Paco Mateo: Del Brexit al Euro-end, pequeña reflexión sobre Europa

Francisco Mateo Acín, un poeta, un filósofo, un hombre.

Nació en un pueblo de Aragón, hace cincuenta y cinco años. Ha estudiado en una escuela de ingenieros agrónomos y después en las dos universidades que tenían por entonces las mejores Facultades de Filosofía Pura: Salamanca y Comillas, Madrid.

Maduro de pensamiento, abandonó la Universidad Oficial, y sigue pensando, investigando, en la Universidad de la vida, allá en su pueblo, sobre la cuenca baja del Gállego.

Escribe poemas de gran calidad
, más para el futuro que para el presente, y ha preparado una narración (¿nivola, decía Unamuno?), que un día, cuando pase un tiempo de niebla actual, será immportante.

Entra de vez en cuando en mi blog, pero, más que la corriente mentirosa de noticias que pasan y se borran cada día, le importan los acontecimientos que dejan poso, como la deconstrucción de Europa. Es un gran analista político, aunque con los años se está volviendo quizá un poco pesimista…

Hace unos días le pedí un trabajo sobre el Brexit y el Euro-end… y asílo publico. Gracias, Francisco. Nos seguimos recordando, nos seguimos viendo…

Imagen I: Paco. Imagn 2: Un elefante europeo en la cuerda floja de una república bananera. Si el elefante acaba su travesía... acabaremos también nosotros nuestra lección histórica. Imagen 3: Paco/Europa entre la cruz y el dinero.

Todo lo que sigue es tuyo, Paco; para ti, para tus lectores, tras el elefante que baila como nuevo Buda.



Del Brexit al Euroend, pequeña reflexión sobre Europa

Se dice frecuentemente que Europa se ha convertido en un inmenso museo, se dice que ha perdido su espíritu, lo que la hizo ser Europa. Es posible que estas afirmaciones sean ciertas en parte, pero también es cierto que la desafección de los ciudadanos europeos por el cristianismo, ha hecho que, la savia, que hacía de Europa un campo experimental de idearios, se haya secado.

En qué medida el cristianismo ha hecho cuajar Europa a lo largo de los siglos, está largamente constatado por muchos filósofos y teólogos. Nosotros nos limitaremos, sin entrar en detalles, a mirar los conflictos de Europa a través de lo que ha sido el cristianismo, de lo que ha significado el pensamiento griego y el orden romano difundido mediante la cristianización de Europa.

Europa es Europa debido a la síntesis de estos tres factores que venimos citando. Pero los conflictos de ahora mismo, los ideológicos y la constitución de una Europa unida, no se pueden resolver con idearios filosóficos y religiosos de otros siglos; no se puede resolver el presente con las inquietudes filosóficas del pasado.


Sin ir más lejos, el concepto de Estado que se tenía en el Renacimiento sigue vigente, pero no responde del todo a lo que actualmente,
con su conflictividad sociológica, necesita Europa; lo mismo cabe decir de los ideales de la ilustración: están vigentes en nuestras democracias, pero se necesita ampliarlos en algunos casos, y en otros, volverlos a constituir, o si fuera preciso, y lo es, engendrar otros nuevos.

Entonces ¿sobre qué base ideológica es necesario fundar Europa para que sea espacio de convivencia y crisol de valores humanos?

Ya tenemos la reciente experiencia del Brexit de hace unas semanas y, este acontecimiento, nos ha hecho reflexionar sobre lo que debe ser Europa, sobre qué fundamentos debería ser posible que los países de Europa estén unidos. ¿Es posible una Europa unida simplemente por la dinámica de la economía de mercado, mediante sus valores puramente económicos, o falta otra dimensión? Esta es la cuestión que trataremos de responder en estas modestas líneas.

