Cuelgamuros: ¿Se puede resignificar un símbolo? La eterna fractura de las dos Españas

"El Valle de los Caídos, memoria de su 'Cruzada' del dictador Franco contra la 'antiespaña' y hoy rebautizado como Valle de Cuelgamuros, sigue siendo un símbolo lleno de historia, dolor y contradicciones"
"Ahora, bajo la bandera de la Ley de Memoria Democrática, el Gobierno del PSOE, liderado por Pedro Sánchez, ha puesto en marcha un ambicioso plan para darle un nuevo significado"
"La Iglesia ha resultado la gran vencedora, consiguiendo preservar lo esencial: el culto, la basílica, la abadía, la comunidad monástica benedictina y esta imponente cruz que sigue dominando el horizonte"
"Pero más allá de los ganadores y perdedores de esta negociación, la gran pregunta sigue siendo: ¿podrá el Valle de Cuelgamuros ser un día un lugar de reconciliación para las dos Españas?"
"La Iglesia ha resultado la gran vencedora, consiguiendo preservar lo esencial: el culto, la basílica, la abadía, la comunidad monástica benedictina y esta imponente cruz que sigue dominando el horizonte"
"Pero más allá de los ganadores y perdedores de esta negociación, la gran pregunta sigue siendo: ¿podrá el Valle de Cuelgamuros ser un día un lugar de reconciliación para las dos Españas?"
(SettimanaNews).- El Valle de los Caídos, hoy rebautizado como Valle de Cuelgamuros, sigue siendo un símbolo lleno de historia, dolor y contradicciones. Mandado construir por Francisco Franco como monumento a su victoria en la Guerra Civil, este colosal complejo en la Sierra de Guadarrama, coronado por la cruz más grande del mundo, ha encarnado durante décadas la división de las dos Españas: la de los vencedores y la de los vencidos, la del ultracatolicismo y la de la memoria silenciada.
Un recuerdo para superar
En el decreto de su creación en 1940, Franco destacó la necesidad de construir un lugar que revitalizara los grandes monumentos históricos y perpetuara la memoria de su “Cruzada” contra la antiespaña.

Inaugurado en 1959, el monumento fue presentado como una "maravilla de la civilización europea" y un símbolo del régimen franquista. De hecho, durante el franquismo, el Valle se identificó claramente con la dictadura y su ideología nacional-católica.
Ahora, bajo la bandera de la Ley de Memoria Democrática, el Gobierno del PSOE, liderado por Pedro Sánchez, ha puesto en marcha un ambicioso plan para darle un nuevo significado. El objetivo es transformar el Valle en un lugar que explique su historia y las circunstancias de su construcción, alejándose del homenaje al franquismo. La exhumación de Franco en 2019 fue un momento clave en este proceso, eliminando uno de los elementos más controvertidos del sitio. Sin embargo, este proceso requirió un delicado equilibrio entre diferentes demandas políticas y sensibilidades religiosas.
En todo este proceso de lucha entre conservación y resignificación, la Iglesia ha resultado la gran vencedora, consiguiendo preservar lo esencial: el culto, la basílica, la abadía, la comunidad monástica benedictina y esta imponente cruz que sigue dominando el horizonte.
El acuerdo alcanzado entre el Ejecutivo y el Vaticano, con la mediación del Card. Pietro Parolin, el Secretario de Estado de la Santa Sede, el Cardenal José Cobo, Arzobispo de Madrid, y el ex Nuncio Apostólico en Madrid, Bernardito Auza, recientemente trasladado a Bruselas ante la Unión Europea, fue un ejercicio de consumado pragmatismo, diálogo y esa “finess” diplomática que tantos frutos ha obtenido para la Iglesia a lo largo de los siglos.
"La Iglesia ha resultado la gran vencedora, consiguiendo preservar lo esencial: el culto, la basílica, la abadía, la comunidad monástica benedictina y esta imponente cruz que sigue dominando el horizonte"
El Gobierno, que inicialmente propuso opciones más radicales –como la desacralización total de la basílica o la expulsión de los monjes benedictinos–, acabó cediendo a las líneas rojas marcadas por la Iglesia.
El resultado es un pacto que garantiza la permanencia de la comunidad benedictina, el mantenimiento del culto en la basílica y el respeto a los elementos religiosos, incluida la cruz de 152 metros, que los sectores más progresistas soñaban con ver derribada.
A cambio, el Ejecutivo consiguió la salida del polémico priorSantiago Cantera, un nostálgico del franquismo, convertido en símbolo de la resistencia ultraconservadora, y los espacios no litúrgicos, como el vestíbulo, el atrio y la cúpula, que serán objeto de un concurso internacional para darles un carácter museístico y pedagógico.

