sino en la importancia que tiene el cuidado de los bienes materiales del (dinero) y de los dones de la vida bienes desde la perspectiva del Reino de Dios.
‒ Un hombre rico tenía un administrador al que le denunciaron… No sabemos si la denuncia se funda en hechos reales o falsos, pues el administrador podía tener enemigos, que le envidiaban su puesto y querían quitarle su puesto. No sabemos, pues, si era ya un corrupto o no. Sólo sabemos que se porta de un modo corrupto cuando sabe que su amo va a expulsarle, cambiando la documentación mercantil, a favor de los deudores del amo, para que ellos le ayuden a su vez cuando él haya caído ya en desgracia.
‒ Nos hallamos ante un caso normal de corrupción, bien conocido, tanto en los tiempos antiguos como en los modernos, un caso en que el mismo dueño de la empresa alaba la sabiduría de su administrador, por la forma en que le ha engañado, asegurando así su futuro. Ciertamente, Jesús no alaba la “moral” del administrador, ni se pronuncia sobre la justicia de su gesto, sino que se fija sólo en su sabiduría, en la forma cómo ha respondido y actuado a su favor, en un caso de crisis.
Este administrador actúa de un modo injusto, pero sagaz, utilizando a su favor las normas del sistema económico, que muy posiblemente es también injusto. ¿Quién es más injusto, el amor con su negocio legal, o el administrador con su conducta ilegal? Podemos suponer que esta administrador invierte las normas del sistema legal (que es “ilegal”), no sólo a favor suyo, sino también a favor de sus amigos. Cierta interpretación exegética, caracteriza al administrador como "injusto" y, con ello, consigue desviar la atención sobre la situación de injusticia del sistema como tal, olvidando que se trata de de un sistema de explotación… El tema no es que el administrador sea justo o injusto.
El tema de fondo es que el amo se rige conforme a un “sistema de deudas” (¡cada uno ha de pagar lo que le debe!) y que el administrador logra romperlo, creando redes de solidaridad personal entre los dependientes, deudores del amo. Dentro de su espacio de trabajo “legal”, como dependiente (criado) de ese sistema, el administrador (a quien el mismo amo elogiará) no reproduce la “prudencia” del sistema, al servicio del amo, sino que va creando unas redes de solidaridad, utilizando una lógica subversiva, que pone los valores del compartir, de la hospitalidad y de la reducción de la deuda por encima de los intereses del capital acumulado.
En general, nosotros, herederos del Derecho Romano, nos ponemos de parte del Orden Social, es decir, del Capital del Amo Rico, identificándole con Dios, y condenando sin más al administrador “injusto”. Por el contrario, el derecho "bíblico" tiende a pensar desde las "víctimas", interesándose en proteger a los deudores. Según eso, la cuestión central de esta parábola no está en saber si el administrador es "inocente o culpable", sino en saber si lo que él hace resulta bueno o malo para las víctimas.
- Primeras aplicaciones (Lc 16, 8-12).
Son tres, y han de verse desde la perspectiva de conjunto del evangelio de Lucas, de manera que pueden relacionarse entre sí para entenderse mejor:
‒ Y el señor felicitó al administrador injusto (de la injusticia: tês adikias), porque había actuado de un modo astuto (inteligente) porque los hijos de este siglo son más astutos que los hijos de la luz para sus cosas (Lc 16, 8). El amo descubrió y ensalzó la astucia del administrador, viendo que ella resultaba adecuada para organizar y resolver los problemas de este mundo. No se hace ilusiones, no sacraliza su sistema de justicia y reconoce la posibilidad que sus administradores tienen de engañarle.
Este amo no ha creado un sistema “blindado” de seguridad económica, y así sabe que dentro de su sistema puede haber y hay unas posibilidades de robo y engaño, pues donde hay tesoros materiales habrá ladrones (cf. Lc 12, 34: Mt 6, 19), y donde hay formas de administración injusta surgirán “corruptos” como esta administrados, que puede estar robando/engañando al servicio de los pobres (o de su club de amigos). Por más astuta e inteligente que se la ley del amo y de su administración, siempre podrán engañarle su administradores, y lo podrán hacer con inteligencia, de forma que el mismo amo podrá alabarles.
‒ Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas (Lc 16, 9). Aquí no habla ya el administrador, como en el caso anterior, sino el mismo Jesús, que nos invita a ser de alguna forma “administradores injustos” dentro de este sistema de injusticia. En esta línea se puede hablar de una “corrupción buena”, es decir, de una forma buena y positiva de protestar contra el orden económico injusto, no actuando al servicio del sistema, sino de los hombres.
