Monje cisterciense escribe sobre las elecciones: "Tres cosas que no acabo de comprender" Francisco Rafael de Pascual: "¿No es preocupante que muchos ciudadanos renuncien al deber y derecho de votar?"
"No creo que nadie me diga que 'me meto en política'. Ser monje es también una opción política"
"¿En una democracia consolidada no conlleva altos riesgos ignorar el marco constitucional en las campañas electorales?"
"¿Se pueden manipular los votos de modo que las alianzas postelectorales no respeten las mayorías manifestadas en las urnas?"
"¿Se pueden manipular los votos de modo que las alianzas postelectorales no respeten las mayorías manifestadas en las urnas?"
| Francisco Rafael de Pascual, monje cisterciense
Hace poco escribí unas líneas sobre los monjes y el parlamentarismo europeo. Hoy me ocupo de las elecciones.
Señalaré tres elementos importantes:
El primero es que la Regla de san Benito establece que votar y opinar es un “deber” y un “derecho” de los monjes. Por lo tanto, renunciar o ignorar estos dos aspectos tiene serias consecuencias para la gobernabilidad de la comunidad; y es una irresponsabilidad ante las obligaciones comunes.
En las elecciones previstas en el monasterio no se permiten las campañas ni los partidismos; porque la Regla es el marco constitucional que ampara y envuelve a todos. Ni siquiera el abad puede apartarse de los principios de dicha Regla (lo cual le llevaría a poder ser depuesto).
Se debe aceptar el resultado de las votaciones (aunque existe la posibilidad de recurso en caso de ilegitimidad o fraude).
Dicho esto, me pregunto otras tres cosas:
¿No es preocupante que muchos ciudadanos renuncien al deber y derecho de votar?
¿En una democracia consolidada no conlleva altos riesgos ignorar el marco constitucional en las campañas electorales?
¿Se pueden manipular los votos de modo que las alianzas postelectorales no respeten las mayorías manifestadas en las urnas?
Comprendo que hay unas explicaciones sociológicas (lo estudié en la universidad) para explicar las actitudes de los ciudadanos a la hora de depositar su voto; comprendo que las leyes electorales tienen sus particularidades, cambiables y mejorables, como todas las leyes; comprendo también que los recursos deben ser presentados a las autoridades competentes, y no algo pendiente del debate y la confrontación.
Pero hay otras tres cosas que no acabo de comprender:
Que se prometa a la ciudadanía lo que no está a la mano cumplir, bien porque es inconstitucional o bien porque se sabe, por parte de quien promete, que no se tienen los recursos, apoyos o medios para cumplirlo.
Que se ignore o incumpla la ley so pretexto de no estar de acuerdo con ella o considerarla injusta, sin querer recurrir a los mecanismos para cambiarla (lo aprendí en un país mayoritariamente democrático).
Que quienes prometen realizar ciertos proyectos, dejen traslucir su ignorancia, incompetencia y partidismo mediante un discurso hueco, hipócrita y sin fundamento en la realidad (lo aprendí en un país de gobierno dictatorial).
Estos tres puntos anteriores dependen en gran medida de la calidad personal, inteligencia y honradez de quien presenta el programa electoral. Si no es de calidad, honrado e inteligente aparecerá como un farsante.
Si quien propone reformas ignora la ley, pronto verá que se enfrentará a quienes tampoco respetan la ley; con lo cual quedan seriamente dañados el principio de autoridad y las leyes de convivencia y respeto entre ciudadanos. Finalmente, traslucir ostensiblemente ignorancia, incompetencia y partidismo es un medio para crear duda, inestabilidad y desdén en medio de la sociedad.
No creo que nadie me diga que “me meto en política”. Ser monje es también una opción política, que se ejerce no solo en el momento de votar en unas elecciones. Se ejerce mediante la aceptación voluntaria de un modo de vivir acorde con unos valores que se consideran buenos para uno mismo y útiles para los demás, y ante los que merece la pena vivir de por vida.
La Regla, el ejercicio diario de la fraternidad, la práctica de la hospitalidad, el propósito e intento de mejorar cada día adaptándote a la realidad –lo que en nuestra jerga monástica se llama “conversión de costumbres”- es lo que te va construyendo como persona y te hace ciudadano de una “polis” en la que caben muchas opciones, todas ellas respetables, si están encaminadas al bien común, que es uno de los objetivos principales y últimos de la política y del buen gobierno.
Etiquetas