China "desembarca" también en los medios de comunicación
(AE)
Hace ya bastante tiempo que los productos Made in China comenzaron a hacerse un lugar importante en el mercado africano. Comenzaron con pequeños artículos poco sofisticados como herramientas y otros aperos. Luego llegaron las bicicletas Phoenix o Roadmaster, pesadas como ellas solas, y en cuestión de pocos años
comenzaron a ser parte integrante del paisaje, haciendo a millones de personas dependientes de sus pésimos repuestos. Poco a poco comenzaron a penetrar los textiles de todos tipos, con materiales sintéticos y llamativos colores que penetraron también en el mercado por ser muy baratos y asequibles a pesar de su falta de calidad. La ingeniería china ha tenido en África su terreno más fértil y rentable. Miles y miles de trabajadores de la construcción y de ingenieros se han pateado los caminos de África y aún hoy se les ve construyendo hospitales, aeropuertos, carreteras, edificios comerciales u oleoductos. En los últimos años, ha sido la electrónica la que ha crecido mucho más: por todas partes se ven ya aparatos electrónicos (algunos con los llamativos nombres de Panasoanic, Sonny y otras intencionadas homofonías de marcas comerciales), teléfonos móviles y otras mercancías mucho más tecnológicas.
Como si fuera una vuelta de rosca más, China parece haber dado el paso para incrementar su presencia mediática en el continente africano y esta vez lo hace con su canal gubernamental CCTV, especialmente diseñado ahora para el público africano. En esta semana se inauguran las emisiones de este canal desde Nairobi, comenzando con un telediario de 60 minutos que presenta la realidad africana vista desde la perspectiva asiática. Según los responsables de la cadena, dentro de poco tiempo habrá toda una red de hasta 100 corresponsales que cubrirán la mayoría del continente y ahora cubrirán noticias no sólo en chino (como sucedía hasta ahora) sino también en inglés. Este número es impresionante en comparación con el de otros canales televisivos importantes que a lo sumo tienen 5 o 6 corresponsales en todo el continente.
La apuesta que el canal gubernamental chino está haciendo por África no es baladí y se muestra con un par de hechos: Será la primera vez que el canal CCTV va producir programas y transmitirlos en directo desde fuera de China (abrirá dentro de poco otros centros en Washington y Bruselas). No se sabe hasta qué punto la censura oficial intervendrá en estos canales, pero seguro que estarán controlados muy de cerca por el gran aparato estatal. Algunos dicen que la diferencia de 5 horas entre Nairobi y Pekin hará mucho más difícil el que puedan controlarse los temas de la manera que a los censores oficiales de la cadena les gustaría. Por lo pronto, a los corresponsales presentes en Nairobi (casi todos de menos de 30 años y sin experiencia alguna de trabajar fuera de China) se les han abierto nuevas e inesperadas perspectivas con las nuevas “libertades” que ofrece el país keniano: de acceso libre a internet a la interacción con otros colegas de la profesión y el uso de medios de comunicación y redes sociales completamente impensables en China.
Quien sabe, a lo mejor esta experiencia claramente dirigida a aumentar la presencia y la influencia china en el mundo se convierte en un arma de doble filo y los periodistas enviados a mejorar la presencia de China en el resto del mundo se "contaminan" de la decadencia occidental y terminan convirtiéndose para sus conciudadanos en los primeros adalides de un mundo que, sin ser perfecto, es infinitamente mucho más libre y tolerante que el represivo régimen pekinés.
Hace ya bastante tiempo que los productos Made in China comenzaron a hacerse un lugar importante en el mercado africano. Comenzaron con pequeños artículos poco sofisticados como herramientas y otros aperos. Luego llegaron las bicicletas Phoenix o Roadmaster, pesadas como ellas solas, y en cuestión de pocos años
Como si fuera una vuelta de rosca más, China parece haber dado el paso para incrementar su presencia mediática en el continente africano y esta vez lo hace con su canal gubernamental CCTV, especialmente diseñado ahora para el público africano. En esta semana se inauguran las emisiones de este canal desde Nairobi, comenzando con un telediario de 60 minutos que presenta la realidad africana vista desde la perspectiva asiática. Según los responsables de la cadena, dentro de poco tiempo habrá toda una red de hasta 100 corresponsales que cubrirán la mayoría del continente y ahora cubrirán noticias no sólo en chino (como sucedía hasta ahora) sino también en inglés. Este número es impresionante en comparación con el de otros canales televisivos importantes que a lo sumo tienen 5 o 6 corresponsales en todo el continente.
La apuesta que el canal gubernamental chino está haciendo por África no es baladí y se muestra con un par de hechos: Será la primera vez que el canal CCTV va producir programas y transmitirlos en directo desde fuera de China (abrirá dentro de poco otros centros en Washington y Bruselas). No se sabe hasta qué punto la censura oficial intervendrá en estos canales, pero seguro que estarán controlados muy de cerca por el gran aparato estatal. Algunos dicen que la diferencia de 5 horas entre Nairobi y Pekin hará mucho más difícil el que puedan controlarse los temas de la manera que a los censores oficiales de la cadena les gustaría. Por lo pronto, a los corresponsales presentes en Nairobi (casi todos de menos de 30 años y sin experiencia alguna de trabajar fuera de China) se les han abierto nuevas e inesperadas perspectivas con las nuevas “libertades” que ofrece el país keniano: de acceso libre a internet a la interacción con otros colegas de la profesión y el uso de medios de comunicación y redes sociales completamente impensables en China.
Quien sabe, a lo mejor esta experiencia claramente dirigida a aumentar la presencia y la influencia china en el mundo se convierte en un arma de doble filo y los periodistas enviados a mejorar la presencia de China en el resto del mundo se "contaminan" de la decadencia occidental y terminan convirtiéndose para sus conciudadanos en los primeros adalides de un mundo que, sin ser perfecto, es infinitamente mucho más libre y tolerante que el represivo régimen pekinés.