‒ Jesús define los bienes del amo (es decir, del sistema) como “dinero injusto” (mamôna tês adikias, Mammón de la iniquidad), un tema que he desarrollado al comentar la oposición de Mt 6, 24: No podéis servir a Dios y a Mammón). Jesús afirma así que el dinero de este mundo en cuanto tal es Mammón de injusticia, es decir, injusto. Así declara que todo dinero o capital (al servicio de sí mismo y no de los necesitados) es injusto. Eso significa que la propiedad particular del amo de la parábola anterior (como medio de enriquecimiento propio) es signo y medio de injusticia[1].
‒ Ganaos amigos con este dinero injusto, para que os reciban en la morada eterna. Éste es un texto de condena radical, pero que no lleva a la destrucción del dinero en cuanto tal, sino a su re-utilización “para ganar amigos”. El dinero en cuanto capital (Mammón) no tiene amigos, pues sólo se quiere a sí mismo... Pero ese mismo dinero del diablo (Mammón) se puede “blanquear”, poniéndolo al servicio de los amigos, que no son ya los beneficiarios de la parábola (los que deben al amo una cantidad de aceite o de trigo), sino los pobres como tales. Esta es la doctrina que está al fondo de Mc 10, 21 (vender los bienes, darlos a los pobres) y en especial de la doctrina de Lc 12, 33-35. Esto significa que el dinero se puede convertir, al servicio de la “amistad” (al servicio de los pobres).
‒ Jesús reinterpreta de esta forma la parábola del “administrador injusto”, que viene a convertirse en ejemplo para aquellos que quieren “transformar” del dinero del amo (la Mammón), poniéndola al servicio de los pobres, en gesto de absoluta gratuidad. Este Jesús de la parábola y de su interpretación no niega el dinero, sino que lo transforma, lo convierte en medio de amistad, es decir, de encuentro, entre los hombres.
‒ El que es fiel en lo poco será también fiel en lo mucho… y el que es infiel en lo poco será infiel en lo mucho. Si no sois fieles en la Mammón injusta ¿quién os confiará el bien verdadero. Si no sois fieles en lo ajeno ¿quién os confiará lo vuestro? (Lc 16, 10-12). Este pasaje vincula la lealtad en el dinero con la fidelidad en los valores más hondos de la vida, pues ambos planos son inseparables.
‒ La lealtad en lo poco (dinero) no consiste en ponerse al servicio del capital, defendiendo así los principios y “valores” del sistema, sino todo lo contrario. Para ser fiel en lo poco (en el dinero) hay que ponerse en contra del sistema económico del “amo” (del hombre rico). En esa línea, el que es “fiel” al valor humano del dinero ha de ser infiel (en la línea del administrador de la parábola), ha de actuar como saboteador del sistema económico, como un corrupto en sentido monetario, poniéndose al servicio de los pobres, no del capital.
‒ Ser fieles en la Mammón (=en el campo de la Mammón) significa ser infieles a la Mammón como principio de conducta. En esa línea, el amo que amontona, el Sistema que sólo busca el triunfo del dinero es infiel a Dios en cuanto tal. El camino de Dios no va en la línea del amor del dinero (sistema), sino en la línea de del “administrador injusto”, que es capaz de “engañar al amo”, es decir, saboteando así al sistema y poniendo el dinero al servicio de la fraternidad. En esa línea, el administrador “infiel” aparece como “fiel”. Sólo siendo “infiel” a su amo podrá ser fiel a los deudores, a los pobres, no para que le reciban de un modo egoísta, sino para que suscitan un mundo nuevo de fraternidad por encima de la Mammón injusta del dinero…
Oposición fundamental: Dios y el dinero (Lc 16, 13)
Pues bien, como interpretando y ratificándolas reflexiones anteriores, Lucas añade la palabra clave de la oposición entre Dios y Mammón, que Mt 6, 24 situaba dentro del contexto del Sermón de la Montaña, y que aquí presento y comento de nuevo:
Ningún siervo (oikêtes, criado de casa) puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.
Esta sentencia se entiende a la luz de la paráboladel administrador humanamente injusto, para mostrar que en el fondo es justo, porque utiliza el dinero malo de este mundo, la Mammón de la injusticia (mamôna tês adikias), para ganar amigos que le acojan en tiempo de necesidad... Para servir a Dios hay que abandonar (superar y en el fondo convertir) el sistema de injusticia de la Mammón. (a) Por un lado, Lucas nos mantiene muy atentos al origen injusto del dinero, que define como Mammón de iniquidad o de injusticia: manejamos un dinero negro y malo, como el administrador que emplea su poder para robar. (b) Pero, al mismo tiempo, en proceso de conversión interna que se objetiva y expresa en el orden social y económico, podemos blanquear ese dinero negro, convirtiendo la Mammón en signo y medio de amor interhumano (cf. Lc 12, 33).
