Navidad, celebración total: Ocho fiestas en una
Esta celebración de Jesús, unida al solsticio del invierno (verano del hemisferio sur), es quizá la mayor aportación del Cristianismo a la Fiesta Universal de la Vida, vinculada al nacimiento de los niños (¡el hombre, un ser natal!).
Algunos nostálgicos podemos lamentar un cierto olvido de Jesús en las fiestas actuales (año 2015), pero en otro sentido debemos alegrarnos pues esta Navidad universal (con elementos de paganismo y de otras religiones) puede llevarnos a entender mejor la novedad del evangelio cristiano.
En ese sentido quiero hablar de las ocho cuentas del collar o pulsera de la Navidad, indicando que se trata, en algún sentido, de ocho fiestas en una.
Cada lector destacará un aspecto, un motivo, pero todos ellos pueden engarzarse para componer así las ocho cuentas o perlas de este “collar” de Navidad, como indicaré en esta postal. No hace falta leer de seguido todo lo que sigue. Bastará con hacerse una idea de conjunto. Fíjese pues cada uno en aquello que le parece principal, después de haberse parado en esta imagen del paso de peatones por donde quieren pasar José y María, en medio de una fiesta de puros regalos comerciales.
-- Ésto es lo que mostraré primero en forma de resumen, luego como desarrollo mas detenido, comentando de un modo unitaria el sentido de las ocho perlas de la Navidad universal, con ocasión del fin del año, el nuevo Ano 2016 d.C.
--Me alegro de poder ofrecer así el sentido de conjunto y los detalles de esta universal (humana) de la Navidad Cristiana, tal como ha venido siendo expuesta desde antiguo por creyentes y estudiosos.
Las ocho cuentas de esta Navidad son buenas, siempre que no nos ahogue el puro egoísmo del deseo y deseo de cosas, sin tiempo para pararnos aunque sea en un paso de peatones para entender y recorrer mejor la marcha de la vida, haciendo en ella un lugar para los otros.
VISIÓN DE CONJUNTO, LAS CUENTAS DEL COLLAR DE NAVIDAD
1. Fiesta para los cristianos: La Navidad es ante todo Belén, la historia de la Biblia, el recuerdo concreto del nacimiento de Jesús, con María y José. Esta Navidad es el cumplimiento de la esperanza de Israel, el nacimiento mesiánico de Jesús, el Hijo de Dios, en medio de la historia de los hombres, en tiempos del Cesar Octavio Augusto de Roma, cuando una paz más fingida que real parecía extenderse por el mundo entero.
2. Para los hombres religiosos, de todo credo o cultura. La Navidad es la fiesta del Dios misterioso, del que nada sabemos, sabiéndolo todo, pues ha querido nacer (=revelarse) entre los hombres. En esa línea, en un tono cristiano, podemos seguir diciendo que es la fiesta de Dios Padre/Madre, celebración de la Fuerza Buena de la Vida, que surge de Dios y aparece entre los hombres.. Ciertamente, en un plano sigue habiendo en este mundo lucha entre la Fuerza Buena y la Mala (como en la Guerra de las Galaxias: Star-War), pero, en otro plano, mucho más profundo, Navidad es la fiesta de la Fuerza Positiva, Espíritu de Dios, que se expresa en Jesús.
3. Fiesta del mundo sagrado. Para los hombres y mujeres preocupados por la Vida Cósmica (en una línea de ecología), la Navidad es la Fiesta del Mundo que renace, en el solsticio: el sol, que deja de bajar en el horizonte (matándonos de frío) o de subir y crecer sin fin (hemisferio sur, matándonos a todos de calor de fuego). La Navidad es año viejo y año nuevo, el equilibrio de la vida que se mantiene, como signo del Dios que nace y vive en el mundo, como ha puesto de relieve este año 2015 el Papa Francisco en Laudato Si, Alabado Seas, la encíclica de la Ecología Navideña.
4. Fiesta de las religiones. Para los creyentes de los credos sagrados de Oriente y Occidente, antiguos y nuevos, Navidad puede ser la fiesta del Nacimiento de su Fundador, de su Profeta, de su Buda… Significativamente, este año 2015/2016 ha coincidido la fiesta del Nacimiento de Jesús con la del Nacimiento de Muhammad/Mahoma. Como es lógico, los musulmanes salafistas (integristas) no quieren celebrar el Nacimiento de Muhammad (dicen que es una imitación cristiana), pero otros muchos la celebran. Así pudiéramos celebrar unidos el nacimiento de Jesús y de Buda, de Moisés y de Muhammad, de Crisna y de Confucio. Esta puede ser la fiesta de los viejos druidas y chamanes, que celebran el origen y misterio de la vida que renace cada año, en cada hombre… Cada nacimiento es distinto, pero todos tienen algo en común.
