Aportes desde la visión cosmoteádrica de Raimon Panikkar Panikkar: Armonía integral para el tejido bioético del siglo XXI
El siguiente escrito hace parte de la perspectiva que será presentada en un panel del próximo XI Congreso Internacional de Bioética, en Cartagena de Indias, Colombia, del 13 al 15 de noviembre, organizado por la Universidad Militar
En dicho panel hablaremos sobre Lenguajes de la naturaleza, religiones y sabidurías para la paz, en la línea en bioética, epistemología y complejidad
En nombre de las Fundaciones VIVARIUM Raimon Panikkar y .S.A.L.M.O.S. Espiritualidad Integral, de Colombia, se hará esta exposición
En nombre de las Fundaciones VIVARIUM Raimon Panikkar y .S.A.L.M.O.S. Espiritualidad Integral, de Colombia, se hará esta exposición
El siguiente escrito hace parte de la perspectiva que será presentada en un panel del próximo XI Congreso Internacional de Bioética, en Cartagena de Indias, Colombia, del 13 al 15 de noviembre, organizado por la Universidad Militar. En dicho panel hablaremos sobre Lenguajes de la naturaleza, religiones y sabidurías para la paz, en la línea en bioética, epistemología y complejidad. En nombre de las Fundaciones VIVARIUM Raimon Panikkar y .S.A.L.M.O.S. Espiritualidad Integral, de Colombia, se hará esta exposición.
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La bioética está llamada a tejerse de un modo tan dinámico como la realidad misma. La realidad es integral, armónica y trinitaria. La realidad se teje con un diálogo plural que se ha de dar entre las ciencias y entre las diferentes tradiciones espirituales de Oriente y Occidente, y se han de integrar los saberes ancestrales y los lenguajes de la naturaleza. Partimos de varias premisas, una de ellas es que ni la religión, ni una cultura específica, tiene todas las respuestas a las búsquedas bioéticas, ni son un obstáculo para la construcción de una bioética para el siglo XXI.
Fruto de la apertura consciente de Raimon Panikkar (1918 – 2010) a la convergencia de disciplinas, de experiencias en diversos niveles de conciencia, de diálogo intercultural e interreligioso, y del riesgo existencial que desarrolló tenemos estas consideraciones para tejer la trama integral de una bioética. De igual manera, tomaré aportes que encontramos en la Carta Encíclica Laudato Si’ (2016) y la Exhortación Apostólica Querida Amazonía (2020) del papa Francisco, en las que el Pontífice hace un llamado a la escucha de los saberes ancestrales. Ahora, explicaré el título de esta ponencia.
Armonía Integral
La expresión “armonía integral” es propia del pensamiento panikkariano para abordar lo que él ha llamado la “visión cosmoteándrica”: la unidad indivisible de la Realidad, que integra lo cósmico (kosmos), lo divino (theos) y lo humano (andros, como anthrôpos). Es una visión trinitaria, que sugiere que no existen tres realidades separadas, como se concibe en diversas culturas y en el sentir de algunas filosofías dualistas, sino más bien, que hay una interconexión profunda entre ellas tres: Kosmos-Dios-Hombre. Estos también son saberes ancestrales, que, en diversas narrativas amazónicas, latinoamericanas y universales, permiten reinterpretar la vida de esas comunidades, a veces tan lejanas y desconocidas, cuando son en realidad, hermanos de nuestra propia casa común.
La dinámica del tejer
El verbo “tejer”, al centro del título, implica un dinamismo, la ruta para armonizar la identidad propia de los hilos que hacen parte de la red y la construcción que guarda una estética, una ética y una viva armonía. El textus representa la acción de tejer, desenredando madejas y dando orden coherente, y hasta matemático, al pensamiento y a lo visible del entorno. No es casualidad que textear un escrito tenga relación con la creación de textiles y que sus raíces etimológicas compartidas permitan a ambas acciones, comunicar y contar los acontecimientos, como información material, tangible y necesaria para las personas en todas partes. Un horizonte apremiante contemporáneo será saber tejer la bioética con nuestras propias existencias. La invitación a tejer es una mirada que implica todas las dimensiones de nuestra existencia y la visión siempre integral de los polos de la realidad, Dios-Hombre-Kosmos.
