26.7.22. San Joaquín y Santa Ana. Una devoción apócrifa (y musulmana)
Los evangelios apócrifos no son falsos sin más, pero trazan una “historia” imaginaria de Jesús, de su madre María y de sus supuestos abuelos maternos (Joaquín y Ana), contraria a la visión de los evangelios canónicos. Un tipo de piedad cristiano no se contentó con la Biblia Canónica (Mateo, Lucas, Marcos, Juan), sino que produjo y recibió una serie de evangelios piadosamente imaginarios de en María, con dos ciclos: Uno de nacimiento (sobre Joaquín y Ana, con la Santa concepción de la Virgen) y otro de ascensión/asunción (con su muerte y subida al cielo). Aquí (en fiesta de Joaquín y Ana) me ocupo del primer ciclo, con su repercusión más musulmana que cristiana.
| X Pikaza Ibarrondo
JOAQUÍN Y ANA PROTO‒EVANGELIO DE SANTIAGO (SIGLO III-IV D. C.).
El primero de los ciclos apócrifos de la Virgen está formado por los apócrifos de la fiesta de la Natividad de María. Posiblemente nada de lo que dicen esos apócrifos Virgen sea histórico en sentido crítico, pero es (ha sido) muy importante en sentido devocional. El verdadero “evangelio” del nacimiento de María ha sido el llamado Proto‒evangelio de Santiago.
Ha surgido en un contexto judeo-helenista y ha contado simbólicamente la historia de la familia de María, con sus padres (Joaquín‒Ana) y su esposo “virginal” José (padre de los que el NT llama “hermanos” de Jesús). Este evangelio ha marcado la devoción popular mariana, aceptada por la liturgia católica y ortodoxa, que lo toma fácticamente como “texto” base de las fiestas de la Concepción, Nacimiento, Presentación de María en el templo y sus Desposorios con José, desembocado en el nacimiento e infancia de Jesús.
Este evangelio, de tendencia espiritualista (y a veces casi doceta), se centra en la intra-historia de María, signo de la Santidad de Dios, vinculada con el Templo de Jerusalén y con la tradición sacerdotal, davídica, del judaísmo. Así la imaginó el pueblo cristiano, y así la siguieron presentando otros evangelios de la infancia de Jesús (Pseudo-Mateo, Pseudo-Tomás, Evangelio Árabe de la infancia…), que han marcado hasta hoy, el imaginario piadoso (carnal, espiritual) de María.
Como he dicho, posiblemente nada de lo que cuenta este evangelio es histórico en el sentido “crítico” de la palabra. No tenemos ninguna razón para pensar que la madre de María se llamaba Ana, ni su Padre Joaquín. Nada nos permite pensar que ella era de Jerusalén, sino galilea de Nazaret… Nada nos permite levantar el velo del misterio de su nacimiento…
Pero el pueblo necesita “imágenes claras” y así surgió este evangelio claro y apócrifo de María, un prodigio de piedad “inventada”, con toques de judaísmo sagrado de templo. En ese momento (siglo III-IV d.C.) las cosas se imaginaban “así” y así se creó la leyenda sagrada del Nacimiento de María.
Ciertamente, ella nació, pero no sabemos el día, ni el lugar, ni el nombre de sus padres… Ella nació, y su nacimiento se puede recordar con gozo. Nada de lo que dice este Apócrifo parece cierto en sentido crítico. Pero el pueblo cristiano lo imaginó así durante siglos, con aprobación del “papa” de Alejandría, del patriarca de Constantinopla y del pontífice de Roma
Digo es que es un texto interesante, pero peligroso, pues (por todo lo que podemos deducir de los evangelios canónicos) María no era de familia rica-rica de Jerusalén, ni fue ofrecida ni nació en medio de revelaciones, ni fue ofrecida al templo etc. etc. Pero muchos lo han imaginado así con el Protoevangelio de Santiago, y así podemos imaginarlo por un rato.
PROTOEVANGELIO DE SANTIAGO, PADRES ESTÉRILES Y MILAGROSOS DE MARÍA
Dolor de Joaquín
Consta en las historias de las doce tribus de Israel que había un hombre llamado Joaquín, rico en extremo, el cual aportaba ofrendas dobles, diciendo:
El excedente de mi ofrenda será para todo el pueblo, y lo que ofrezca en expiación de mis faltas será para el Señor, a fin de que se me muestre propicio.
Y, habiendo llegado el gran día del Señor, los hijos de Israel aportaban sus ofrendas. Y Rubén se puso ante Joaquín, y le dijo: No te es lícito aportar tus ofrendas el primero, porque no has engendrado, en Israel, vástago de posteridad. 3. Y Joaquín se contristó en gran medida, y se dirigió a los archivos de las doce tribus de Israel, diciéndose: Veré en los archivos de las doce tribus si soy el único que no ha engendrado vástago en Israel. E hizo perquisiciones, y halló que todos los justos habían procreado descendencia en Israel. Mas se acordó del patriarca Abraham, y de que Dios, en sus días postrimeros, le había dado por hijo a Isaac.
Y Joaquín quedó muy afligido, y no se presentó a su mujer, sino que se retiró al desierto. Y allí plantó su tienda, y ayunó cuarenta días y cuarenta noches, diciendo entre sí: No comeré, ni beberé, hasta que el Señor, mi Dios, me visite, y la oración será mi comida y mi bebida.
Dolor de Ana II
Y Ana, mujer de Joaquín, se deshacía en lágrimas, y lamentaba su doble aflicción, diciendo: Lloraré mi viudez, y lloraré también mi esterilidad. 2. Y, habiendo llegado el gran día del Señor, Judith, su sierva, le dijo: ¿Hasta cuándo este abatimiento de tu corazón? He aquí llegado el gran día del Señor, en que no te es lícito llorar. Mas toma este velo, que me ha dado el ama del servicio, y que yo no puedo ceñirme, porque soy una sierva, y él tiene el signo real.
