(Mujer 8). Los 144OOO que no se han manchado con mujeres (Ap 14, 1-6).

Texto
(Is 53, 9; Sof 3, 12-13; Jl 3, 5; Sal 2, 6; 32 2; Ap 3, 12; 4, 4-6; 5, 6; 7, 4; 9, 5)
14 1Volví a mirar y he aquí el Cordero de pie sobre el mo
nte Sión y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tenían su nombre y el nombre de su Padre escrito en la frente. 2Y escuché una voz que venía del cielo, como voz de aguas caudalosas y voz de grandes truenos. Sin embargo, la voz que oí era como el sonido de citaristas tocando sus cítaras. 3 Cantaban un cántico nuevo delante del Trono, de los cuatro Vivientes y de los Ancianos. Un cántico que nadie podía aprender, excepto aquellos ciento cuarenta y cuatro mil rescatados de la tierra.
4Éstos son los que no se mancharon con mujeres, pues son vírgenes;
éstos son los que siguen al Cordero a dondequiera que vaya,
éstos son los rescatados de entre los humanos
como primicias para Dios y para el Cordero;
5 y en su boca no se encontró engaño en su boca, son irreprochables.
Guía de lectura:
1. Sentido general.
– Son los triunfadores, el ejército del Córdero. Frente al poder de las bestias se elevan en el Monte Sión los " soldados" del nuevo ejército del Cordero en visión de victoria.
– Son los habitantes del cielo: 144.000. Habían sido ya anunciados, tras el sexto sello (7, 1-8); ahora aparecen de nuevo, pues la victoria de Dios está asegurada: ha llegado el consuelo para los perseguidos.
2. Temas específicos:
– Plano israelita: Monte Sión. Conforme a la gran esperanza mesiánica de Israel, los vencedores han de triunfar sobre el Monte Sión (la nueva Jerusalén o Jerusalén de la victoria). Doce mil por cada tribu, son todo Israel
– Plano apocalíptico. Signo antifeminista: son “los que no se han manchado con mujeres”. El sentido de esa palabra es hoy difícil de entender. Quizá debemos situarla en el trasfondo de la caída de los ángeles violadores de la tradición de Henoc (Gen 6)
El número
El número de Roma era 666, finitud violenta. El del Cordero, en la montaña de Sión es 144.000; así habían aparecido en Ap 7, 1-8, contraponiéndose a los Jinetes perversos (6, 1-8): pedían venganza las almas degolladas (6, 9-11) y Dios la prometía, preparando con su sello a los "soldados" fieles de la batalla final: mientras se derrumbaba el cosmos se alzaban ellos, protegidos por el sello de Dios, como nuevo Israel, abierto a la totalidad de las naciones.
Ahora se repite el esquema. El peligro ya no viene de la fragilidad del cosmos sino del Dragón y las Bestias. Es la batalla final. Lo ha dicho la palabra profética (Ap 13, 9-10) y el número de la Bestia (666) que implica exilio, persecución social y muerte para los disidentes (13, 17). Antes (7, 1-8) había que ir sellando a los "soldados" del Cordero (los 144.000). Aquí, esos 144.000 aparecen sellados, como triunfadores de Cristo, anticipando la gloria.
Una comparación. El Mesías en el Monte Sión (4 Esdras)
Se levantaba del mar un viento impetuoso... Donde quiera que volvía su rostro para mirar temblaba todo por la fuerza de su mirada. Y los que oían la voz que proferían sus labios ardían como la cera al contacto con el fuego. Observé cómo se congregaba una muchedumbre innumerable de hombres desde los cuatro puntos cardinales, para derrocar al Hombre que había surgido del mar. Vi como se esculpía para sí una gran Montaña y voló hacia ella. Yo quería averiguar qué región o qué sitio era donde se había esculpido la montaña y no lo conseguí.