Textura de la bioética
En cuanto a la “bioética”, con Panikkar, no se puede limitar a cuestiones médicas o biológicas, sino que está llamada a extenderla a la relación integral entre el ser humano, el cosmos y el Misterio de Dios. Esta visión de la bioética está profundamente influenciada por la comprensión de la interconexión de todas las formas de vida y la necesidad de un diálogo entre diferentes tradiciones culturales y religiosas. De otra parte, cuando Jesús dice “he venido para que tengan vida, y la tengan en plenitud” (Jn 10,10), se refiere a la vida como zoē. Sobre ella se basa Panikkar para su propuesta; por tanto, una bioética, se ha de tejer con el hilo de esta Vida. Se ha de saltar del bios al zoē. El hombre es un ser solidario y no solitario. Para que el ser humano realice plenamente su vida, para llegar a ser verdaderamente hombre, no solo necesita un desarrollo biológico, y debe ser introducido a esa Vida por alguien que no sea él mismo. Nadie se da la vida a sí mismo. Este es el espacio de lo que llamamos una iniciación, que comienza con el paso de βćος (bios) a ζωή (zōē).
El siglo XXI para los místicos
Respecto a la referencia “del siglo XXI” busca evocar la famosa sentencia “Ya se ha dicho que el cristiano del futuro será un místico o habrá dejado de serlo”, acuñada por Karl Rahner, pero originada en las meditaciones de Raimon Panikkar, y que este extiende a toda la humanidad, no solo a los cristianos. Aquí entendemos “mística” como “experiencia plena de la Vida”, así definida por él y fundamento para una bioética. Ya se ha transcurrido un cuarto de este siglo, y, aunque las puertas a la difusión de la mística y a las prácticas místicas, se han abierto en muchos espacios religiosos y culturales, aún falta su adecuada atención y acogida.
Importancia de la interculturalidad e interreligiosidad
Nos recuerda el papa Francisco que el tesoro cultural de las diferentes etnias de la Amazonía, se desarrolló comunitariamente y entrelazados con la creación y con su percepción del Misterio, de la divinidad; de allí que ellos pueden detectar con asombrosa facilidad nuestros vacíos, nuestras sombras, y hasta nuestras enfermedades, pero que nosotros no tenemos la misma facilidad de reconocer, por estar sumidos en nuestra visión de progreso, que tantas veces se olvida de la persona. Es necesario escucharlos también. No se pierde la identidad cuando se entra en diálogo. Por el contrario, echa raíces y se enriquece con las sabidurías de otras tradiciones; porque nadie se preserva aislándose, por el contrario, pierde su riqueza.
En la búsqueda intercultural, de espiritualidades y de tejido para una bioética del siglo XXI, es necesario tener encuentra la complejidad, por ejemplo, de la crisis ecológica y su diversidad de causas, Esperar la solución desde una sola perspectiva, además de ser ingenuo, es un error. Si se recurre a las diversas culturas, la ciencia, las filosofías, las tradiciones espirituales, religiosidades, con toda la proximidad de las artes y las humanidades, es simple y llanamente, necesario. Ninguna perspectiva tiene la respuesta para todo. Dice el papa Francisco en Laudato Si’: “Si de verdad queremos construir una ecología que nos permita sanar todo lo que hemos destruido, entonces ninguna rama de las ciencias y ninguna forma de sabiduría puede ser dejada de lado, tampoco la religiosa con su propio lenguaje. Además, la Iglesia Católica está abierta al diálogo con el pensamiento filosófico, y eso le permite producir diversas síntesis entre la fe y la razón”. (LS, 63).
