“Venganza” eclesial de Tomás: Negación de la carne, sumisión de las mujeres

La escena pascual de Tomás en Jn 20 (cf. blog de ayer) ofrecía un programa esencial de cristianismo: Tomás, el gnóstico, debía aceptar la carne pascual de Jesús (encarnación de Dios) e integrarse en la comunidad real de varones y mujeres.

El Evangelio de Tomás es un texto de gran importancia histórica y teológica, pero no ha sido aceptado en el canon de la Iglesia. Por el contrario, el de Juan ha aceptado tras unas correcciones. Éstas son las razones por la que el evangelio de Tomás no ha sido aceptado como "oficial" por la Iglesia:

-- No acepta del todo la “carne” histórica y concreta de Jesús (en contra de Jn 1, 14), con la carne de los crucificados, heridos y hambrientos de la historia actual, en línea de compromiso personal y social.

-- Porque no acepta a las mujeres como tales, sino que en el fondo las utiliza, diciendo que ellas deben “someterse” a los varones (es decir, convertirse en varones).

Ciertamente, la Gran Iglesia no ha recibido en su canon el Evangelio de Tomás, pues, como dice San Ireneo “caro cardo salutis”: el quicio de la salvación es la carne (la encarnación de Dios, la resurrección de la Carne), con el valor universal de varones y mujeres, de manera que las mujeres no están sometidas a los hombres, ni deben hacerse varones para salvarse.

Pero, en el fondo, a lo largo de la historia de la Iglesia se ha dado (y sigue dándose) una venganza de Tomás, pues una gran parte de ella no ha creído de verdad en la encarnación de Dios (no lo digo, lo decía hace 75 años el mismo K. Rahner), y sigue considerando a las mujeres pura “carne de segunda” al servicio de los varones.


Siga leyendo quien quiera pensar sobre el tema, en este “domingo de la pascua blanca” (in albis), en que la Iglesia recuerda y acepta la “superación” superación del evangelio de Tomás en el evangelio de Juan (tema de la postal de ayer).

Tomás se ha vengado, pues su evangelio, expulsando oficialmente y colocado fuera de la puerta de la Iglesia, ha entrado por la ventana, pues muchos cristianos tienen miedo de la “carne” real de Jesús, expresada de forma especial en su “miedo” a las mujeres, a las que no han dejado ni dejan entrar en círculo más hondo de la autoridad de la iglesia.

Quien quiera entender que entienda.Buen domingo a todos.

Evangelio de Juan, evangelio de Tomás.

En el momento decisivo de la revelación de Dios en Cristo, bajo la cruz del Señoraparecen juntos, según el Evangelio de Juan (Jn 19), el Discípulo Amado y la Madre de Jesús. De esa forma, lo mismo que en Jn 2 (bodas de Caná) la “madre carnal” viene a mostrarse como una figura necesaria para el evangelio.

La “madre” es para Juan la mujer “encendida” por la llama de la vida, aquella que da a luz en la “carne”, de forma que vincula a Jesús con la carne de la historia, con los hombres y mujeres que aman y engendran, que acogen y cuidan a los otros.

Pues bien, en contra de eso, el Evangelio de Tomás no reconoce a la madre de Jesús, no la acepta en su comunidad, porque ella (la mujer María, como persona histórica-carne) pertenece al mundo viejo de la “prostitución” (es decir, de la carne material, no del Espíritu). Por eso, ella no puede estar bajo la cruz, junto a Jesús (¡pues en el fondo no existe verdadera cruz de Crdisto), ni en el origen de la Iglesia (como en las Bodas de Caná).

El evangelio de Tomás no puede aceptar en su mensaje y camino a la madre “carnal” de Jesús. Ciertamente, ese evangelio cita a otras mujeres, como Salomé y María Magdalena, pero sólo en la medida en que Salomé penetra en la cámara nupcial de Jesús, pero no se vincula con él en la carne de la vida real, sino sólo en Espíritu desencarnado…, en la medida en que Magdalena deja de ser mujer de carne y se convierte en “varón” espiritual, también desencarnado.

El evangelio de Tomás (texto tomado de Diccionario de la Biblia)


Quiero citar esto, y recordar las referencias “marianas” del Evangelio de Tomas, y el pasaje o pasajes de sus “amores” con Salomó o María Magdalena, para mostrar que ellos se oponen totalmente a todo tipo de “novela” romántica de amores de Jesús con Salomé o María Magdalena.

