Voluntad de Dios o el maldito fatalismo

(AE)
Una de las actitudes con las que más problemas tengo en África es el fatalismo. Quizás sea la inseguridad de las personas o la voluntad de “echar el muerto” a un Ser más elevado la que haga a ciertas personas tener una actitud fatalista tan marcada. Es cierto que hay ciertas religiones que propician esta creencia: El Islam es tremendamente fatalista, en la noche 26 del mes de Ramadán los fieles musulmanes creen que desciende desde el cielo un libro en el que Dios ha escrito todos los acontecimientos que ocurrirán en el año siguiente. Uno “nunca muere la víspera”, hay un día y una hora previamente determinados por Dios y no hace falta desesperarse para evitar lo inevitable, sino aceptar este sino y prepararse lo mejor posible para ese momento. El fatalismo no es patrimonio del Islam, hay abundantes denominaciones cristianas profundamente fatalistas, que al final poco se diferencian del concepto islámico.

Por esto, es tremendamente decepcionante cuando, ante la negligencia o la falta de responsabilidad humana, se echen balones fuera y las personas se encojan de hombros, aceptando todo como enviado por la divinidad. Hoy mismo me cruzo con un coche en el cual hay una pareja y un pequeño niño. El padre conduce y, me imagino que con la complacencia de la madre, lleva al niñito en su regazo, exactamente a la altura del volante, haciéndole creer que es él quien conduce (Como ven Uds., tontos “con balcones a la calle” los hay en todas las latitudes), pues bien, si en esa circunstancia ocurriera la desgracia de un accidente y el niño quedara estampado como un cromo en el volante, seguro que habría quien, suspirando, dijera “qué se le va a hacer, era voluntad de Dios”. En este punto es donde yo me rebelo internamente ya que me parece injusto atribuir a la acción divina o al “destino” lo que simplemente es la temeraria estupidez de un par de descerebrados que, haciendo uso soberano de su libertad, encuentran gusto en complicarse la vida poniéndose a ellas mismas y a otras personas en peligro o simplemente haciendo gansadas por la vida.

Uno de los mandamientos que más me llama la atención es aquel de “no tomar a Dios en vano”. Siempre creí que este era un mandamiento para evitar que la gente blasfemara, un mandamiento hecho a medida de arrieros, camioneros y otras profesiones dadas a exabruptos de ese calibre. Sin embargo, debo confesar que los últimos años en África me han enseñado dimensiones más nuevas y profundas del porqué de este mandamiento. Seguro que habrán oído la expresión árabe “In sha' Allah” que literalmente equivale al castellano “Si Dios quiere”. Pues bien por esta región se oye muchísimo esta expresión, a veces usada en demasía, por ejemplo al oir ciertas preguntas y cuando el que responde no quiere “mojarse” en el tema, pues suelta la expresión, le carga el muerto a Dios y se queda tan contento.
Dice uno
- “¿Vendrás a verme mañana?”
El otro no piensa ni por asomo acercarse al ver al paisa, duda un momento y exclama...
- “Si Dios quiere...”
Precisamente se utiliza tan pía expresión para evitar un “no” que evidentemente no sería muy diplomático y para evitar decir lo que de verdad se piensa o siente

O en la situación de estar para bajarse en un autobús:
- “¿Va a bajarse Ud. en la próxima parada?”
- “Si Dios quiere”

Hombre, ya lo sé que si Dios no quisiera no llegaríamos ni al próximo cruce, pero lo que le pregunto es que si se va a bajar en la próxima en caso que lleguemos...

Creo que es para situaciones así para las que el mandato divino viene como anillo al dedo. Hay que dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César... y por tanto cuando uno no quiere hacer algo no debe poner a Dios de parapeto para justificar sus a veces injustificables actitudes. Es muy cómodo escurrir el hombro y tener a quien echarle las culpas de la negligencia o la desidia humana. Quizás forme parte de una madurez humana más profunda el poder aceptar la responsabilidad de los propios hechos en vez de tener siempre un chivo expiatorio que nos venga bien en el caso que las cosas salgan mal. Por otros continentes se habla del “karma”, el cual justifica todo, de la desigualdad a la injusticia pasando por la pasividad. Lo siento, pero no soy parte de esa cofradía. Para mí la superación forma parte esencial del ser humano y no hay cosa más grande que aquel que es capaz de luchar contra los elementos y romper el hechizo de un destino abocado a la ignorancia, la pobreza, la delincuencia o la infelicidad.

Mientras tanto, habrá que apechugar con tanto fatalismo que nos rodea y, como decía el poeta, habrá que creer que es el camino el que vamos haciendo al caminar, no el que cualquier deidad caprichosa me ha preparado desde hace miles de años y del cual no hay manera de escapar.
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