" Sentirás el gozo de servir ministerialmente, gozo al prestar tus labios al Señor" Carta de un diácono al que se encuentra en camino de serlo: "¡Adelante! ¡Ánimo!  ¡Vas a disfrutar mucho!"

Carta de un diácono
Carta de un diácono

"No debemos de dejar de dar gracias y asombrarnos del enorme milagro que es el que haya personas tan generosas como tú que están dispuestas a sacrificarse por los demás"

"Verás como este ministerio en el que nos dedicamos al servicio, te va a hacer muy feliz, te va  a aportar mucho, seguro que será mucho más lo recibido que lo entregado"

Querido hermano:

Me he puesto a escribirte, para darte ánimos en ese camino que has empezado a recorrer y que, si Dios quiere, culminará el día en el que  nuestro obispo te impondrá las manos y te convertirás en diácono de Jesucristo.

Quiero empezar  exclamando: ¡Gracias Señor! ¡Qué bueno eres! ¡Qué mi lengua no pare de agradecerte por tanto como nos das y nos has dado!¡Y quiero darte las gracias muy especialmente por esta maravilla de vocaciones que nos haces llegar! ¡Son un verdadero regalo para este ministerio!¡Qué calidad de hombres!…. Si. No debemos de dejar de dar gracias y asombrarnos del enorme milagro que es el que haya personas tan generosas como tú que están dispuestas a sacrificarse por los demás, a emprender un largo y duro camino en el que hay que retomar hábitos ya olvidados, como el estudio….. y ¡todo desinteresadamente!

El viaje de tus sueños, con RD

Diácono
Diácono

Tal vez te preguntes ¿Por qué yo?¿Por qué se ha tenido que fijar Él en mí? Buena pregunta. Sin duda el más apropiado para contestarte sea Él, así que acude a la oración y pregúntale por qué te quiere tanto como para hacerte un regalo tan grande como es el de configurarte muy especialmente con Él a través del sacramento del Orden.

Dicen que cuando alguien se ha encontrado algo bueno, que le hace feliz, no debe guardárselo para él solo, sino que debe compartirlo. Y es por eso que no pararé de animarte a que entres a formar parte de los diáconos de Jesucristo. Verás como este ministerio en el que nos dedicamos al servicio, te va a hacer muy feliz, te va  a aportar mucho, seguro que será mucho más lo recibido que lo entregado. Por ello no me cansaré de decirte: ¡Adelante! ¡Ánimo!  ¡Vas a disfrutar mucho!

Fórmate muy bien porque cuando se acerque el momento de la ordenación te encontrarás que quizás hubieses deseado estar mejor preparado, conocer más el Evangelio, poder darte con mayor seguridad; pero en todo eso, lo más importante es tener el deseo de servir a Dios y de compartir las buenas nuevas con los demás.

Seguro que te llenó de orgullo el obtener títulos universitarios; poder ser reconocido por el mundo, conseguir conocimientos científicos, lograr bienestar; hay muchas y variadas cosas en las que podemos estar activos; pero nada de ello supera a las experiencias ganadas en el campo ministerial, y éstas son específicas para todo aquel que haya sido diácono. La diaconía es algo muy especial. Sentirás el gozo de servir ministerialmente, gozo al prestar tus labios al Señor para proclamar solemnemente palabras que salen de la boca del  mismo Cristo, gozo de poder bautizar y con ello derramar esa gracia santificante en forma de la materia del agua y poder crismar con tus manos no crismadas, gozo al coger al Santísimo y bendecirles con el Rey de Reyes y de elevar la copa de la salvación rebosante de la sangre del Redentor, gozo al mostrar a los demás el camino hacia la salvación y verles progresar en nuestra querida Iglesia. Sentirás verdadero gozo al testificar que Dios vive y saber positivamente que Él escucha nuestras oraciones.

Diácono
Diácono

Los pilares de este ministerio son la Palabra, el servicio litúrgico y la caridad. Pues este último sin duda es nuestro mayor tesoro, como señalaba el diácono San Lorenzo, mostrando a los pobres como la riqueza de la iglesia. Ahí encontrarás el corazón de nuestro servicio, encontrarnos al mismo Cristo en los pobres (S. Teresa de Calcuta).
Por supuesto que este camino no lo podemos recorrer solos y para ello el Señor nos ha regalado a unas esposas con las que poder compartir nuestra vida, alguien que nos apoyan plenamente, y que son nuestro sustento en los momentos de oscuridad. No dejes de dar gracias al Señor por aquella que es carne de tu carne y que tras la ordenación se convertirá ya  en única y por siempre esposa, incluso cuando la muerte os separe. No olvido a nuestros hijos, aquellos que Dios nos prestó para que les ayudásemos y nos ayuden a encontrarnos con Él y a trasmitirles el mayor tesoro que tenemos, que por supuesto es Él mismo.

Acabo pidiendo la ayuda de María, para que te acompañe en tan apasionante camino para que puedas ser icono de su Hijo que no vino a ser servido sino a servir. Que Él te guíe y proteja.

Un fuerte abrazo, con sincera fraternidad

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