El evangelio de Tomás está muy cerca de la “gran Iglesia”, pues contiene textos de tradición venerable que provienen del mismo Jesús o de algunas comunidades muy antiguas (especialmente cercanas al documento Q). Es más, puede apelar y apela a la tradición de dos hermanos conocidos de Jesús: Judas-Tomás, el Mellizo, en cuyo nombre se inscribe (cf. EvTom, inscriptio y num 13), y Santiago, el Justo, por quien fueron hechos el cielo y la tierra (EvTom 12).

Esto significa que al menos una parte de la iglesia representada por esos “hermanos” de Jesús (de una línea que en principio fue judeo-cristiana) ha desembocado en un tipo de gnosis seudo-cristiana, pasando, en nombre de Jesús, de un estricto legalismo intra-judío a una experiencia de interioridad mística abierta a todos los hombres, por encima de todas las “diferencias de carne” entre judíos y no judíos.

El Evangelio de Tomás está cerca del evangelio de Juan, y gran parte de sus “dichos” pueden interpretarse en línea eclesial, desde un fondo de encarnación de la Palabra de Dios. Pero hay una diferencia básica entre ellos:

(a) El Evangelio de Juan apela a la encarnación del Logos de Dios (Jn 1, 14), de manera que sigue conservando su historia básica. Este evangelio sigue vinculando la salvación con la muerte histórica de Jesús, y no con un tipo de pura gnosis interior, apelando así así a la carne de Jesús.

En esa línea Juan puede evocar y evoca la figura y signo venerable de la Madre Carnal de Jesús, tanto al comienzo como al fin de su vida (en Caná y bajo la cruz). Por otra parte, las mujeres que aparecen en su evangelio, siendo figuras de fe, son al mismo tiempo mujeres históricas que aman y sufren, tocando como Magdalena la carne de Jesús.

(b) Por el contrario, el EvTom tiende a dejar a un lado toda carne (lo mismo que la muerte) de Jesús, de manera que resulta difícil elaborar desde su visión una visión positiva de la madre histórica de Jesús (que en su sentido carnal se sitúa en la línea de la prostitución del mundo).

Por otra parte, las mujeres de este evangelio (Salomé, Magdalena) no pueden actuar como mujeres, en un nivel de carne e historia personal, sino que han de penetrar en el tálamo espiritual (anti-carnal) de Jesús (como Salomé), o tienen que dejar de ser mujeres para entender y vivir el evangelio (como Magdalena).

((Los gnósticos afirman que ellos provienen de la luz, son como chispas que brotan de Padre-Madre viviente y que vuelven de nuevo al descanso del Padre-Madre (cf. EvTom 50). Este mundo es para ellos cadáver, muerte, sepultura (cf. EvTom 56); quien lo sepa, quien se sepa muerto por su cuerpo ha superado al mundo (cf. EvTom 86). Por eso puede añadir: «Los cielos y la tierra se enrollarán delante de vosotros, pero el que vive del Viviente no verá la muerte», pues ha superado el nivel de perecimiento de este mundo (cf. EvTom 111)).


Devaluación de la mujer histórica, la madre prostituta.

En los evangelios canónicos, María pertenece a la vida histórica de Jesús, es decir, a su “carne” o función personal, como mujer israelita, vinculada de un modo muy intenso a la esperanza mesiánica (social) de su pueblo. Ella no es un signo femenino de la caída humana, sino una persona que realiza una función positiva en el despliegue de la salvación.

En contra de eso, buscando un tipo de “salvación interior”, el evangelio de Tomás devalúa la familia de Jesús, con las relaciones humanas, entre las que se incluyen las de familia:

‒ Crítica de la familia. EvTom 79 ha podido acoger el logion de Lc 11, 27-28 con la palabra de la mujer (¡Bendito el vientre que te llevó..!) y la respuesta de Jesús (¡Benditos los que han escuchado la palabra del Padre!), pero añadiendo en ese contexto las palabras apocalípticas de Lc 23, 19: "¡Bendito el vientre que no ha concebido y los pechos que no amamantado" (cf. Mt 24, 19).

En esa línea, lo que Mt y Lc interpretan como expresión de angustia ante la crisis última de la humanidad, propia del fin de la historia (miedo de las madres por los hijos que se pierden), aparece en EvTom como rechazo de la maternidad en cuanto tal. Desde ese fondo se entiende la cita de Mc 3, 31-35, contenida en EvTom 99 donde no sólo se critica a la familia "jerosolimitana" de Jesús, sino a todo tipo de "familia carnal". Según este evangelio, toda “familia” carnal pertenece al maligno. Ya el hecho de engendrar y nacer en este mundo es obra del Diablo.