Y Ana dijo: Apártate de mi lado, que no me pondré eso, porque el Señor me ha humillado en gran manera. Acaso algún perverso te ha dado ese velo, y tú vienes a hacerme cómplice de tu falta. Y Judith respondió: ¿Qué mal podría desearte, puesto que el Señor te ha herido de esterilidad, para que no des fruto en Israel?
Y Ana, sumamente afligida, se despojó de sus vestidos de duelo, y se lavó la cabeza, y se puso su traje nupcial, y, hacia la hora de nona, bajó al jardín, para pasearse. Y vio un laurel, y se colocó bajo su sombra, y rogó al Señor, diciendo: Dios de mis padres, bendíceme, y acoge mi plegaria, como bendijiste las entrañas de Sara, y le diste a su hijo Isaac.
Lamentaciones de Ana III
Y, levantando los ojos al cielo, vio un nido de gorriones, y lanzó un gemido, diciéndose: ¡Desventurada de mí! ¿Quién me ha engendrado, y qué vientre me ha dado a luz? Porque me he convertido en objeto de maldición para los hijos de Israel, que me han ultrajado y expulsado con irrisión del templo del Señor.
¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a los pájaros del cielo, porque aun los pájaros del cielo son fecundos ante ti, Señor. 3. ¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a las bestias de la tierra, porque aun las bestias de la tierra son fecundas ante ti, Señor. 4. ¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a estas aguas, porque aun estas aguas son fecundas ante ti, Señor. 5. ¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a esta tierra, porque aun esta tierra produce fruto a su tiempo, y te bendice, Señor.
Promesa divina IV
Y he aquí que un ángel del Señor apareció, y le dijo: Ana, Ana, el Señor ha escuchado y atendido tu súplica. Concebirás, y parirás, y se hablará de tu progenitura en toda la tierra. Y Ana dijo: Tan cierto como el Señor, mi Dios, vive, si yo doy a luz un hijo, sea varón, sea hembra, lo llevaré como ofrenda al Señor, mi Dios, y permanecerá a su servicio todos los días de su vida.
Y he aquí que dos mensajeros llegaron a ella, diciéndole: Joaquín tu marido viene a ti con sus rebaños. Porque un ángel del Señor ha descendido hasta él, diciéndole: Joaquín, Joaquín, el Señor ha oído y aceptado tu ruego. Sal de aquí, porque tu mujer Ana concebirá en su seno.
Y Joaquín salió, y llamó a sus pastores, diciendo: Traedme diez corderos sin mácula, y serán para el Señor mi Dios; y doce terneros, y serán para los sacerdotes y para el Consejo de los Ancianos; y cien cabritos, y serán para los pobres del pueblo.
Y he aquí que Joaquín llegó con sus rebaños, y Ana, que lo esperaba en la puerta de su casa, lo vio venir, y, corriendo hacia él, le echó los brazos al cuello, diciendo: Ahora conozco que el Señor, mi Dios, me ha colmado de bendiciones; porque era viuda, y ya no lo soy; estaba sin hijo, y voy a concebir uno en mis entrañas. Y Joaquín guardó reposo en su hogar aquel primer día.
Concepción de María V
Y, al día siguiente, presentó sus ofrendas, diciendo entre sí de esta manera: Si el Señor Dios me es propicio, me concederá ver el disco de oro del Gran Sacerdote. Y, una vez hubo presentado sus ofrendas, fijó su mirada en el disco del Gran Sacerdote, cuando éste subía al altar, y no notó mancha alguna en sí mismo. Y Joaquín dijo: Ahora sé que el Señor me es propicio, y que me ha perdonado todos mis pecados. Y salió justificado del templo del Señor, y volvió a su casa.
Y los meses de Ana se cumplieron, y, al noveno, dio a luz. Y preguntó a la partera: ¿Qué he parido? La partera contestó: Una niña. Y Ana repuso: Mi alma se ha glorificado en este día. Y acostó a la niña en su cama. Y, transcurridos los días legales, Ana se lavó, dio el pecho a la niña, y la llamó María.
Fiesta del primer año VI
Y la niña se fortificaba de día en día. Y, cuando tuvo seis meses, su madre la puso en el suelo, para ver si se mantenía en pie. Y la niña dio siete pasos, y luego avanzó hacia el regazo de su madre, que la levantó, diciendo: Por la vida del Señor, que no marcharás sobre el suelo hasta el día que te lleve al templo del Altísimo. Y estableció un santuario en su dormitorio, y no le dejaba tocar nada que estuviese manchado, o que fuese impuro. Y llamó a las hijas de los hebreos que se conservaban sin mancilla, y que entretenían a la niña con sus juegos.
Y, cuando la niña llegó a la edad de un año, Joaquín celebró un gran banquete, e invitó a él a los sacerdotes y a los escribas y al Consejo de los Ancianos y a todo el pueblo israelita. Y presentó la niña a los sacerdotes, y ellos la bendijeron, diciendo: Dios de nuestros padres, bendice a esta niña, y dale un nombre que se repita siglos y siglos, a través de las generaciones. Y el pueblo dijo: Así sea, así sea. Y Joaquín la presentó a los príncipes de los sacerdotes, y ellos la bendijeron, diciendo: Dios de las alturas, dirige tu mirada a esta niña, y dale una bendición suprema.