5. Navidad es una fiesta familia, cada niño que nace. Dice el evangelio de Lucas que cada uno iba a empadronarse a su lugar de nacimiento, para encontrar a su familia. De un modo semejante, los cristianos suelen reunirse por Navidad con su familia, padres y hermanos, primos y amigos, para celebrar la comunión de vida, especialmente cuando en la familia hay un niño, signo de la vida de Dios que sigue naciendo entre los hombres. Por eso se alegra la gente por los niños, les trae regalos, en nombre del Papa Noël, del Olentzero o de los Reyes Magos.
6. Navidad eres tú, Dios nace en tu vida, como he puesto de relieve en una postal anterior de este mismo blog, evocando la experiencia mística de San Juan de la Cruz. Los cristianos, con hombres y mujeres de otras religiones, saben que Dios nace en ellos. Así puede decir (decirte) que tú mismo eres Belén y los Pastores, y la Virgen María, eres nacimiento, una puerta por la que Dios entra en el gran universo y en la historia.
7. La Navidad Cristiana y Universal son también los pastores antiguos (los que vivían fuera de las ciudades resguardadas), los marginados de la historia, los más pobres, los niños de la periferia. No tiene sentido la Navidad si no es fiesta para todos, promesa de vida y esperanza para los exilados y extranjeros, refugiados, hambrientos y pobres… Mientras no puedan nacer todos a la vida esperanzada, a la comunión de amor del mundo, no puede celebrarse en plenitud la Navidad.
8. Navidad es finalmente Epifanía, la fiesta que la Iglesia Cristiana simboliza en los Magos que vienen de Oriente, buscando a Jesús…, y en la Iglesia que sale hacia Oriente y Occidente, para llevar a todos los hombres y mujeres el mensaje y la buena esperanza del Nacimiento de la Vida, con signos de oro (riqueza compartida), incienso (honor común) y mirra, que es el perfume del amor que nos permite superar la tristeza de la muerte.
Ésta son, en resumen, las ocho navidades y la única Navidad, pues todas se vinculan. Esta enumeración bastará para gran parte de lectores de mi blog. Para aquellos que quieren seguir pensando en ella ofrezco las reflexiones más extensas que siguen.
1. NAVIDAD EN LA HISTORIA. BELÉN DE JUDÁ
(Evangelio de Lucas).
Como he dicho, La Navidad es ante todo Belén, la historia de la Biblia, el recuerdo concreto del nacimiento de Jesús, con María y José. Todo es aquí histórico, todo simbólico, con Belén como ciudad del Mesías que un día ha nacido. Todo es, al mismo tiempo, histórico, en el sentido más profundo..Así lo cuenta el evangelio de Lucas:
En aquel tiempo salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad. También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la ciudad de David, que se llama Belén para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.
Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo:
--No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
--Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama (Lc 2, 1-14).
El nacimiento de Jesús es un hecho histórico, que expresa y proclama el nacimiento de Dios en la historia de los hombres. No nace en el palacio del rey, ni en la catedral de las religiones, sino en un descampado, entre los no aceptados por la sociedad:
- Históricamente, Jesús nació de una madre conocida, en un lugar y tiempo que ignoramos (probablemente en Nazaret), para iniciar una vida concreta de entrega a los demás y de anuncio de Reino, en amor, que le llevó a la cruz.
- Su nacimiento se ha narrado pronto como símbolo del amor providente de Dios, de un Dios que visita a los hombres, asumiendo su pobreza y ofreciendo, en medio de ellos, un fuerte testimonio de esperanza salvadora, en Belén, lugar de la genealogía mesiánica de David, un pastor que llegó a ser rey. El evangelio no tiene que explicar ni razonar; simplemente cuenta, situando el nacimiento de Jesús en el contexto de historia y esperanza de la humanidad. Sabe que Jesús es el Mesías de Israel y así lo debe destacar, pero sabe al mismo tiempo que es también el deseado de los siglos y así narra:
- En tiempo del César Augusto.... Algunos decía que existía ya un rey perfecto, para todos los humanos, Emperador de Dios sobre la tierra. Pues bien, mientras dominaba en Roma el Emperador sagrado (como dice un famoso texto de evangelio político, encontrado en Priene, Asia Menor), nace escondido, fuera del palacio, el rey excelso de la humanidad, mostrando que el otro (el César Augusto) carece del poder real. Bajo un emperador del mundo (en tiempos de globalización del poder y del consumo), nace el Dios de la vida, sin más riqueza que un pesebre abierto de pastores.
