Una “imagen” cristiana, entre mito y profecía. La Mujer del Apocalipsis

He publicado ya un texto sobre la Mujer de Ap 12 (el día de la Asunción: 15 del 8). Profundizando en ese tema he tratado ayer de las primeras «imágenes de Cristo». Quiero hoy volver al principio, a «la imagen de la mujer en Ap 12, una de las más poderosas de la Biblia y de la historia de la humanidad. Se trata de una imagen visual (literaria), que no tiene necesidad de expresarse en un cuadro externo (en una estatua o pintura), pero que puede hacerlo, porque el problema no es la forma de la imagen (literaria o plástica), sino su función. Pues bien, en ese contexto, podemos decir que el Apocalipsis de Juan, el libro quizá más judío del Nuevo Testamento, es quizá el que (partiendo de la misma dinámica israelita, que prohíbe la imágenes) abre un camino a imágenes de otro tipo. Hoy quiero reflexionar sobre ese tema, iniciando una serie de trabajos sobre el Apocalipsis. Dedico ese trabajo a mi amigo Ariel Álvarez Valdés, experto en el Apocalipsis, el biblicta quizá más leído en lengua castellana, por razones que diré quizá muy pronto.

Tres niveles de lectura del Apocalipsis


Publiqué hace tiempo (1976) un estudio sobre la Mujer de Ap 12, destacando el carácter existencial del símbolo, con métodos de hermenéutica clásica, desde una perspectiva de historia de las religiones (mito), profetismo (apocalíptica israelita) y experiencia cristiana (evangelio): ella era una figura celeste, símbolo primero de maternidad divina y realización humana . Pasados unos años, quiero ofrecer una visión histórico-social del tema, partiendo de la dramática interior del mismo texto, releyendo y recreando así el esquema antiguo . Estos eran los supuestos de mi lectura:

1. Mito. Es el lenguaje originario de la religión y quiere decir (narrar) lo indecible. Suele centrarse en el origen de la vida, donde se destaca la maternidad fundante y la lucha del bien-mal (lo femenino y masculino, luz y tinieblas, dioses favorables y adversarios). Destaca en general la generosidad materna, el don de sí de la Naturaleza primera (natura naturans) o Madre divina que ha engendrado y alumbra al Hijo salvador; pero pronto, casi al mismo nivel de ese principio, suele aparecer el conflicto que se expresa como lucha temprana del Dragón contra la Madre, del hijo contra el padre/madre, de los hermanos entre sí. Es evidente que Ap 12, 1-6 constituye una de las expresiones más perfectas de ese mito, pues sitúa en el origen de la realidad del cosmos la Gran Madre, amenazada por el Dragón perverso.

2. Apocalíptica. De la Madre celeste y del Nacimiento del Hijo divino (mito y/o teogonía), Ap 12 nos lleva al nivel de la profecía israelita donde más que el origen importa la culminación apocalíptica de la realidad: la Madre primera se vuelve así Mujer-Madre esperada del final; lo que el profeta de Ap 12 ha mirado y ha visto anticipadamente en el cielo no es el parto sin tiempo (primigenio y siempre repetido, ciclo de eterno retorno) de la Diosa cósmica, sino el alumbramiento futuro, ya inminente, de la Doncella Israel (Sión) que dará a luz al Salvador del pueblo, superando el tiempo de angustia y opresión actual del mundo En este contexto se pueden evocar los paralelos del 4Esdras (y 2Baruc), interesados por la Madre mesiánica que vive ahora en luto, pero debe engendrar pronto al Hijo salvador.