Y su madre la llevó al santuario de su dormitorio, y le dio el pecho. Y Ana entonó un cántico al Señor Dios, diciendo: Elevará un himno al Señor mi Dios, porque me ha visitado, y ha alejado de mí los ultrajes de mis enemigos, y me ha dado un fruto de su justicia a la vez uno y múltiple ante Él. ¿Quién anunciará a los hijos de Rubén que Ana amamanta a un hijo? Sabed, sabed, vosotras las doce tribus de Israel, que Ana amamanta a un hijo. Y dejó reposando a la niña en el santuario del dormitorio, y salió, y sirvió a los invitados. Y, terminado el convite, todos salieron llenos de júbilo, y glorificando al Dios de Israel.
Consagración de María en el templo VII
Y los meses se sucedían para la niña. Y, cuando llegó a la edad de dos años, Joaquín dijo: Llevémosla al templo del Señor, para cumplir la promesa que le hemos hecho, no sea que nos la reclame, y rechace nuestra ofrenda. Y Ana respondió: Esperemos al tercer año, a fin de que la niña no nos eche de menos. Y Joaquín repuso: Esperemos.
Y, cuando la niña llegó a la edad de tres años, Joaquín dijo: Llamad a las hijas de los hebreos que estén sin mancilla, y que tome cada cual una lámpara, y que estas lámparas se enciendan, para que la niña no vuelva atrás, y para que su corazón no se fije en nada que esté fuera del templo del Señor. Y ellas hicieron lo que se les mandaba, hasta el momento en que subieron al templo del Señor. Y el Gran Sacerdote recibió a la niña, y, abrazándola, la bendijo, y exclamó: El Señor ha glorificado tu nombre en todas las generaciones. Y en ti, hasta el último día, el Señor hará ver la redención por Él concedida a los hijos de Israel. 3. E hizo sentarse a la niña en la tercera grada del altar, y el Señor envió su gracia sobre ella, y ella danzó sobre sus pies y toda la casa de Israel la amó.
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IMAGINAR Y CELEBRAR HOY (2022) LA FIESTA DE JOAQUÍN Y DE ANA
Ciertamente, podemos seguir acudiendo imaginativamente a los apócrifos (como el protoevangelio de Santiago), llegando a emocionarnos en el bellísimo templo cruzado de Santa Ana de Jerusalén, donde nació según esa tradición María… Podemos seguir pensando que María fue “hija de Joaquín y Ana” (=todo el Antiguo Testamento), añadiendo que ella ha sido el verdadero “templo de Dios”.
Pero quizá debiéramos cambiar el sentido de este Nacimiento desde una perspectiva más fiel no sólo al AT (liberándonos de la falsa piedad judaizante y casi encratita del Protoevangelio de Santiago)… sino sobre todo al NT
Sus padres pudieron llamarse Joaquín y Ana… pero con toda verosimilitud eran pobres y nazarenos, no esos “falsos burgueses” espirituales y sociales del protoevangelio de Santiago.
2.María no nació envuelta en el dudoso velo espiritual de las historias de Joaquín y de Ana. Ella no fue la “heroína” de una novela espiritual de color rosa muy subido. Nació en la dureza de Nazaret, en un pueblo y lugar lleno de opresiones y dolores, que se expresa en el Magníficat… Nació de otra manera, fue otro tipo de mujer, y sólo así la pudo imaginar el evangelio de Juan al presentarla como “mujer verdadera”, animadora de las bodas de la nueva humanidad. Fue una mujer discutida, siempre amenazada por el filo de la espada del dolor y la injusticia, como dice Simeón en el evangelio de su “anti-presentación” en el templo (Lc 2)
3. No será cosa de un día ni un año. Igual que el Protoevangelio de Santiago cayó en los estereotipos de un judeo-cristianismo del siglo III-IV d.C., hoy podemos caer en los estereotipos de un siglo XXI, que pueden ir y van en diversas direcciones.
No se trata de volver sin más a la María del Islam. En la actualidad, de un modo sorprendente, esta fiesta de la Natividad de María es más “musulmana” que cristiana, pues la mariología popular de los apócrifos del nacimiento ha sido integrada en el Corán, tanto por su fuerza interna (capacidad de irradiación) como para evitar que los musulmanes tuvieran la tentación de hacerse cristianos volviendo a “la madre”.
Más de 1500 millones de “creyentes musulmanes” toman estos relatos como historia, en el sentido radical de la palabra. A través de ellos, el islam sigue siendo el mayor transmisor de una mariología apócrifa, popular, cristiana:
María aparece en el Corán como la mujer del Protoevangelio de Santiago, como la mujer de Lucas y Mateo… Ella aparece vinculada al templo de Jerusalén, como mujer escogida y purificada en el templo…
Se trata de volver a la María real de los evangelios. La María de los apócrifos y del Islam… no es la María de los evangelios, no es la perseguida de Mateo, la dialogante y liberadora de Lucas, la Mujer de las bodas y de la cruz de Juan… Sería necesario recuperar desde los evangelios su figura y misión, para recrear así la fiesta de su nacimiento.
