Carta de unos seminaristas del Seminario Metropolitano San Atón, de Mérida-Badajoz "Querido sacerdote, esta carta quiere ser de aliento, para que te sientas respaldado por los que vienen a coger el testigo"
"Hemos querido tener un recuerdo especial para cada sacerdote con motivo de la fiesta de san José. Quizá sea el primer contacto que establecemos personalmente, o quizá sea uno más en la larga lista que nos une con lazos de amistad. Sea como fuere, te pedimos que leas estas letras como lo que pretenden ser: la expresión del gran amor que los seminaristas profesamos por nuestra archidiócesis [de Mérida-Badajoz] y del cariño que sentimos por cada uno de sus sacerdotes, aún sin poder conocer a cada uno personalmente"
| Carlos Rodríguez Álvarez - Alejandro Campos Florido - Diego Vázquez García de León - Daniel Corral Pérez
Querido hermano sacerdote:
Los seminaristas mayores nos dirigimos a ti como amigos y hermanos. Hemos querido tener un recuerdo especial para cada sacerdote con motivo de la fiesta de san José. Quizá sea el primer contacto que establecemos personalmente, o quizá sea uno más en la larga lista que nos une con lazos de amistad. Sea como fuere, te pedimos que leas estas letras como lo que pretenden ser: la expresión del gran amor que los seminaristas profesamos por nuestra archidiócesis [de Mérida-Badajoz] y del cariño que sentimos por cada uno de sus sacerdotes, aún sin poder conocer a cada uno personalmente.
Entre las fiestas celebradas anualmente en nuestro seminario, destacó la fiesta de santa Catalina, patrona de los filósofos, que se repetía cada 25 de noviembre, la primera de una gran lista de festejos que interrumpían por unas horas el quehacer cotidiano. Unos días después, la fiesta del Reservado, en torno al 6 de diciembre. Junto a esta, el seminario menor celebraba la Inmaculada, muy esperada por la visita de los padres y el paseo correspondiente por la ciudad. Bien entrado el mes, antes de las vacaciones de Navidad, el Chumby, que a todos nos trae gratos recuerdos de célebres representaciones, mucho humo y mucha, mucha risa. A la vuelta de vacaciones, los teólogos festejaban a su patrón, santo Tomás, cada 28 de enero.
La fiesta de san José, que da razón a esta carta, nunca ha tenido especial relevancia en la casa, aunque sí para cada uno de los seminaristas, que ya para entonces habían preparado con esmero la campaña vocacional. Llega mayo, y la primavera, ya en su ecuador, exhala efluvios de mujer: es el mes de María. La temporada de baños comienza con san Isidro, memorables son las excursiones al río Gévora, para remojo de los seminaristas. El día 22, san Atón, patrón de la casa, elegantemente representado por una tosca imagen de santo Tomás, a la que se añadían los atributos propios de nuestro santo: el cigarro y la mochila de las cartas.
Esto causaba cierta reprimenda por parte de los superiores que, en realidad, esperaban el acontecimiento. Ya en junio, el Corpus, con su correspondiente «pasen los padres» del municipal al paso de los seminaristas por el puente viejo, camino de la catedral. Llegan las ordenaciones. Tras estas, vacaciones, campamentos y demás pasatiempos, que siempre aportan el descanso necesario para empezar el curso siguiente con ilusión.
Como hemos dicho, la fiesta de san José no ha tenido especial relevancia en el seminario, quizá tampoco en las parroquias; pero siempre la tuvo para cada uno de sus seminaristas, y para cada sacerdote. San José nos enseña a ser padres sin serlo, a poseer las mayores riquezas siendo pobres, a tener propicio a Dios y escaso el pan. Querido sacerdote, esta carta quiere también ser aliento para que, cuando te dispongas en tu tarea de cada día a acompasar tu mano con Dios en la labor, te sientas también respaldado por los que vienen a coger el testigo, a continuar con la tarea que tú un día también recibiste de otros. Y cuando llegue quizá ese Viernes Santo —el tuyo— en el que tengas que gritar Dios mío, Dios, mío, ¿por qué me has abandonado?; sepas también, querido padre y hermano, que el seminario siempre estará ahí. Ahí está la casa, donde siempre esperamos tu visita. Ahí —aunque ya no físicamente— estamos nosotros, dispuestos a escucharte, a ayudarte y, sobre todo, a rezar siempre por ti.
Salamanca, 19 de marzo de 2024
"Confía en nosotros"
Queremos hacerte también una petición: ¡Confía en nosotros! Sabemos que no son tiempos fáciles, y que la mies es abundante y los obreros pocos. Pero aquí estamos nosotros, cuatro jóvenes dispuestos a dar y darse a Dios y a su Iglesia. Si doce apóstoles evangelizaron el mundo conocido, ¿qué no podrá hacer el Señor en nuestra archidiócesis, que aún cuenta con más de doscientos sacerdotes y con un pequeño, aunque notable relevo?
Creemos que Jesús nos pide hoy algo fundamental: fidelidad. Sólo la fidelidad en el amor a nuestra vocación e identidad puede hacer de nuestros desiertos un vergel. Un oasis que nos renueve con la frescura necesaria para anunciar el evangelio allí donde la Iglesia nos ha enviado, para florecer allí donde nuestro Señor nos ha plantado. Quisiéramos terminar con unos versos de José de Valdivielso (1565-1638), poeta que supo ensalzar como pocos las glorias del excelso patriarca.
Serafines abrasados, Decidme, si lo sabéis, ¿Qué tanto puede en la corte Con Sus Altezas José?
Si a la que es mujer mejor: Da Dios el que mejor es, Y vivieron transformados Él en ella y ella en él;
Si vosotros sois vasallos Que besáis sus blancos pies, Por vuestra Reina adorando La que él tiene por mujer;
Si Dios lo que no es Dios cría Y él crió lo que Dios es,
Y fue criador del Criador, Serafines, ¿qué diréis?
Que es el mayor Santo Menor que José; Pues sirvieron todos Al que mandó él.
Si saben Dios y su Madre Que si no fuera por él Más de alguna vez los dos Se quedaran sin comer;
Si fue Dios su pan casero, Pues pan de su casa fue, ¿Qué tan gran Santo os parece? Serafines, responded.
Si gozó alegre y dichoso De su boca de clavel Besos que aún al mismo Dios Hacen de amores arder;
Decid, Serafines bellos, Si es dueño y padre del Rey Y le guardó para todos, Pudiendo alzarse con él:
Que es el mayor Santo Menor que José; Pues sirvieron todos Al que mandó él.
Con afecto de amigo y de hermano: Carlos Rodríguez, Álvarez Alejandro Campos Florido, Diego Vázquez García de León y Daniel Corral Pérez.
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