Posteriormente vi como todos aquellos hombres que se habían convocado para derrocarle eran presas de temor; no obstante se atrevían a luchar. Pero cuando vio que la multitud impetuosa se le echaba encima no levantó la mano, ni empuñó espada, ni pertrecho alguno, sino solamente, según pude observar, lanzó de su boca una ola de fuego y de sus labios un viento en llama, y de su lengua una tempestad de centellas. Y se mezclaron las tres cosas, la ola de fuera, la llamara y la cascada de centellas; y esta mezcla cayó sobre la multitud impetuosa que estaba en plan de guerra y los abrasó a todos de tal manera que en un instante dejó de ser vista, quedando sólo unas pavesas oliendo a quemado. Todo esto me dejó pasmado de asombro. A continuación vi al Hombre descendiendo de la Montaña y convocando ante si otra multitud pacífica. Se iban acercando unos con caras alegres, oros con caras tristes, otros prisioneros, otros conduciendo a estos y presentándolos como ofrenda (4 Es 13, 1-13)
El Hombre que viste subiendo de lo profundo del mar es el mismo que el Altísimo tiene destinado desde tiempo antiguo para liberar lo que ha creado,... Cuando ocurran estas cosas y se presenten las señales que te indiqué anteriormente, entonces se manifestará mi Hijo (¿Siervo?), el Hombre que viste subiendo... El se mantendrá en pie sobre la cima del monte Sión. Sión se dejará ver y se manifestará a todos, bien dispuesta y edificada, tal como viste en el hecho de que el monte fuera esculpido sin que mano alguna lo esculpiera (4 Es 13, 25-26. 32.35-36)
Comentario básico. Los 144.000 triunfadores del Cordero:
Ha culminado la tarea de los ángeles guardianes de Ap 7, 1-8. Ahora, sobre la Montaña de Sión, los representantes de la nueva humanidad acompañan al cordero. Están de pie, en gesto de triunfo, respondiendo a la gran liturgia celeste (11, 15-19).
– El Cordero y sus Sellados (14, 1). Están en el Monte Sión, lugar de batalla y triunfo final del Mesías (16, 16: Armaguedón, Cf. Cf. Jl 3, 5), anticipando la visión de la nueva Jerusalén, ciudad que se descubre desde un monte muy alto (21, 10). El Cordero no está solo, como en 5, 6, sino rodeado por los 144.000 vencedores que llevan escrito su nombre y el nombre de su Padre (cf. 2, 18: Jesús como Hijo de Dios); les ha conducido a la victoria, y allí se encuentran ya con él y con su Padre, triunfadores y gloriosos. También en 4 Es el vencedor de la montaña de Sión aparece como Hijo de Dios, aunque ese nombre puede ser interpolación cristiana (el original pondría Siervo). Sea como fuere, la convergencia entre Ap y 4 Es resulta significativa.
– Y escuché una voz, un canto nuevo... (13, 2-3). El pasaje paralelo de 4 Es relata el combate y conquista del Hombre en el Monte Sión. Ap supone conseguida la victoria y transmite el canto de victoria de los triunfadores. La batalla ha terminado. Los perseguidos de la Bestia, ya salvados, celebran la liturgia de los cielos: no empiezan a luchar sino que cantan la paz y plenitud de Dios con el Cordero, en medio de Ancianos y Vivientes de los cielos.
– La identidad de los salvados del Cordero (13, 4-5). Lo anterior es claro. Más difícil resulta identificar a triunfadores, aunque lo importante es anotar que el Cordero no ha vencido a solas, como parece suponer 4 Es 13, sino que tiene un grupo de colaboradores, un ejército de amigos y/o asociados que participan de su lucha y triunfo (cf. 12, 10-12); no han vencido con armas militares, sino por Sangre del Cordero y la Palabra de su testimonio, es decir, dando la vida con el Cristo. De ellos trata más extensamente lo que sigue.