APÉNDICE 1: JOAQUÍN Y ANA EN EL CORÁN (SURA 3). YARATULLAH MONTURIOL, MARÍA DESVELADA (Mandala Ediciones,Madrid 2016)
FAMILIA DE ‘IMRÂN1 María es una mujer judía elegida por Dios entre todas las mujeres “de los mundos”, como dice el Corán. Ella es, según entienden cristianos y musulmanes, la mejor de las mujeres. Símbolo y signo del poder del Altísimo, que encarna la esencia de la Sabiduría universal. Ésa es María, la madre de Jesús (Maryem umm ‘Îsà2 ), de la familia de ‘Imrân. El Corán contiene un capítulo titulado al-‘Imrân que sirve de introducción para referirse a Zakarías, Juan, María y Jesús, que son de la misma familia o “Casa”:
Ciertamente, Allâh ensalzó a Adán, Noé, a la Casa de Abraham y a la Casa de ‘Imrân sobre los mundos; todos son de un mismo linaje.3 La familia de Imrán desciende de Adán, Noé y Abraham. En las lenguas semíticas se suele acompañar el nombre al del fundador de la saga a la cual se pertenece. Por eso se dice que María es “hermana de Aaron” (en árabe, Harún). No es que María sea la propia hermana de Aaron, sino que se usa este apelativo para recordar su estirpe.4 Al igual que sucede con Isabel, la mujer de Zakarías, de la que también se dice que es una de “las hijas de Aarón”5 . Por la misma razón a María, en la tradición islámica, se la llama “hija de David” (Maryem bint Daûd). Pero hay quien objeta, porque David era rey y ungido y no quisieran reconocer a Jesús como su heredero en ninguno de los dos aspectos. Dicen que en la tradición judía el linaje no se hereda de la madre sino del padre. En este sentido, el Corán es rotundo: tiene dos formas de nombrar a Jesús y no usa ninguna otra: ‘Îsà ben Maryem6 , o “el Ungido”7 : 3 He aquí que los ángeles dijeron: ¡Oh, Maryem! Ciertamente, Allâh te te albricia, mediante una palabra procedente de Él, del que será conocido como el Ungido.8 El Corán nos sirve como lucidez previa al trabajo con las fuentes judías y cristianas para dejar de manifiesto que estamos partiendo de una visión distinta a la convencional, tanto de María como de su hijo.
La historia de María comienza con un ardiente deseo de sus padres de tener descendencia. En la tradición semita la descendencia era una prioridad vital y es habitual encontrar relatos donde los profetas se angustian al no conseguirla, rogando a Dios que les conceda ese favor. Veremos cómo su padre, antes de haber sido ella concebida, se va al desierto entristecido y ayuna: Y Joaquín quedó muy afligido, y no se presentó a su mujer, sino que se retiró al desierto. Y allí plantó su tienda, y ayunó cuarenta días y cuarenta noches, diciendo para sí: “No comeré, ni beberé, hasta que el Señor, mi Dios, me visite, siendo la oración mi comida y mi bebida”.
9 En estos mismos Evangelios, considerados apócrifos por la Iglesia10, el Ángel de la Revelación se dirige directamente a la mujer, a Ana11 , la que será madre de María. La respuesta agradecida e inmediata de ella ante tal noticia es ofrecer a Dios lo que viene expresamente de Su favor: Y he aquí que un ángel del Señor apareció, y le dijo: “Ana, Ana, el Señor ha escuchado y atendido tu súplica. Concebirás, y parirás, y se hablará de tu progenitura en toda la tierra”.
Y Ana dijo: “Tan cierto como que el Señor, mi Dios, vive, si yo doy a luz una criatura, sea varón, sea hembra, lo llevaré como ofrenda al Señor, mi Dios, y permanecerá a su servicio todos los días de su vida”.12 Esta fuente concuerda con la aleya coránica: Cuando dijo la mujer de la Casa de Imran: “¡Oh, Sustentador nuestro! Hago la promesa de ofrecerte lo que hay en mi vientre, para que se dedique exclusivamente a Tu servicio. ¡Acéptamelo! ¡Ciertamente, Tú eres Oyente, 4 Sapiente!”. Y, una vez hubo parido, dijo: “¡Oh, Sustentador nuestro! He dado a luz a una hembra y no es el varón como la hembra. La he llamado Maryem”13 .
APÉNDICE II. MARÍA EN EL CORÁN (PIKAZA) (Diccionario de las tres religiones, VD, Estella 2009)
El Islam desarrolla generosamente la figura de María, madre de Jesús, tal como ha sido evocada por algunos apócrifos judeo-cristianos, que destacan su obediencia a Dios y la importancia de su virginidad. Pero su función ha de ser entendida dentro de la visión conjunto del Corán, con su crítica de la diosa (con el sometimiento histórico y social de la mujer) y la obediencia creyente de María, vinculada en este contexto a su virginidad, entendida en forma biológica. La veneración que el Corán siente por María ha de situarse en el fondo del rechazo de la mujer-diosa (del paganismo) que Muhammad (=Mahoma) había querido superar; pero María aparece también como ejemplo supremo de mujer y persona creyente, que acoge la palabra de Dios y recibe el don de su Espíritu:
‒ Rechazo de la diosa pagana. Muhammad, que proviene de un contexto al menos parcialmente politeísta, ha debido “borrar” la figura de la diosa o de las diosas, que aparecen en unos famosos versos satánicos (Corán 53, 19-23), en los que emerge el signo de tres diosas (entre ellas Ashera). Sea cual fuere el origen y sentido más antiguo de esos versos, Muhammad y el Corán han rechazado apasionadamente a las diosas y madres sagradas, condenando así la divinización de los poderes cósmicos de la naturaleza femenina. Este rechazo de la diosa pagana constituye uno de mayores atractivos y riesgos del Corán. Es un atractivo, por lo que tiene de despliegue de la pura trascendencia divina, más allá de todas las formas y figuras humanas. Es un riesgo, porque puede conducir a una especie de deshumanización de Dios, convertido en puro Dominador por encima de todas las formas de la vida humana.
‒ Rechazo de la posible diosa cristiana. Parece que Muhammad ha entrado en contacto con círculos “sectarios” que han divinizado a la Madre de Jesús, introduciéndola en una Trinidad de tipo sexuado y familiar que estaría formada por Dios Padre, Diosa-Madre y Jesucristo. El cristianismo se habría convertido, según eso, en una repaganización triádica del evangelio (en la línea de una posible trinidad formada por El-Padre, Ashera-María y Cristo-Hijo). Es muy posible que Muhammad haya exagerado al oponerse a visión divina de María, la madre de Jesús, pues quizá no había grupos cristianos que la hubieran divinizado de esa forma, en línea de paganismo. Pero es evidente que ha visto y criticado un riesgo bien real: muchos cristianos han identificado de hecho a María con un tipo de diosa y como tal la han venerado.
