Vestidos en la Biblia. 3. Doctrina de Jesús: fariseos y lirios

Sigo con los vestidos. El tema parecía simple e intrascendente, pero se nos está enriqueciendo. Al principio, yo me había limitado a tirar de mi Diccionario de la Biblia y de Hijo de Hombre.

Historia de Jesús Galileo (mi Jesús, al que recuerdo, hoy que sale a la calle el libro sobre Jesús del Papa, que comentaré con todo respeto y cariño…). Digo que había tirado de diccionario y de libro, pero los comentarios de los amigos del blog me han llevado a profundizar. Hoy presento y analizo dos textos de la tradición de Jesús, con vestidos y lirios, vestidos y fariseos. Pocos temas más hermosos y exigentes pueden hallarse en la Biblia.

1 El vestido es riqueza y belleza: ¡No os preocupéis, hay lirios!

El texto más completo de Jesús sobre los vestidos es quizá el que nos sitúa ante la angustia por la desnudez y la pobreza, para decirnos :

«No os agobiéis por la vida, qué comeréis, ni por el cuerpo, cómo os vestiréis… Mirad a los cuervos: no siembran ni siegan; no tienen despensa ni granero; y sin embargo Dios los alimenta… Mirad a los lirios: cómo crecen. No hilan ni tejen y os digo que ni siquiera Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos…» (cf. Lc 12, 22-31; cf. Mt 6, 25-32).

Ciertamente, nos angustia la falta de comida y de vestido (casa, roma…). La ansiedad por la comida (supervivencia) y el deseo de un vestido digno convierten la vida de muchos en angustia y guerra. Jesús lo sabe, respeta esa angustia. Pero por encima ella, sitúa la búsqueda del Reino, que se funda en Dios y que libera al hombre para vivir en confianza y belleza, en medio de este mundo angustioso.
Eso no significa que no haya que trabajar, nada de eso. Ciertamente, los cuervos no siembran ni siegan y los lirios no hilan ni tejen; los hombres, en cambio, deben sembrar-segar e hilar-tejer si quieren comer y vestirse (cf. Gen 2); pero han de hacerlo sin el agobio que les vuelve esclavos de la producción y del consumo y de la apariencia y de la competencia. Ciertamente, es bueno vestirse y vestirse bien, pero la angustia por los vestidos (¡buscar sólo el vestido como apariencia!) destruye a los hombres y les hace enemigos… y les hace incapaces de admirar la belleza del vestido de los lirios.
En ese contexto habla Jesús de una contemplación gozosa, que permite disfrutar de la belleza de los lirios (¡ni Salomón se vistió como uno de ellos!), sin necesidad de agobiarse por el vestido en cuanto tal. Ciertamente, los hombres trabajan para vivir: siembran y siegan (a diferencia de las aves), hilan y tejen (a diferencia de las flores); pero su trabajo no puede entenderse como esclavitud y agobio, sino como expresión y expansión peculiar de una gratuidad superior.
Mirad los lirios: da la impresión de que ese mirad tiene un sentido de contemplación y aprendizaje. Es un mirar que disfruta con lo mirado y aprende, como dicen las palabras griegas que emplea el texto:

Lc 12, 27: katanoêsate, es decir, mirad, o mejor dicho “contemplad atentamente”, aprended contemplando. Jesús es alguien que mira y observa y goza, goza y aprender… La vestidura hermosa pertenece a las realidades efímeras, pero llenas de encanto. Alguien enseñó a Jesús a mirar a los lirios; desde entonces, desde que supo ver un lirio y mirarlo tres días y disfrutar de su encanto… para ver que al cuarto se secaba, su vida cambió, supo que la belleza es hermosa precisamente porque pasa, nosotros pasamos… pero volveremos, porque estamos en Dios.
Mt 6, 28 dice katamathete, con el mismo “kata” de Lucas, un “katá” de comparación, de orden y estructuras… Éste es el mirar aprendiendo, propio de la escuela de Jesús. Ha logrado aprender de los lirios, hermosos de vestidura en su fragilidad. Evidentemente, Jesús sabe mirar y gozar. Ciertamente, Jesús gozaría también contemplando un vestido hermoso.

El texto dice que el vestido del lirio es más hermoso que el vestido de Salomón… Eso significa que Jesús sabía imaginar los vestidos de Salomón y de la reina del Sabá (de la que habla también en su evangelio: cf. Lc 11, 31). Estoy seguro de que habló con los amigos y los niños de los vestidos del rey de la reina, de colores y formas… Pero luego, con los ojos de los niños estaban emocionados, les llevó a mirar los lirios…
¿Imagináis a Jesús es un desfile de modas…, no por ostentación y esfuerzo angustioso, sino por el gozo de ser, de mirar, de admirar. Evidentemente, Jesús no fue un asceta. Supo aprender de los lirios.

