"Es pertinente reflexionar sobre la posibilidad de que también puedan administrar el sacramento" ¿Deberían ser los diáconos ministros ordinarios de la unción de los enfermos?
"La presencia de los diáconos en los hospitales es cada vez más relevante. Los diáconos, como ministros cercanos a la comunidad y con un profundo sentido de caridad y compasión, están en una posición ideal para acompañar a los enfermos y administrar los sacramentos necesarios en sus últimos momentos"
"Dado que los diáconos ya administran la comunión y desempeñan un papel crucial en la pastoral hospitalaria, es pertinente reflexionar sobre la posibilidad de que también puedan administrar el sacramento de la unción de los enfermos"
En la tradición católica, los siete sacramentos son los pilares fundamentales de la vida cristiana, y entre ellos, uno de los más infravalorados es el sacramento de la unción de los enfermos. A menudo, se asocia erróneamente a la muerte, debido a que anteriormente se conocía como "extrema unción". Algunos incluso piensan qué fue incluido, como sacramento para conseguir ese número tan simbólico de perfección del siete.
Esta confusión ha oscurecido su verdadera importancia dentro de la vida espiritual, dado que es un sacramento de sanación y fortaleza, destinado a aquellos que atraviesan una grave enfermedad o se encuentran en el peligro de muerte. Sin embargo, en la actualidad, surge cierta polémica por ser los diáconos excluidos como ministros ordinarios de este sacramento, especialmente por su implicación cada vez mayor en la pastoral de hospitales, residencias de ancianos y otras instituciones de cuidado.
Un sacramento de sanación y esperanza
A pesar de su carácter de sanación, el sacramento de la unción de los enfermos ha sido históricamente mal entendido. Si bien es cierto que antiguamente se vinculaba principalmente con el final de la vida, es fundamental comprender que este sacramento no está destinado solo a los moribundos, sino a aquellos que se encuentran en una grave situación de salud, ya sea por enfermedad o por el envejecimiento. Su propósito es brindar consuelo espiritual, fuerza en los momentos de sufrimiento y, cuando es la voluntad de Dios, también puede conferir sanación física.
La unción de los enfermos se realiza con el "óleo de los enfermos", que es uno de los tres óleos bendecidos en la Misa Crismal del Jueves Santo por el obispo, y tiene un carácter único de intervención divina en la vida del enfermo. Este sacramento es profundamente pastoral, ya que está destinado a acompañar a los fieles en sus momentos más difíciles, fortaleciendo su fe y ayudándolos a afrontar el sufrimiento y la muerte con esperanza cristiana.
Los diáconos en la pastoral de la Salud
Una de las facetas más relevantes del ministerio de los diáconos es su presencia en hospitales y residencias de ancianos, donde ejercen su servicio pastoral, acompañando a los enfermos, escuchando sus historias y brindando apoyo espiritual. En estos lugares, donde muchos de los pacientes están en sus últimos momentos de vida, los diáconos desempeñan una función esencial en la administración del viático, es decir, la comunión para los moribundos, un acto de máxima importancia para los católicos que se encuentran cerca de la muerte.
Escuché de un cardenal canonista gallego, que fue mi ordinario, que lo crucial que había que dar a un moribundo era el viático o sea su última comunión, ese grandísimo acto de caridad, y eso precisamente es lo que hacen los diáconos dedicados a la pastoral de la Salud. Pero es cierto que desgraciadamente no pueden completar su entrega caritativa administrando la unción de enfermos.
La razón fundamental de la exclusividad como ministro de este sacramento al sacerdote se apoya en la indicación de la Carta de Santiago: “¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometidos pecados, le serán perdonados" (St 5,14-15).
Si se jerarquizaran los sacramentos por su importancia, la unción estaría por debajo del bautismo, sacramento del que si son ministros ordinarios los diáconos, pues cuando el diácono celebra un bautismo, antes de derramar el agua sobre la cabeza del que va a bautizar, la unge con el Santo Crisma. Un profesor de liturgia en San Dámaso nos enseñaba que era un tanto contradictorio que las manos del diácono ungieran con el Santo Crisma, unas manos que no han sido crismadas como la de los presbíteros en la ordenación.
Por la misma lógica sería contradictorio qué el diácono sea ministro ordinario del bautismo, un sacramento en el que se perdonan los pecados, pero no pueda ser instrumento de perdón en el sacramento de la confesión. Por fundadas razones que más vale no entrar, sí se puede argumentar que sea el presbítero el ministro que administre el sacramento de la confesión, pero en el caso de la unción de enfermos sí que algunos ven como una petición razonada que los diáconos la administrasen como ministros ordinarios.