Desde este fondo, y desde la visión coránica de la mujer ha de entenderse la figura y función de María que concibe a Jesús de un modo virginal, acogiendo como Muhammad la palabra de Dios. El Corán entiende la virginidad de María de un modo biológico y religioso, como signo de su absoluta sumisión ante el poder divino y como expresión de su apertura a la Palabra. En esa línea algunos piensan que la recuperación cristiana de María debería hacerse en perspectiva musulmana, de retorno a la virginidad biológica y de acogida radical de la Palabra que viene de Dios (con sumisión total a ella).
El islam conoce a María a través de algunos apócrifos judeocristianos, que han recogido y ampliado los relatos de la infancia, especialmente los relacionados con la maternidad virginal de María. Ellos sirven al Corán para destacar el sometimiento de María como verdadera musulmana, resaltando, al mismo tiempo, la exigencia y valor de su virginidad, entendida básicamente en forma de fidelidad antes y dentro del mismo matrimonio. Esos apócrifos (en la línea del Protoevangelio de Santiago, del Evangelio de la Infancia del Salvador o del Evangelio árabe de Mateo) destacan la infancia y milagros de Jesús, partiendo de su nacimiento maravilloso, vinculado a la virginidad de María y entendido como signo de providencia:
‒ Revelación de Dios por María y por Muhammad. Dios ha revelado su poder por María, haciéndola madre virginal de Jesús, que era portador de su Espíritu y de su Palabra. De esa forma, Dios ha expresado por ella su más honda potencia creadora; por eso, su sometimiento a la acción del Espíritu de Dios y el nacimiento de Jesús son signos fuertes de providencia divina (Corán 3, 33-37), conforme a la palabra de Dios que le dice "Te ha escogido y purificado. Te ha escogido entre todas las mujeres del universo" (Corán 3, 42). Pues bien, de un modo semejante, Dios ha escogido a Muhammad para revelar por medio de él su Corán.
‒ María y Muhammad son receptores de la Palabra de Dios. María Virgen ha dado a luz a Jesús, como la tierra primera engendró a Adán. Su virginidad es testimonio privilegiado de la acción de Dios que ejerce su poder sobre la historia (por medio de Gabriel, gran ángel). Por eso, ella acoge sumisa la palabra de Dios, como verdadera musulmana. De un modo semejante actuará Muhammad, recibiendo el Corán a través de la revelación del Gabriel. La concepción y nacimiento virginal de Jesús por medio de María forman parte del misterio de la acción divina, y deberían haber suscitado la fe de los judíos, pero ellos no creyeron (3, 42-48; 19, 16-26). De igual manera, la revelación del Corán a Muhammad debe servir de signo para los creyentes[1].
Según eso, ni María ni Muhammad (ni Jesús) valen por sí mismo, sino sólo como receptores de una Palabra de Dios, que expresa plenamente en el Corán. Al fin sólo importa Dios y su Corán. Ciertamente, Jesús ha sido un profeta y, enviado de Dios (cf. 4, 171; 19, 30), de tal manera que Muhammad ha podido presentarle como Espíritu y Palabra (Rûh y Kalima) que vienen de Dios (cf. 3, 45; 5, 171). Estos términos están relacionados con su nacimiento virginal: Jesús nace del Espíritu de Dios (es decir, de Gabriel) por medio de María (cf. 2, 87.252; 5, 110; 16, 2.102 etc.); lo mismo que el Corán ha nacido (ha sido revelado) por Gabriel, a través de Muhammad. Pero ni Jesús vale en sí mismo, ni María, ni Muhammad. Es único grande es Dios.
María se ha limitado a escuchar la Palabra de Dios, obedeciendo de un modo sumiso, de forma que por sí misma nada puede. Por su parte, Jesús es sólo una función de Dios. Por eso, cuanto más se acentúe su grandeza (es Palabra o Espíritu divino), más desaparece su persona, más se niega su aportación humana; el único que importa es Dios, no Jesús, que es sólo un hombre en quien actúa la Palabra y Espíritu de Dios, que realiza de esa forma sus milagros. Lo mismo sucede con Muhammad, que tampoco tiene importancia por sí mismo, sino sólo como transmisor de la Palabra de Dios que es el Corán.
Por eso, en contra de las confesiones cristianas (que le hacen divino, persona trinitaria), el mismo Jesús ha negado según el Corán su carácter divino: No es Hijo a quien Dios ha engendrado (de forma biológico-sexual), al interior de una Trinidad de Padre-Dios, Madre-María e Hijo-Jesucristo (cf. 4, 171-172; 5, 72-75.116-117; 19, 88-94; 112). Él ha nacido de un modo virginal (como signo del Corán, que proviene también directamente de Dios, sin intervención de Muhammad). Pero en sí mismo no es más que un hombre. En ese contexto ha de entenderse la virginidad de María, como signo de una intervención directa de Dios y como expresión de su pasividad y sumisión creyente[2]. El Islam nos sitúa de esa forma ante una experiencia de predestinación y de acción inmediata de Dios. Eso significa que María no hace nada por sí misma, sino que se limita a dejar que Dios engendre en ella a Jesús. De igual forma Muhammad:
‒ María ha escuchado la Palabra de Dios, dejando que ella actúe en su vida de mujer, haciéndola madre. En esa línea, los musulmanes interpretan la concepción virginal de una forma 'física, que ha sido rechazada por la mayor parte de los cristianos, que insisten en la aportación personal de María (y de su diálogo con José). En esa línea se puede afirmar que acción del ángel Gabriel (engendrador de Dios) sustituye al semen masculino. Al someterse a la palabra y acción de Dios, María engendra lo que una mujer puede engendrar, un hijo.
