La mujer, “especie” perseguida (Ap 12, 6-13, 18).

De la mujer perseguida se habla por doquier, de mil maneras. Yo quiero hacerlo siguiendo el argumento de ayer, de la lucha entre el Dragón y la Mujer primordiales, que son para la Biblia los símbolos primeros de la realidad, desde Gen 2-3.

Quiero, ante todo, agradecer a los que han entrado en el post de ayer con ideas que para mí son nuevas, en especial a Alredol y Galetel, por hacerme prensar (otros han dicho, quizá muy bien, cosas muy buenas, pero que ya sabía). Sigo pensando que la apocalíptica es “madre (aunque no única) de la teología cristiana”, como dijo E. Käsemann de un modo magistral. El judaísmo de tiempo de Jesús, con variantes sapienciales, que se harán al fin cristianas, y legales, que se harán rabínicas, fue básicamente apocalíptico.

Hoy comento un tema esencial de la simbología (mitología) y pensamiento apocalíptico: la mujer destronada, caída del cielo, perseguida por el Dragón. Casi podía hablar de la mujer-mujer como especie en peligro de extinción (convertida en pura “cosa” para hombres-dragones). Pero, según Ap 12, ella ha resistido, con la ayuda de Dios; ella puede ser y es principio de nueva humanidd. De eso trata lo que sigue. Buen día a todos.


Los símbolos


La escena anterior (visión celeste de la Mujer, Dragón e Hijo) culminaba en Ap 12, 5. Pues bien, el profeta Juan ha seguido contando después de un modo directo la trasformación de la Madre celeste en Madre-Mujer perseguida, con las consecuencias que ello implica, en un relato de tipo profético muy hondo (con himno incluido: Ap 12, 10-12).

1. Mujer fugitiva, expulsión del Dragón (Ap 12, 6-10)


6Mientras tanto, la Mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para ser allí alimentada durante mil doscientos sesenta días. 7Se trabó entonces en el cielo una batalla: Miguel y sus ángeles entablaron combate contra el Dragón. Y el Dragón y sus ángeles lucharon encarnizadamente,78pero fueron derrotados y los arrojaron del cielo para siempre. 9Y el gran Dragón, que es la antigua serpiente, que tiene por nombre Diablo y Satanás y anda seduciendo a todo el mundo, fue precipitado a la tierra junto con sus ángeles. 10Y en el cielo se oyó una voz potente que decía:


La Mujer ha dado a luz al Hijo triunfador, que debe regir sobre los pueblos y parece que con eso deberían acabarse sus problemas; pero Dios rapta a ese Hijo, sentándole sobre su Trono (12, 5), mientras que a ella parece dejarla abandonada, perseguida por el Dragón, sin defensor ¿qué hará? (12, 5). El texto responde misteriosamente, diciendo que huye del Dragón (en una nueva versión del Éxodo del pueblo israelita), pero que, a su vez, el Dragón es expulsado del Cielo, de manera que la lucha se traslada así a la tierra:


1. Y la Mujer huyó al desierto, al lugar preparado por Dios, para que allí la alimentan durante 1260 días, que son el tiempo de perversión de la historia (Ap 12, 6). Este es el principio de su metamorfosis o, mejor dicho, de su historia salvadora. La Mujer era Madre celeste en dolores de parto; pero, realizada su tarea, habiendo dado a luz, tiene que escapar al desierto del mundo, convirtiéndose en mujer terrestre perseguida. Así aparece ahora con los rasgos del pueblo de Israel que camina por el desierto, durante los años de peregrinación y prueba, buscando la tierra prometida, alimentada por el Maná de Dios. Los 1260 días de esa persecución se entienden luego como "un tiempo, dos tiempos y medio tiempo", es decir, como los "tres tiempos y medio" de la Iglesia perseguida en el mismo contexto de desierto (Ap 12, 14).

De esa forma, la Mujer-Madre mesiánica se vuelve Mujer-Madre fugitiva, humanidad sufriente, iglesia perseguida, mujer amenazada: su Hijo vencedor está sentado en el Trono de Dios, como Rey coronado, pero ella vive expulsada, amenazada y se refugia huyendo en el mundo y así recorre los pasos del antiguo Israel (primer desierto del Éxodo); con ella y en ella siguen viviendo en persecución sus "restantes hijos", que son por tanto hermanos de Jesús, creyentes de la iglesia (cf. Ap 12, 17) .

Esta Mujer Fugitiva, que mora en el desierto (fuera del sistema de poder y seguridad del mundo) ha sido y sigue siendo, para los católicos, una imagen mariana de gran importancia: la Madre de Jesús puede presentarse desde ahora como signo de todos los desterrados y expulsados de la historia humana. Pero es también una imagen universal: La mujer aparece para el Apocalipsis como un ser perseguido, una “especie” en riesgo de extinción.