Lo que deseamos es, ponderar el valor del cristianismo como fermento de Europa a lo largo de los siglos,
por un lado, y dilucidar por otro, en la medida de lo posible, si el cristianismo es capaz de hacer cristalizar nuevas formulas para hacer de Europa aquello que el futuro nos exige a todos por igual, (franceses, italianos, españoles, alemanes, lituanos, polacos, y todos los demás) de realizar el sueño que alienta dentro de Europa desde que se forjó la Comunidad Económica Europea: una Europa común para volver a instalarnos en la historia superando nuestra crisis de identidad.

Es obvio a estas alturas, que una Europa fragmentada en distintos estados no puede sobreponerse a los desafíos que devendrán pronto, ni puede salvarse de sí misma, ni cabe afirmar que lo que se entiende por soberanía nacional permanezca inalterado. El sentido de la soberanía nacional no ha evolucionado desde el siglo XIV, y los nacionalismos, sean de tipo británico o francés, sea la forma más narcisista de afirmar algunas diferencias no tan especificas como se cree, está interfiriendo en el proceso de un modo que no sería deseable.

Esto no significa que la idiosincrasia de cada pueblo deba disolverse o ser eliminada en aras de algo diferente, pues precisamente ha sido precisamente la diversidad de los pueblos de Europa y sus conflictividades ha sido lo que ha enriquecido desde hace siglos la identidad común. Baste fijar la mirada en nuestras guerras internas, (guerras de religión como la de los treinta años, la de 1914-1918, la del periodo 1939-1945 y los procesos de formación de las diferentes nacionalidades durante los siglos XII al XIV para verificar que de cada conflicto Europa ha salido más madura, más dada a entenderse mutuamente, a fuerza de sudor y sangre derramada.

Lamentablemente, nuestra historia ha sido sangrienta. No vamos a analizar esto punto por punto porque excede nuestro limitado estudio, baste con mencionarlo de pasada, aunque no sea un asunto baladí; sabemos hasta qué punto en Europa se ha derramado sangre, sabemos lo suficiente de los campos de extermino, de la inquisición, y de las invasiones napoleónicas, entre otras cosas no de menor calado.

No obstante, la trayectoria que ha seguido el cristianismo, no basta para configurar una nueva Europa; hoy con la mirada puesta en el pasado no somos capaces de articularnos.

Somos cristianos porque a través de ese camino hemos asimilado la filosofía griega y el orden jurídico romano, y a la inversa, nos hemos asimilado a Grecia y Roma porque somos cristianos, de modo que el cristianismo ha servido para catalizar las corrientes culturales de Europa, y desde el año 475, con la caída del Imperio romano occidental, ha sido el vehículo que ha hecho emerger los distintos momentos en que nuestra historia se ha hecho precisamente Europea.

El papado ha sido un factor decisivo en la configuración política de Europa, ha servido para legitimar el poder político, y este para legitimar el papado, pese al conflicto de las investiduras. En ese contexto recibe su sentido la ruptura de las distintas iglesias, empezando con la oriental con Miguel Cerulario, y después la de la reforma con lutero- más por motivos políticos que por distintas diferencias doctrinales o teológicas.

Política europa y cristianismo se han asociado hasta finales del XVIII con la revolución francesa. A partir de aquí la fe en la razón va a sustituir o desplazar la fe cristiana como medio de impulsar lo europeo.


De otra parte, la matriz judía, ha servido para estructurar el culto cristiano, y sus instituciones, y además, para alumbrar Europa con los distintos pensadores que a lo largo de su historia han sido judíos y europeos. No citaremos aquí a todos: Spinoza, Husserl, Marx, Freud, Proust, Kafka, Rosenweig, Levinas, Paul Celan-son parte de algo que ha expresado la esencia intelectual de Europa.

No sería posible explicar las raíces europeas desdeñando lo que el judaísmo ha aportado a través de nuestra historia común. El judaísmo ha intervenido en nuestra historia, aunque sin implicarse directamente en el surgimiento de los distintos estados, han existido los judíos sintiéndose europeos, manteniendo su identidad de pueblo de un modo particular, sin involucrarse directamente en la actividad política, sin impregnar el poder con su experiencia personal, excepto Marx.