‒ Muhammad, por su parte, escucha la Palabra de Dios, revelada por el mismo ángel Gabriel, pero no para tener un hijo como María, sino para revelar esa palabra a todos los humanos, por medio del Corán. Este es el 'milagro' de Muhammad; a través de la Palabra de Dios, él no ha engendrado un Hijo como María, sino que ha revelado el Libro de Dios y ha creado la verdadera comunidad de los creyentes, que es la 'Umma.
Entre María, la mujer 'sometida' virginalmente a Dios, y Muhammad, el profeta de la sumisión total, hay una profunda relación. En ese contexto, virginidad significa sumisión (es decir, Islam), la más alta pasividad ante el misterio de la acción divina. Pues bien, en esa línea se puede añadir que como María estuvo sometida a Dios, las mujeres musulmanas han de fieles en su sometimiento a los varones. Como varón, Muhammad se somete a Dios, pero no a través de una virginidad corporal, sino escuchando y cumpliendo la palabra de Dios y creando la 'Umma musulmana. Esta mariología islámica, en lo que implica de sometimiento femenino y virginidad pasiva, parece haber influido en algunos círculos cristianos. Pero, estrictamente hablando, ella es poco evangélica.
DESVELAR A MARÍA, VELARLA DE NUEVO. ISLAM Y CRISTIANISMO
Xabier Pikaza (Diccionario de las Tres Religiones y prólogo a. Y. Monturiol: María Develada, Ediciones Mandala, Madrid 2016)
Yaratullah Monturiol ha escrito un libro precioso sobre María, la Madre de Jesús, conforme a la tradición del Corán. Con esta ocasión, respondiendo a su invitación, he querido escribir un prólogo en el que expongo cuatro retos de la mariología (estudio del sentido de la Madre de Jesús) y ofrezco una comparación entre María y Muhammad.
Cuatro retos
Ciertamente, debemos desvelar el rostro de María, para verla en su interior, en su verdad, como mujer y madre privilegiada del profeta mesiánico. Pero, al mismo tiempo, cuanto más la desvelamos más debemos velarla para descubrir su misterio de mujer y de creyente, en la línea que ha puesto de relieve Muhammad. Él no repite lo que dice la Biblia, sino que acentúa rasgos que la tradición cristiana ha dejado después en un segundo plano. Pero su aportación es muy significativa para la historia de la teología y de la vida cristiana, en la línea de los cuatro retos que empezaré señalando.
El reto de la Biblia. Ciertamente, María, la Madre de Jesús, no forma parte del argumento central del Nuevo Testamento, como bien saben las iglesias, pero ella es un tema importante, que ha de ser estudiado con rigor y asumido con honestidad, si queremos conocer la raíz del cristianismo, pues forma parte de la revelación de la Iglesia primitiva, desde Pablo (que la mantiene en gran parte velada, desde Gal 4, 4) y Marcos (que la sitúa en un plano discutid, desde Mc 3, 31-35), hasta Lucas y Juan que recuperan su figura para el conjunto de la vida cristiana.
En esa línea podríamos afirmar que Nuevo Testamento ofrece un testimonio de recuperación de María entendida en sentido personal (ella ha debido descubrir y aceptar el mensaje de su hijo) y eclesial (la iglesia ha debido comprender lo que ella significa en el plano de Dios). En sentido estricto, la forma de entender a María define de algún modo nuestro acceso histórico y teológico al Nuevo Testamento (partiendo, por ejemplo, de Lc 1-2).
El reto de la iglesia, Las diversas iglesias, y en especial la católica, están corriendo el riesgo de perder su herencia mariana y/o de encerrarse en una restauración arqueológica de su origen histórico, sin tener en cuenta su hondura evangélica. No todo se resuelve en la Iglesia con María, pero muchas cosas se pueden plantear mejor si se sitúan rectamente, a la luz de lo que ella significa, volviendo al evangelio, en una labor de conjunto en la que son importantes las diversas perspectivas (voces tradicionales y renovadores, de protestantes y católicos…).
María fue un reto para la primera Iglesia (como he destacado al hablar de la Biblia), y ella sigue siendo un reto para nuestras iglesias en este momento en que es necesario un ecumenismo humano, social y religioso. En esa línea resulta necesaria una recuperación (=recreación) de las figuras femeninas del entorno del Jesús y del principio del cristianismo, entre las que destaca, sin duda, María de Magdala, como muchos están destacando en nuestro tiempo. Pero, a su lado, resulta absolutamente necesaria la recuperación de María de Nazaret, la Madre de Jesús, por lo que ha significado y significa en la tradición cristiana.
Reto social. Muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo están poniendo de relieve la importancia del Magníficat o Canto de María (Lc 1, 51-53), por lo que significa e implica de conversión y transformación social, en una línea que viene de los grandes profetas antiguos de Israel (desde Amós e Isaías), hasta el mismo Muhammad, defensor de los pobres. Resulta sorprendente el hecho de que Lucas haya situado en boca de María el canto más intenso de liberación (de inversión) del Nuevo Testamento, vinculando en ella la herencia profética de Israel y la experiencia pascual de los cristianos.