- En tiempo del censo. El emperador ejerce su poder organizando un recuento de súbditos que le permita conocer a los hombres de su imperio, para exigirles tributo y tenerlos sometidos. En ese contexto, como miembro de un grupo oprimido, en camino de exilio llega el niño. No se sabe si ese censo se hizo en aquel tiempo, cuando nació Jesús, ni si obligaba a todos a empadronarse en el lugar de origen, pero sirve para situar a Jesús en el contexto histórico de un imperio que quiere tener dominio sobre todo, incluso sobre Dios. El imperio lo cuenta todo, todo lo somete, para controlar los impuestos. Pero hay algo que el emperador no puede contar, es la vida de Dios, que nace en un niño, que no tiene casa que le reciba.
2. NAVIDAD DE DIOS, DIOS MISMO ES NACIMIENTO DE VIDA
(Evangelio de Juan)
Esta es una fiesta que pueden celebrar todos los hombres religiosos que veneran y aceptan la Vida de Dios, es decir, el sentido sagrado de la realidad, que es despliegue de vida, engendramiento de amor. Dios no se cierra en sí, no es puro egoísmo, sino vida que se da, expande, se regala, de manera que en ella, en él (en Dios) nacemos, nos movemos y somos, como dice Pablo en el discurso de Atenas, que era en aquel tiempo la ciudad de la UNESCO (cultura y religión mundial, Hech 17).
Así empieza San Juan su Evangelio, proclamado cada año en la Misa Mayor del día de la Navidad.
En el principio era la Palabra (el Verbo de Dios)
y la Palabra era en Dios, todo se hizo por él, y sin él no se hizo nada...
Y la Palabra era la Luz verdadera que alumbra a todo hombres...(Jn 1, 1-3)
En esa línea, Navidad no empieza siendo fiesta de Belén, ni de pastores… No es fiesta de emperadores, comerciantes, soldados o sacerdotes y sabios… Es fiesta de Dios, que se alegra y baila, porque nace su Hijo en el misterio eterno, desde siempre y para siempre, naciendo también en la historia, entre los hombres, de forma salvadora, en Jesús de Nazaret no para imponerse sobre ellos, no para mandar desde arriba, sino para compartir desde dentro, con ellos, el camino de la vida:
«Un silencio sereno lo envolvía todo y al mediar la noche su carrera, Dios quiso que naciera entre los excluidos y expulsados de la sociedad el niño…» (cf. Sab 18,14-16).
Ésta es la noche de la Palabra de Dios hecha Carne (Jn 1, 14), una Palabra que no escuchó en aquel tiempo el rey en su palacio, ni el sacerdote en su templo, ni los comerciantes en sus tiendas… Una Palabra que saben y escuchan los niños, sabiendo que Dios mismo es Navidad, nacimiento de Vida, es Padre/Padre que ofrece su amor en el Hijo Jesucristo. Así lo sigue diciendo el evangelio de Lucas…
Imaginemos la escena. Parece que está la ciudad engalanada de luces de comerciantes, la catedral está abierta, el palacio iluminado… Todos esperan, los grandes del mundo… Pero Dios ha querido celebrar su fiesta en los arrabales de los pastores, emigrantes… Allí, entre esa gente, dice Dios su Palabra:
No temáis, pues yo os evangelizo
un gozo grande para todo el pueblo:
hoy os ha nacido en la Ciudad de David
un Salvador que es el Cristo Señor.
Y esta será para vosotros la señal:
encontrareis un niño
envuelto en pañales y recostado en el pesebre (Lc 2, 12).
Éste es el signo, un pesebre (phatnê) de animales, no hay cuna de reyes, ni altar de sacerdotes, ni hotel de lujo… Dios sólo encuentra un pesebre, en la cueva de los pastores, bajo el puente de los mendigos, en la choza de los carboneros, como se dice en las historias de los olentzeros.
Ya lo sé, en muchas las casas, las familias han puesto un árbol para que nazcan allí los regalos, hasta en la plaza del Vaticano lo han puesto y está bien… Pero Dios no dice su palabra a los dueños de los grandes árboles, sino a los pastores expulsados de la gran sociedad.