‒ No se trata solo de un cambio interior (poniendo amor donde había deseo egoísta de bienes), sino que es necesario un cambio externo: En lugar de la economía actual que está al servicio de los poderosos (del sistema) hay que construir una economía distinta, al servicio de los pobres, Ese dinero convertido deja ya de ser Mammón, es decir, un ídolo que mata y destruye a los pobres y, al fin, a todos los hombres. Pero ¿seguirá siendo dinero? Es evidente que a Lucas no le importa la respuesta: no es economista, no organiza o planifica el orden de una sociedad. Pero sabe que, a partir del gran mensaje de gracia de Cristo, la misma economía puede y debe «convertirse»: de esa forma ha introducido su evangelio dentro de este mundo, superando una visión apocalíptica que condena todo lo que existe.
‒ Como aparece en Mt 6, 24, este Jesús de Lucas propone también un cambio económico radical, en la forma de entender y aplicar el dinero, sin salir por ello del mundo, en línea apocalíptica, sino en línea de fidelidad humana radical. En esta perspectiva han de entenderse y recrearse algunos textos económicos fundamentales de la tradición de Lucas, empezando por el Canto de María (sacia a los hambrientos de bienes, despide vacíos a los ricos: Lc 1, 46-53) y siguiendo por los consejos de Juan Bautista a los soldados y a los publicanos (3, 10-14; cf. 19, 10). Ciertamente, a diferencia del Apocalipsis, que eleva su oposición directa a la economía de Roma, Lucas parce aceptarla en principio, pero no para defenderla, sino para transformarla
DINERO COMO IDOLATRÍA, LA CONDENA DE EPULÓN (LC 6, 14-31)
Tras la parábola de administrador “injusto”, con la oposición entre Dios y Mammón ha ofrecido Lucas una reflexión sapiencial sobre el dinero, que le sirve para marcar el corte entre la Ley y el Evangelio, con la parábola del rico Epulón, donde se define el carácter infernal del dinero.
La avaricia, que es la idolatría (Lc 16, 14-15 y Lc 16, 16-18)
Esta oposición Dios-Mammón nos sitúa en la línea de la controversia anti-idolátrica judía, que aparece, por ejemplo, en Sab 13-15, pero con una diferencia: Los muchos ídolos antiguos (de tipo especialmente cósmico) han venido a concentrarse ahora en un ídolo central que es la Mammón (que es tipo económico, más que cósmico). De esa manera, frente al monoteísmo del Dios verdadero (que es gracia creadora) hallamos ahora el mono-idolismo del sistema de capitalismo mercantil absolutizado (entendido ya como pecado original de la humanidad). En este contexto se sitúa la controversia final de Jesús con los fariseos:
Estaban oyendo todas estas cosas los fariseos, que eran amigos del dinero, y se burlaban de él. Y les dijo: Vosotros sois los que os la dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que es estimable para los hombres, es abominable ante Dios (Lc 16, 14-15).
Lucas condensa así la gran controversia de Jesús con los fariseos, tal como ha sido desarrollada por Mt 23. Ésta es una controversia polémica, que no puede tomarse al pie de la letra, ni aplicarse a todos los fariseos, ni a todos los judíos posteriores. Pero es evidente que algunos cristianos, insistiendo en el desprendimiento de Jesús, condenado a muerte, han percibido a los fariseos (y a los creadores del nuevo judaísmo, tras la destrucción del templo: año 70 d.C.) como avaros (philargyroi), amigos del dinero, es decir, de la seguridad que concede del dinero. En ese contexto les acusan, al menos implícitamente, de “idólatras”, pues la idolatría se condensa en un tipo de servicio o adoración del dinero (del capital entendido como principio de seguridad para los creyentes). En esa línea se sitúan algunos textos importantes de la tradición cristiana:
‒ Mortificad vuestros miembros terrenos: fornicación, impureza, pasión, concupiscencia y la avaricia que es idolatría; por ellas llega la ira de Dios sobre los desobedientes (cf. Col 3, 5). Sabed que todo fornicario o impuro o avaricioso, es decir, idólatra, no podrá heredar el reino de Cristo y de Dios» (cf. Ef 5, 5).
‒ Porque el amor al dinero (filargyria) es la raíz de todos los males: aspirando a la riqueza muchos se han apartado de la fe y se han ocasionado a sí mismos muchos sufrimientos» (1 Tim 6, 10).