3. Experiencia existencial cristiana: evangelio. Asumiendo la visión del mito y re-interpretando la apocalíptica de Israel, Ap 12 puede y debe entenderse desde una perspectiva cristiana, centrada en la confesión pascual del Hijo Varón ya nacido (Ap 12, 5a), Cordero degollado y vencedor, que abre los sellos de la historia (Ap 5, 1-14) y ofrece salvación a los creyentes, como Pastor que apacienta a los pueblos (cf. Ap 12, 5b). Según eso, la visión de la Madre no intenta mostrar lo que es siempre (eterno retorno pagano), ni adelantar el futuro (apocalíptica judía), sino evocar la salvación ya realizada en la historia (pascua de Jesús), de manera que todos los hombres y mujeres pueden integrarse por fe dentro de ella .

Cf. X. Pikaza, "Apocalipsis XII. El nacimiento pascual del salvador": Salmanticensis 23 (1976) 217-256 (= Los Orígenes de Jesús, BEB 15, Sígueme, Salamanca 1976, 426-464);cf. también "María y el Espíritu Santo": EstTrin 14 (1981) 3-82; "El Espíritu Santo y Jesús": EstTrin 16 (1982) 3-79; "Espíritu Santo y Salvación del hombre": EstTrin 18 (1984) 3-91; "Hijo Eterno y Espíritu de Dios": EstTrin 20 (1986) 227-311 (recogidos parcialmente en Dios como Espíritu y Persona, Sec. Trinitario, Salamanca 1989). He comenzado a reelaborar el tema en La Madre de Jesús, Sígueme, Salamanca 1990; Varios, Mariología fundamental, Sec. Trinitario, Salamanca 1995, 144-192; "La mujer de Ap 12. Mito y símbolo mariano", Amiga de Dios. Mensaje mariano del Nuevo Testamento, Paulinas, Madrid 1996, 215-218.
Entre los trabajos que han destacado el carácter simbólico de la Mujer de Ap 12: A. Yabro Collins, The Combat Myth in the Book of Revelation, HDR 9, Missoula MO 1976; P. Prigent, L'Apocalisse di S. Giovanni, Borla, Roma 1985; S. Benko, The Virgin Goddess. Studies in the Pagan and Christian Roots of Mariology, STR 49, Leiden 1993; J. C. R. García Paredes, Mariología, Sap.Fidei, BAC, Madrid 1995, 157-190. Cf. E. Neumann, La Grande Madre, Astrolabio, Roma 1981 (10 ed. 1956).
Estos niveles siguen siendo valiosos y pueden entenderse como signo de una revelación, que avanza desde el trasfondo mítico, por la apocalíptica hacia la experiencia cristiana, como he visto en X. Pikaza, El Fenómeno Religioso, Trotta, Madrid 1999. Cf. C. M. Acevedo, Mito y conocimiento, Iberoamericana, México 1993; L. Cencillo, Mito. Semántica y realidad, BAC, Madrid 1970; G. Gusdorf, Mito y metafísica, Nova, Buenos Aires 1960.


La Mujer del Apocalipsis: Mito, apocalíptica, experiencia existencial

Mantengo los momentos de ese esquema y quiero aplicarlos de nuevo a la Mujer de Ap 12 y a la mariología. Mito, apocalíptica y verdad existencial siguen unidas. Pero pienso que ellos no pueden aplicarse sólo en línea de maduración espiritualista, como etapas de un despliegue antropológico (escala ascendente de la conciencia, despliegue cultural de la humanidad), sino también en forma sincrónica, como elementos de un despliegue conjunto de la realidad y, sobre todo, desde un plano histórico-social. El Apocalipsis es un drama escatológico donde los momentos y riesgos de la humanidad, en su dimensión histórica, en su valor social, aparecen como encarnados en algunas de las figuras más significativas de la tradición cultural de la humanidad. Entre ellas están la Mujer, el Dragón y el Hijo; ellos definen el riesgo y sentido de la realidad:

[Cielo] Y apareció una señal grande en el cielo:

[Mujer] una Mujer, revestida del sol, con la luna bajos sus pies
y en su cabeza una corona de doce estrellas;
y estaba encinta y gritaba en dolores de parto, torturada por dar a luz.
Y apareció otra señal en el cielo y era esta:

[Dragón] un Dragón rojo, grande, con siete cabezas y diez cuernos
y sobre sus cabezas siete diademas;
y su cola arrastró un tercio de los astros del cielo y los arrojó sobre la tierra.