Por eso celebramos en la Navidad de Belén, en el año 1 de nuestra historia, la fiesta de la Navidad eterna de Dios: del Hijo divino que nace del misterio escondido, como Palabra y Luz, como Vida de todas las vidas.
3. NAVIDAD DEL MUNDO: AÑO NUEVO, RENACE LA TIERRA
(Una celebración ecológica)
Para los hombres y mujeres preocupados por la Vida Cósmica (en una línea de ecología), la Navidad es la Fiesta del Mundo que renace, el solsticio: el sol, que retoma cada año su gran círculo de vida, para alumbrar con su luz y calor a los hombres, como ha puesto de relieve el Papa Francisco en Laudato Si, Alabado Seas, la encíclica de la Ecología Navideña del 2015.
No se puede hablar de una fiesta de Jesús y de los Niños en la Navidad, si es que destruimos el equilibrio de la vida del mundo, hecho de luz y calor, con frío y oscuridad… Por eso, esta fiesta se celebra en la noche (porque es buena, tiempo de Dios), pero anunciando la llegada del día… Es una fiesta que se celebra con el signo del Gallo (La Misa del Gallo, que anuncia en la oscuridad el nacimiento del sol…). Lógicamente, los cristianos antiguos quisieron celebrar esa fiesta de Jesús el día de la Fiesta del Sol que renace (24/25 de diciembre).
No fueron a buscar en los libros el día en que nació Jesús (si es que había libros donde se contaba el día en que nació), sino que vincularon su nacimiento con el nacimiento del sol, con la renovación de la vida de la tierra, cada año. Ellos supieron que es sol es sagrado (sin sol no vivimos…) y que es sagrada la tierra (de ella nacemos), y así celebraron el nacimiento de Jesús como plenitud y sentido del nacimiento cósmico.
Por eso, esta fiesta, siendo la más cristiana (con la Pascua…), es la más “pagana”, fiesta del campo (pago), fiesta de la cultura religiosa de los hombres y mujeres del entorno, judíos o paganos, romanos o chinos… Por ese se vincula con el año nuevo sagrado, con la tierra sagrada que es la casa común de todos los hombres y mujeres del mundo. Por eso, los que destruyen la tierra y la ponen al servicio de sus intereses egoísta no pueden (¡no podrían!) celebrar la Navidad. Ellos son, por principio, los Anti-Navidad, como el viejo Rey Herodes, que no quería la vida de los niños (a los que iba matando), para reinar él sólo en un palacio vacío de vida, lleno de muerte.
Por eso, celebrar la Navidad es ser cristianos, con Jesús… siendo al mismo tiempo paganos, con todos los hombres y mujeres que celebrar la fiesta de la vida, que se ponen al servicio de la vida y el amor de todos los hombres y mujeres del mundo.
4. NAVIDAD DE LAS RELIGIONES, NACIMIENTO SAGRADO (MUHAMMAD)
(Una celebración ecuménica)
Navidad no es sólo la fiesta del mundo que renace (tal como han puesto de relieve los cultos cósmicos de oriente y occidente), sino también la fiesta donde se celebra el nacimiento de todos los grandes testigos de Dios, profetas y santos, fundadores de las grandes religiones. Esto lo ha sabido y lo ha puesto de relieve el Evangelio de Lucas cuando compara implícitamente el Nacimiento de Jesús con el Nacimiento de los grandes fundadores religiosos, históricos y/o simbólicos..
Así han visto los investigadores religiosos que algunos signos del nacimiento de Jesús (cueva y estrella del cielo, persecución del rey perverso y presencia de magos, ángeles y pastores, madre virginal y presencia del Espíritu/Fuerza de Dios…) están presentes en otros relatos de nacimientos sagrados, desde el Gran Faraón de Egipto hasta el Emperador de Roma, desde Krisna hasta Buda etc. Muchos se han escandalizado de ello, pero es así, tiene que ser así. El evangelio sabe que Jesús ha nacido como “esperado de las naciones”, no para ir en contra de ninguna, sino para poder vincularlas a todas, en el gran camino de la nueva humanidad.
Significativamente (como he dicho), este año 2015/2016 ha coincidido la fiesta del Nacimiento de Jesús con la del Nacimiento de Muhammad/Mahoma. Así me ha escrito mi amigo Abdelmumín, musulmán amigo de Jesús, recogiendo la mejor tradición de su experiencia profética y mística del Islam:
‒ Hoy es un día muy especial. Es cada muchos años (creo que cada 36 años) que el aniversario del nacimiento de Jesús y el de Muhammad se celebran en el mismo día: el 24 de diciembre. Y es hoy: 24 de diciembre de 2015. ¿Será un signo de algo nuevo y bueno que debe ocurrir?