La avaricia no un deseo particular de dinero, sino al dinero absolutizado… No es tampoco una simpe actitud interior, sino un pecado “real”, objetivado en forma de sistema económico. Desde una actitud más intimista, la Iglesia cristiana ha tendido a condenar la avaricia individual (como un pequeño vicio, una patología)… pero a veces ha pasado por alto la avaricia del sistema económico, tal como se condensa en el capitalismo, una avaricia que la tradición de Pablo (Col 3, 5; Ef 5, 5) define como idolatría.
Según la tradición israelita la idolatría no es «un pecado», sino «el pecado» por excelencia, la oposición a Dios. Por eso, al decir que la avaricia es la idolatría, se está suponiendo que el deseo de dinero es el ídolo supremo, el anti-dios (como indicaban Mt 6, 24 y Lc 16, 13).Entendida así, en sentido radical, desde el fondo judío la novedad del mensaje de Jesús, la avaricia es el pecado fundamental, el principio de todos los pecados. El dinero que adoran los avaros (Mammón , el anti-dios) no es un pecado más, sino "el pecado", tanto en sentido individual como social.
En este contexto ha centrado Lucasla controversia de Jesús con los fariseos, a quienes acusa en el fondo de “avaricia”: buscan un Dios religión que se centra en el dinero Pues bien, esa visión farisea de la “ley” ha perdido su valor, pues ha llegado el evangelio (cf. Lc 16, 16-17), que se expresa por ejemplo en el amor definitivo del matrimonio (Lc 16, 18), del que aquí no podemos ocuparnos.
Un rico llamado Epulón, Lázaro un mendigo (Lc 16, 19-31).
Ésta es la historia mundialmente famosa, de un rico que comía y gastaba (=un “epulón”), sin preocuparse de nadie, mientras moría a su puerta de hambre y de llagas un mendigo (=un “lázaro”, de lazareto). Pero el rico también murió, de manera que la historia pudo contarse también desde el otro lado[2]:
(a) Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino finísimo, y celebraba cada día banquetes espléndidos. Y cierto pobre, llamado Lázaro, estaba echado a su puerta, lleno de llagas, y deseaba saciarse con las migajas que caían de la mesa del rico, pero no podía; y los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico, y fue sepultado. Y estando en el Hades, sufriendo entre tormentos, alzó sus ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
(b) Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro, a fin de que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.Pero Abraham dijo: Hijo, acuérdate que durante tu vida recibiste tus bienes; y de igual manera Lázaro, males. Pero ahora él es consolado aquí, y tú eres atormentado. Además de todo esto, un gran abismo existe entre nosotros y vosotros, para que los que quieran pasar de aquí a vosotros no puedan, ni de allá puedan cruzar para acá.Pero el hombre rico dijo: Si es así, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre (pues tengo cinco hermanos), de manera que les advierta a ellos, para que no vengan también a este lugar de tormentos. Pero Abraham dijo: Tienen a Moisés y a los profetas. Que les escuchen a ellos. Entonces él dijo: No, padre Abraham; pero si alguno va a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.Pero Abraham le dijo:Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán si alguno se levanta de entre los muertos (Lc 16, 19-31).
La narración rico consta de dos sub-divisiones. (a) Los versos 19-21 se sitúan dentro y en el entorno de la casa del hombre rico, durante el tiempo de vida de Lázaro y del rico, mientras que los versos. (b) Los versos 22-31 nos sitúan en el más allá, después que Epulón y Lázaro han muerto, y nos sitúan ante un tercer persona (Abrahán), que es para los judíos el signo de la salvación (que acontece en el Seno de Abrahán).
‒ La primera parte de la parábola muestra cómo el hombre rico se vestía de púrpura y de lino finísimo y celebraba banquetes suntuosos cada día, mientras el mendigo se hallaba cubierto de harapos y deseaba saciar su hambre con las sobras que cayeran al suelo desde la mesa del hombre rico. El pobre está fuera de la puerta, rodeado por los perros de la calle. El hombre rico se encuentra dentro de casa, no hace nada por ayudar al pobre que está a la puerta.
‒ La segunda parte tiene lugar un gran cambio de perspectivas, pues los dos mueren, y en este momento se menciona primero a Lázaro, que descansa en el seno de Abrahán, y luego al hombre rico que sufre en un lugar de tormentos, conforme a la inversión de situaciones que hemos visto en el tema del Magníficat.
