Será ordenado el próximo 22 de abril en la catedral menorquina Gerard Villalonga, obispo electo de Menorca: "Los tiempos del ordeno y mando afortunadamente ya se han terminado"
"Nadie se ha de sentir solo y abandonado". Con esa máxima bajo el brazo llega -desde el próximo 22 de abril como nuevo obispo de Menorca, la diócesis que le vio nacer-, Gerard Villalonga (Mahón, 1958) para "hacerse prójimos de todos, de los más necesitados, de los alejados, de los marginados, etc., para pedir luz, para discernir juntos a la luz de la Palabra de Dios y de la doctrina de la Iglesia"
"Hemos de seguir con el proceso sinodal. Hay muchas cosas que ya podemos hacer tal como se nos ha sugerido: la corresponsabilidad y la participación en los organismos parroquiales y diocesanos, de manera que se potencie al máximo la vocación bautismal", señala el nuevo pastor de la diócesis balear
"Nadie se ha de sentir solo y abandonado". Con esa máxima bajo el brazo llega -desde el próximo 22 de abril como nuevo obispo de Menorca, la diócesis que le vio nacer-, Gerard Villalonga (Mahón, 1958) para "hacerse prójimo de todos, de los más necesitados, de los alejados, de los marginados, etc., para pedir luz, para discernir juntos a la luz de la Palabra de Dios y de la doctrina de la Iglesia".
Nombrado el 14 de febrero, hasta ahora ejercía como vicario general de Menorca y administrador diocesano de la misma, desde 2022, cargo que también desempeñó entre 2015 y 2017. No le asusta el reto de no ser profeta en su tierra, de hecho lleva casi cuatro décadas bregando con ello en distintos puestos diocesanos. Ahora, consciente de que "un obispo de la tierra puede ayudar a generar una sensación de estabilidad", desea ponerse manos a la obra para encarar los dos mayores retos que en cuenta en la isla, la evangelización y las vocaciones sacerdotales, ante los cuales afirma "que el proceso sinodal puede ayudarnos mucho".
Repasando su currículo, el de obispo de Menorca era prácticamente el único servicio que le faltaba por desempeñar en la diócesis que le vio nacer. ¿No le da un poco de miedo aquello de ‘no ser profeta en su tierra’?
La verdad es que el ministerio en sí impone un poco por la responsabilidad que representa. Creo que, en este momento, un obispo de la tierra puede ayudar a generar una sensación de estabilidad. La verdad es que la reacción de la gente ha sido muy favorable. Yo me alegro cuando les veo a ellos contentos: sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos me manifiestan su gozo. Estoy un poco desbordado estos días.
Lo ideal es estudiar en el seminario diocesano. La proximidad es un valor importante a tener en cuenta. Sin embargo, también es importante la vida comunitaria
Sin embargo, su época de seminarista la vivió en un lugar tan lejano y distinto de la isla como Astorga, adonde le había llevado la mili. ¿Pero qué le impulsó a ingresar allí en el Seminario?
Me convenía un lugar tranquilo donde pudiera dedicarme al estudio durante unos años sin otras distracciones. Conocí al rector del Seminario, don Julián Barrio, el actual arzobispo de Santiago de Compostela, que me abrió las puertas. Me integré muy bien tanto en el Seminario como en la Diócesis. Pero los veranos regresaba a Menorca, como tantos otros estudiantes y colaboraba con las labores pastorales de la parroquia. El Obispo de Menorca estaba al tanto de mis estudios y cuando terminé estuve un año de pastoral en una parroquia y luego ya me ordené e incardiné en mi diócesis.
¿Ve positivas experiencias como esa suya, es decir, la de que los jóvenes se vayan a lugares distintos de los que los han visto nacer para seguir adelante con una vocación como la sacerdotal? ¿Qué le aportó a usted?
Lo ideal es estudiar en el seminario diocesano. La proximidad es un valor importante a tener en cuenta. Sin embargo, también es importante la vida comunitaria, para lo que se necesita un grupo más numeroso. Yo recuerdo que en Astorga éramos unos 25 seminaristas mayores.
¿Será un hecho inevitable de cara a la potenciación de seminarios interdiocesanos ante la mengua de vocaciones sacerdotales?
Creo que sí, cuando sea necesario. Siempre es mejor el diocesano, si tiene un número suficiente de alumnos; pero en caso contrario, la solución de los seminarios interdiocesanos puede resultar buena para la formación, agrupados normalmente en provincias eclesiásticas. Otra solución es enviar a los seminaristas a otro seminario con más número de alumnos. Por ejemplo, los seminaristas de Menorca estudian en Valencia.
La vida hoy en día transcurre con mucha velocidad y más que perdernos en asuntos organizativos, hay que poner el esfuerzo principal en potenciar la vida en las parroquias y en las escuelas católicas
Volvamos a Menorca, a la que, por sus cargos, sin duda conoce a la perfección. ¿Cuál es la cuestión que afecta a la vida de la Iglesia en la isla que más le preocupa?
La evangelización y las vocaciones sacerdotales. Creo que el proceso sinodal puede ayudarnos mucho. La vida hoy en día transcurre con mucha velocidad y más que perdernos en asuntos organizativos, que sin duda también tienen mucha importancia, creo que hay que poner el esfuerzo principal en potenciar la vida en las parroquias y en las escuelas católicas, así como en las clases de religión en los colegios públicos. Que haya un número importante de familias cristianas en cada parroquia puede ayudar a lo que dice el Papa: evangelizar por atracción, no por proselitismo.