2. El vestido como ostentación sacral: ¡No hagáis como ellos hacen!

Frente a los lirios que son un ejemplo de gozo, para la admiración, para el aprendizaje (contemplad, aprended…) ha situado Jesús el vestido de aquellos de los que no hay qua aprender, el vestido de aquellos que mienten con sus vestiduras. La apariencia no está aquí al servicio del ser y del gozo, sino de la mentira religiosa y de la imposición sobre los demás.
En este contexto de puede hablar de los uniformes religiosos… Uniforme es lo siempre igual (que puede ser muy bueno…); pero se trata de un uniforme de algunos, que parece que no tienen otra forma de decir lo que son sino a través de uniformes de apariencia. En ese contexto, La tradición cristiana más antigua conserva la tradición de las disputas entre discípulos de Jesús y otros grupos judíos, de tendencia farisea. El evangelio de Mateo centrado esa disputa en el tema de los vestidos:

«Los escribas y los fariseos están sentados en la cátedra de Moisés. Así que, todo lo que os digan hacedlo y guardadlo; pero no hagáis según sus obras, porque ellos dicen y no hacen. Hacen todo para ser vistos por los hombres: ensanchan sus filacterias y alargan los flecos: buscan el puesto de honor en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, y los saludos respetuosos en las plazas y ser llamados por los hombres Rabí (Mt 23, 2-7).

Éste no es un texto de polémica anti-judía, sino intra-cristiana. Al Jesús de Mateo no le importan los fariseos como tales (oros tipos de fariseos buenos), sino un tipo de “cristianos fariseos” de apariencia, dominados por la búsqueda de honor y de supremacía.
En ciertos lugares de Galicia se suele hablar de cinco o seis tipos de gallegos, casi todos bueno, con humor y gracia. Pues bien, entre los fariseos del tiempo de Jesús se hablaba también de cinco o seis tipos de fariseos, desde los muy buenos hasta los menos buenos. Pues bien, aquí tenemos, dentro de la comunidad de Jesús, unos fariseos de los “peores”, no de los que rezan para rezar y de los que se ayudan y se aman por la gloria de Dios y por el bien de los hombres (de ellos se habla mucho en la Misná), sino de los peores.
Jesús no condena aquí el buen judaísmo de la honradez y devoción profunda, sino un mal cristianismo que toma lo peor del fariseísmo, un cristianismo de gestos externos y formas, que pueden acabar dominando en la Iglesia. Hay unos flecos y filacterias que son bueno, para recordarle a uno su compromiso ante Dios. Hay unos hábitos y vestidos que son “sagrados para bien”, porque recuerdan con humildad lo que uno quiere, simplemente, con amor. Pero hay otros vestidos para mentir:

a. Son vestidos para mentir diciendo a otros lo que no soy y quiero ser…Los que no tienen ni religión ni poder tienen que aparentar religión y poder… y así lo van diciendo, con sus uniformes ostentosos… De ellos, sólo de ellos…
b. Son vestidos para mandar… Los que así se visten ocupan los primeros puestos en la Iglesia o en la sociedad. Se visten de reyes o de gobernadores, para así estar seguros… (la carta de Santiago, buen judío, buen cristiano, habla de ellos: Sant 2, 2)

El poder de ostentación los vestidos (con su magia sacral) parece que ha tardado más en extenderse en el cristianismo; el de la presidencia en banquetes y reuniones doctrinales (sinagogas) se ha extendido pronto. Pero ambas cosas, el fariseísmo de los primeros puestos y la apariencia de los vestidos que quieren “engañar a Dios”, engañando a los incautos, ha entrado en la Iglesia de jesús.

Este Jesús de Mateo no habría aceptado un tipo de mística de la jerarquía que desarrolla pronto en la Iglesia (aparece ya en Ignacio de Antioquía). Tampoco habría aceptado el tipo de vestidos sagrados de la Iglesia posterior, propios de algunos obispos y presbíteros, e incluso de algunos monjes y monjas. Evidentemente, pienso que no habría criticado el vestido sencillo, evocador de misterios, de miles y millones de religiosos religiosas que quieren expresar con sus hábitos el gozo de la vida… Él se opone a un vestido hecho ostentación mentirosa.

Jesús no se opone a los buenos talit con sus flecos y a los buenos tefilim, para que el buen orante recuerde y ore, con todo cariño y respeto…. Sólo se opone a la ostentación de unos vestidos judíos, con su Talit de flecos y sus Tefilim, que van diciendo por ahí que oran, ostentosamente. Evidentemente, se habría opuesto aún más al despliegue todavía más ostentoso de muchas vestiduras cristianas posteriores, convertidas en uniforme de ostentación que puede volverse y se vuelve orgullosa (a pesar de las razones sagradas que se han podido dar para su despliegue y mantenimiento).

Conclusión.
Me gustaría hacer preguntas como ayer, pero veo que no son necesarias… Me gustaría que opinarais y distinguieras los dos vestidos. Los buenos vestidos del lirio que es bello y alaba a Dios en su belleza, simplemente por ser, sin querer imponerse sobre nadie… Y los malos vestidos del que quiere aparentar y mandar sobre los otros… porque va mejo vestido, porque se ha vuelto uniforme, ostentación… El tema sigue, lo de los vestidos se vuelve cada vez más importante.
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