En el mundo ambos se hallaban muy cerca, el pobre a la puerta del rico…, el rico a unos metros del pobre, pero ahora les separa un gran abismo, de manera que no pueden hablar entre sí. El pobre goza, el rico dialoga con Abrahán, para que envíe a Lázaro para ayudarle, al menos con un poco de agua. Pero todo ayuda es imposible, pues las situaciones se han invertido, conforme a la lógica del juicio, según dice Abraham a Epulón: “Hijo, acuérdate que durante tu vida recibiste tus bienes; y Lázaro, en cambio, males. Pero ahora él es consolado aquí, y tú eres atormentado”.
Ésta es la gran inversión, la verdad que está en el fondo de una riqueza como la de Lázaro (que no se ocupa de ayudar al pobre), cerrando así la puerta de su salvación. El pobre puede ayudar al rico, pero sólo aquí, en este mundo, antes de que la muerte fije y determine la situación de cada uno. Por eso, el tema principal de la conversación de Abrahán con Epulón no es lo que puede suceder después de la muerte, sino lo que debía haber sucedido antes de ella.
Epulón no quiso dar al pobre ni siquiera las migajas que caían de su mesa, no fue capaz de mirar su situación, de ayudarle en su necesidad, a diferencia incluso de los perros que lamían sus llagas. De esa manera se había encerrado en sí mismo, en sus riquezas, perdiendo de esa forma su vida. En este contexto, viendo que ya nada puede ayudarle, el rico Epulón pide que Lázaro, el muerto bienaventurado, se aparezca a sus hermanos ricos que siguen viviendo en el mundo, pero ni siquiera a ellos se les puede ayudar así, con la aparición de un muerte: los cinco hermanos tendrán que arreglárselas con aquello que tienen a su disposición, que son los escritos de Moisés y los profetas.
Éste es el tema de la parábola, que queda así abierta, sin que se sepa si esos cinco hermanos van a convertirse y compartir sus bienes con los pobres, o terminarán cerrados en sí mismo, y condenados como Epulón.En esa línea, la conclusión que se deduce del relato no es que los pobres del mundo deben mantenerse como están, ya que esperan la gloria futura tras la muerte; la conclusión es que los ricos puedan convertirse, abriendo así una puerta de contacto y comunicación entre los dos mundo enfrentados. La parábola quiere que los ricos abran la puerta de su casa y de sus bienes para los pobres, que son los únicos que pueden salvarles
Durante el tiempo de su vida, el pobre mendigo y el rico “epulón” (=banqueteador) que no vivía más que celebrar banquetes sin cuidarse de los pobres, no se habían relacionado, pero podían haberlo hecho, pues Lázaro se hallaba delante de la misma puerta de la casa del rico. No había entre ellos distancia; el hambre y miseria del pobre “brillaban” a la puerta de la casa del rico, de manera que la comunicación podía haber sido muy fácil, cosa que ya no es posible tras su fallecimiento.
Entendida así, esta parábola está contando la verdad invertida de nuestra humanidad: El mundo “epulón” (el mundo de los ricos que sólo viven para celebrar su orgullo y su placer a costa de los pobres) está llamado a la destrucción, no por castigo externo de Dios, sino por su propia condición de muerte. Los ricos “epulones” se alimentan y engordan para la muerte, pues rechazan el camino de la resurrección, que la gracia de la vida, el amor abierto a los demás. Los “epulones” de la tierra, es decir, los ricos de un mundo que sólo viven para sí mismo, se destruyen, no por un castigo externo de Dios (¡que bien quisiera salvarles!), sino porque ellos mismos se empeñan en condenarse.
Contada así, ésta es una historia tradicional (contada al estilo de cierto folklore apocalíptico judío), que no trata de Dios, sino del riesgo de destrucción del hombre. Significativamente, la parábola no trata de Dios, sino de un modo indirecto, cuando dice que los ángeles (¡servidores de Dios!) llevaron a Lázaro a la gloria, en gesto de salvación misericordiosa. Eso significa que los pobres se salvan (¡hallarán un futuro de vida!) porque Dios es gracia. Por el contrario, los ricos se condenan porque ellos mismos “se lo buscan”, a pesar de Dios, en contra de Dios.
Esta es una parábola que parece fatalista: ¡No hay remedio para un mundo rico, que está dirigiéndose de un modo inexorable hacia la muerte, hacia la sed final, el gran incendio, cuando ya no puedan cumplirse sus deseos de seguir “banqueteando”, arruinando así la vida de la tierra! Ciertamente, en un sentido, la parábola está diciendo eso: ¡El mundo rico corre hacia su ruina”. Pero, en otro sentido, está parábola resuena como una voz de advertencia, antes de que sea demasiado tarde. El texto no quiere ratificar y mantener la separación entre el rico y el pobre, sino superarla en este mundo, a través de la “conversión/curación” del mismo rico, en la línea del mensaje de Jesús. Nosotros vivimos todavía en un mundo donde las puertas pueden abrirse y donde los ricos pueden convertirse.