‒ Hoy María está en silencio, mirando al niño. Ya pasó su embarazo en silencio. Porque la mayoría no iban a creerla, y el gran milagro de la humanidad iba a convertirse en un remolino de palabras. Está entrenada en el silencio. Pero hoy más que nunca. No todos los silencios son iguales. Hay silencios más densos que otros; densos de Presencia. María es de esas personas que habla poco. Pero, cuando habla, tiemblan los tronos de los poderosos (Abdelmumim A.).
Como es lógico, los musulmanes salafistas (integristas) no quieren celebrar el Nacimiento de Muhammad (dicen que es una imitación cristiana, que los musulmanes no tienen que celebrar ningún nacimiento, ni el de Muhammad, sino inclinarse ante la Palabra de Dios del Corán y combatir “religiosamente” a todo lo que se opone a ella). Pero los buenos musulmanes celebran con el Corán y se gozan en el nacimiento de Jesús, hijo de María, como me ha escrito Abdelmumín. Y así también nosotros, los cristianos, podemos y debemos poner en nuestros nacimientos o belenes a Muhammad, no para que “adore” a Jesús a nuestra manera, sino para que ambos dialoguen, Jesús y Muhammad…
Y no sólo ellos… Yo quisiera que la Navidad fuera fiesta de todos los grandes y buenos nacimientos, y que así pudiéramos celebrar unidos el de Jesús y el de Buda, el de Moisés y Muhammad, de Krisna y Confucio. Ciertamente, no todos son iguales, no todos tienen el mismo sentido (¡gracias a Dios!), pero todos pueden compararse y dialogar. Esta puede ser la fiesta de los viejos druidas y chamanes, que celebran el origen y misterio de la vida que renace cada año, en cada hombre… Cada nacimiento es distinto, pero todos tienen algo en común.
5. NAVIDAD ES LA FAMILIA, CADA NIÑO QUE NACE
(Domingo después de Navidad, Sagrada Familia)
Para gran parte de los antiguos cristianos, la Navidad se ha convertido en la fiesta de la propia familia: Con ocasión de la “paradita” de fin de año, se reúnen los familiares, cenan y comen juntos, alegrándose, si los tienen, por los niños que garantizan el futuro de la vida.
El evangelio de Lucas nos dice (Lc 1), que José y María, con el niño “en camino”, fueron a Belén para reunirse con sus familiares y allí empadronarse. Pero sus familiares no les recibieron, de modo que el niño tuvo que nacer al descampado, en cueva o portal (o cuadra de una casa abandonada), entre animales. No le recibió la cuna familiar, sino el pesebre preparado con paja para la comida de ovejas o vacas.
Navidad es la fiesta de la familia, en un mundo donde se rompe con frecuencia la familia, donde no se recibe a los parientes pobres, donde no se acoge a los exilados y extranjeros. Es una fiesta de familia, de la familia universal, concretada en cada una de las pequeñas familias reales, que se reúnen estos días. Es la fiesta de los regalos familiares para los niños:
‒ Regalos de los Reyes Magos, con la tradición de Mt 2, donde se dicen que los magos trajeron al niño oro, incienso y mirra, como signo del camino de la vida que comenzaba…
‒ Regalos del Olentzero, el carbonerito pagano de Euskal-Herria, que esperaba el nacimiento de un niño distinto… El regalo que viene de la tierra, del trabajo en el monte, de la naturaleza… que espera con ansia la llegad de una vida más humana para todos, y en especial para los niños.
‒ El regalo de Pape-Noël, que viene del norte, de Francia, de los países fríos donde corre el reno y se amontona la nieve… como signo del invierno, que da paso al verano prometido…
Ésta es la fiesta de la vida en familia, del Dios que ha querido entrar en la Familia Humana, para aprender y caminar con ella… Éste es el tiempo en que se deja a un lado el comercio del comprar y el vender, de producir siempre más y del dominar, para convertir la vida en regalo, es decir, en don gratuito, para que todos puedan compartir los bienes de Dios (de la vida, de la tierra) que son para todos.
6. NAVIDAD ERES TÚ, DIOS NACE EN TU VIDA
(Celebración mística)
Así lo he puesto de relieve en una postal anterior de este mismo blog, evocando la experiencia mística de San Juan de la Cruz (con la Orígenes o Eckhart, con la de otros místicos judíos o musulmanes, budistas o hinduistas…). Los cristianos, con hombres y mujeres de otras religiones, saben que Dios nace en ellos.