Con el surgimiento de la revolución burguesa y la economía de mercado, Europa cambia su rostro, para después, evolucionar hasta lo que hoy entendemos por Capitalismo neoliberal. El capitalismo es producto de la ética burguesa que se ha emancipado de la matriz cristiana, tal como explica Max Weber al analizar sus orígenes sociales, su desempeño mediante un tipo de racionalidad, que llevaba inscrita el cristianismo en sí mismo.

La ética protestante fue decisiva para la organización social del mundo del trabajo en la sociedad capitalista, con su desplazamiento de la experiencia cristiana, llevándola al reducto personal de la intimidad humana, y dotando la praxis colectiva de principios éticos. De este modo, los estados europeos se lanzaron a la colonización expandiendo su economía de mercado, o sea, sus valores mercantiles con su organización productiva impulsada por principios éticos, que, como vengo diciendo, surgieron de la experiencia cristiana.

Europa, más allá de la pura economía:

Hasta aquí los grandes rasgos de nuestra historia. La expansión económica ha llenado todos los espacios de la vida social, el ámbito de la economía ha puesto bases para la construcción europea, pero ¿basta este submundo para establecer principios de solidaridad o éticos, que garanticen la viabilidad de una Europa unida, o sería necesario algo más? En nuestra modesta opinión, no se pueden basar nuestros vínculos en las expectativas de ganar dividendos o en el temor de los accionistas o inversores a perder su capital.

Esto sería irracional, aunque la dinámica del capital, sea necesaria desde otro ángulo. La racionalización de la economía, de los flujos de capital, nadie lo ha intentado actualmente, no de manera que el capitalismo corrija sus errores de siempre.

El marxismo por otro lado no tenía previsto que los flujos de capital engendraran más riqueza que el desarrollo de los medios de producción, no pudo predecir la opacidad de los procesos de capitalización de una sociedad; fue un intento fallido de resolver los conflictos históricos mediante la actividad de la economía; esto es obvio a todas luces.

Lo que Marx deseaba era que las decisiones económicas estuvieran en manos del pueblo y no las determinara el capital, racionalizar las relaciones de producción y sus formas basándose en fundamentos ideológicos, tal y como lo fue el materialismo histórico, que él mismo puso al servicio de sus análisis.

De todos modos, ya no se puede pensar la viabilidad de Europa sin un análisis de su economía, es decir, sin una reforma del capitalismo que la impulsa. Pero ¿de qué modo sería esto posible? Sería preciso que cristalizaran nuevos engendros ideológicos para solventar esta crisis del capitalismo, que ha puesto los fundamentos de Europa, al desnudo. ¿Se podría apelar a un pensamiento básico europeo capaz de forjar una identidad común? Este es el reto que el futuro va a sancionar más pronto de lo que se supone, pese a que los gestos nacionalistas del Reino Unido nos hayan deparado retrocesos. El Reino Unido no ha tenido en cuenta todo lo que ha aportado a la historia del pensamiento durante siglos, nos ha querido privar de un destino compartido, y así, siguiendo el rumbo que ha tomado, va a terminar empobrecido en toda la extensión de la palabra.

Y el cristianismo, antes fermento de ideas y unificador de los pueblos de Europa, ¿puede en este momento tener las claves de la mentalidad europea o no? La racionalidad ilustrada ha llevado el pensamiento positivo hasta sus últimas consecuencias dejando una Europa varada si no postrada ante sus desafíos. Por consiguiente, siguiendo la línea de la ilustración, es notoria la desafección que la gente siente hacia la iglesia, su desvinculación es masiva, pero un poco de levadura puede hacer fermentar toda la masa; sería bueno que la fe encontrara de nuevo cómo proyectarse en la historia de Europa. Este es el reto del cristianismo, ser la sal de Europa, si no quiere desaparecer con ella, si el cristianismo se diluye, Europa quedará mutilada, y entonces no existe un mundo nuevo que engendre futuro.

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