Navidad: Una Mujer con Niño abriendo Puentes sobre el río de la Vida
He aquí que la muchacha (Virgen)
se halla encinta
y va a dar a luz un hijo
y le pondrá por nombre Emanuel,
que significa “Dios con nosotros”
(Is 7, 14).
Una muchacha que da a luz en medio de la guerra, recibiendo como don de Dios al Niño y acogiéndole en amor, eso es Navidad. Mientras siga naciendo y creciendo de esa forma vida humana sobre el mundo (vida cuidada, acogida, esperanzada...) podremos decir que hay Dios, porque es Navidad
Felicidades a todos los amigos
virtuales y reales del Blog.
Con la ayuda de Dios, si queréis, si queremos,
seguiremos haciendo aquí también Navidad. Gracias a todos.
Lo que importa son ellos, la Mujer y el Niño,
el don de la Vida que viene de Dios y que logra crecer,
a pesar de los esfuezos que muchos
hacían y hacen por impedirlo,
en el tiempo antiguo de Isaías
(con las guerras de todos contra todos,
en el tiempo de Jésús, cuando no había sitio para él en la posada
y en este tiempo nuestro, en que muchos parecemos
empeñados en ahogar y triturar la Navidad
en el gran molino de la sociedad de consumo.
Por eso he querido felicitaros de nuevo, amigos y lectores del blog, con esta imagen de Chagall, el mayor pintor judío del siglo XX. Quiero pensar que esa mujer que él ha pintado en la Gran Luna del cielo, a las diez en punto de la noche (antes que caiga la plena oscuridad) es la Madre Universal (madre divina) que nosotros, los cristianos, descubrimos reflejada en la Madre María con el Niño.
Esa mujer es la madre judía (la madre cristiana) el signo de todos, con el Niño sobre un "arco de luna y de cielo"... Hay otros signos, de los que otro día podré hablaros, con la ayuda de una amiga que estudia a Chagall y que pinta también nacimientos ... Pero hoy quiero destacar de un modo especial el del puente, los puentes del río de la vida que atraviesa la ciudad de los hombres (¿París, Roma, Vilna, Praga...?).
Son los puentes sobre un río que divide y separa, con la ribera de los ricos y los pobres, los negros y los blancos, en guerra sin fin. ¿Podremos tender puentes de Navidad, es decir, de nacimiento para todos? Ese fue el oficio del Pontífice antiguo de Roma: cuidar los puentes, para que haya comunicación entre todos. ., para ha:er que los puentes se abran sobre los ríos del mundo. Que esos puent
Por eso, en esta Navidad pido de un modo especial por el nuevo Pontífice de Roma: Para que sea también guarda de puentes, Pontífice mayor, para nosotros, los critianos... una señal de Puente, bajo el signo celeste de la madre y el niño, portadores de paz y de comunicación.
Que cada uno de nosotros podamos ser también un puente para el encuentro de amigos y hermanos, de ceranos y lejanos, puente de diálogo universal entre personas, culturas y religiones... Felicidades a todos, con la madre y con el niño, porque es Navidad. (Con esto debía bastar, pero, como de costumbre, c omo soy algo pesado, he añadido otras palabras, sólo seis, para los que quieran seguir leyendo, a la luz de la Madre con el niño, dispuestos a tender puentes)
Unas palabras de Navidad
Bastaría con repetir las que dijo el profeta Isaías, unas palabras que pueden escucharse en diversos lugares y culturas de la historia humana: la huella del futuro de Dios (¡Navidad es esperanza de futuro!) es que nacen niños, vienen de Dios, naciendo de una mujer (¡el hombre puede ser desconocido!), en medio de una tierra amenazada de fuerte violencia. Cada niño que nace es vestigio de Dios, es huella de su Vida, cada niño que nace y se abre a la vida, en brazos de su madre es Navidad.
Pero las palabras de Isaías, el profeta de la Navidad (que los cristianos afirman que se han cumplido en la Virgen María y en Cristo), reciben toda su riqueza y su sentido desde el judaísmo. En esa línea, Hanna Arendt, filósofa judía, uno de los testigos provilegiados de la humanidad en el siglo XX, solía decir que la huella suprema de Dios en la historia es la natalidad o navidad, el nacimiento humano, y acudía a este pasaje de Is 7, interpretándolo a veces, aunque era judía, desde la perspectiva de Jesús, el Dios que nace. Así puede ayudarnos a entender la Navidad:
1. El hombre (varón o mujer) es un ser natal, no es una esencia hecha de antemano, ni una energía que viene desde más allá del tiempo. Al contrario, el hombre es tiempo. Por eso resulta esencial en su existencia el nacer en fragilidad, recibiendo la vida de una madre, de unos padres que son huella y presencia de Dios, promesa de futuro para el niño.
2. Cada nacimiento humano abre una promesa de paz por encima de la guerra. Los reyes y guerreros del tiempo de Isaías, que están en el fondo del texto antes citado (reyes de Asiria y Egipto, de Siria, Israel y Judea), querían mantener la vida por la guerra y decían que ella era signo de Dios, siendo en realidad poder de destrucción. No querían la paz, sino la victoria propia. Pues bien, en contra de eso, cada niño que nace es promesa de paz en medio de la guerra, es Dios con nosotros.
3. La promesa de Dios no es sólo un niño, sino un niño con madre. El texto de Isaías no habla del padre, quizá porque está ocupado en hacer la guerra, quizá ha sido un puro padre ocasional. Pero pone de relieve a la muchacha encinta, que quiere a su niño, ofreciéndole la vida, su vida. Sería bueno que hubiera allí padre (María y José con Jesús). Pero, en sentido estricto, bastaría una buena madre para decir que hay Dios, bastaría Maria.
4. El evangelio de Mateo (1, 18-25) ha recogido este signo de Isaías, valorado de un modo especial por los cristianos: mientras haya madre con niño se puede hablar de Dios, hay Navidad… Mientras hay niños que nacen se puede y se debe decir está naciendo Dios. La huella y presencia más fuerte de Dios ha sido Jesús y con él (por él) son Emmanuel, huella de Dios todos los niños y niñas que nacen en el mundo, todos los pobres e impotentes de la tierra.
5. El niño, cada niño, es signo de Dios en fragilidad, como el ser más débil de todos los que existen, necesitado de cuidado. Aquí se muestra el Dios que se arriesga a nacer y crecer como necesitado en medio de los hombres, en manos de los hombres y mujeres que pueden utilizarse. Ésta es la huella más grande: mientras haya niños que nazcan y padres que les acojan y eduquen en amor podrá hablarse de Dios sobre la tierra.
6. Para los cristianos, la navidad plena de Dios es Jesús, signo y garantía de todas las navidades de la historia humana. Decimos los cristianos que Jesús nació de María Virgen, por obra del Espíritu Santo. En unión con Jesús todos los niños nacen del Espíritu Santo, son presencia de Dios, y todas sus madres y padres son vírgenes, son portadores de la vida de Dios al acoger y al educar a los niños que son Hijos de Dios.