Así puedo decir (decirte) que tú mismo eres Belén y los Pastores, y la Virgen María, eres nacimiento, una puerta por la que Dios entra en el gran universo y en la historia. Ésta es la dimensión más misteriosa de la Navidad que han puesto de relieve desde antiguo los orantes, los contemplativos, los místicos:
Navidad soy yo, y eres tú… Dios que nace en mi vida, en tu vida. Ésta es una experiencia que han puesto de relieve los grandes cristianos, desde Orígenes has Gregorio de Nisa, desde Dionisio Areopagita hasta Teilhard de Chardin. Entre ellos quiero destacar a Juan de la Cruz, el santo de la Navidad, que cantaba coplillas a la “Virgen preñada que va de camino… esperando que la recibamos”.
Ésta es una experiencia de Navidad que Juan de la Cruz ha desarrollado en su comentario al Cántico Espiritual (CA estrofa 38 y CB estrofa 39). Como se sabe, en el momento culminante del proceso de amor, allí donde el Cántico nos introduce en la intimidad de Dios, Juan de la Cruz afirma que el “alma”, es decir, el creyente “espira en Dios con la misma espiración de Dios”. Eso significa que Dios nace de verdad en nuestra vida, en nuestra propia realidad de personas. Eso significa que cada uno de nosotros, si de verdad descubrimos nuestra verdad, somos Navidad de Dios:
El aspirar del aire es una habilidad que el alma dice que le dará allí Dios, en la comunicación del Espíritu Santo, el cual, a manera de aspirar, con aquella su aspiración divina, muy subidamente levanta el alma y la informa y habilita para que ella aspire en Dios la misma aspiración de amor que el Padre aspira en el Hijo y el Hijo en el Padre, que es el mismo Espíritu Santo, que a ella (al alma) la aspira en el Padre y en el Hijo en la dicha transformación, para unirla consigo. Porque no sería verdadera y total transformación si no se trasformase el alma en las tres Personas de la Santidad Trinidad en revelado y manifiesto grado. Y esta tal aspiración del Espíritu Santo en el alma con que Dios la transforma en sí, le es a ella de tan subido y delicado y profundo deleite que no hay que decirlo por lengua mortal... Porque el alma, unida y transformada en Dios, aspira en Dios a Dios la misma aspiración divina que Dios – estando ella en Él transformada – aspira en sí mismo a ella (CB 39, 3).
Ese “aspirar del aire” es la comunicación de Dios, es decir, el nacimiento de Dios en nuestra vida, pues nos hallamos inmerso en la misma aspiración (respiración) de Dios, recibiendo su aliento (Espíritu de vida) y respondiendo, como el mismo Cristo (Hijo de Dios): dando a Dios su aspiración divina. Eso significa que la Navidad no es ya Belén, ni los pastores, ni la Iglesia de San Pedro, ni la humanidad…. Ciertamente, es todo eso, pero en sentido radical, la Navidad soy yo mismo, pues en mí nace Dios, pues yo mismo soy Jesús, el Hijo de Dios.
El hombre que ama se encuentra introducido en Dios y así recibe y comparte (comunica) el mismo ser divino, entendido como “aire” o "espíritu" santo. Esta aspiración pasa, por tanto, “de Dios al alma y del alma a Dios” (CB 39, 4), de manera que por ella el alma se vuelve deiforme, transformada en las tres personas “en potencia y sabiduría y amor”. Por eso, los santos (es decir, los creyentes y amantes) son “una cosa (con Dios), por unidad y transformación de amor”, no por esencia natural, sino por don divino.
Esto significa que somos Dios por gracia (no por mérito), en comunicación personal, y el amor que somos (tenemos), al dar y compartir la vida (al aspirar el aire), es el mismo amor divino (cf. CB 39, 5-6). Aquí nos deja Juan de la Cruz, par que descubramos y celebremos la Navidad de Dios en nuestra vida. En esa línea se ha dicho, hablando en poseía: ¡La poesía eres tú! Pues bien, en esa línea, Juan de la Cruz nos dice, a cada uno de nosotros, de un modo más profundo:
La Navidad eres tú, pues Dios nace en tu vida.
Tú eres Belén, tú los pastores…
Tú eres el mismo Dios que está naciendo para que seas tú mismo, para que seas Dios para los demás.
