"El arzobispo de Toledo es 'Primado de las Españas', aunque ya en trámites de jubilación" Aradillas: "Tachar de 'impresentable' a la vicepresidenta del gobierno rezuma clericalismo"
"Los palabros, por muy mal que suenen, tienen algo de sagrado"
"Con las palabras está terminantemente prohibido jugar"
"Amenazar por oficio, por profesión o por ministerio, ni construye, ni jamás construirá Iglesia"
"Amenazar por oficio, por profesión o por ministerio, ni construye, ni jamás construirá Iglesia"
| Antonio Aradillas
Hay que reconocer que palabras-palabros, tales como “impresentable”, “amenazante” y otras de jaez similar, propinan elementos periodísticos preciados para componer titulares informativos de gran interés y atracción. Pese a que se prodigan con desmesura y exceso, en el orden político y social, y en el juvenil, hay espacios y lugares en los que los citados términos son de por sí, y substantivamente, noticias.
Así lo pienso en relación con la penúltima vez en la que han hecho acto solemne de presencia nada menos que en los labios del Excelentísimo y Reverendísimo Señor Arzobispo de Toledo, por más señas y condición, intitulado “Primado de las Españas”, aunque ya en trámites de jubilación.
Así, con las palabras “impresentable” y “amenazante”, califica este la respuesta de Carmen Calvo, vicepresidenta en funciones del Gobierno, a cuenta de unas declaraciones efectuadas, y en correlación con otras del Nuncio de SS. en España, el neoconverso Mons. Renzo Fratini, en su “jubilosa” despedida de sus actividades diplomáticas entre nosotros, y de las que, “enroucado” como el que más, la propia Iglesia permaneció durante más tiempo, al margen, o en contra, del Concilio Vaticano II.
Las palabras-palabros, por muy mal que suenen, huelan, o sepan, tienen algo de sagrado, si a las mismas las definen la verdad y los constructivos y edificantes ejemplos, siempre al dictado y con el “Nihil Obstat” supremo de los diccionarios y de la buena educación. Son los silencios los que hacen desfallecer cualquier convivencia. No obstante, y dada la situación de emergencia y las actuales susceptibilidades en las relaciones Iglesia-Estado, cuidar con santa diplomacia y evangelio todas las palabras, es deber muy elemental. Y es que con las palabras está terminantemente prohibido jugar. Todas ellas poseen alguna sílaba o letra del concepto inherente al de la “palabra de Dios”.
Homilías, Cartas Pastorales, catequesis, triduos, novenarios, quinarios, exhortaciones “religiosas”… están tachonadas de amenazas
Reconozco que en todas estas lides, apenas si pueden darnos fiables ejemplos la Iglesia, ni quienes en sus respectivos estamentos jerárquicos, por altos que sean, hayan asumido y asuman tal ministerio. Ambos son y ejercen de “palabras de Dios” y no sólo en las esferas netamente “religiosas”, sino en todas, o en gran parte, sin excluir el ámbito de la política. La tesis es así de simple: Dios es el Creador, el mundo es su propiedad, sin paliativos de ninguna clase, y los miembros más calificados de su jerarquía son los representantes y administradores, por sí mismos, o por delegación, pero en exclusiva, y sin posibilidad de que nadie les lleve la contraria, dado que esto equivaldría a convertirse en sujeto de amenazas en esta vida y en la otra.
La Iglesia- Nuestra Santa Madre la Iglesia- encarnada y representada en este caso por el “Primado” don Braulio, tacha nada menos que de “impresentable” la respuesta de la vicepresidenta del Gobierno, y en parte, a ella misma, quien, además de persona, es mujer y autoridad y con cuyo juicio emitido por el diplomático vaticano, son coincidentes los pareceres de muchos, entre quienes no faltan también cristianos, sean o no “practicantes”.
Calificar de “impresentable” a los hijos/as de Dios, hacerlo en su nombre y desde su condición de Primado, parece un atrevimiento que rezuma por todos sus poros clericalismo y anti- evangelio. (Para desdicha de todos, está de más advertir precisamente que términos como los relacionados con las “amenazas” sobran en el proceso de la educación de la fe y de las otras, por parte de los clérigos).
Las amenazas, nada menos que expresadas y “fundamentadas” teológica o bíblicamente “en el nombre de Dios”, y avaladas con castigos eternos, sobran en la Iglesia. Homilías, Cartas Pastorales, catequesis, triduos, novenarios, quinarios, exhortaciones “religiosas”… están tachonadas de amenazas, como si en el evangelio no hubiera cabida para otros adoctrinamientos y sistemas pedagógicos. Amenazar por oficio, por profesión o por ministerio, ni construye, ni jamás construirá Iglesia.
El Nuncio de SS., lanzada la noticia “bomba” de la resurrección del dictador, se ha jubilado, ha pedido perdón, se va a sus condominios romanos y sanseacabó. Esto no está bien, ni es ejemplar, ni tampoco diplomático. Es una fruslería impropia de la Iglesia, por lo que sus funciones diplomáticas demandan seria, profunda y urgente revisión, tanto canónica como pastoral.
Y ahora, una pregunta que, con malsana, o inocente, curiosidad, nos formulamos muchos, con ocasión de los Nuncios- noticias, difundidas en los más recientes tiempos informativos: ¿A qué se deberá que varios Nuncios de SS., ante los Gobiernos de determinados países, católicos por antonomasia, estén siendo denunciados por “tocamientos”, y estos no sean precisamente de carácter y condición “diplomática”?