2. Dragón expulsado, victoria cristiana... El Dragón no ha logrado devorar al Hijo de la Mujer como quería (Ap 12, 3-6) y por eso es ya un Dragón derrotado. Vive de matar la vida ajena, se alimenta convirtiendo a los demás en alimento. Pero en el caso del Hijo de la Mujer no ha podido hacerlo y esa forma queda sin sustancia, sin sentido. Nuestro pasaje (Ap 12, 7-12) ha interpretado esa misma derrota de dos formas: con palabras de apocalíptica israelita y confesión cristiana.


2. La gran lucha celeste. Miguel y el Dragón (Ap 12, 10-11)

Ahora se ha realizado la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios
y la potestad de su Cristo.
Porque ha sido expulsado el Acusador de nuestros hermanos,
el que día y noche los acusa delante de nuestro Dios.
11Ellos lo han vencido por la Sangre del Cordero
y por el Testimonio que dieron,
sin que por amor a sus vidas temieran la muerte.


Este es un intermedio, un “entremés” como se decía en la comedia clásica. El apocalipsis deja por un momento a la mujer perseguida y cuenta la historia del Dragón vencido y expulsado del cielo. Ésta es una historia simbólica bien conocida:

1. La apocalíptica solía hablar de la gran lucha celeste de Miguel y sus ángeles buenos contra el Dragón (Satanás) y sus ángeles malos: parece imponerse sobre el cielo de Dios el gran ángel rebelde con su ejército perverso; pero Miguel se alza a favor de Dios y vence a Satanás, expulsándole por siempre de su altura, de manera que debe morar con sus ángeles sobre las partes inferiores de la tierra, ejerciendo su maldad contra los humanos, ahora amenazados (Ap 12, 7-9) .

2. Jesús dijo lo mismo, de un modo hermoso, en Lc 10, 18: “He visto a Satanás caer del cielo como un rayo….”. Antes parecía que Dios y Satanás moraban en el cielo, como las dos caras del mismo poder divino. Ahora el cielo sólo es Dios… Satán es un “espíritu caído”, derrotado…. ¿Saben los “castizos” que en Madrid hay una estatua al Satán caído, allá en el Retiro, tras la caseta donde el otro día firmé mis libros?

2. Confesión cristiana. El himno que citado (Ap 12, 10-12) interpreta esa batalla y derrota celeste desde una perspectiva cristiana: los mismos hermanos (creyentes) han vencido al Dragón por la Sangre del Cordero y por su propio Testimonio de fe (Ap 12, 11). De esa manera cristianiza nuestro texto el símbolo de la guerra celeste (ángeles buenos contra el Diablo) y anticipa la trama posterior del Apocalipsis: el Hijo a quien Dios raptó a su cielo es el mismo Cordero degollado, que vence al Dragón devorador regalando su vida (cf. Ap 5) y así su victoria se expande y concreta en la vida creyente de sus fieles.


3. Lucha en la tierra. Mujer perseguida

12¡Alegraos, por tanto, cielos y los que habitáis en ellos!
temblad, en cambio, tierra y mar,
porque el Diablo ha bajado a vosotros rebosando furor,
sabiendo que le queda poco tiempo.



El cielo es de Dios, sólo de Dios… un cielo de amor, de esperanza y de gozo. Pero Satán habita ahora en la tierra….Esta estrofa del himno o confesión cristiana (12, 10-12) evoca el dolor de la tierra y el mar (que son escenarios de la historia), porque el Dragón expulsado del cielo y vencido responde "con gran ira, pues le queda poco tiempo" (Ap 12, 12).

Antes, sobre el cielo, el Dragón no tenía prisa pues se mantenía en un eterno retorno de nacimiento y muerte, aguardando que la Madre diera a luz para devorar el fruto de su vientre (cf. Ap 12, 1-4). Ahora, expulsado del cielo y frustrado (no ha podido devorar al Hijo eterno), combate con furia a los creyentes (hijos de la misma Mujer) sobre la tierra, porque el tiempo se ha acortado, es breve y pasajero. Este es el momento del thymos o furia de Satán, Dragón airado (=ôrgisthê), que lucha ya en el mundo contra la Mujer pues, no pudiendo devorar al Hijo mesiánico quiere destruir "al resto de su esperma", es decir, a sus hijos cristianos (Ap 12, 17); este es el tiempo de la historia final en que la Madre fugitiva y perseguida se desvela como signo de fidelidad y promesa de amor definitivo (cf. Ap 21-22) para los creyentes.

