José Manuel Bernal en PPC: "Estas son mis preocupaciones y mis querencias. Esta es mi apuesta" 'Eucaristía total y transfiguración', una profunda reflexión sobre Cristo y la eucaristía

José Manuel Bernal Llorente
José Manuel Bernal Llorente

"Hay, en general, un cierto acuerdo en asumir la idea de que 'la creación entera es cuerpo de Cristo' (J. R. Bustillo). Pero no se habla ni se escribe mucho sobre ello"

"Son, sobre todo, los escritores ortodoxos, los representantes de la teología oriental, los que, de forma más ferviente y convencida, se expresan en estos términos o en otros parecidos. Ellos y Teilhard de Chardin me han servido de base para la elaboración de este libro"

"En la encarnación, ahondar en la proyección cósmica de la encarnación, la eucaristía y transustanciación está el horizonte doctrinal en el que vamos a movernos en este libro"

"Estas son mis preocupaciones y mis querencias. Esta es mi apuesta. Aquí vamos a intentar darles forma, apoyarlas, dotarlas de envergadura… Y esta es la presentación de mi libro: Eucaristía total y transfiguración"

La idea de este libro me la dieron unas palabras de José Ramón Busto: «La creación entera es cuerpo de Cristo» (J. R. Busto, Cristología para empezar. Santander, Sal Terrae, 1991, p. 124.. No era la primera vez que me topaba con esta declaración tan solemne. Pero esta vez me llamó más la atención. En realidad, a los teólogos no les pilla por sorpresa esta afirmación; hay, en general, un cierto acuerdo en asumir esta idea. Pero no se habla ni se escribe mucho sobre ello.

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Son, sobre todo, los escritores ortodoxos, los representantes de la teología oriental, los que, de forma más ferviente y convencida, se expresan en estos términos o en otros parecidos. Ellos son los que desarrollan más profusamente una visión cósmica de la encarnación y de la eucaristía. Por eso han sido teólogos orientales –rusos y griegos– los que me han servido de base para la elaboración de este libro. A ellos se ha unido en los últimos tiempos el prestigioso jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin, del que hablaré en este libro.

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Al asumir la naturaleza humana por la encarnación, el Logos divino ha entrado en comunión con todo lo humano e histórico. La naturaleza humana ha quedado impregnada de lo divino. Lo humano y lo divino han quedado entrelazados, fundidos, en la unidad personal del Logos, en la hipóstasis divina de Jesús. Lo absoluto ha devenido contingente y caduco. Algunos místicos hablan de una especie de maridaje, de comunión nupcial, entre lo humano y lo divino, entre el cielo y la tierra. Se han roto las distancias y han surgido las alianzas. Más aún, desde ese momento, la humanidad perdida por el pecado ha recibido el soplo revitalizador del acercamiento, la comunión y la reconciliación. Como aseguraba la tradición patrística, todo lo asumido ha quedado salvado. Salvación que, en la dinámica del misterio de Cristo, quedará sellada, coronada y ratificada en la resurrección pascual de Jesús, cuando el Padre corone de gloria al Crucificado.

En mi propósito está también la preocupación por ahondar en la proyección cósmica de la encarnación; porque el Logos, al asumir su humanidad personal, síntesis y expresión de lo humano de todos los hombres, no solo ha entrado en comunión con lo humano; en la encarnación, y a través de lo humano asumido, el Logos ha entrado en comunión con la totalidad del universo. Porque lo humano de Jesús se configura como un microcosmos, como la síntesis y el resumen de todo el universo creado.

El hombre forma parte de la creación, es una criatura, una pieza en el inmenso universo cósmico. Hay que decir, pues, que, por la encarnación, el Logos divino, con la fuerza irresistible del Espíritu santificador, ha divinizado a la creación entera, a la totalidad del universo. Desde ese momento, las cosas creadas han asumido su función representativa e icónica para convertirse en proyecciones simbólicas de lo divino y trascendente; la creación no es un universo chato, neutro, carente de transparencia. Dios se refleja, se manifiesta y se acerca a través de las cosas creadas. El cosmos se ha convertido en icono de la divinidad.

En el marco de esta reflexión, desde una perspectiva esencialmente cristiana y eclesial, nos debemos referir a la eucaristía. Porque este trabajo, además de lo dicho, pretende ahondar en una vertiente rehabilitadora de lo que llamamos «transustanciación». Una palabra abandonada y sujeta a sospecha, por trasnochada y desafortunada. Pero aquí haremos una apuesta por su rehabilitación; aunque dentro de horizontes nuevos.

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La sustancia del pan y el vino, que consagramos en la eucaristía, se convierte en algo nuevo; el pan y el vino se convierten en sustancias nuevas, imprevisibles; todo el universo creado, todas las cosas de la naturaleza, por el misterio de la eucaristía, asumen una nueva configuración, una dimensión desconocida y desconcertante, un nuevo ser sustancial: toda la realidad creada, junto con el pan y el vino, se convierte en Cuerpo de Cristo. Este es el gran misterio, la nueva realidad cósmica, la gran transfiguración del universo, deificado, consagrado y convertido en Cuerpo de Cristo.

Este es el horizonte doctrinal en el que vamos a movernos en este libro. Estas son mis preocupaciones y mis querencias. Esta es mi apuesta. Aquí vamos a intentar darles forma, apoyarlas, dotarlas de envergadura. Las páginas a las que ahora voy a dar curso se me presentan como un reto, como un proyecto estimulante. Espero llegar al final con alivio.

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