El diaconado y la administración de los sacramentos
El ministerio diaconal tiene una fuerte dimensión de servicio y caridad, y los diáconos son llamados a estar cerca de la gente, especialmente en momentos de necesidad. Su misión incluye la predicación de la palabra, la asistencia en la celebración de la liturgia y la administración de algunos sacramentos, como el bautismo y el matrimonio. Sin embargo, la unción de los enfermos es un sacramento que sigue reservado para los presbíteros y obispos.
El sacramento de la unción de los enfermos, aunque tiene un carácter de sanación, no implica necesariamente el perdón de los pecados de la misma manera que la reconciliación
Una de las razones para esta exclusividad se basa en la visión tradicional de que los presbíteros son los encargados de administrar los sacramentos que implican el perdón de los pecados, como la reconciliación y la unción de los enfermos. Esta lógica se ha mantenido durante siglos, pero no está exenta de debate. El sacramento de la unción de los enfermos, aunque tiene un carácter de sanación, no implica necesariamente el perdón de los pecados de la misma manera que la reconciliación. Además, al ser un sacramento que puede ser administrado repetidamente a lo largo de la vida, no requiere una intervención directa en el perdón de los pecados de manera inmediata, como ocurre en el caso de la confesión.
Una propuesta pastoral
En el contexto pastoral moderno, la presencia de los diáconos en los hospitales es cada vez más relevante. Los diáconos, como ministros cercanos a la comunidad y con un profundo sentido de caridad y compasión, están en una posición ideal para acompañar a los enfermos y administrar los sacramentos necesarios en sus últimos momentos. Dado que los diáconos ya administran la comunión y desempeñan un papel crucial en la pastoral hospitalaria, es pertinente reflexionar sobre la posibilidad de que también puedan administrar el sacramento de la unción de los enfermos.
La razón principal para esta propuesta es la pastoralidad. Los diáconos, al estar en contacto constante con los enfermos y sus familias, tienen una profunda comprensión de las realidades que enfrentan. Su ministerio de acompañamiento en momentos de sufrimiento y muerte podría ser enriquecido y completado con la capacidad de administrar el sacramento de la unción. Este acto de compasión y sanación no solo fortalecería la misión del diácono, sino que también respondería a las necesidades espirituales de los enfermos de una manera más integral.
Reflexión teológica
Desde una perspectiva teológica, la unción de los enfermos es un sacramento de consuelo, no de perdón de los pecados, lo que lo hace más accesible para una mayor diversidad de ministros. En este sentido, permitir que los diáconos administren este sacramento no cuestionaría la función sacerdotal, sino que la complementaría. Además, la labor de los diáconos, como ministros de caridad y servicio, podría ser profundizada al poder ofrecer la unción de los enfermos, proporcionando una respuesta pastoral más completa a los fieles en su sufrimiento físico y espiritual.
La cuestión de la autorización de los diáconos para administrar la unción de los enfermos también podría ser vista desde una óptica pastoral y contextual. En los hospitales y en las residencias de ancianos, los presbíteros no siempre están disponibles para administrar el sacramento en el momento oportuno, lo que deja un vacío en la pastoral de los enfermos. Los diáconos, al estar más presentes en estas instituciones, pueden llenar este vacío de manera eficaz y acorde con su vocación de servicio.
Conclusión: Una llamada a la reflexión pastoral
En conclusión, la pertinencia de que los diáconos permanentes administren el sacramento de la unción de los enfermos es una cuestión que merece una reflexión profunda dentro de la Iglesia. Los diáconos, como ministros del servicio, ya desempeñan un papel crucial en la pastoral de los enfermos y los moribundos, y la posibilidad de que puedan administrar este sacramento de sanación enriquecería aún más su misión.
Si bien existen razones históricas y teológicas que argumentan por qué este sacramento ha sido reservado a los presbíteros, la pastoral actual demanda una respuesta más amplia a las necesidades de los fieles, especialmente en un mundo donde el sufrimiento y la enfermedad son cada vez más presentes. El ministerio diaconal en los hospitales y en los lugares de atención a los enfermos podría verse fortalecido con esta atribución, convirtiéndose en una respuesta pastoral más integral para aquellos que sufren y se acercan al final de sus vidas.
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