- Son mártires. Estrictamente hablando, estos soldados del Cordero son mártires, personas que se oponen a la "marca" de la Bestia, sufriendo por eso el boicot económico, exilio y muerte. La visión les ha alentado: ¡este es la hypomonê, hay que resistir! (13, 10). Tras los 144.000 de Ap 7, 1-8, en contexto de catástrofe cósmica, Juan añadía la visión de los salvados infinitos (7, 9-17). Aquí se supone también que estos 144.000 son germen y primicia, signo y principio de todos los salvados. Son nuevo Israel. Estas son sus notas:
– Son los comprados o redimidos (êgorasmenoi) de la tierra (14, 3). Sin marca de la Bestia era imposible comprar o vender. Lógicamente la "redención" es compra: los creyentes eran esclavos de la Bestia; les ha redimido el Cordero regalándoles su vida (sangre: cf. 5, 10), para hacerles sus amigos/compañeros sobre el Monte Sión; no ha podido dañarles la Bestia, ni las tribulaciones del mundo destruirles.
– Son los no manchados (ouk emolynthesan) con mujeres, pues son vírgenes. En el contexto general de Ap y, más en concreto, en esta sección de lucha, vírgenes son los fieles al Cordero, los que no han ensuciado su vestido en los cultos de la Bestia (cf. 3, 4). Adúlteros (manchados) son los que adoran a los dioses, conforme a una visión desarrollada en Os, Is, Jer, Ez y la tradición profética. Vírgenes son, por el contrario los que han blanqueado sus vestidos en la sangre del Cordero (cf. 7, 14). No empiezan siendo vírgenes en "integridad" biológica femenina que puede "perderse" (no relación sexual), sino que se han hecho vírgenes (siendo varones o mujeres), manteniendo la resistencia cristiana, en fidelidad al Cordero.
– Son primicia para Dios y el Cordero... En lenguaje sacrificial de tradición judía, los primeros frutos de la vida (primogénitos) pertenecen a Dios, y a él se le deben ofrecer. Estos 144.000 son primicia, punto de partida de un camino redentor que se expande a todos los salvados (la muchedumbre inmensa de 7, 9-16). Ellos son irreprochables: inmersos en medio de la guerra del mundo han superado por el Cristo y con el Cristo el riesgo de pecado de la historia.
No tenemos gran dificultad en seguir aceptando la imagen de compra y primicias: los soldados de la guerra de Jesús, triunfadores del Cordero, pueden aparecer aún como primeros redimidos, comienzo de una muchedumbre inmensa de salvados, germen de la sociedad alternativa, nueva comunión de seguidores de Jesús, pueblo de la entrega mutua y gracia. Más dura, [comprensible desde su trasfondo apocalíptico, pero inaceptable (contraria al evangelio) desde su formulación concreta], nos parece la imagen de los vírgenes como no manchados con mujeres. Por eso la estudiamos con más detención.
¿Antifeminismo apocalíptico? Mancharse con mujeres. Contexto
La afirmación de no se mancharon con mujeres (14, 4) ha de situarse en la tradición apocalíptica del descenso de los Hijos de Dios o ángeles violadores que está en el fondo de Gen 6, 1-4 y que ha sido desarrollada en el ciclo de Henoc y apocalípticos posteriores, tal como he mostrado ampliamente en Antropología Bíblica, Sígueme, Salamanca 2006, donde he desarrollado ampliamente el tema. Aquí ofrezco unas citas generales:
"Vosotros, santos espirituales, vivos con vida eterna, os habéis hecho impuros con la sangre de las mujeres, en sangre mortal habéis engendrado, sangre humana habéis deseado" (Discurso de Henoc a los Espíritus caídos, 1 Hen 15, 4).
"Perversas son las mujeres, hijos míos: como no tienen poder o fuerza, lo engañan con el artificio de la belleza, para arrastrarlo hacia ellas. Al que no pueden seducir con su apariencia lo subyugan con el engaño... De este modo sedujeron a los Vigilantes (ángeles) antes del diluvio. Como las vieron tan continuamente se encendieron en deseos por ellas y concibieron ya el acto en sus mentes. Luego se metamorfosearon en hombres y se aparecieron a ellas... " (Test Rub 5, 1-6).