7. NAVIDAD SOCIAL, DIOS NACE EN LOS MARGINADOS
(Celebración social, la revolución pendiente)
La Navidad Cristiana y Universal son también los pastores antiguos (los que vivían fuera de las ciudades resguardadas), los marginados de la historia, los más pobres, los niños de la periferia… Entre ellos y para ellos nace Dios, ellos son la promesa de la salvación futura.
No tiene sentido la Navidad si no es fiesta para todos, promesa de vida y esperanza para los exilados y extranjeros, refugiados, hambrientos y pobres… Mientras no puedan nacer todos a la vida esperanzada, a la comunión de amor del mundo, no puede celebrarse en plenitud la Navidad.
Nace Dios, después de milenios de preparación, pero nadie de los grandes de este mundo le recibe. No le reciben en el pueblo sagrado de Belén (en la Catedral, en el Palacio, en las cortes.. ), no le acogen en las casas de los ciudadanos pudientes del lugar, pues la tienen cerrada por el miedo a los ladrones. Por eso llega al mundo a cielo abierto y le reclinan sobre un pesebre de animales, de manera que así puede aparece como señor y salvador de todos los vivientes.
No está allí la televisión para recoger el acontecimiento, ni el emperador de Roma, ni el sacerdote de Jerusalén, ni el sabio de Atenas, ni el místico de la India, ni el comerciante de China, ni el chamán de Siberia… No hay nadie a quien Dios pueda contar su historia… a no ser unos “pastores”, es decir, es decir, unas personas que no están inscritas en los grandes censos. Ellos, los pastores, eran en aquel tiempo los
irregulares, como si hoy dijéramos:
los que no tienen casa, ni cena, ni seguridad
los caminantes, exilados, inmigrantes…
Nadie de los "grandes" recibe a Jesús (reyes, sacerdotes, comerciantes…). Todos están ocupados en otras cosas, tienen otros trabajos, problemas, comidas… Pero hay gente libre para Dios, es decir, para la vida, en los campos, fuera de las grandes listas de las celebraciones oficiales, como los pastores de antaño. Sólo unos “pastores” que no tienen nada, ni casa, sólo unos establos en el campo abierto.
Nace Dios entre los expulsados de la ciudad, entre emigrantes, nómadas de la vida, tribus urbanas o gente de la estepa… Había por allí unos pastores, gente que guarda su pobre rebaño, que observa en la noche…
Ellos, los pastores, guardianes de ganado sobre el campo, vigilando en la noche sus rebaños en guardia defensiva (no guerrera), serán privilegiados de la gran esperanza de Dios. Ellos son los herederos de las promesas de David. La ciudad del rey (Belén) está cerrada, no ha querido recibir a su Mesías. Pero hay otra ciudad regia y misteriosa, el verdadero Belén de David y del Mesías, en los campos del entorno, en el pesebre abierto en los rediles, en las guardias de la noche, mientras velan los pastores.
Ellos, los pastores de la vida trabajosa, israelitas impuros (no pueden cumplir los reglamentos de la ley), despreciados por los fieles rabinos de la tierra, son portadores de la gran esperanza, los descubridores de la Navidad de Dios. Cuando llega el momento del rey mesiánico no salen a la escena los reyes del mundo (César Augusto), ni los grandes maestros de Israel con sus sacerdotes (ni siquiera Zacarías,) sino sólo unos pastores:
Sólo así, los expulsados de la vida, niños y pastores, comprenden el sentido del pesebre: en el lugar de los animales ha nacido y recibe poder sumo el Salvador y Cristo. Lógicamente se les abre el cielo y escuchan la voz del canto angélico: ¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de la buena voluntad! (= a los que Dios ama) (2,14). La misma gloria de Dios (doxa) se expresa en el mundo como paz humana (eirênê). Este es el contenido superior y radical (final) de la esperanza.
Normalmente tendríamos miedo: ¿Quién puede estar por ahí en la noche? ¿Quién puede venir a la cueva…? Tendríamos ganas de llamar a la policía. Pero no, entre los excluidos, fuera de la vida social organizada, están los pastores que vienen y encuentran al niño “en el pesebre”.En un sentido, la noche es tiempo de miedo, no es para andar por los campos, no es para meterse en las cuevas… Pero ésta es una noche distinta, noche para que nazca el niño, para que vengan y adoren los marginados de la tierra, entre los que Dios ha nacido.