Las vocaciones han de surgir de las comunidades y de las familias cristianas. Estoy seguro que así sucederá.
¿Y qué es lo primero a lo que se va a poner manos a la obra porque considera que es prioritario?
Hemos de seguir con el proceso sinodal. Hay muchas cosas que ya podemos hacer tal como se nos ha sugerido: la corresponsabilidad y la participación en los organismos parroquiales y diocesanos, de manera que se potencie al máximo la vocación bautismal. Con el paso de los siglos se habían desdibujado u olvidado algunos aspectos esenciales: El Concilio Vaticano II nos habla de la vocación universal a la santidad. Identidad y misión no pueden separarse. Somos discípulos misioneros. También se habla de “reapropiación”; es decir, que te vuelven a dar algo que te habían quitado.
"Valentía para hablar y humildad para escuchar"
¿Qué lecturas hace del proceso sinodal vivido hasta ahora en la isla? ¿Hay algo que le haya sorprendido especialmente?
Ha habido bastante participación en las fases diocesana, nacional y continental. Estoy muy satisfecho. Cuando hemos contrastado nuestras aportaciones con los resúmenes de la fase nacional y continental nos damos cuenta de que es el Espíritu Santo el que guía este proceso. Hay mucho consenso en muchos puntos y las tensiones que surgen a lo largo del camino deben resolverse con la oración y con el diálogo. Me gusta mucho aquello que dice el papa Francisco: valentía para hablar y humildad para escuchar (al mismo nivel). Hemos de seguir en este camino. No podemos romper la comunicación entre unos y otros si queremos entendernos, pero siempre bajo la guía y orientación de nuestros pastores.
Para un obispo, la llamada a profundizar en una Iglesia sinodal, ¿es una ayuda o un fastidio? ¿Usted cómo lo vive?
Lo vivo como una gran riqueza. Los tiempos del ordeno y mando afortunadamente ya se han terminado. La iglesia, nos recuerda el Papa, no es un parlamento ni se rige por el principio de las mayorías; es una comunión. Insisto en que debemos hablar y escucharnos con espíritu sobrenatural y dar pasos en este sentido. Me ha conmovido especialmente el mensaje que el Papa escribe este año para la Jornada de las Comunicaciones Sociales; nos dice que no hemos de temer proclamar la verdad, aunque a veces nos pueda resultar incómoda; lo que hemos de temer y descartar es hacerlo sin caridad, sin amor. Aquí tenemos un reto los pastores, que hemos de saber acompañar estos procesos.
La de Menorca es una Iglesia pequeña donde a la condición específica de la insularidad se le suma un importante flujo turístico internacional. ¿Coexisten bien ambos factores o la práctica y vivencia de la fe o esta se ve permeada por este fenómeno turístico? ¿Qué retos conlleva?
Los isleños vivimos con naturalidad los flujos, sean turísticos, sean migratorios. Somos un pueblo acogedor. Procuramos atenderles bien. Sin duda que la influencia es recíproca. Los que vienen de fuera, sean turistas o migrantes, que continúan con la práctica religiosa, suelen ser personas comprometidas con sus parroquias de origen y nos dan un gran ejemplo. Al mismo tiempo, procuramos compartir con ellos nuestra propia manera de ser y de vivir la fe. Yo creo que durante los últimos años hemos avanzado mucho en la búsqueda de armonía y de integración. Durante el verano hay más misas en castellano y también moniciones en diversos idiomas, se facilitan materiales de ayuda a la piedad de los fieles y también se han introducido devociones nuevas en nuestras parroquias, como las patronas de algunos países como Guadalupe, el Quinche, el Cisne, etc.
El mundo del periodismo religioso siempre me ha atraído mucho. Mi vinculación durante más de 20 años como consejero de la Editorial Menorca, que publica el único diario insular (en papel y digital), me da una sensibilidad especial para vuestra profesión
A usted, el mundo del periodismo no les es ajeno...
El mundo del periodismo religioso siempre me ha atraído mucho. Mi vinculación durante más de 20 años como consejero de la Editorial Menorca, que publica el único diario insular (en papel y digital), me da una sensibilidad especial para vuestra profesión. Sabéis que he escogido como lema “hacer la verdad con el amor” (Ef. 4,15). Es difícil, pero hemos de luchar para que verdad y amor no se separen nunca. Es un reto también para mí, igual que para todos vosotros. Pero contamos con la ayuda de Dios para conseguirlo.
Y me gustaría añadir una cosa que creo importante. El Papa dice muchas veces que la doctrina no ha cambiado; que lo importante es el acompañamiento pastoral. Pido a Dios que me dé y nos dé a todos la cercanía necesaria; hacernos prójimos de todos, de los más necesitados, de los alejados, de los marginados, etc., para pedir luz, para discernir juntos a la luz de la Palabra de Dios y de la doctrina de la Iglesia. Para que cada uno que se acerca a nosotros sea cual sea su situación en ese momento, vea que tiene un camino por delante, que Dios tiene un proyecto para sus vidas y que esta convicción genere esperanza y ánimo para no detenerse y seguir avanzando con los demás en el peregrinar terreno. Nadie se ha de sentir solo y abandonado.
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