"El Ángel del Señor me indicó que las mujeres dominan siempre tanto al rey como al mendigo. Al rey le despojan de su honor, al valiente de su energía y al menesteroso hasta del más pequeño sustento de su pobreza... Os ordeno, pues, hijos míos, que no pongáis vuestro amor en el dinero ni dirijáis vuestra mirada a la belleza de las mujeres, porque por el dinero y la hermosura me extravié... " (Test Jud 15, 5-6; 17, 1)
Trasfondo teológico. Lo que mancha no es la mujer como sexo o género, sino la humanidad en cuanto pervertida.
La palabra mancharse se puede aplicar por igual a varones y mujeres, pues Ap no los distingue al hablar de reino y sacerdotes (cf. Ap 1, 6; 5, 10) y el que haya una profetisa mala Ap 2, 20 indica que hay mujeres (profetisas) buenas en la iglesia. La resistencia que Juan pide a los cristianos se aplica por igual a todos los llamados a la fidelidad y martirio.
Por eso, las mujeres con quienes los cristianos no deben "mancharse" se entienden aquí como signo del Imperio antihumano reflejado en Ap 17 por la Prostituta (formada por varones más que por mujeres) donde culminen los males de la historia, que amenazan también dentro de la iglesia (cf. Jezabel: 2, 23-23).
Según eso, la frase discutida (¡no mancharse con mujeres!) vale para ellos y ellas en la iglesia. Más aún, la aplicación de la virginidad a soldados en principio varones resulta paradójica, pues ésta suele tomarse como es una "virtud" de mujeres que se aplica a todos, sin que deba entenderse en sentido biológico, pues el varón no la puede "perder" en ese plano. Nuestro pasaje invierte y transforma el sentido de la virginidad, cambiando por tanto la visión de las mujeres: los que tienen que ser vírgenes son los hombre, no las mujeres. Pero, dicho eso, debemos añadir que (a pesar de la paradoja de fondo) estas palabras poseen su propia dinámica y suponen una visión pesimista de la mujer, a la que se vincula con la mancha o la impureza: los hombres "limpios" deben evitar la impureza femenina.
Sabemos por todo el evangelio, y especialmente por Mc 5 par, que Jesús ha superado esta visión: él no podría haber utilizado este lenguaje de mancharse con mujeres (no hay en ellas impureza especial, ni por actitud humana, ni por sexo). La visión general del Ap concuerda (o puede concordar) con el evangelio de Jesús en este campo. Pero es muy posible que Ap 14 resulte al menos ambiguo, resultando peligroso en su formulación (por más paradójica que sea); por eso, en virtud de su misma dinámica martirial (fidelidad a Jesús), debemos superarla.
Fondo mítico: ángeles violadores… y frase desgraciada: “mancharse con mujeres”.
Lo que mancha no es la mujer, sino el deseo pervertido de los grandes espíritus (simbólicamente masculinos) que se rebelaron contra Dios. En el fondo de la frase (¡los que no se han manchado con mujeres!) está la tradición apocalíptica fundante del descenso de los violadores que 1 Hen 6-36 ha formulado de forma clásica. Según ella, los humanos no son culpables, sino víctimas: el pecado original es obra de los Espíritus insaciables que bajaron a la tierra para violar (=manchar) a las mujeres.
Violencia y sexo. La formulación de Ap 14, 4 corre el riesgo de situar simbólicamente a la mujer en un plano de mancha, recoge un ley antigua de guerreros y sacerdotes, para quienes el ritual israelita pedía abstinencia sexual en el tiempo de su ministerio guerrero y/o sacral. En este sentido ya podido situarse simbólicamente dentro de un contexto de castidad antifeminista de guerreros-sacerdotes, tan influyente en Qumran. Nosotros, cristianos educados en la libertad de Juan profeta, desde la visión total de su Cordero y sus bodas finales, en contra de la letra de su texto (¡mancharse con mujeres!), debemos afirmar que la mujer no es mancha, añadiendo que sólo allí donde unos y otros (pero especialmente los varones) superemos el esquema fundante de la violencia física (guerreros) y/o ritual (sacerdotes) podremos realizar la vida humana en igualdad de amor y madurez personal de varones mujeres
Ciertamente, el amor que busca y confiesa Ap a partir del Cordero amante va en contra de la violencia sacralizada (que necesita virginidad ritual para el combate o sacrificio). Pero Juan (el autor del Apocalipsis) , inmerso en símbolos de su tradición israelita, ha sido incapaz de descubrirlo y expresarlo de un modo consecuente, aplicando su camino de libertad al plano de las relaciones humanas. Por eso, en contra del propio ideal del Apocalipsis (que aparece en Ap 21-22, donde no hay guerreros) y en contra nuestra sensibilidad cristiana (fundada en la libertad de Jesús), este pasaje del Apocalipsis ha podido utilizar aquí y ha utilizado el signo engañoso, peligroso, injusto, anticristiano, de las mujeres como mancha para un tipo de guerreros (y/o sacerdotes).