En esa línea hay que seguir hablando de la Navidad como fiesta de esperanza de futuro, de Nacimiento de la Nueva Humanidad… Como dice San Pablo, tan poco dado a efusiones poéticas, este viejo mundo está “preñado” (como decía Juan de la Cruz….), preñado de Dios, esperando la manifestación gloriosa, la liberación de los hijos de Dios (Romanos 8).
Se recuperan así los sentidos anteriores de la Navidad, como fiesta histórica (Jesús nació un día) y fiesta eterna de Dios (nace en la eternidad la palabra/amor de Dios), como fiesta de familia y de intimidad personal (de cada uno). Todos estos planos de la Navidad no se oponen, sino que forman un único camino y misterio, abierto a todos los hombres y mujeres de la tierra. Podemos tener diferencias de raza y cultura, de economía y religión…, pero todos tenemos en común lo mismo: ¡Todos nacemos en la vida, de la vida!
Más aún, en el nacimiento todos somos en el fondo iguales… No hay nada más parecido al niño pobrísimo que nace en familia pobre que el hijo del multimillonario… Son iguales, la misma herencia genética de fondo, la misma esperanza vital… Las diferencias nacen después, y se agrandan, porque no sabemos celebrar la Navidad de Dios en la vida de todos.
8. NAVIDAD MISIONERA, EPIFANÍA
(El fin de la fiesta, 6 de enero)
Navidad es finalmente Epifanía, la fiesta que la Iglesia Cristiana simboliza en los Magos que vienen de Oriente, buscando a Jesús…, y en la Iglesia que sale hacia Oriente y Occidente, para llevar a todos los hombres y mujeres el mensaje y la buena esperanza del Nacimiento de la Vida, con signos de oro (riqueza compartida), incienso (honor común) y mirra, que es el perfume del amor que nos permite superar la tristeza de la muerte.
La navidad es una fiesta cristiana; ella es con la pascua de resurrección la fiesta cristiana por excelencia. Pero es, al mismo tiempo, una fiesta universal, que tiende ya a celebrarse de algún modo en todo el mundo: ¡El nacimiento de Dios, es decir, de la vida!
Es una fiesta anterior al cristianismo. De algún modo, todos los pueblos del mundo celebrado una especie de Navidad: han descubierto que “Dios nace”, que la vida es un don, que cada niño es experiencia de un misterio de amor. Por eso, la Iglesia cristiana no puede apropiarse del todo de esta fiesta, como si fuera suya, pues es de todos, de la humanidad entera.
Ésta es para la Iglesia una fiesta afirmativa, con un happy end: los pastores corren a Belén y encuentran a María y a José y al Niño recostado en el pesebre. Es claro que se admiran: ¡reconocen la verdad de la palabra, el cumplimiento de la espera de los siglos, creen y veneran!. Sobre la cuna de Jesús se ha iniciado el camino de la nueva fe.
‒ Los primeros creyentes mesiánicos, los más hondos discípulos del Cristo son pastores. No saben cómo acabará la historia, no conocen todavía el recorrido y fin del Cristo, pero el signo del pesebre en una noche de guardia sobre el campo, les ha ofrecido una señal que vale para siempre:¡pueden alabar a Dios, ofreciéndole su canto de gloria sobre el mundo, manteniendo su oficio de pastores mesiánicos en el entorno de Belén!
‒ Los segundos creyentes cristianos son los sabios, los magos de oriente, que no son reyes en sentido político, sino en sentido humano, cultural, religioso… Estos magos son los representantes de una sabiduría humana puesta al servicio de la estrella de la vida… Los representantes de todos los portadores de la esperanza cristiana de la Iglesia, a lo largo de los siglos, por todo el mundo.
‒ Ésta es pues la fiesta de la tarea cristiana…, es decir, de la misión encomendada a los fieles de Jesús, que quieren expresar y expandir en todo el mundo el sentido y tarea de su Nacimiento, no en contra de alguien (de algunos), sino al servicio de la vida.
Ciertamente, vivimos en un mundo amenazado. No sabemos lo que será en el futuro la Navidad, de manera que muchos piensan que ella va a terminar destruida en la feria del comercio mundial, del capitalismo que todo lo destruye, del puro dinero, del afán de lucha de unos contra otros.
Si es así, si la Navidad acaba siendo simplemente luces de comercio, feria de propaganda de ventas inútiles… la humanidad habría perdido uno de sus signos más valiosos, uno de los motores más fuertes de su vida. Por eso queremos que la Iglesia siga ofreciendo el signo de la Navidad, es decir, el signo universal de la vida de Dios que nace entre los más pobres, en camino de justicia y de amor.