La misma Madre mesiánica del cielo viene a presentarse así como Mujer fugitiva sobre el mundo ¿De quién huye? Evidentemente, del Dragón "engañador" (cf. 12, 9), que ha sido engañado por Dios y no ha podido devorar al Cristo, para ocupar de esa manera su lugar. De la furia del Dragón engañado y derribado de su altura, tiene que escapar esta mujer hasta el desierto, es decir, saliendo así fuera del sistema de poder del mundo.

Toda la historia y trama posterior del Apocalipsis se funda sobre esta experiencia de "éxodo" o exilio de Mujer, que es Madre mesiánica, pero no para elevarse como Gebirá o Señora de poder sobre los hombres y mujeres de la historia, sino para acompañarles en la persecución y sufrir con ellos el exilio. Ella puede presentarse así como signo para los cristianos perseguidos a quienes escribe y anima el profeta, pues tampoco ellos pueden integrarse en el sistema imperial, donde el Dragón impone su dictado a través de las Bestias y la Prostituta. Ella, la Madre celeste, principio de vida, se presenta de esa forma como la primera de las fugitivas de la historia, en un camino de metamorfosis que la lleva a las bodas de la humanidad con el Cordero de Dios .

4. Mujer perseguida (12, 13-16)



13Al verse precipitado a la tierra, el Dragón comenzó a perseguir a la Mujer que había dado a luz al Hijo varón. 14Pero a la Mujer se le dieron dos alas del águila grande para que volara a su lugar en el desierto y fuera allí alimentada, lejos de la serpiente, durante tres tiempos y medio. 15Lanzó entonces la serpiente de sus fauces un torrente de agua para ahogar en él a la mujer. 16Pero la tierra socorrió a la mujer: abrió su boca y absorbió el torrente que el dragón había lanzado de sus fauces.


La Mujer Fugitiva del texto anterior, huyendo en el desierto (Ap 12, 6), aparece después como Perseguida. Ha bajado del cielo (donde el Dragón la amenazaba) y ha venido a refugiarse en el desierto de la prueba, donde el mismo Dios la alimenta. Pero el Dragón desciende también del cielo a la tierra, porque Dios le ha expulsado de la altura, no para ayudar a los humanos, sino para combatirles, viniendo a mostrarse de esa forma como poder de muerte al interior de la misma historia.

Así lo muestra el texto: acabado el gran canto cristiano (12, 10-12), Juan retoma la narración profética, que habíamos hallado en 12, 7-9; es narración que cuenta, en palabras de intenso simbolismo, la lucha del Dragón contra la mujer en tres momentos principales, de gran simbolismo. Por favor, no os fijéis en el detalle externo, ved la dinámica del texto que habla de la mujer como de un ser perseguido en la historia… y habla de la iglesia, en signos de mujer perseguida:

1. Persecución y huida: Mujer Águila (12, 13-14).

Retoma el motivo de 12, 6: el Dragón es rápido y corre (persigue) a la Mujer; pero Dios viene en ayuda de la perseguida y le da "las dos alas del águila grande", que son más veloces, para que pueda volar y refugiarse en un lugar inasequible del desierto, donde recibe el alimento necesario en el tiempo de la prueba.

Esta Mujer Águila, vinculada en los mitos de oriente al sol alado, recibe la ayuda del Dios de los cielos y así puede volar y alejarse de la furia del Dragón y sus aliados. De esa forma, con alas en los pies (o con manos aladas) ha representado muchas veces la tradición cristiana a la Madre de Jesús, como Mujer-Águila, figura bondadosa, poder positivo de gracia, que vuela protectora y se eleva, ayudando desde arriba a quienes sufren en medio del peligro.

Este motivo es hermoso, pero no podemos olvidar que la Mujer-Madre sigue estando perseguida y sus alas le valen solamente para refugiarse en el desierto, fuera del sistema dominante, sin más seguridad que su propia fe en el Dios de la vida. Estas alas de Madre no son para evitar la persecución, sino para mantenerse en ella, pudiendo acompañar y ayudar de esa manera a los restantes perseguidos. Esta Mujer fugitiva en el desierto, huyendo del Dragón para realizar su tarea y ser fiel a su misión de Madre y Persona, constituye uno de los signos más poderosos del mensaje cristiano. Ella debe "huir" para mantener su autonomía, para ser lo que ella quiera, cumpliendo su tarea al servicio de la vida, pro sin más poder que su propia fidelidad. Sólo una mariología del desierto, que marque la ruptura frente al sistema del Dragón, será fiel al Apocalipsis.