La reacción de los nostálgicos
Sin embargo, este equilibrio no ha satisfecho a los sectores más ultras del espectro político y religioso. Vox y Hazte Oir, bajo la bandera de una visión inmovilista del Valle, han alzado la voz contra lo que consideran una traición.
En un gesto cargado de simbolismo, se concentraron frente a la sede de la Conferencia Episcopal Española (CEE), donde los obispos celebraban su asamblea plenaria, para gritar su indignación. Entre carteles y pancartas, llamaron “Judas” al cardenal Cobo y acusaron a los obispos de “traidores” y “fariseos satánicos”.
Para estos grupos nostálgicos del franquismo, cualquier cambio en el Valle, por pequeño que sea, es un insulto a su historia de “victoria nacional”, bajo la égida del nacionalcatolicismo. Ignoran, o prefieren ignorar, que la Iglesia ha salido claramente fortalecida de esta negociación, manteniendo su presencia y su influencia en un lugar que, para ellos, sigue siendo sagrado. Y, por consiguiente, intocable.
El cardenal Cobo, perplejo ante las protestas, defendió claramente su posición: «Esta es una iniciativa del Gobierno. Hemos defendido los espacios religiosos”. Y así fue.
La Iglesia, con el apoyo del cardenal Parolin, ha navegado las aguas tempestuosas de este proceso, logrando que la basílica no pierda su carácter de culto y que los benedictinos, ahora bajo el liderazgo de Alfredo Maroto –un monje de talento más conciliador–, sigan siendo custodios de la abadía.
Los obispos apoyaron unánimemente la gestión del cardenal de Madrid. Un apoyo sin fisuras, que contrasta con el estruendo de la extrema derecha, que desde hace varios días "ocupa" los alrededores de Añastro (sede de la Conferencia Episcopal), llamando a los obispos profanadores y traidores. Llegando, en un caso, a los insultos y casi a los golpes.
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— HazteOir.org (@hazteoir) March 31, 2025
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La enorme cruz del Valle, ese tótem que para unos representa la fe y para otros la opresión, permanece intocable, como recordatorio de que el pasado no se borra tan fácilmente.
Pero más allá de los ganadores y perdedores de esta negociación, la gran pregunta sigue siendo: ¿podrá el Valle de Cuelgamuros ser un día un lugar de reconciliación para las dos Españas?
La respuesta no es sencilla. La nueva resignificación que propone el Gobierno, inspirada en modelos como el Memorial del Holocausto de Berlín o el Museo de la Memoria de Santiago de Chile, pretende ofrecer una perspectiva plural y democrática, un espacio donde las víctimas de ambos bandos encuentren reconocimiento y donde la historia se desarrolle sin glorificación. Sin embargo, mientras los ultras sigan viendo cada cambio como una profanación y mientras la memoria siga siendo un campo de batalla ideológica, la fractura continuará.
El nuevo prior, Alfredo Maroto, expresó en su primera homilía el deseo de que la basílica sea "un verdadero monumento a la reconciliación, un lugar de culto y de oración, y un Valle de paz". Hermosas palabras, pero que chocan con la mentalidad de un país donde las heridas de la Guerra Civil y de la dictadura aún no han cicatrizado.

La Iglesia como puente entre las dos almas de España
La Iglesia, con su victoria estratégica en este acuerdo, tiene ahora la oportunidad de desempeñar un papel clave, no sólo como guardiana de lo sagrado, sino como puente entre las dos almas de España. Pero tendrá que ir más allá de la defensa de sus espacios y establecer un diálogo valiente que vaya más allá de las trincheras.
"La enorme cruz del Valle, ese tótem que para unos representa la fe y para otros la opresión, permanece intocable, como recordatorio de que el pasado no se borra tan fácilmente"
El Valle de los Caídos, con su imponente cruz y su carga histórica, seguirá siendo un espejo de las contradicciones de España. Tal vez un día, cuando las pasiones se apaguen y la memoria deje de ser un arma arrojadiza, pueda convertirse en el lugar de encuentro que muchos esperan. Lograrlo dependerá no sólo del resultado del proceso en curso, sino también de la voluntad colectiva de superar las heridas del pasado sin denigrarlo ni glorificarlo.
Por ahora, el Valle sigue siendo una síntesis compleja entre memoria histórica, fe religiosa y entidades opuestas. El Valle continúa siendo un foco de división en España. Para algunos sectores conservadores y ultraconservadores sigue representando un símbolo del nacionalcatolicismo y de la “España eterna”.
Por otro lado, para quienes sufrieron la dictadura o simpatizaron con los valores republicanos, es un recordatorio del autoritarismo de Franco.
Las recientes reformas han generado críticas tanto de la derecha, que acusa al Gobierno de manipular su significado histórico, como de sectores progresistas, que consideran insuficientes los cambios realizados.
Por ahora, entre los gritos de los ultras y los pasos cautelosos del Gobierno y la Iglesia, el Valle de los Caídos o Cuelgamuros, sigue siendo el símbolo de una España dividida en dos, incapaz de mirarse a los ojos sin rencor y de superar aquel bello verso del poeta Antonio Machado:
“Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón”.
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