Hasta el momento actual ese canto ha sido un motivo de inspiración espiritual o escatológica, pero quizá no ha “calado” de verdad en la vida y compromiso de una sociedad que se ha llamado cristiana o post-cristiana, pero que no sabe o no quiere saber lo que significa “derriba del trono a los potentados y eleva a los oprimidos, a los pobres los llena de bienes y a los ricos los despide vacíos”. Pienso que ha llegado el momento de tomar en serio este canto de María, no sólo de una forma académica, como puede hacerlo un exegeta, sino de un modo activo, a través del compromiso de las comunidades cristianas (y de otras tradiciones, entre las que destaca el Islam), en un mundo que parece “retroceder” cada vez más en línea de justicia social, mientras avanza en un plano de ciencia, capital y mercado.
Reto ecuménico. Ciertamente, entendida en un sentido superficial, María, la Madre de Jesús ha podido dividir no sólo a los cristianos entre sí (católicos y ortodoxos frente a protestantes), sino al conjunto de los cristianos frente a los fieles de otras religiones, como podría ser el budismo. Pero, en un sentido más profundo, María puede constituir un punto de diálogo y encuentro, entre cristianos e hindúes, musulmanes y judíos, por poner unos ejemplos, por lo que ella ha sido y lo que representa como madre del profeta mesiánico, a quien los cristianos veneran como Madre del mismo Dios encarnado.
No es que todas las religiones digan lo mismo, no que otros creyentes tengan que hacerse cristianos a través de María (¡nada de eso!), sino que todos los creyentes puedan vincularse de algún modo y dialogar en profundidad ante la figura creyente y materna de María. Eso es lo que ha hecho Yaratullah Monturiol, presentando en este libro, con un inmenso respeto, con gran sensibilidad y sabiduría crítica, la aportación del Islam para el conocimiento profundo de María, en línea de espiritualidad y de hondura creyente, y así quiero destacarlo en este prólogo.
Un camino abierto
Los retos citados (bíblico, eclesial, social y ecuménico) marcan el camino de un posible trabajo teórico, pero sobre todo práctico para el conocimiento de María, la Madre de Jesús, y para su aportación en la vida de los cristianos y musulmanes (y en la vida de creyentes de otras religiones). Personalmente, vengo trabajando hace tiempo sobre el tema, al que he dedicado algunos libros y ensayos de especialidad, y en esa línea estoy preparando una Mariología fundamental, que quizá pueda ayudar a conocer mejor a la Madre de Jesús, dentro de la Iglesia y en el conjunto de la sociedad, poniendo de relieve su identidad como mujer y “persona” creyente.
Pero aquí no puedo entrar en esa problemática, ni discutir con más detalle los puntos de convergencia y divergencia en la visión de María entre cristianos y musulmanes, reconociendo y destacando el valor de este libro y de los cuatro retos que acabo de indicar. Yaratullah Monturial sabe que Muhammad amó a Jesús, y que ha insistido en algunos gestos importantes de su vida, cuyos paralelos más cercanos se encuentran en algunos apócrifos judeo-cristianos, como el Evangelio de Santiago, el libro de la Infancia del Salvador o el Evangelio Árabe Mateo (que las iglesias cristianas no han acogido en su canon bíblico.
Pues bien, de un modo especial, Muhammad ha valorado la aportación de María, la Madre de Jesús, recogiendo no sólo tradiciones que aparecen en los libros arriba citados, que la Iglesia católica considera apócrifos, sino también en otras tradiciones que son fundamentales para esa iglesia y que han sido incluidas en los evangelios canónicos de Mateo y de Lucas. Aquí no puedo distinguir unas de otras, sino sólo evocar algunas de ellas, remitiendo al texto de este libro de J. Monturiol para precisarlas mejor:
− Jesús es el hijo de María, elegida por Dios como madre-virgen. Por eso se le dice "Te ha escogido y purificado. Te ha escogido entre todas las mujeres del universo" (Corán 3, 42). Dios expresa por ella su más honda potencia creadora en línea de vida. En esa línea, el sometimiento de María a la acción del Espíritu de Dios y el nacimiento de Jesús vienen a presentarse como signos de providencia divina, expresión de verdadera fe, de manera que María aparece como auténtica “sometida”, es decir, musulmana (cf. Corán 3, 33-37).
− María Virgen engendró a Jesús, y lo hizo de un modo que puede compararse al de la tierra primera de la que Dios hizo surgir a Adán. Así se expresa la acción de Dios (realizada por Gabriel, gran ángel) y la obediencia sumisa de María, que acoge la Palabra de Dios, siendo verdadera musulmana (como Muhammad, que recibió el Corán por medio del mismo Gabriel). En esa línea, la concepción y nacimiento virginal deberían haber servido de prueba para los judíos, pero ellos no creyeron, ni aceptaron el signo divino del nacimiento de Jesús (Corán 3, 42-48; 19, 16-26).
− Jesús-niño defendió la virginidad de su madre, proclamando la grandeza de Dios, y actuó después como su enviado, realizando milagros y anunciando el evangelio para los judíos. El Corán ha dado mucha importancia al Jesús niño, a quien presenta como portador de un mensaje de Dios, de manera que él conoce los misterios sin necesidad de aprender como hacen otros, y en esa línea realiza milagros antes de haber madurado en edad, haciéndose mayor, y actuando de esa forma como signo de Dios para los judíos, que tampoco le creyeron (Corán 3, 49-53; 19, 27-36).
− Jesús-adulto ha sido realizador de milagros y profeta del evangelio para los judíos: curó a ciegos y leprosos, resucitó a muertos, ofreció pan a los hambrientos etc., pero lo hizo siempre como enviado de Dios y profeta, sin presentarse nunca como Dios en persona (en la línea en que parecen entenderle después los cristianos, a partir de los concilios del siglo IV d. C.). En sentido radical, el único que actúa de verdad y realiza su obra es Dios, pero lo hace por medio Jesús, con milagros para convertir a los judíos (cf. 5, 110-111). Pero los judíos no se convirtieron, sino que quisieron matarle. Este Jesús rechazado aparece así como paradigma para Muhammad, también rechazado por los judíos de Medina. Pero: Muhammad triunfó, instaurando la comunidad de sometidos; Jesús, en cambio, fue crucificado.