La mitología política romana vinculaba el águila con los estandartes militares de Roma, que ha expandido su poder sobre todo el mundo conocido. Aquí, en cambio, el águila es principio materno de vida: Dios que protege a los indefensos. No es águila para triunfar en la guerra, sino para escapar del peligro y refugiarse en el desierto. La Madre de Jesús puede aparecer así (en unión con el águila) como signo y protectora de los exilados y expulsados del sistema, de todos los que tienen que huir, abandonando las seguridades del mundo.

2. Inundación satánica. Mujer ayudada por la Tierra (12, 15-16).

La narración profética presenta después otro motivo de intenso simbolismo. El Dragón no ha podido alcanzar directamente a la Mujer pero vierte y derrama en contra de ella las aguas destructoras del abismo, para que la aneguen. Descubrimos así que él pertenece al misterio de las aguas primigenias que en el origen del mundo (cf. Gen 1, 1-2) cubrían por entero la superficie de la tierra.

El Dragón quiere destruir la creación de Dios, de manera que el caos de oscuridad y las aguas de muerte aniquilen su obra generosa y salvadora. Pero el Dios providente que al principio hizo que la tierra pudiera separarse de las aguas y puso un límite a los mares (cf. Gen 1, 9-10), para que peces y plantas, humanos y animales, compartieran armónicamente los diversos espacios de la realidad, continúa realizando su tarea y la culmina: da su poder a la tierra (que en otro tiempo engendró por sí misma las platas: cf. Gen 1, 9-13) para que ayude a la Mujer amenazado, absorbiendo los torrentes del agua de muerte.

De esta forma, la Mujer-Águila (que había logrado liberarse del Dragón en el desierto) viene a presentarse ahora como Mujer ayudada por la Tierra, es decir, como tierra culminada, plenitud de la creación. De esa forma, el texto arraiga la historia de la Madre perseguida y salvadora en las raíces de la creación o historia cósmica: Dios culmina su obra creadora.

Águila y Serpiente se vinculan en diversos mitos, especialmente en América Central (cultura náhuatl y maya). El Águila es cielo, la Serpiente hondura de la tierra, pero ambas se unen, de forma enantidriómica (en unión de contrarios), expresando la totalidad del cosmos, como muestra el mito mesoamericano de Quetzal-Coatl: Serpiente emplumada, Águila-Serpiente. Un mito semejante parece estar al fondo de alguno de los símbolos más poderosos de la misma Biblia, como el Nejustán o Serpiente voladora de Num 21, 4-9 (cf. 2 Rey 18, 18), vinculada a los Serafines de Is 6 (cf. Is 14, 29; 30, 6). Pues bien, Ap 12 ha separado ambos símbolos: el Águila tiene sentido positivo y está relacionada con la Mujer del cielo, ahora perseguida y fugitiva; por el contrario, la Serpiente Dragón aparece como un poder perverso, que quiere destruir a la Mujer. De esa forma se separan el Bien y el Mal, la Maternidad positiva y el Poder letal de la Serpiente adversa, culminando un proceso que había comenzado en Gen 2-3, como C. G. Jung ha mostrado en Respuesta a Job, FCE, México 1964.

Miles de veces, los cristianos han mirado y venerado a María como signo de la Tierra buena, en gesto positivo, que vincula creación y salvación, Génesis y Apocalipsis. Ellos saben que la creación ha sido y sigue siendo "un riesgo de Dios", obra amenazada sin cesar por la Serpiente, que es Dragón destructor. Pues bien, esa Creación (la tierra) ha culminado su tarea ayudando a la Mujer contra el Dragón, a la Vida contra la muerte, en contexto de desierto.

Ciertamente, la Mujer perseguida es más que tierra (es persona, humanidad); pero, en medio de la persecución, ella puede y debe hallarse en profunda sintonía con esa misma tierra. De esta manera, la figura y tarea de María, Madre mesiánica, queda integrada en el despliegue final de la creación, viniendo a entroncarse con la ecología. Sin duda, ella es más que pura creación externa, pero en ella culmina y se expresa el sentido positivo de la tierra, entendida como invitación a la vida, en contra del Dragón que se expresa en las aguas de muerte y pretende que todo vuelva al caos .

Sobre este tema sigue siendo básico el libro de H. Gunkel, Schöpfung und Chaos in Urzeit und Endzeit. Eine Religionsgeschichtliche Untersuchung über Gen 1 und Ap Joh 12, Göttingen 1895. En perspectiva ecológica y mariológica, cf. R. Radford Ruether, Mujer nueva, Tierra nueva, Aurora, Buenos Aires 1977; A. Primavesi, Del Apocalipsis al Génesis. Ecología, feminismo, cristianismo, Herder, Barcelona 1995,

(Seguirá)
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