BANQUETE. COMPRADORES Y MERCADERES NO ENTRARÁN EN EL REINO (LC 14, 16-24 Ev Tomás 64)
Esta parábola trata de la gran riqueza del Reino, entendido como banquete de boda o cena que Dios ha querido preparar y ofrecer gratuitamente a los hombres (sus huéspedes), pero ellos han rechazado ese banquete, para ocuparse en riquezas menos. El tema parece provenir del Q (cf. Mt 22, 1-10), pero hay grandes diferencias entre Lucas (que parece ofrecer el texto más antiguo) y Mateo, de manera que no es fácil llegar a una conclusión segura. Además, EvTom ofrece un paralelo interesantísimo, con posibles elementos antiguos y con un final sorprendentepues dice que “los comerciantes y mercaderes no entrarán en los lugares de mi Padre”. Esa conclusión recoge y reformula, de manera extrema, un tema que hallamos latente en el mismo Lucas: Hay un tipo de “comercio” al servicio del dinero (y no de las personas) que va en contra de Dios y su evangelio:
Lc 14, 16-24:Un hombre dio una gran cena y convidó amuchos;
a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: Venid, que ya está todo preparado.
Pero todos a una empezaron a excusarse.
El primero le dijo: “Hecomprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses.”
19 Y otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy aprobarlas; te ruego me dispenses.
20 Otro dijo: “Me he casado, y por eso no puedo ir.”
21 «Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado eldueño de la casa, dijo a su siervo: “Sal en seguida a las plazas y calles de laciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos.”22 Dijo el siervo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio.”
23 Dijo el señor al siervo: “Sal a los caminos y cercas, y obliga aentrar hasta que se llene mi casa.”24 Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena.
Mt 22, 1-10:El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.
Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían.Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.
EvTom 64: Jesús ha dicho: Una persona tenía huéspedes. Y cuando había preparado el banquete, envió a su esclavo para convidar a los huéspedes. Fue al primero, le dice: Te convida mi amo. Respondió: Tengo unos negó-cios con unos mercaderes, vienen a mí por la tarde, iré para colocar mis órdenes con ellos, ruego ser excusado del banquete.
Fue a otro, le dice: Mi amo te ha convidado. Le respondió: He comprado una casa y me exigen por un día, no tendré tiempo libre.
Vino a otro, le dice: Mi amo te convida. Le respondió: Mi compañero va a casarse y tengo que preparar un festín, no podré venir, ruego ser excusado del banquete.
Fue a otro, le dice: Mi amo te convida. Le respondió: He comprado una finca, voy a cobrar el alquiler, no podré venir, ruego ser excusado. Vino el esclavo, dijo a su amo: Los que has convidado al banquete se han excusado a sí mismos. Dijo el amo a su esclavo: Sal a los caminos, trae a quienesquiera que encuentres, para que cenen. Y él ha dicho: Comerciantes y mercaderes no entrarán en los lugares de mi Padre
El banquete como signo del Reino de Dios (culminación escatológica) aparece en varios lugares del Antiguo Testamento y de la tradición apocalíptica. Un texto a menudo evocado es Is 25, 5-10, donde se dice que:
El Señor de los ejércitos prepara en el Monte Sión un festín de manjares suculentos, aniquilando allí a la muerte. En ese contexto suelen citarse también unas palabras de Zac 9, 16: ¡Qué espléndido será, qué hermoso! El trigo hará florecer a los jóvenes, el mosto a las doncellas! (Zac 9, 17)[3].
Ese banquete se sitúa sobre el Monte Sión, que Is 2, 1-5 presentaba como centro de reconciliación universal (¡de las espadas forjarán arados!). En esa línea avanzan las Parábolas de Henoc (1 Hen 37-71), del tiempo de Jesús, hablando de un banquete del Hijo del Hombre como salvador escatológico:
«Dios habitará con ellos; morarán y comerán con este Hijo del hombre, se acostarán y se levantarán por los siglos» (1 Hen 62, 7-14).También los libros tardíos de la apocalíptica (Ap. de Baruc, 4º Esdras), escritos a finales del I dC, siguen destacando la abundancia del banquete final (cf. ApBar 29, 5-8)[4].
