"La vocación al diaconado no debe ser vista como una carga que separa o excluye a la esposa" Diáconos casados: El Matrimonio y el Orden, dos sacramentos que se retroalimentan

La bendición del diácono
La bendición del diácono FJGR

Recientemente ha sido presentado el precioso libro "Mi voluntad es la vuestra", en el que la mujer de un diácono cuenta su experiencia de acompañamiento de su marido cuando recibe la llamada vocacional, en la formación y en el ministerio. Es un libro imprescindible para conocer el crucial papel que desempeñan las esposas de los diáconos y que yo ya estoy regalando a las mujeres cuyos maridos tienen inquietudes diaconales

Aunque el matrimonio se mantiene como un sacramento de simetría, la introducción del diaconado añade una asimetría: el marido asume un compromiso ministerial que su esposa no asume en la misma forma. Este cambio puede generar tensiones, pero también oportunidades para un crecimiento espiritual conjunto

El matrimonio, con el diaconado, se convierte en una hermosa oportunidad para vivir el servicio cristiano en su máxima expresión, un servicio que no solo transforma a los que lo viven, sino que también impacta positivamente a toda la comunidad

Recientemente ha sido presentado el precioso libro "Mi voluntad es la vuestra", en el que la mujer de un diácono cuenta su experiencia de acompañamiento de su marido cuando recibe la llamada vocacional, en la formación y en el ministerio. Es un libro imprescindible para conocer el crucial papel que desempeñan las esposas de los diáconos y que yo ya estoy regalando a las mujeres cuyos maridos tienen inquietudes diaconales.

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En este blog ya hemos tratado expresamente el tema del matrimonio en distintos artículos, entre ellos: Cómo conciliar la vida familiar, laboral y diaconal, 10 recetas para un fracaso seguro del diácono en el matrimonio, Cuando el diácono casado casa, Diáconos: no nos olvidemos de nuestras viudas, ¿Al ordenarse diácono un casado también hace celibato?, La mujer debe participar activamente en la ordenación de su marido, pues ahora vamos a ahondar en cómo estos dos sacramentos se retroalimentan.

En la vida de la Iglesia Católica, los sacramentos son puntos de conexión entre lo humano y lo divino, instrumentos a través de los cuales los creyentes experimentan la gracia y la presencia de Dios. Entre ellos, el sacramento del matrimonio y el sacramento del orden —en particular el diaconado— ocupan un lugar fundamental, ya que ambas vocaciones están profundamente ligadas al servicio. Sin embargo, el hecho de que, a partir del Concilio Vaticano II, el diaconado permanente fuera restaurado ha abierto una nueva reflexión sobre cómo estos dos sacramentos se articulan en la vida de quienes los viven. Esta reflexión nos invita a entender tanto la belleza como los desafíos que surgen cuando el matrimonio se encuentra con el diaconado, dos caminos de servicio a Dios que, aunque distintos, pueden integrarse en una vivencia armónica.

Un diácono y su familia
Un diácono y su familia FJGR

La restauración del diaconado permanente en la Iglesia Católica supuso un cambio significativo en la estructura del clero, particularmente en la Iglesia Latina. Tras la reforma gregoriana, que impuso el celibato obligatorio para los sacerdotes, la figura de la esposa del clérigo fue desapareciendo poco a poco. Sin embargo, con la restauración del diaconado se reintrodujo una figura que, aunque rara en Occidente, siempre estuvo presente en los primeros siglos de la Iglesia. Los diáconos, al igual que los sacerdotes, son llamados al servicio de la comunidad, pero su vocación tiene una particularidad: el compromiso de ser testigos de la diaconía de Cristo, una vocación que se expresa tanto en la liturgia como en el servicio a los más necesitados.

Lo que se destaca en este nuevo panorama es que el diaconado permanente no es solo una cuestión que afecta al diácono, sino que también involucra a su esposa y su familia. Esto tiene implicaciones tanto espirituales como prácticas. A lo largo de los años, los diáconos y sus esposas han tenido que encontrar su lugar dentro de la Iglesia, un lugar que, aunque no se encuentra claramente delineado por tradiciones anteriores, está siendo constantemente explorado y vivido por quienes caminan esta vocación.

Diaconado
Diaconado FJGR

El matrimonio, por su parte, es un sacramento de simetría y unión. En el sacramento del matrimonio, ambos cónyuges son llamados a vivir una vocación compartida, fundada en el bautismo y la gracia que fluye a través de él. En este sacramento, ambos participan de manera igualitaria y comprometida, ya que el "sí" que pronuncian en su unión es un acto mutuo que establece una nueva vida juntos. Este compromiso no es solo personal, sino también social y eclesial, ya que el matrimonio es visto como un reflejo del amor de Cristo por la Iglesia.