En su conjunto, el libro del Apocalipsis ha trazado un camino de amor y libertad que puede y debe aplicarse por igual a varones y mujeres. Pero lo hace en un lenguaje que acaba resultando limitado, incapaz de expresar la novedad del evangelio. Sólo allí donde los seguidores de Jesús superan los esquemas de guerra y sacralidad del antiguo Israel, que ratificaban la diferencia de lo masculino y femenino en clave de imposición y mancha, puede hablarse de liberación humana integral. Así lo hemos indicado, de forma consecuente, en Antropología cristiana, BEB 75, Sígueme, Salamanca 1996 y El Señor de los Ejércitos, PPC, Madrid 1998
Los que manchan (según el mito) son los varones. Los 144.000 vírgenes son los que no han manchado (violado) a las mujeres, sino que las han amado
No mancharon las mujeres a los Varones-Ángeles, sino al contrario: los Ángeles (¿varones?) se mancharon a sí mismos, rompiendo el orden de Dios y pervirtiendo a ls mujeres. Ellos bajaron como ejército de sangre (guerra y deseo sexual) al Monte Hermón (no a Sión, como Jesús), para introducir sobre el mundo la perversión (mancha) en sexo y sangre. Las mujeres no son "violadoras" (no manchan), sino las violadas, mancilladas por ángeles (1 Hen 6-7). Por eso, el Henoc más antiguo no las acusa a ellas, sino a los invasores angélicos perversos (más varones que mujeres): ellos son los portadores de la mancha y violencia sobre la humanidad (cf. 1 Hen 15). Ellos son causa del pecado, principio de mancha.
Desde ese fondo, los 144.000 soldados vírgenes de Cristo forman el reverso de los ángeles violadores: son la nueva humanidad reconciliada, fiel al Cordero, capaz de guardar la fidelidad que consiste en no romper el orden sagrado de la vida. Había un ejército malo: los ángeles violadores machos que introducen en el mundo la lucha plena de la guerra y sexo. Frente a ellos, eleva Ap 14 el ejército bueno de los "vírgenes", que no son violadores ni violentos: su guerra no consiste en matar y poseer a mujeres (ambas cosas van unidas en la antigua tradición apocalíptica e histórica) sino en ser fieles al amor de Cristo, dando la vida por su reino. Es evidente que en este "anti-ejército" caben por igual varones y mujeres, aunque parecen más apropiadas las mujeres (el lenguaje de virginidad se aplica primero a ellas).
Situado en ese fondo, el tema cobra una nueva dimensión y nos sitúa ante el gran misterio de la superación de la violencia. El profeta Juan ha querido invertir la imagen de los espíritus violadores y violentos que, según la tradición común de 1 Henoc y de la apocalíptica del tiempo, habían destruido nuestra historia. Por eso coloca frente a ellos este ejército de vírgenes humanos/as, vinculados a la Madre de Ap 12, que se mantienen fieles al Cordero (en Ap 21-22 serán su Esposo/a) y triunfan en la lucha de la historia regalando su propia vida por los demás. Este es una imagen buena, pero, como hemos dicho ya y como han mostrado las citas aducidas del mismo1 Hen y sobre todo de Test XII Pat, ella puede vincularse y se ha vinculado con una visión antifeminista de la mujer, a la que se entiende como pecadora original, que pervierte y/o mancha a los varones. El mismo NT ha caído en esa trampa (cf. 1 Cor 11, 3; 1 Tim 2, 13-14).
