Obispos brasileño: “Bolsonaro dice que el Sínodo es de la parte podrida de la Iglesia” Guzmán Carriquiry: “La democracia en América Latina tiene los pies de barro por una desigualdad y una injusticia que claman al cielo”
Castillo: "Con el Sínodo de la Amazonía, el Papa quiere pasar de las iglesias barrocas a las flotantes, con obispos servidores en el corazón de los pueblos"
Philip Dickmans: “Bolsonaro considera a los indígenas como un estorbo para el desarrollo sin límites y sin respeto”
Para Anabel Hernández, “los presidentes Fox, Calderón y Peña Nieto son presidentes manchados y copartícipes de la guerra de los cárteles de la droga”
Cura Solalinde: "En México, la primacía es del dinero y del poder del sistema neoliberal capitalista apoyado por las oligarquías”
Para Anabel Hernández, “los presidentes Fox, Calderón y Peña Nieto son presidentes manchados y copartícipes de la guerra de los cárteles de la droga”
Cura Solalinde: "En México, la primacía es del dinero y del poder del sistema neoliberal capitalista apoyado por las oligarquías”
“La democracia en América Latina tiene los pies de barro por una desigualdad y una injusticia que claman al cielo”. Así comenzó su intervención Guzman Carriquiry, vicepresidente emérito de la Pontificia Comisión para América Latina de la Santa Sede. Y en la misma línea de denuncia profética se pronunciaron todos los demás ponentes de una vibrante y apasionada mesa redonda sobre Latinoamérica en el 'Encuentro internacional Paz sin fronteras', organizado por el arzobispado de Madrid y la Comunidad de San Egidio.
Carriquiry, el moderador de la mesa, comenzó su intervención señalando que los diversos sondeos aseguran que los latinoamericanos “están insatisfechos con la salud de nuestra democracia” y, de ahí, que se produzca “desafección hacia ella” y “desencanto de los jóvenes”.
Y señaló las causas de este fenómeno. Entre ellas, “la ola de corrupción generalizada, la crisis de credibilidad de las instituciones públicas, la desarticulación de los partidos políticos tradicionales”, asi como la desigualdad social. Porque “América Latina es el continente con mayores desigualdades del mundo”.
A su juicio, la reacción de la gente ante este lamentable estado de la democracia es “el miedo y el autoritarismo”. Y citó los ejemplos de Donald Trump en Estados Unidos o de Bolsonaro en Brasil. Y por el otro lado del espectro político, “el agotamiento de las izquierdas, con el arrastre cansino y empobrecido de la socialdemocracia”. Y citó los ejemplos de Venezuela y Nicaragua.
Y por eso, el sueño del Papa Francisco de la Patria Grande “choca contra el predominio de intereses mezquinos”. De ahí que, según Carriquiry, Bergoglio abogue “por nuevas presencias y nuevos métodos, con alternativas críticas y constructivas, a través de los movimientos populares.
A continuación, intervino la periodista del Avvenire Lucía Capuzzi, que comenzó señalando que es una falacia hablar de paz en América Latina, cuando el continente está atravesado por migraciones forzosas y por una violencia que no cesa de crecer.
A su juicio, “no es, pues, verdad que América Latina sea un continente sin guerras, porque las guerras no convencionales son las nuevas y dramáticas reglas de juego de la violencia institucionalizada, que provoca dos crisis: la del miedo y la del Estado-nación”. Por eso, surgen “hombres fuertes”, como Trump o Bolsonaro, en Venezuela “asistimos a la progresiva descomposición del Estado” y en Nicaragua, a “una revolución que se transforma en una dictadura”.
En medio de un panorama tan oscuro, dos focos de luz: “El Papa Francisco y la visibilidad de los movimientos populares, que buscan espacios alternativos y una democracia posible”.
Tras la periodista italiana, el turno fue para monseñor Philip Dickmans, obispo de Irasema, en el Estado brasileño de Tocantins, con 23 años de misionero y 11 de obispo, que centró su ponencia sobre el próximo y esperanzador Sínodo de la Amazonía.
A su juicio, “la Amazonía es una tierra linda, lugar de mucha vida, pulmón del mundo y rica en minerales, madera y agua”. Pero “Bolsonaro quiere explotar esta gran riqueza para un lucro sin límites y sin respeto. Por eso, considera a los indígenas como un estorbo para el desarrollo”.
Y presentó algunas cifras del drama de la Amazonía en manos del actual presidente del Brasil: La deforestación está creciendo más del 300 por ciento; los líderes populares e indígenas son asesinados; los pueblos, obligados a salir de sus tierras, y la violencia aumenta en este nuevo far-west”
Por su parte, “los obispos defienden la tierra y a sus pueblos y muchos misioneros murieron por levantar su voz, porque, como decía monseñor Romero, una Iglesia que no es perseguida no es profética”.
