Sí, porque la fe -lo ha recordado muchas veces- se transmite en la lengua que se habla en la familia, se absorbe junto con el aire que se respira entre las paredes domésticas, donde el perfume del Evangelio tiene el sabor de casa. Ese dialecto piamontés, aprendido en Buenos Aires, a miles de kilómetros de las tierras donde se habla, el Papa aún lo recuerda y en algunas situaciones -pensemos en la denuncia en Scampia de la corrupción que "rocía"- reemerge naturalmente del escriño del pasado para volver a la vida.
Tantas veces, en estos casi diez años de Pontificado, el Papa ha subrayado la importancia de las raíces, de "volver a casa", incluso simplemente con el corazón, donde no es posible de otra manera. Lo ha hecho compartiendo anécdotas y recuerdos personales, a veces entrelazándolos con poemas que le han impactado especialmente. Como el de Hölderlin dedicado a su propia abuela en su cumpleaños ("Bendice una vez más al nieto, que el hombre mantenga lo que el niño prometió") o la del poeta argentino Bernárdez ("lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado").
La memoria, nos ha dicho siempre el Papa, no es, sin embargo, veneración de las cenizas, sino custodia del fuego. Por tanto, la sabiduría del tiempo no puede separarse del impulso hacia el mañana. En este sentido, llama la atención una singular coincidencia en esta visita a la región de Asti: si el sábado tendrá como rasgo distintivo el de la memoria, el día siguiente asumirá en cambio el del futuro.
La misa que el Papa celebrará en la catedral de Asti en la solemnidad de Cristo Rey coincide, de hecho, (precisamente por deseo de Francisco) con la Jornada Mundial de la Juventud a nivel diocesano. Por tanto, serán muchos los jóvenes de toda la región que acudirán a la celebración de este "encuentro tan esperado", como expresa el lema de la visita.
Los jóvenes y los ancianos. En su primera JMJ, la que vivió en Río de Janeiro pocos meses después de su elección a la Cátedra de Pedro, Francisco destacó la importancia del encuentro "entre generaciones, especialmente en el seno de la familia" y dijo estar convencido de que "los niños y los ancianos construyen el futuro de los pueblos". Es la Profecía de Joel, tantas veces evocada por el Pontífice como "la profecía de nuestro tiempo": "Tus hijos y tus hijas profetizarán, los ancianos tendrán sueños y los jóvenes verán visiones”. Al fin y al cabo, y lo vemos también en este dramático cambio de época, el progreso de una sociedad se puede "sopesar" por la forma en que cuida a sus jóvenes y a sus ancianos.
Esta visita "privada" tiene entonces un significado universal, porque nos habla del diálogo entre generaciones, de abuelos y de nietos. Partiendo de la historia de una abuela que, fuerte en su fe en Jesús, supo luchar por su familia y "tuvo sueños" para aquel nieto que un día se convertiría en Papa.