Mateo y Lucas. Esta parábola contiene un recuerdo original de Jesús, que puede y debe situarse en el contexto de su misión definitiva, quizá durante su ascenso a Jerusalén, tras la culminación (¿fracaso?) de su mensaje en Galilea, con el recuerdo de la misión y llamada de Dios por los profetas. Así lo ha destacado Lucas, que ha situado esta parábola en el contexto general de la llamada de Jesús (Lc 14, 16-24), en el principio del camino que va a Jerusalén (cf. 13, 22. 31-35), sin referencia al rechazo de los sacerdotes y escribas, y sin juicio sobre Jerusalén.
Lucas mantiene así el carácter parabólico del texto, poniendo de relieve tres grandes trabajos y riquezas de la vida, que se centran en la compra de un campo (tierra), la compra de unos bueyes (trabajo agrícola) y el matrimonio (me he casado). Significativamente, esas ocupaciones o riquezas son las que dispensan al israelita de alistarse en la guerra (cf. Dt 20 5-7; 24, 5). No se trata pues de pequeñas cosas, sino de aquellos valores riquezas que definen la vida humana, incluso antes de ir a la guerra para defender al pueblo.
Pues bien, incluso en este caso, el que ha sido llamado al banquete debe dejar todo lo que tiene para recibir la gran riqueza que es el Reino de Dios. Ninguna riqueza del mundo se compara con el Reino, ni casa (matrimonio), ni campo, ni bueyes (trabajo). Situadas frente al banquete de Dios, todas las riquezas de la vida son “nada” (como nada), y deben ponerse al servicio de ese banquete. Entendida así, esta parábola de Jesús, tal como ha sido recogida de manera armónica por Lucas (tres escusas, dos envíos…) tiene un hondo sentido económico y debe entenderse en un sentido “muy material” (es necesario dejar todo… o ponerlo al servicio del Reino).
Mateo, en cambio, ha convertido esta parábola en una alegoría de la llamada al Reino, dirigida primero a los invitados (misión judía) y luego a todos los pueblos (misión universal) dándole al mismo tiempo un tinte apocalíptico, con la amenaza más fuerte contra aquellos que han rehusado la llamada en un contexto de judaísmo (22, 7: destrucción de Jerusalén) y para aquellos que aceptándola no se mantienen fieles a la nueva vestidura del banquete (añadido eclesial de Mt 22, 11-14). Mateo no concreta y distingue narrativamente los tres motivos del rechazo que aparecían en Lucas (compra campo, compra bueyes/negocio, matrimonio), sino que sólo evoca dos y los presente unidos, sin separarnos narrativamente: unos se fueron a su propio campo (agron) y otros a su negocio o riqueza (emporia: Mt 22, 5)
Esta parábola (convertida por Mateo en alegoría del banquete/riqueza de Dios) sorprende por su gratuidad. El hombre/rey que invita a los hombres y mujeres a su fiesta (la fiesta de su Hijo) no impone obligación a los llamados. Simplemente quiere honrarles, pidiéndoles que compartan la alegría de su vida. En sentido estricto, el motivo del rechazo no se interpreta aquí en sentido religioso (temas de ley y culto del templo), sino social y económico. Los invitados no aceptan la llamada del rey porque están ocupados en sus campos y negocios, en problemas de trabajo y dinero, como Mateo ha venido supone desde 19, 16 ss (joven rico) y desde 6, 24 (Mammón) y Lucas en todo su evangelio.
Evangelio de Tomas.En ese contexto sorprende la riqueza y frescura de la versión de Ev. Tomás, que vuelve a emplear un lenguaje parabólico y conserva (pone de relieve y aumenta) las razones del rechazo, citando en especial a cuatro invitados: (1) Uno no va porque le han llegado mercadores, y tienen que tratar con ellos de negocios. (2) El segundo porque ha comprado una casa. (3) El tercero porque se ha casado. (4) El cuarto porque ha comprado un finca o estancia y tiene que cobrar su renta. Todos son como en Lucas motivos comprensibles.
Ciertamente, se podría decir que esas escusas de EvTomás pueden entenderse de un modo intimista y simbólico: Son en general las preocupaciones exteriores (negocios, casa, finca, boda) los que no dejan que el hombre centre su vida en el “banquete de Dios”. Ciertamente, esas escusas pertenecen a la experiencia del mensaje de Jesús, tal como ha sido desarrollado en la interpretación de la parábola del sembrador (des Mc 4, 19), pero ellas pueden haber recibido aquí un sentido simbólico intimista.Pero, de forma sorprendente, el final de EvTom 64 nos sitúa ante un “logion” que puede formar parte de la tradición más antigua de Jesús:
Comerciantes y mercaderes no entrarán en los lugares de mi padre.