[Hijo] Y el Dragón se colocó delante de la Mujer que debía dar a luz,a fin de devorar al a su Hijo (tekton) cuando lo alumbrara.
Pero ella dio a luz un Hijo (huion) Varón,
que debe pastorear a todos los pueblos con vara de hierro.

[Rapto] Y su Hijo fue raptado hacia Dios y hacia su Trono
y la Mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios,
y allí la alimentan mil doscientos sesenta días (Ap 12, 1-6) .

La Mujer se halla en el Cielo (mito), es Madre del fin de los tiempos (apocalíptica) y Signo de nacimiento del verdadero ser humano (plano existencial). De esa forma, vincula el tiempo cíclico (eterno retorno), con el apocalíptico (alumbramiento final), para fundar la temporalidad existencial, donde no importa la historia como transcurso sucesivo de acontecimiento, sino la historicidad o despliegue personal de la existencia. De esta manera podía reinterpretarse el mito antiguo en claves de realización humana: era valioso el modo de hacerlo, pero la verdad y tarea histórica del ser humano, que se expresa en forma social, quedaba marginada; corríamos el riesgo de olvidar la dramática sangrante de la historia real y el compromiso por la justicia del Apocalipsis.

He desarrollado el tema en Apocalipsis, Verbo Divino, Estella 1999. Cf. también. R. B. Allo, Jean. L'Apocalypse, EB, Gabalda, París 1971; O. Böcher, Die Johannesapokalypse, EF 41, Wiss. Buchgesellschaft, Darmstadt 1988 (10 ed. 1975); J. Bonsirven, El Apocalipsis de San Juan, VS, Paulinas, Madrid 1966 (10 ed. 1951); Ch. Brütsch, La Clarté de l'Apocalypse, Labor et Fides, Ginebra 1966 (10 ed. 1940); R. H. Charles, The Revelation of St. John, I-II, ICC, Clark, Edimburgo 1971 (10 ed. 1920); J. M. Ford, Revelation, AB 38, Doubleday, Nueva York 1975; E. Lohmeyer, Die Offenbarung des Johannes, HNT, Tubinga 1953 (10 ed. 1926); P. Prigent, L'Apocalypse de saint Jean, Labor et Fides, Ginebra 1981 (trad. it.: L'Apocalisse de S. Giovanni, Borla, Roma 1985); H. B. Swete, The Apocalypse of Saint John, Londres 1909. Orientación bibliográfica en R. Rábanos, y D. Múñoz León, Bibliografía joánica. Evangelio, Cartas y Apocalipsis, 1960-1986, BHB 14, CSIC, Madrid 1990; U. Vanni, "Rassegna bibliografica sull'Apocalisse" RBibIt 24 (1976) 227-238; Id., "L'Apocalypse johannique. État de la question", en Lambrecht, J. (ed.), L'Apocalypse johannique et l'apocalyptique dans le Nouveau Testament (BETL 53), Leuven Univ. P. 1980, 21-46; A. Yabro Collins, Reading the Book of Revelation in the twentieth Century, Inter 40 (1986) 229-242.


Mito. mujer celeste, tiempo mítico.

