Lágrimas que no mienten -16-iii-2O18

Aunque estos últimos días, a pesar de la lluvia y los fríos, los fuegos y los ardores se levanten a docenas, hoy no me tienta irme de “flahses” y variedades. Hay algo que polariza mi atención y me urge reflexionar sin demora para no quedar a mal conmigo mismo: se trata de las lágrimas del guardia civil ante el cuerpo sin vida del “pequeño Gabriel”.

Las lágrimas: ese líquido salobre y calido, que tantas cosas puede reflejar porque lleva dentro sabores mil -a sensaciones, emociones, decepciones, alegrías y penas, satisfacciones y desengaños-, y que enlaza con toda una serie de los más variados sentimientos que al hombre o la mujer les pueden agitar por dentro y hallan su punto de evasión precisamente en ellas…
Son las lágrimas uno de los caminos del alma para salir de su encierro corporal. Hay otros caminos, pero este es particularmente expresivo de la intimidad y, por eso mismo, de la verdad del ser humano.

Hay quienes lloran por nada.
Hay quienes lo hacen para despistar o hacer farsa o teatro.
Hay lágrimas que, por el arte de una ficción interesada, se llaman “de cocodrilo”, porque son traidoras y engañosas.
Las hay que se moldean con mucho cuidado para argumentar, suplicar o conseguir algo: recordemos, si no, el consejo que a Sancho le dio don Quijote antes de entrar a gobernar la ínsula: “Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos y considera despacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que se anegue tu razón en su llanto y tu bondad en sus suspiros”.
Pero hay lágrimas de verdad, que salen de alma y, cuando es así, esas lágrimas son una firma valedera que acredita lo que hay por dentro; y estas lágrimas no se pueden reprimir por la gente noble porque pesan más que toda la fuerza de la voluntad, hasta la del hombre o mujer más constates y aplomados.
Por eso, cuando las lágrimas salen de unos ojos bien curtidos por experiencias de malas sensaciones; cuando brotan de los ojos de hombres hechos y derechos o de mujeres enteras de forma y fondo…, las lágrimas no mienten. El corazón y el alma se están delatando por ellas sin posible engaño.

Todo el mundo pudo verlo en aquel punto culminante en que el cuerpo sin vida del pequeño Gabriel era sacado de la manta que lo envolvía: los guardias civiles lloraban…. Que un guardia civil llorando no se ve a diario y era pasmoso y patético, a partes iguales, verlo ese nefasto día.
Ayer, de labios de uno de los mandos de la Guardia civil que se ocupara del caso, el comandante de la UCO Jesús Reina, oí la frase delatora: Claro que lloramos; los que no lloraron allí, lo hicieron después,; y los que no lo han hecho todavía lo harán más tarde. Es que somos hombres”.

Me lo creo y me creo también que estas son unas lágrimas de verdad, de las que brotan imparables cuando el corazón ya no puede resistir más y la cabeza se niega a seguir razonando porque ya no hay razones.

El contrapunto feroz de las lábrimas del guardia civil lo vimos ayer en la sesión del Congreso de los Diputados en la bronca sesión, en la que se puso en marcha, a pesar de todo, la derogación y desarraigo del código penal de la PPR o pena de Prisión Permanente Revisable. Los argumentos eran tan fútiles y vergonzantes como faltos de verdad: a las víctimas se las acusó –ante sus mismas narices- de moverse por venganza, rabia y rencor. Venganza sobre todo es el nombre con que se trató de justificar lo injustificable de una moción que clama contra el 80 % del pueblo español según las estadísticas. Venganza o afán de venganza era la palabra o expresión que mayoritariamente –en los varios grupos que apoyaban la moción- se volcaba sobre las víctimas de los “canallas” (canalla es, según el Diccionario, una persona miserable o malvada), verdugos en los acosos a mujeres y niños sobre todo, y que, en un magma espeso de “progresismo” “demodé” encuentran apoyo en bastantes de los políticos de medio pelo que pueblan hoy nuestro escenario político. Cómo sería la cosa que la presidenta de la Asoc¡ación Clara Campoamor, socialista de toda la vida, amamantada en el socialista como ella misma dice, Blanca Estrella Ruiz, mostró a las bravas, pero con toda seriedad y respeto, su vergüenza y pidió que se callen o se vayan si no saben “estar” donde la dignidad humana lo exige.
¿Y el Sr. ex-juez que hizo de portavoz del PSOE? Que dimita o le echen de inmediato, expresaba también como ”desideratum” lógico la misma. ¿Volverá el Sr. Juez a la ”carrera” después de esta incursión –sobre todo el lance de ayer- por los terrenos tan inhóspitos del aventurerismo político?

Que Dios arriba y el pueblo aquí abajo los juzgue: ese pueblo del que se dice que está en la esencia de la democracia y que tiene razón siempre –eso dicen al menos quienes usan este nombre para usarlo a su antojo y segun conviene-. Y que no se olvide del bochornoso espectáculo de ayer en el Congreso. Y que lo practique tan pronto como le sea posible, por razón de ética y también de estética; y sobre todo de catarsis social ante el aventurerismo político actual de tantos aprendices de brujo.

El bochornoso espectáculo de ayer sea hoy el contrapunto negativo de las lágrimas del guardia civil.
Habrçe de insistgir. Hay lágrimas que no engañan y las de los guardias civiles ante el cadáver recién descubierto del “pequeño Gabrial” no lo hacen. “Chappeau!”.
Son hombres, naturalmente, pero qué hombres!… De los que no se recatan y tienen a gala seguir la consigna anti-farsa de Goethe: “Nada hay dentro, nada hay fuera/ lo que hay dentro eso hay fuera”. Nada mejor para no ser farsantes. Lo apunte Ortega al encomiar a su amigo don Pío Barija, que nunca se cong raciaba con la mentira.
Hay lágrimas, además, que redimen. Lo hicieron, la noche de Pasión, las de Pedro tras negar a su Maestro. Y estas también redimen, a todos nos redimen, de posibles complejos de ser hombres y mujeres en estos tiempos borrascosos y líquidos.

SANTIAGO PANIZO ORALLO



UN FLASH VIVO PARA HOY.

Es muy posible que se llame “boutade” o se lo tenga por “salida de pata de bando” lo que voy a decirles. Pero, ante las cosas que se ven o pasan y quizás nos pasan, he tenido una ocurrencia y, como tal, la muestro, por si alguien la tuviera por una idea y se decidiera a hacerme el favor de pensar un poco en ella.
La ocurrencia es esta: el sentido común ¿pudiera llamarse constitucional? O mirada por otro lado: ¿debería considerarse inconstitucional todo lo que va o pueda ir contra el sentido común?
Ni lo afirmo ni lo niego. Se me ocurre pensarlo e invitar a que mis amigos lo piensen conmigo. Pudiera ser interesante como cuestión pre-jurídica.
Como pensar no cuesta, pensemos. Puede que no sea tan superfluo ni vacuo como a simple vista pudiera parecer.


++++++++++++++++
Volver arriba