La relación entre los cónyuges en el matrimonio es, por lo tanto, un acto de colaboración y acompañamiento. Ambos están llamados a ser, en la medida de sus posibilidades, signos del amor divino en el mundo. Sin embargo, cuando se introduce el diaconado en esta ecuación, surge una nueva dimensión que requiere de una reflexión más profunda. Aunque el matrimonio se mantiene como un sacramento de simetría, la introducción del diaconado añade una asimetría: el marido asume un compromiso ministerial que su esposa no asume en la misma forma. Este cambio puede generar tensiones, pero también oportunidades para un crecimiento espiritual conjunto.

La esposa, aunque no ordenada, debe asumir un rol importante en este servicio, ya que su apoyo y participación son esenciales para el ejercicio pleno de la vocación diaconal

Una de las principales dificultades que surge cuando el diaconado se integra al matrimonio es la asimetría en los roles. Si bien el matrimonio es un sacramento de igualdad y colaboración, la ordenación diaconal introduce una diferencia significativa: solo el marido es ordenado y recibe el compromiso ministerial que implica el servicio a la Iglesia. La esposa, aunque no ordenada, debe asumir un rol importante en este servicio, ya que su apoyo y participación son esenciales para el ejercicio pleno de la vocación diaconal. Esto no significa que la esposa esté subordinada al esposo en su vocación, sino que ambos deben caminar juntos, adaptándose y complementándose en su misión.

En este sentido, la vocación al diaconado no debe ser vista como una carga que separa o excluye a la esposa, sino como una oportunidad para un mayor compromiso mutuo. El diaconado invita a los cónyuges a vivir una vida de servicio que involucra tanto a la pareja como a la comunidad eclesial y a la sociedad en general. El tiempo que el diácono dedica a su ministerio no debe ser visto como un tiempo que "roba"  a la esposa y la familia, sino como una extensión del servicio familiar hacia la comunidad. La esposa del diácono, al igual que él, es llamada a ser testigo de la gracia de Dios, compartiendo las responsabilidades y las bendiciones que vienen con la vocación diaconal.

Procesión de mujeres con las vestiduras de sus maridos
Procesión de mujeres con las vestiduras de sus maridos FJGR

Uno de los frutos más significativos del diaconado, cuando se vive en pareja, es la capacidad de acercar la Iglesia al corazón de las familias y de la sociedad. Los diáconos, al estar situados entre el altar y el mundo, tienen una misión única: llevar las preocupaciones, alegrías y dificultades de las familias a la Iglesia, mientras que también acercan el amor de Cristo a aquellos que están lejos de la fe. Esta posición intermedia permite que el diaconado sea un puente entre el ámbito eclesial y el mundo secular, promoviendo el diálogo entre ambos y mostrando cómo la fe puede ser vivida en todas las esferas de la vida.

La esposa del diácono tiene un rol fundamental en este proceso, ya que su apoyo y colaboración permiten que el ministerio del diácono sea efectivo

La esposa del diácono tiene un rol fundamental en este proceso, ya que su apoyo y colaboración permiten que el ministerio del diácono sea efectivo. Juntos, como pareja, pueden testimoniar el amor y la unidad que provienen de Dios, no solo en su vida conyugal, sino también en su servicio a la comunidad. En este sentido, el diaconado no solo tiene un impacto en la vida de la pareja y la familia, sino que también puede ser un testimonio viviente de cómo la Iglesia se relaciona con el mundo, llevando el mensaje de Cristo a todos los rincones de la sociedad.

El matrimonio y el diaconado son dos vocaciones profundamente interconectadas que, aunque distintas, se complementan de manera única cuando se viven en conjunto. Ambos sacramentos invitan a los cónyuges a ser signos del amor de Dios en el mundo, pero la introducción del diaconado en el matrimonio crea una dinámica que requiere de reflexión, ajustes y compromiso mutuo. La esposa del diácono no es solo una compañera en la vida, sino también una colaboradora en el ministerio de servicio que ambos comparten. Juntos, como familia, están llamados a ser testigos de la gracia de Dios, llevando la luz del Evangelio tanto a la Iglesia como a la sociedad. Así, el matrimonio, con el diaconado, se convierte en una hermosa oportunidad para vivir el servicio cristiano en su máxima expresión, un servicio que no solo transforma a los que lo viven, sino que también impacta positivamente a toda la comunidad.

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