‒ Espíritu sin carne. En la línea anterior avanza EvTom 101 donde, partiendo de Mt 10, 37-38 (¡quien no odia a su padre y a su madre...!), establece una distinción radical entre las dos madres: la madre carnal (que sería María) ha engendrado a Jesús en un mundo de pecado; sólo su madre verdadera (que es el Espíritu de Dios) le ha dado la auténtica Vida. Eso significa que el Espíritu (la Palabra) de Dios no se ha encarnado, ni puede encarnarse… No puede nacer ni morir.

La tradición sinóptica vinculaba los dos planos, afirmando que María había concebido por obra del Espíritu Santo… pero lo había hecho en su carne concreta, siendo así madre carnal y espiritual de Jesús (cf. Lc 1; Mt 1), pues los dos planos se vinculan, pues la “carne” (sexualidad, maternidad) es signo y presencia de Dios, es lugar en el que se expresa (encarna) su misterio. Pues bien, el EvTom contrapone esos dos planos, devaluando la carne, es decir, la historia (en contra de Jn 1, 14), para interpretar el nacimiento de Jesús en un plano de puro Espíritu.

‒ Madre prostituta. En esa línea, el Jesús de EvTom 105 concluye: "Quien conozca a su padre y a su madre, será llamado hijo de prostituta". Conocer significa valorar y vincularse. Como mujer-madre de este mundo, María ha sido esclava del pecado, y por eso podemos llamarla prostituta. No es carne buena, al servicio de la Vida, sino carne caída, dominada por el deseo de placer y por la muerte.

Según eso, en cuanto madre en este mundo, María (la madre de Jesús) ha sido simplemente pecadora. Por eso, en el fondo, Jesús no tiene una madre humana. Su verdadera Madre ha sido sólo el Espíritu Santo, como recuerda Orígenes, en una cita famosa del Evangelio de los Hebreos, donde Jesús aparece diciendo “Mi madre, el Espíritu Santo, me tomó por uno de los cabellos, y me llevó al Monte tabor (Orígenes, Comentario de Juan 2.12.87). Conocer a esa madre, reconocerla y depende de ella (como supone Jn 2, en Caná de Galilea) significa encerrarse en este mundo prostituido. Por eso es normal que EvTom no haya desarrollado una mariología consecuente (en contra de Jn).

((Cf. R. Trevijano, "La Madre de Jesús en el Evangelio de Tomás (Logg. 55, 59, 101 y 105)": Rev. Catalana de Teología 14 (1989) 257-266. He situado el tema en Hombre y Mujer en las religiones, EVD, Estella 1996, 219-229)).


En soledad con Dios. Más allá de la historia.

EvTom devalúa, por tanto, la relación de origen, y toda relación social, entendida como experiencia mundana o de “carne”. Por eso la madre del mundo no es mediadora ni signo de verdadera generación humana, María no puede ofrecer a Jesús un lugar y sentido en la existencia, pues su maternidad está vinculada al sexo “pecador” y a la carne.

Lógicamente, el signo de la verdadera humanidad serán los niños pre-sexuados, que no tienen vergüenza, pues no se identifican por su cuerpo masculino o femenino (cf. EvTom 21, 37). Por eso es necesario hacerse pequeños, superando el sexo (cf. EvTom 46), siendo así solitarios: "¡Bienaventurados los solitarios y elegidos, porque encontraréis el Reino. Como habéis salido de él, a él volveréis!" (EvTom 49).

‒ Solitarios, sin principio ni relación humana de carne. En su relación con Dios, los gnósticos son solitarios, sin madre: provienen de la luz, son como chispas que brotan de Padre viviente y que vuelven de nuevo al descanso del Padre (cf. EvTom 50). Este mundo (donde los hombres nacen de madre) es un cadáver, es muerte y sepultura (cf. EvTom 56); pero quien lo sepa, quien se sepa muerto por su cuerpo ha superado ya al mundo (cf. EvTom 86).

Por eso puede añadir: "Los cielos y la tierra se enrollarán delante de vosotros, pero el que vive del Viviente no verá la muerte", pues ha superado el nivel de perecimiento (cf. EvTom 111). No hay Madre que pueda ayudarles, pues ella les ha hecho nacer a la muerte, no a la vida. No hay un proceso creador, historia positiva. El ideal gnóstico es la inmersión del hombre en lo divino, superando de esa forma las formas de vida (que es muerte) de historia en la historia de madres e hijos del mundo.

