Hegemonía perdida de la izquierda

La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados "orgánicos" infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios. (Antonio Gramsci).


La cita del comunista italiano, intelectual de cabecera de la dirección de Podemos, ha sido una realidad. Al contrario que el catolicismo, que ha cedido su protagonismo en la sociedad civil, el nuevo y viejo socialismo radical, siempre ha pugnado celosamente por someter y dirigir la cultura bajo sus premisas ideológicas, e incluso ha aplicado una eficaz ingeniería social.

Hoy asistimos a la ruptura de esta hegemonía, fundamentalmente porque la indiferencia (posmodernidad) y la contra-reacción (realismo) la han herido. Hoy la cultura abre sus puertas para que la sociedad civil pueda expresarse de forma plural dentro de ella.

Esa pérdida de la hegemonía cultural es una oportunidad para que los católicos ocupemos el lugar que hemos abandonado hace décadas, el de presentar sin complejos la Doctrina social de la Iglesia a los españoles, y el de situar en paridad con los distintos, a nuestros intelectuales y artistas, en todos los medios de comunicación. Sin embargo nos falta ambición y audacia, nos sobran complejos y excesivo celo por la gestión económica de nuestros medios de comunicación.

La realidad cultural y de opinión de la sociedad española es plural. Si la Iglesia jerárquica invoca reiteradamente la defensa de la pluralidad, por qué renuncia a participar activamente en ella. Si la Iglesia cuenta con importantes medios de comunicación, por qué en ellos renuncia a que la Doctrina social de la Iglesia esté presente en sus programas de máxima audiencia. Presente no significa omnímoda, pero su ausencia no tiene excusa.

La Doctrina social de la Iglesia no aboga por la opción partidista, y eso es tan frustrante como oportuno.

Gramsci decía: Los católicos querrían el Estado intervencionista totalmente a su favor; a falta de esto, o donde son minoría, exigen el Estado "indiferente", para que no apoye a sus adversarios.

Y creo que tiene razón. La jerarquía católica española es tan responsable de ello como la actitud pasiva o silenciosa de los católicos seglares.

Invocamos acertadamente la defensa de la pluralidad contra quienes la pretenden anular, pero nos quedamos ahí porque seguimos rechazando la secularidad.
Mantenemos un clerical espíritu parroquiano, donde como Juan Palomo, yo me lo guiso yo me lo como.

Hay que leer los tiempos. Si creemos en la pluralidad, participemos en ella. Los católicos no somos un vestigio del pasado, sino un importante agente de cohesión social, una voz autorizada y legitimada para defender los intereses de aquellos de los que nadie habla, y no sólo éso, somos unos analistas integrales de la realidad.

Hay que hacer ver a la sociedad española que la crisis es tan económica como moral y espiritual.

Se trata de cultivar en nuestros hermanos el espíritu de comunidad humana, no el de comunidad parroquial, porque
esta cultura no es que esté des-evangelizada, es que está deshumanizada.

No hay tertulianos formados en Doctrina social de la Iglesia, la preocupación exclusiva por la gestión y la audiencia hace nuestros medios sostenibles por el momento, pero no a medio plazo porque son muy caros, y nos desvían de nuestra misión, que no es la de situarnos como líderes de audiencia, sino como líderes sociales.

Esta confusión de fines, y cierta esquizofrenia de contenidos, han restado eficacia a los medios de comunicación de la Iglesia. Por una parte viven instalados en el conformismo, y por otra en términos estructurales y organizativos, han convertido a 13TV y Cope, en una suerte de parroquia mediática, con los feligreses de siempre y de los nuevos arrastrados por las estrellas, que hoy están y mañana dejan de estar.

Los congresos de católicos para la vida pública sobran si no sirven para fijar una estrategia, una organización y una planificación, que nos permitan no ya sólo EXISTIR en la sociedad española, sino pintar algo en ella.

Nuestro país vive en una CONFRONTACIÓN constante que entorpece el deseo mayoritario de los españoles de vivir en un país justo, pacífico y próspero, sin imposiciones de nadie.

En los próximos diez años podrán incorporarse ocho millones de nuevos pensionistas, y el DESIERTO DEMOGRÁFICO ya afecta a la sostenibilidad presente y futura de las pensiones. De ésto pocos hablan.

Se ha roto la solidaridad inter-generacional, y se está tratando de enfrentar a GENERACIONES. De ésto, tampoco.

La CORRUPCIÓN no sólo es un cáncer instalado en el poder, vive también instalada en la sociedad. De ésto, menos.

Los ABUSOS en las relaciones laborales, administrativas, familiares subyacen a eso que llaman recorte de libertades. Libertades y derechos hay-los, pero se abusa constantemente de ellos, porque esta sociedad es individualista. Así no lo analiza casi nadie.

Las FAMILIAS ESPAÑOLAS, las que sobreviven, sufren la competencia desleal entre parejas de hecho y matrimonios por el acceso a las ayudas sociales; cometen el error de delegar la educación de los hijos en la escuela; padecen la falta de conciliación laboral y familiar en horarios de trabajo y nivel de ingresos; se discrimina, margina y excluye a la mujer que sacrifica su vida laboral o sufre el desempleo y cuida de sus hijos…Quién habla de la familia como sujeto de la vida social y económica, como cuerpo social definido y autónomo.

La mejor Doctrina social de la Iglesia que se puede presentar es la que nos transmite la REALIDAD DESNUDA, con sus implicaciones morales y prácticas.

Todo no es política, pero TODO sí es realidad.

La Humanización de esta realidad es nuestra misión. La evangelización es su espíritu, pero no su lenguaje. El clericalismo los ha invertido fatalmente.


Que la cultura deba ser plural no es más que la expresión de la diversidad existente, que hay que respetar y proteger, porque esa diversidad es sencillamente humana. La cultura es una herramienta imprescindible para la plenitud del ser humano, no para su manipulación.

La actitud de los católicos no puede ser reproductora, ha de ser ser profética por realista, evangélica por espíritu, sencilla y clara en su lenguaje.
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