Por su parte, Raimon Panikkar, como filósofo y teólogo promotor de su enfoque intercultural y de diálogo interreligioso, supo integrar profundamente elementos del hinduismo y el budismo en su pensamiento, que nos permiten elaborar con ellos una bioética para el siglo XXI. De un lado, asume la visión del hinduismo, respecto a la No-dualidad (Advaita), con la que adoptó la visión que sostiene que el ser humano y el cosmos son dimensiones inseparables de una misma realidad. Esta visión le permitió a Panikkar, ver la unidad en la diversidad y, por tanto, anunciar una comprensión holística del ser. Dada la cosmología y la espiritualidad hinduista, que ve al ser humano como un microcosmos dentro del macrocosmos, influyó en su percepción de la interconexión entre el individuo y el universo, desarrollándolo más con el término ‘persona’. De otro lado, desde el budismo, asumió la interdependencia, que enfatiza cómo todos los fenómenos están interconectados y dependen unos de otros para existir; emerge de ellos también el desapego y la compasión, al promover una relación no egoísta con el mundo y un amor desinteresado.
La realidad es cosmoteándrica
Veamos lo que encierra cada una de estas dimensiones, siguiendo la excelente síntesis del trabajo de tesis que se convirtió en el libro de antropología panikkariana, escrito por José Luis Meza (2009).
Theos es la dimensión divina de la Realidad; hace referencia a la “impenetrable libertad”, la “indeterminación absoluta” y “lo inefable”. La dimensión divina habla de la inagotabilidad infinita de cualquier ser real, de su carácter siempre abierto y de su libertad. No es una cobertura, un sobrepuesto a cada ser, o un fundamento extrínseco; por el contrario, es el principio constitutivo de todos los seres. De esta manera, no se puede sostener que Dios es solo Dios del y para el hombre; emerge inmediatamente el descubrimiento de que Dios es el Dios del mundo, porque, como afirma Panikkar, “un Dios sin una función cosmogónica y cosmológica, no sería Dios en absoluto, sino un mero fantasma”. Dios, entonces es esta dimensión que permite que el Mundo y el Hombre sean más, lleguen a la plenitud.
Anthrôpos es la dimensión “humana” de la Realidad, es la conciencia presente. Podemos decir, con Panikkar, “las aguas de la conciencia humana bañan todas las riberas de lo real –aunque el hombre no pueda penetrar el caelum incognitum del interior- y por este mismo hecho el ser del hombre entra en relación con la totalidad de la realidad”. La realidad vive humanizada en el ser humano. Con otra de sus acertadas afirmaciones, nuestro autor señala que “Podemos llamar a esto la dimensión de la conciencia, pero también podemos denominarlo la dimensión humana, porque, sea cual fuere la conciencia, se manifiesta en el hombre y a través de él”.
Kosmos es la dimensión material de la Realidad. Dice Panikkar: “Nada hay que, al entrar en la conciencia humana, no entre al mismo tiempo en relación con el Mundo. Esta relación no es meramente externa y accidental: cualquier cosa existente tiene una relación constitutiva con el Mundo de la materia/energía y del espacio/tiempo”. De esta manera, el hombre comparte con el mundo grandeza y miseria. De igual modo, como Dios y Hombre mantienen una relación de interdependencia, también Dios y el Mundo.
El aporte que puede abrir una puerta para una bioética en el presente siglo, por tanto, es la de descubrirnos seres cosmoteándricos, porque como dice el místico indocatalán: “la intuición cosmoteándrica no se contenta con detectar la ‘huella’ trinitaria en la ‘creación’ y la ‘imagen’ en el hombre, sino que considera la Realidad en su totalidad como siendo la Trinidad completa que consta de una dimensión divina, otra humana y otra cósmica”. Raimon Panikkar, aporta el hecho de no percibir el legado ético como un mandato moral traído de los cielos, sino un reconocimiento de la integralidad de la vida humana, unida al cosmos y a la divinidad. Pues si la realidad es trinitaria o cosmoteándrica, los saberes religiosos y las búsquedas espirituales reconocerán que Dios es divino y participante de la conciencia y de la inmanencia de la realidad; que el Hombre es “lo humano” de la Realidad, además participante de la naturaleza divina y cósmica; y, que el Mundo, como lo material de la Realidad se mantiene partícipe de las dimensiones divina y humana.