En ese fondo ha de entenderse a Jesús, el Hijo de María, a quien Muhammad llama Siervo de Dios (Abd Allâh: Corán 5, 72; 19, 30). Ciertamente, Muhammad le llama también Nabî, profeta, y Rasûl, enviado de Allâh (cf. Corán 4, 171; 19, 30), y puede presentarle incluso como un Espíritu y Palabra (Rûh y Kalima) que vienen de Dios (cf. 3, 45; 5, 171). Pero no le ha separado de Dios, ni le ha divinizado, sino que le sigue presentando siempre como el Hijo de María, aquella mujer a la que Dios había escogido para revelar por medio de ella su Palabra, haciéndola así madre virginal del profeta Jesús.
En esa línea, la “virginidad” de María resulta muy importante para los musulmanes, que la interpretan como signo de la acción creadora y reveladora que Dios realiza a través de ella. Para algunos cristianos actuales, los aspectos más “milagrosos” de la concepción, nacimiento e infancia de Jesús tal como han sido recogidos por una tradición antigua, y testificados al menos externamente por el Corán, resultan secundarios, en sentido literal. De todas formas, esos milagros sirven para confesar simbólicamente el origen divino de Jesús, un origen que, en otro sentido, podría aplicarse a todos los creyentes que, según el evangelio de Juan (cf. Jn 1, 13), nacen espiritualmente de Dios.
Pienso que, en esa línea, se puede y debe poner de relieve la profunda conexión que existe entre María Virgen (por medio de la cual Dios hizo nacer a Jesús) y el profeta Muhammad (por medio del cual Dios reveló su Corán, es decir, su palabra eterna). Pero hay también, en el fondo, dos grandes diferencias. (a) Por medio del "Espíritu" divino, María ha sido la Madre virginal de un profeta mesiánico, a quien al fin los judías no creyeron, y a quien los cristianos después han divinizado de una forma que el Corán y la tradición musulmana no han aceptado (o quizá no han entendido, en una línea tradicional). (b) Por el contrario, por medio del mismo Espíritu divino (que se expresa de algún modo a través del ángel Gabriel), el mismo dios ha revelado a los hombres su Corán Eterno, como principio de salvación definitiva.
En esa línea debemos añadir que los musulmanes no han divinizado nunca a Muhammad, como los cristianos no han divinizado a María, la Madre de Jesús, con la que Muhammad puede y debe compararse, al menos en un sentido extenso. Por el contrario, ellos han “divinizado” en un sentido amplio (no personal) al Corán, como Palabra de Dios, en una línea que puede compararse a la que divinización de Jesús po los cristianos. Con esto se plantea el tema clave de la relación (semejanza y diferencia) entre musulmanes y cristianos, y este libro de Yaratullah Monturiol, que recibo con admiración y gozo, nos sitúa en el lugar en el que puede y debe situarse mejor esa semejanza y diferencia entre las dos tradiciones religiosas.
En esa línea, ella nos ayuda a desvelar a María, la madre de Jesús, desde la perspectiva del Corán, y lo hace con inteligencia y respeto, con profundidad y veneración, en la línea de la mejor tradición musulmana, y de una tradición antigua de la iglesia, cosa que le agradezco pues me servirá pará precisar algunos rasgos de mi Mariología. Pero, al mismo tiempo, al desvelar así a María ella la “vela” en sentido aún más profundo, como hacen los verdaderos escritos religiosos, cristianos o musulmanes.
María aparece así como la desvelada, en el sentido de conocida, conforme a su misión, al servicio de la Palabra de Dios, que para los cristianos es Jesús, siendo, al mismo tiempo, la mujer velada por el mismo Dios, aquella que ha concebido por el Espíritu Santo, según los evangelios cristianos y en el Corán de Muhammad.
[1] ‒Jesús-niño defendió la virginidad de su madre, proclamando la grandeza de Dios, y actuó después como su enviado, realizando milagros y anunciando el evangelio para los judíos. Resulta significativa la importancia que el Corán ha dado al Jesús niño, a quien presenta como portador de un mensaje de Dios: conoce las cosas sin necesidad de haber aprendido, hace milagros antes de haber crecido. Así confirma el poder de Dios, que actúa por él, pidiendo sumisión a los judíos (3, 49-53; 19, 27-36). Jesús-adulto realizó milagros y fue profeta para los judíos: curó a ciegos y leprosos, resucitó muertos, ofreció pan a los hambrientos. Dios quería convertir a los judíos a través de sus milagros (cf. 5, 110-111). Pero estos se han negado, queriendo matar a Jesús. Pues bien, este Jesús rechazado es paradigma o ejemplo para Mahoma, también rechazado por los judíos de Medina. Pero hay una diferencia: Mahoma triunfó, revelando el Corán e instaurando la comunidad de sometidos; Jesús, en cambio, no pudo hacerlo, en el fondo ha fracasado.
[2] Muchos cristianos actuales, y la inmensa mayoría de los ilustrados modernos, consideran la virginidad de María y los milagros de Jesús niño como un símbolo que, tomado al pie de la letra, resulta secundario e incluso contraproducente. Muhammad y la mayoría de los musulmanes los entienden, sin embargo, de un modo literal, como expresión de la supremacía y de la acción salvadora de Dios. Virginidad de María y milagros de Jesús aparecen de esa forma como signos de la acción directa de Dios, que realiza su obra por sí mismo, sin “encarnarse” en la historia humana.