Mujer y Dragón son espacio y tiempo primigenio. Según la mayoría de los mitos teogónico-cosmogónicos, ella, Mujer, es lo primer: signo celeste y positivo de Dios (misterio de la vida), madre fecunda que lleva en su entraña al Hijo salvador. También el Dragón está al principio, pero no es poder activo sino re-activo, no es principio engendrador (no da de sí) sino destructor (devora lo engendrado); no quiere ni puede comer a la Mujer, pues si lo hiciera todo habría terminado: la tiniebla habría aniquilado a la luz y al hacerlo el Dragón quedaría para siempre en solitario, encerrado en su dinámica de muerte sin fin. El Dragón tiene una realidad envidiosa y negativa: vive de matar al Hijo de la Mujer, a la que amenaza (y cuida) para aprovecharse de su fruto. Mujer y Dragón parecen oponerse eternamente (una engendra, otro devora) y su oposición es la esencia de una historia en la que todo pasa (está pasando) sin que nada cambie, como indican las religiones cósmicas o de la naturaleza. Sobre esta base se elevan la mayor parte de los mitos de la humanidad. En ellos la mujer no vale por sí misma, sino porque genera y alumbra hijos que son para la muerte, es decir, para el Dragón .

Lógicamente, este Dragón de Ap 12 quiere espera el parto de la Mujer, para devorar la vida que ella engendra. Pero en ese caso el argumento cambia: la Mujer alumbra y el Dragón no puede devorar al Alumbrado; la tiniebla no vence a la luz, la Muerte no apaga a la Vida. Pues bien, esa "sorpresa" del triunfo mítico de la vida (del Dragón que no puede devorar al Hijo de la Mujer) aparecía en muy diversos pueblos, sobre todo en el Mediterráneo oriental, como atestigua Hesíodo en su Teogonía. Son muchos los mitos que en el principio de la humanidad descubren y narran la victoria del Hijo de la Mujer sobre el Dragón: la Vida ha nacido y renace, sin cesar, en ritmo de eterno retorno; eso significa que no estamos condenados a la muerte, podemos mantenernos y vivir sobre la tierra, apoyados en la fecundidad de la Mujer-Madre y en su Hijo (que en el fondo somos nosotros) .

_ Dualidad. Las dos figuras (Mujer y Dragón) forman una pareja originaria. En perspectiva israelita deberíamos decir que detrás (por encima) de ambas se halla Dios, creador trascendente. Pero el mito no conoce un Dios más alto: Mujer y Dragón simbolizan el todo sagrado, son revelación dual de lo divino.
_ Apertura. La misma dualidad exige un momento ternario: la solución del drama o enfrentamiento de Mujer y Dragón está en el Hijo que ha de nacer y será devorado por el Dragón o defenderá a la madre y matará al Dragón. Esta victoria del Hijo, narrada de varias formas por el mito o por la experiencia de Israel y el cristianismo define el sentido de la vida y de la historia, como indica lo que sigue.

Pero no adelantemos acontecimientos. Por ahora, la Mujer es el origen bueno de la vida: ha dado a luz al Hijo triunfador (pastor de pueblos), que es "raptado" al cielo, burlando así la fuera del Dragón. Pero la Mujer desde ahora no puede permanecer ya en el cielo del mito (donde estaba en 12, 1), ni alcanzar todavía el cielo nuevo y nueva tierra del triunfo final de las bodas (cf. 21, 1-2), sino que debe escapar y refugiarse en el desierto de la historia, donde la alimenta el mismo Dios (cf 12, 6) y la persigue el Dragón (cf. 12, 13-17). La lucha celeste del mito primero (Mujer y Dragón) se convierte de esa forma en batalla a lo largo de la historia, a lo largo y a lo ancho de un mar donde se extiende la fuera del Dragón apresurado, al que le queda poco tiempo (12, 13). El Hijo varón ha sido elevado; pero el resto de los hijos o simiente de la mujer (es decir, los humanos), caen bajo la furia del Dragón, en el comienzo de la historia (12, 17) .