Violencia y pureza. Los riesgos del Ap. (Resumen)
Podíamos haber cerrado el argumento con las anotaciones anteriores. Pero queremos insistir en el peligro de imagen (mancharse con mujeres), presentándola como uno de esos casos donde, por amor al argumento central de Ap (¡la libertad del Cordero!), debemos rechazar su letra y simbolismo. Volveremos al tema al fin del libro, al referirnos a la metamorfosis de la mujer: madre en Ap 12, manchada en 14, 4, prostituta en Ap 17, novia en 21-22. Pero debemos anticipar algunas observaciones:
– La tradición profética ha mirado al pueblo israelita como "mujer" (virgen, esposa, viuda, prostituta, adúltera...), en imagen positiva (implica cercanía de amor entre Dios y los humanos), pero peligrosa, pues tiende a situar a la mujer en el espacio simbólico de la suciedad y culpa: al presentarla como "infiel" a Dios o adúltera, el pecado tiende a presentarse como femenino).
−Cierta tradición apócrifa (Jub, Test XII Pat), llevando hasta el límite el peligro anterior, ha terminado suponiendo (quizá en contra del mito apocalíptico primero de 1 Henoc) que las mujeres incitaron y corrompieron a los ángeles: aquellos espíritus puros (signo de varones) desearon concebir, buscaron la sangre menstrual de las mujeres, se mancharon en ella. En esta perspectiva, la mujer (cuerpo, sangre) aparecerá como riesgo de caída y mancha para el varón (entendido como espíritu y poder).
– Los varones más representativos de la sacralidad ritual (sacerdotes en templo, soldados en la guerra santa) deben abstenerse de la "mancha" de mujeres (=del sexo) para realizar con "pureza" sus actos rituales (cf. Ex 19,15.22; 1 Sam 21, 5-6; 2 Sam 11, 11; 1QM 7, 3-6). Así lo ratifica de manera impresionante el judaísmo rabínico al tratar del Yom Kippur (Yoma 1,1-8; 8, 1). En Ap 14, los acompañantes del Cordero, sacerdotes y soldados de la nueva milicia, han de abstenerse de la impureza de mujeres (tema no cristiano).
Esta visión de soldados y sacerdotes ritualmente castos, no manchados con mujeres, acompañando en la victoria a su Cordero, puede ser emotiva en plano de nostalgia machista, pero llevada a su extremo y aplicada de forma universal es anticristiana (contraria a la gracia y libertad del evangelio). Al fondo de Ap late ya quizá un tipo de encratismo (condena de relaciones sexuales), con un ideal de virginidad que no brota del amor del evangelio sino de la condena del sexo, en especial del femenino. Así lo han entendido muchos exegetas antiguos, en línea de ascetismo que puede (y debe) resultar actualmente ofensivo para las mujeres.
¿Cambiar el texto del Apocalipsis?
No se puede cambiar el texto de Ap, hay que dejarlo como está… pero hay que interpretarlo, precisando su sentido. Este simbolismo sitúa la palabra sobre la mujer-mancha (o mujer que mancha a los buenos varones) en un contexto cultural antiguo… de guerra santa y de violación de los espíritus perversos “que manchan/violan” a las mujeres. Por eso debemos criticarlo y superarlo desde el conjunto de Ap y en el contexto de liberación integral del evangelio.
El Ap no ha realizado todo el recorrido de la libertad cristiana. Desde su final, allí donde la mujer se convierte en "novia" limpia (21, 2), debemos rechazar sus símbolos negativos. Varón y mujer aparecerán de esa manera como iguales, en encuentro personal con Dios y entre sí mismos, en la ciudad liberada. Desde esa perspectiva puede y quizá conservarse esta palabra, siempre que se diga que los "no manchados con mujeres" son aquellos varones y mujeres no se han prostituido con la Bestia y siempre que los varones pidamos perdón a las mujeres por haberlas entendido como mancha. De lo contrario, el Ap se vuelve libro rechazable para mujeres (miradas como símbolo de impureza) y para varones (que nos hemos aprovechado de ellas).