El largo Viernes Santo del pueblo congoleño

(JCR)
Aunque nuestros medios de comunicación no se hacen eco de la situación actual en la República Democrática del Congo, especialmente en el Este del país, los acontecimientos de los últimos meses son más que preocupantes e indican que el larguísimo vía crucis

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de este `pueblo está muy lejos de terminar. Después de pasar por una sucesión de guerras que, desde 1996, han dejado unos cinco millones de muertos, las provincias de los dos Kivus siguen siendo víctimas de un conflicto a veces denominado “de baja intensidad” que sigue causando el desplazamiento de miles de personas y condenando a la miseria a una población acostumbrada a vivir en el miedo y la incertidumbre. Estos son algunos de los acontecimientos que se viven allí desde hace pocas semanas.

A finales de febrero, las fuerzas armadas de la República Democrática del Congo lanzaron una nueva ofensiva contra los rebeldes del FDLR, la milicia formada inicialmente por hutus ruandeses autores del genocidio de 2004. Esta operación lleva el pomposo nombre de “Amani Kamilifu” (paz perfecta, en suahili), y parece ser una continuación de otra operación llevada a cabo hace dos años contra los mismos rebeldes, denominada entonces “Amani Leo” (Paz hoy).

Durante las primeras semanas estas operaciones militares parecían limitadas a algunas zonas del Kivu Sur y áreas alrededor de la ciudad de Lubero, en el Kivu Norte. Pero llegan noticias preocupantes que indicarían que la tensión se está extendiendo a otros lugares y está provocando miles de desplazados. Durante los dos últimos años el número de desplazados internos en el Este de la R D Congo había disminuido, pero durante los dos últimos meses ha vuelto a aumentar. Los que han cruzado lo frontera con Uganda pasan ya de 8.000, según datos oficiales. Asimismo, tanto el ejército como los rebeldes han cometido serios abusos contra la población. Esto hay que añadirlo a las graves violaciones de derechos humanos cometidas en todo el país, particularmente por la guardia presidencial, poco después de las últimas elecciones presidenciales. Naciones Unidas acaba de decir que del 26 de noviembre al 28 de diciembre del año pasado las fuerzas de seguridad mataron a 33 civiles e hirieron a 83 personas en el país. El gobierno de Kinshasa, como suele ser habitual cada vez que se habla de abusos cometidos por sus fuerzas de seguridad, ha rechazado este informe.

Por lo que se refiere a los últimos incidentes, parece que ni si quiera las organizaciones humanitarias se están librando de esta reciente oleada de violencia. A finales de febrero tuvo lugar un ataque contra un equipo de Médicos Sin Fronteras en Marungu (en el territorio de Uvira). Entre el 1 y el 4 de Marzo una milicia local, conocida como Raia Mutomboki, atacó el FDLR en Ekingi, en el Kivu Sur, matando a algo más de 30 mujeres y niños que se encontraban en el campamento rebelde. Más recientemente, el 24 de marzo, el ejército atacó a la población de Kiramba, al sur del territorio de Lubero, como venganza por la muerte de un soldado asesinado por desconocidos dos días antes. Los militares dispararon durante varias horas a los aterrorizados civiles, que huyeron en todas direcciones, y saquearon numerosas casas y tiendas. Murió una mujer y hubo muchos heridos por heridas de bala.

Pero parece que no se trata sólo de combates entre ejército y rebeldes y de abusos contra la población. Algo más preocupante aún es la tensión que parece haber en el seno del propio ejército. El motivo de la discordia es el general Bosco Ntaganda, un personaje que a principios de la década de los 2000 fue el número dos de Thomas Lubanga (recientemente declarado culpable de crímenes contra la humanidad por la Corte Penal Internacional) y también de Laurent Nkunda. Tras la detención de éste último por Ruanda a principios de 2009, y tras un acuerdo de paz entre el gobierno congoleño y las fuerzas tutsis del CNDP, éstas –al mando de Ntaganda- pasaron a integrarse en el ejército del Congo. Desde entonces Bosco ha sido el mando militar con más poder en el Este del país y el CNDP –aunque integrado nominalmente- actúa por su cuenta, obedeciendo sólo a su propia cadena de mando.

Tras la condena de Thomas Lubanga, el gobierno de Kabila parece estar bajo una gran presión de la comunidad internacional para que detenga a Bosco Ntaganda, sobre quien pesa una orden de detención por parte de la Corte Penal Internacional. Éste ha reforzado su seguridad personal en la ciudad de Goma, donde vive, y en Goma circulan numerosos rumores sobre la inminencia de una nueva rebelión dirigida por este personaje, quien está preocupado por su posible detención. En el Este del país hay una gran tensión entre los hombres leales a Ntaganda y el núcleo central de las fuerzas armadas congoleñas. El 31 de marzo un coronel muy ligado a Bosco fue atacado en la carretera cuando se dirigía a Goma y fue gravemente herido, y el mismo día hubo un fuerte tiroteo en una unidad militar en Luliba (en el Kivu Sur) debido al descontento de los soldados con uno de sus mandos, un antiguo miembro del CNDP. Las últimas noticias que llegan de la ciudad de Goma hablan de varios cientos de soldados ex-CNDP que habrían desertado del ejército congoleño, dando la señal de que si alguien se atreviera a detener a su jefe podrían lanzar ataques que causarían un baño de sangre.

Habrá que esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Desde el terreno, muchos ven un intento por parte del gobierno de Kinshasa por terminar con cadenas de mando paralelas en el seno del ejército en las dos provincias del Kivu. Otros ven estos incidentes como una tensión entre oficiales que luchan por afianzar su poder en las fuerzas armadas. Desde luego, tener esta división en el seno del ejército no augura nada bueno para esta nueva operación que está muy lejos de ser una “Paz Perfecta”, como problema el nombre de esta operación. Poco perfecta, sobre todo, para la población civil que sigue siendo víctima de numerosos abusos.
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