Por una bioética
Panikkar enfatiza la importancia de una ética que respete la diversidad y promueva la armonía entre los seres humanos, la naturaleza y la Vida trascendente, la Vida divina. Su enfoque está sustentado en aquello de que la vida (zoē) es un fenómeno sagrado y universal, que con urgencia ha de ser protegido y valorado en todas sus manifestaciones, porque en ella se sustenta la misma humanidad. El místico español, armonizando, el dualismo propio de las ciencias, las filosofías y las teologías occidentales, aboga por un diálogo dialogal, no solo un diálogo dialógico, que lleve a una integración de estas disciplinas para lograr una comprensión más completa de la realidad. La armonía no es una utopía originada en un deseo ilusorio de unidad, sino un reclamo que guarda sus raíces en la filosofía del Amor y del diálogo. Él mismo describe su filosofía como una “sabiduría del amor” más que un “amor a la sabiduría”.
Para ello se ha de buscar la experiencia mística. Según Panikkar, en ella se revela la interconexión de todas las cosas, - asunto que también resalta el papa Francisco: “todo está conectado”- y sienta las bases para una ética no teórica, que no se limite a normas abstractas, que, más bien, se fundamente en la responsabilidad, el respeto y el cuidado por toda forma de vida (bios y zoē). Esta visión ética integral es fundamental para una bioética del siglo XXI, que busque mantener el tejido armonioso entre el ser humano, el cosmos y lo divino. De otra parte, la mística, al conectar al ser humano con la trama de la vida, desafía las visiones antropocéntricas que ponen al ser humano como centro y medida de todo lo creado.
Así, con esta perspectiva crucial para una bioética que reconozca el valor intrínseco de la naturaleza y la necesidad de vivir en armonía con ella, Panikkar da las puntadas fundamentales del tejido bioético. Con la noción de "experiencia plena de la Vida", que Panikkar da a la mística, se vincula directamente con el concepto griego de zoē, que se refiere a la vida en su sentido más amplio y trascendente. Esta vida, que va más allá de lo meramente biológico, se convierte en el eje central de una bioética inspirada en la mística, una bioética que valore y proteja la vida en todas sus manifestaciones. La persona es un ser siempre en relación, no se concibe aisladamente, por el contrario, a medida que se desarrolla su interioridad va descubriendo su unidad personal, su vínculo radical con los demás seres humanos, su pertenencia al kosmos, del que se alimenta, con el que trabaja, en el que vive: “en él vivimos, nos movemos y existimos” dice san Pablo sobre Dios, pero se aplica también para el cosmos.
Conclusión
Dado que no podemos sostener que exista una trascendencia absoluta, a raíz de que el hombre pertenece al misterio trinitario; quien quiera una antropología que busque reducir al hombre, en el siglo XXI ya no es convincente; no hay monismo material, el hombre es como el ángulo de visibilidad que refleja toda la realidad, diría Panikkar, y en cuanto tal, que refleja todos los elementos de la realidad.
De igual manera, si algunos piensan sostener una propuesta ética basada en la trascendencia, y dado que el ámbito divino no puede ser un ámbito totalmente independiente del hombre, podemos concluir que la realidad no es un reino exclusivo de Dios, también lo es del ser humano y del cosmos, que nos ayuda a superar los centrismos. El hombre efectivamente es el todo, no es ni el individuo ni el género humano, es el misterio, es el todo, y por tanto encontramos en él esta vía media, en la que se reconocen los tres polos de la realidad, que se compenetran recíprocamente, de manera interdependiente: Dios-Hombre-Kosmos. Los tres polos son definitivos, sin que por esto sean unidad más alta, sin monismos, ni dualismos. Cada uno de los polos presupone los demás, y los contiene. Por eso, nos lanzamos nosotros mismos, con esta interdependencia, relacionalidad y amor por las demás creaturas a tejer una bioética para el siglo XXI.