Cf. M. Eliade, El mito del eterno retorno, Alianza, Madrid 1985. Sobre historia y mito, cf. R. G. Collingwood, Idea de la historia, FCE, México 1972; P. Gardiner, Naturaleza de la explicación histórica, UNAM, México 1971; K. Löwith, El sentido de la historia, Aguilar, Madrid 1973; J. Ortega y Gasset, Historia como sistema, Espasa-Calpe, Madrid 1971; R. Bultmann, Historia y escatología, Studium, Madrid 1974; O. Cullmann, Historia de la salvación, Península, Barcelona 1967; J. Daniélou, El misterio de la historia, Dinor, San Sebastián 1963.
Sobre el trasfondo religioso de estos signos en W. Bousset, Die Offenbarung Johannis, Göttingen 1906. Ha vuelto a destacar el tema, en perspectiva astrológica, B. J. Malina, On the Genre and Message of Revelation. Star Visions and Sky Journeys, Hendrickson, Peabody MA 1985.


La pervivencia cristiana del mito. ¿El mito se conserva en el cristianismo como iamagen?

Con esto destacamos ya elementos que debemos precisar después. Por ahora nos basta con decir que Ap 12 acude al mito para presentar la oposición fundamental entre Dragón y Mujer, protección divina y persecución. Ciertamente, ofrece rasgos y motivos de tipo judío y cristiano; pero su esquema y lenguaje de fondo es mítico. De todas formas, la diferencia entre mitos y cristianismo no debe absolutizarse: el mensaje cristiano sigue enraizado en el trasfondo de las religiones naturales; ciertamente, ha dialogado con la esperanza de Israel y la sabiduría de Grecia, pero puede y debe conservar también un fondo de mito.

En su raíz, el mito de Ap 12 es teogónico e intemporal: evoca el nacimiento siempre repetido del Hijo divino en la vida de los hombre. Por el contrario, el evangelio será antropogónico e histórico: narra el surgimiento del humano definitivo (no de un Dios que muere), anunciando así la culminación del tempo. El mito es universal por repetido: trata de aquello que siempre vuelve, del principio materno de la vida. Por el contrario, el evangelio será universal por su hondura histórica: narra la historia de María, mujer concreta y Madre de Jesús que alumbra para siempre al Salvador. Pero de esto trataré en días sucesivos .

He relacionado mito y cristianismo en El fenómeno religioso, Trotta, Madrid 1999, 303-334. El mito de la Mujer perseguida por el Dragón, que alumbra un Hijo héroe, que matará al perseguidor y liberará a su propia Madre, es bien conocido en el oriente antiguo, como he mostrado en Hombre y mujer en las religiones, EVD, Estella 1996. Desde otras perspectivas cf. A. Vögtle, Mythos und Botschaft in Apokalypse 12, en Id. Tradition und Glaube, Göttingen 1971, 395-415; A. Yabro Collins, The Combat Myth in the Book of Revelation, HDR 9, Missoula MO 1976. Una versión popularizada del mito presenta al héroe caballero (San Jorge...) que libera a la doncella perseguida o apresada por el Dragón), para casarse luego con ella. El Apocalipsis ha vinculado ambos mitos, pues la Madre vengada por el Hijo se convierte luego en Novia liberada y desposada (Ap 21-22). Pero el argumento principal de los siguientes capítulos del libro es la lucha del Dragón contra el resto de la semilla de la Mujer: ella, como Eva verdadera y buena viene a presentarse así como principio de vida sobre el mundo, como he señalado en Mariología Fundamental (cf. nota 1).
La confesión cristiana (Jesús es Hijo de Dios, siendo hijo de María) sitúa a la Madre de Jesús en principio de la redención, pero no en la línea de aquello que retorna cada año, como dice Hebreos de los sacrificios levíticos, sino en el lugar de la plenitud mesiánica. La maternidad-paternidad de Dios es trascendente y no puede confundirse con los poderes del mundo, aunque se exprese por ellos. En perspectiva de mito pagano, la mujer celeste de Ap 12, 1-6 formaba parte de una estructura hierogámica de la realidad: el Dragón es su amigo-enemigo; es su esposo y competidos; quiere utilizarla y la persigue sobre el mundo. Pues bien, en perspectiva de escatología israelita, ella es expresión del mismo pueblo,
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