Por eso el prelado brasileño de origen belga aseguraba que “el Sínodo preocupa al Gobierno de Bolsonaro que dice que es un Sínodo de la parte podrida De la Iglesia”.
Y es que el Gobierno sabe perfectamente que el Instrumentum laboris dice que “ante la nueva colonización de la Amazonía, se necesita una mayor denuncia profética por parte de la Iglesia, porque en estos momentos está amenazada por los megaproyectos y por la negación de los derechos fundamentales de la población”.
Por eso, para el prelado brasileño, “el Sínodo es un kairós, un tiempo de gracia, para que el Espíritu abra nuevos caminos y promovamos la cultura del encuentro, la inculturación y la interculturalidad”.
A su juicio, “sólo así la Iglesia podrá tener un rostro amazónico, que consistirá en ser una Iglesia misionera, en salida, con una clara opción por los pobres y por el cuidado de la casa común, creativa y profética, para descolonizar las mentes y ser realmente una Iglesia sinodal”
Tras el obispo brasileño, una periodista mexicana, Anabel Hernández, que sufrió amenazas y persecuciones por sus investigaciones sobre el narco tráfico y el narco Estado mexicano. También ella comenzó diciendo que “no se puede hablar de paz en México, cuando hay una guerra de sangre”, fruto del narcotráfico.
Una guerra en la que, según la periodista, “están implicados los presidentes, los políticos, los policías, los jueces y los militares”. Es decir, “el Estado forma parte del narco”. Y contempla una guerra con 266.000 ejecutados en cuatro años, de ellos 27.173 niños y 37.435 desaparecidos”.
Para Anabel Hernández, “los presidentes Fox, Calderón y Peña Nieto son presidentes manchados y copartícipes de la guerra de los cárteles de la droga”. Porque, después de Fox, “el Gobierno decidió aliarse con el cartel de Sinaloa del Chapo Guzmán”, mientras los ciudadanos están entre dos fuegos.
Tras la apasionada intervención de la periodista mexicana, intervino, en un tono más pausado, el nuevo arzobispo de Lima, Carlos Castillo, al que Guzmán Carriquiry presentó como “sucesor de Santo Toribio de Magrovejo, del que Castillo recoge su vena mística y la opción por los pobres”.
Según monseñor Castillo, “América Latina se insertó en el desarrollo, pero ha caído en el problema de la corrupción y en el de la globalización pasada por una colonización cultural que no hemos superado”. Tanto en la sociedad como en la Iglesia.
Porque, a su juicio, “la Iglesia tiene que dejar de luchar por el poder y la plata y poner en marcha una reforma profunda de la religiosidad popular, que se ha puesto en automático, sin aprovechar sus profundas potencialidades”.
Para monseñor Castillo, “con el Sínodo de la Amazonía, el Papa quiere pasar de las iglesias barrocas a las flotantes, con obispos servidores en el corazón de los pueblos”. Mientras tanto, a su lado, le miraba arrobado el cura de los emigrantes, José Alejandro Solalinde, al que Carriquiry definió como “un testigo que nos honra a los latinoamericanos, que fundó, ya en 2007, los 'Hermanos en camino', una asociación para ayudar a los migrantes que se dirigen a USA”.
El cura Solalinde, constantemente amenazado de muerte por los carteles del narco, aseguró que, en México, “la primacía es del dinero y del poder del sistema neoliberal capitalista apoyado por las oligarquías”
En la Iglesia, que “hasta ahora había sido una estructura autoritaria y vertical, hay una oportunidad de cambio de la mano del Papa Francisco”. Y añadía: “Hasta ahora, la jerarquía mexicana siempre optó por los Gobiernos corruptos, pero la gente votó por el cambio. Un cambio que de la mano de López Obrador, es una revolución pacífica y cristiana”.
A su juicio, Amlo “es un presidente cristiano atípico, con opción preferencial por los pobres, que gobierna de forma itinerante y ha renunciado a los lujos y hasta a los aviones presidenciales”.
Un presidente así espera una nueva Iglesia “menos sacramentalista, que deje el clericalismo y que procure una mayor colegialidad bautismal, para que los laicos dejen de estar abajo, en la base de la pirámide”.
Y aunque, según Solalinde, “el episcopado mexicano sigue alejado del cambio de nuestro presidente”, se muestra optimista, al pensar en que Cristo dijo “no tengan miedo y estoy con ustedes”.