‒ Bodas interiores (espiritualistas), fuera de la historia. El tema había aparecido en otro contexto en Ap 21-22 (la Madre primera, Mujer perseguida, se volvía al fin novia del Cordero) y sobre todo en Jn 2, 1-11 (la Madre pedía a Jesús que convirtiera el agua de las purificaciones judías en vino de bodas). Pues bien, Tomás busca unas bodas internas sin lugar para la Madre, pues sólo los solitarios (los que renuncian a toda relación sexual o maternidad mundana) “entrarán en la cámara nupcial” (lugar de las bodas verdaderas; cf. EvTom 75).

En estas bodas se supera toda dualidad, de manera que el varón no sea ya varón, ni la hembra sea hembra, superando así esas diferencias (cf. EvTom 22, en contra de Gal 3, 28 que habla de comunión corporal en igualdad). Todo nos permite suponer que estas bodas constituyen una experiencia de identificación interior con Dios y de superación de las dualidades somáticas y personales (cf. EvTom 106).

Salomé y María Magdalena. Mujer de la cámara nupcial, mujer que deja de ser mujer

‒ Salomé, la mujer de la cámara nupcial sin carne. En este contexto se puede hablar de una eucaristía espiritual y sapiencial, que consiste en "comer de la boca" de Dios (cf. ApTom 108). Esta sabiduría gnóstica se encuentra especialmente vinculada a las mujeres de la tradición del evangelio, Salomé y María Magdalena.

Salomé (que aparecía en la pasión de Mc 15, 40 y 16, 1) es ahora una auténtica discípula, que pregunta a Jesús: "¿Quién eres tú, hombre y de quien procedes? Has subido a mi lecho y has comido en mi mesa. Jesús le dijo: 'Yo soy el que procede del que es igual...' Salomé le dijo: 'yo soy tu discípula'" (EvTom 61).

Ser discípula significa identificarse interiormente con Jesús, superando así toda diferencia, en unidad del lecho y comida, es decir, de sabiduría interior. En esta cámara nupcial cada creyente se identifica internamente con el Cristo, superando así la “historia carnal” de Jesús como Hijo de María.


‒ Magdalena, mujer que deja de serlo. Culminando esta línea aparece al final María, pero no la madre de Jesús (que es una figura histórica), sino Magdalena, que tampoco aparece aquí en su identidad concreta de mujer histórica y de discípula personal de Jesús, sino ejemplo ideal de sabiduría que supera el aspecto femenino de la vida, para hacerse “varón” espiritual. El texto dice que Pedro la quiere echar del grupo, porque es mujer. Jesús la defiende:

"Yo la impulsaré para hacerla varón, a fin de que pueda ser un espíritu viviente, similar a vosotros, los varones. Porque cualquier mujer que se haga varón entrará en el Reino de los cielos" (EvTom 114). Así termina el evangelio, con la mujer que se hace varón, es decir, que se unifica internamente, superando la división de varones y mujeres.

Tomás devalúa, según eso, la maternidad femenina, vinculada a la dualidad de varón y mujer, y rechaza el nacimiento a la vida de la carne, para elevar por igual a varones y mujeres (a Tomás y Salomé, a Santiago, Pedro o María), pero sólo en la medida en que ellos se vuelvan espíritu, vinculados a la Unidad de Dios, por encima de carne y de la historia.

Llevada hasta el final, esta visión destruye toda posible aceptación positiva no la Madre de Jesús y de las mujeres como tales, porque niega la carne de la historia, la maternidad humana, el valor social de la vida. Cada hombre o mujer queda a solas ante Dios. La gran iglesia ha rechazado esta visión, pues para ella es esencial la historia concreta de Jesús, pero lo ha hecho conservando algunos de los riesgos de la gnosis y reprimiendo algunos de sus valores.

((Uno de los riesgos de esta gnosis ha sido (y sigue siendo) una exaltación de la virginidad, entendida como negación de sexo y como experiencia de pura soledad ante Dios, es decir, como rechazo de la carne (de la realidad histórica del ser humano). De esa manera, la “virginidad” se convierte en un valor en sí mismo, no como expresión de una apertura “carnal” al servicio de la vida humana y de de la iglesia (como suponen Mt 1-2 y Lc 1-2, con Jn 2, 1-11; 19, 25-27), sino como experiencia que aísla y separa a los hombres y mujeres. La búsqueda espiritual de la gnosis tiende a convertirse en rechazo de este mundo, y en negación de la realidad histórica de María, la Madre “carnal” (personal) de Jesús (cf. Jn 1, 14)).
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