Esta palabra forma parte de un amplio espectro de personas que no entrarán en el Reino de Dios. De un modo consecuente, en el final de Lucas se dice que “ninguno de aquellos invitados probará mi cena”, situándose así en la perspectiva de la parábola. Pues bien, EvTom ha re-interpretado ese final de un modorestrictivo (deja a un lado a los que se casan, como si el matrimonio no fuera impedimento para el banquete del reino), pero al mismo tiempo universal, refiriéndose a los que negocian con dinero, presentándoles con el nombre de comerciantes (los que compran, en griego agorastai) y mercaderes (en griego emporoi).
Esos “negociantes” compran (son agorastai, hombres de mercado, viven para adquirir y tener: casas, fincas) y viven del comercio (como emporoi: mercaderes). A ellos se refiere, por ejemplo la parábola de Mt 13, 45, que habla de un anthropos emporos, comerciante en finas margaritas. Tanto en esta parábola, como en la anterior de Mt 13, 44 (tesoro escondido en el campo) se alude a la exigencia de “venderlo todo” (=quedarse sin nada de dinero), para “comprar así” el campo del tesoro o la margarita, saliendo así paradójicamente del mismo campo económico.
Cuando el EvTomás habla de hombres que compran y negocian con dinero, añadiendo que no entrarán en el lugar del Padre (en el Reino), está aludiendo a la necesidad de un intenso cambio personal. No se trata de ganar más o menos, de comerciar mejor o peor, con menos o más justicia, sino de superar el nivel económico del dinero (de las compras, del negocio). Por su parte, el tema de entrar o no entrar en el Reino aparece en diversos lugares de la tradición del NT, desde 1 Cor 6, 9-10 (no entran los los injustos…), pasando por Ef 5, 5 (no entran los fornicarios, avaros…), hasta Ap 25, 15 (los perros, hechiceros…). En un contexto distinto, Mt 18, 3 par habla de la necesidad de “hacerse niños” para entrar en el Reino. Pues bien, EvTom 64 afirma que no entrarán en el Reino (=casa de mi Padre) los que venden o negocian. Esta palabra fundamental se puede entender de dos maneras:
De un modo intimista. Para entrar en el Reino habría que superar todas las ocupaciones exteriores, en una búsqueda de transformación, de iluminación, de “matrimonio místico” con la divinidad (tema del tálamo, el Dios interior). En ese contexto, los compradores y los comerciantes serían todos los que se ocupan de los bienes y tareas exteriores, que son incapaces de entrar en plano interior de la vida, que es el lugar de Dios.
- De un modo social, en línea de injusticia. Pero en la línea de todo el evangelio de Jesús, esos compradores y comerciantes pueden ser (y son) aquellos que viven “al servicio del dinero”, en la línea de Mammón , y no de Dios. En ese sentido se pueden y deben distinguir dos economías: La de aquellos que comparten los bienes, en clave de fraternidad (de gratuidad), como veremos en Mc 10, 17-31, y la de aquellos viven para amontonar riquezas al servicio de los demás. En esa línea se sitúa el desarrollo integral del evangelio. Esas dos perspectivas se distinguen, pero no se oponen.
Notas
[1] Esta afirmación parece ir en contra de ciertas afirmaciones de la doctrina social de la Iglesia Católica, que ha venido defendiendo la propiedad privada no sólo de los bienes de consumo, sino de los bienes de producción y del mismo capital.
[2]Ésta es una de las tres parábolas que ha comentado el papa Benedicto XVI en Jesús de NazaretI, Casa del Libro, Madrid 2007, 253-260. Cf. también W. Weren, Ventanas sobre Jesús. Métodos de exégesis de los evangelios, Verbo Divino, Estella 2004.
[3] He desarrollado el tema en Fiesta del Pan, Fiesta del Vino. Mesa común y eucaristía, Verbo Divino, Estella 2000.
[4] El símbolo del banquete mesiánico/escatológico está en el centro del mensaje y vida de Jesús, como he destacado al comentar las multiplicaciones (14, 15-21; 15, 32-38; cf. Jn 6, 1-5), que la tradición cristiana ha presentado con rasgos pascuales y eclesiales, aunque es evidente que en su fondo late un recuerdo histórico, vinculado a las comidas de Jesús con pecadores y excluidos, invitándoles al Reino (cf. 11, 19). Mateo sabe que ese Banquete ha de ser universal, abierto a la muchedumbre, superando los sacrificios del templo de Jerusalén, y los convites rituales (puros) de los grupos separados, como los fariseos (haburot) y esenios de Qumrán (cf. Lc 8, 11-12).