"Son muchas las razones para no llamar a los diáconos con la coletilla 'permanente'" ¿Puede un diácono permanente ser ordenado presbítero?
"El Directorio de la Santa Sede para el Diaconado Permanente deja claro en su punto 5 que no debería ser paso al sacerdocio ministerial"
"Si el Directorio de la Santa Sede lo deja bien claro. ¿Pues entonces qué razones se podrían alegar para incumplir esta norma? ¿Necesidades pastorales por la falta de presbíteros, aunque el candidato sea anciano?"
"Cuando un obispo ordena a un soltero o viudo como diácono permanente, debería dejar clarísimo al candidato que dicha ordenación no es como camino a la ordenación presbiteral como ocurre con los seminaristas, y también insistir a los seminaristas que serán ordenados diáconos, pero como camino al sacerdocio"
"Por otro lado, se puede correr el peligro de encasillar el diaconado permanente como un atajo, una puerta fácil para el acceso al sacerdocio"
"Cuando un obispo ordena a un soltero o viudo como diácono permanente, debería dejar clarísimo al candidato que dicha ordenación no es como camino a la ordenación presbiteral como ocurre con los seminaristas, y también insistir a los seminaristas que serán ordenados diáconos, pero como camino al sacerdocio"
"Por otro lado, se puede correr el peligro de encasillar el diaconado permanente como un atajo, una puerta fácil para el acceso al sacerdocio"
En la diócesis del que escribe, después de la restauración del diaconado, tuvo lugar la primera ordenación de diáconos permanentes allá por el año 1986. Fueron cuatro candidatos, y uno de ellos pasados unos años como diácono, se quedó viudo y fue ordenado sacerdote. Años después, otro diácono ya mayor, también fue rápidamente ordenado al poco de morir su mujer.
Recuerdo una conversación con un vicario episcopal, bromeábamos sobre el nuevo sacerdote que estuvo tantos años de diácono “al final nunca fue diácono permanente, fue transitorio, aunque lo fuese muchos años”. Este vicario aprovechó para asegurar que en la diócesis no se iba a volver a ordenar ninguno más, pero no pasaron ni dos años y un diácono permanente viudo fue nuevamente ordenado sacerdote.
Lo cierto es que son muchas las razones para no llamar a los diáconos con la coletilla “permanente”, y una de ellas es como se ve, por no mentir, ya que lo de “permanente” equivale a “para siempre como diácono, sin ser posteriormente sacerdote”, una coletilla para subrayar que no está camino del sacerdocio, y que no tiene sentido usarla si se puede ordenar presbítero.
Cuando un obispo ordena a un soltero o viudo como diácono permanente, debería dejar clarísimo al candidato que dicha ordenación no es como camino a la ordenación presbiteral como ocurre con los seminaristas, y también insistir a los seminaristas que serán ordenados diáconos, pero como camino al sacerdocio. Esto no quita que, tanto los aspirantes a diácono que son seminaristas, como los casados, son ordenados como diáconos permanentes, o sea, para toda la vida, este sacramento no caduca, imprime carácter y no se borra al recibir la ordenación en otro grado superior.
El Directorio de la Santa Sede para el Diaconado Permanente deja claro en su punto 5 que no debería ser paso al sacerdocio ministerial: “La vocación específica del diaconado permanente supone la estabilidad en este orden. Por tanto, un eventual paso al presbiterado de diáconos no casados o que hayan quedado viudos será una rarísima excepción, posible sólo cuando especiales y graves razones lo sugieran. La decisión de admisión al Orden del Presbiterado corresponde al propio obispo diocesano, si no hay otros impedimentos reservados a la Santa Sede(42) Sin embargo, dada la excepcionalidad del caso, es oportuno que él consulte previamente a la Congregación para la Educación Católica respecto a lo que se refiere al programa de preparación intelectual y teológica del candidato y la Congregación para el Clero acerca el programa de preparación pastoral y las actitudes del diácono al ministerio presbiteral”. Obviamente los documentos deberían redactarse para cumplirse y cabría preguntar al ordinario que expusiese las razones para hacer esa rarísima excepción, así como detallar las “especiales y graves razones” que lo sugieran.
Y es que verdaderamente, esa sería la única diferencia entre un diácono permanente y uno transitorio, el que los permanentes no se pueden ordenar presbíteros.
Pero eso no parece que ocurra en el día día de las diócesis, porque no es raro que aquellos que fueron ordenados diáconos permanentes célibes, terminen ordenados posteriormente sacerdotes.
Si el Directorio de la Santa Sede lo deja bien claro. ¿Pues entonces qué razones se podrían alegar para incumplir esta norma? ¿Necesidades pastorales por la falta de presbíteros, aunque el candidato sea anciano? ¿Conferirle el sacerdocio como una compensación o premio? Parece que las razones son bastante vacuas y llevan a deducir que en muchos casos lo que ocurre es que se tenía vocación a sacerdote, pero que al estar casado y no tener otra forma de acceder, se acaba de diácono, pero parece que es difícil encontrar algún razonamiento de peso.
Por otro lado, se puede correr el peligro de encasillar el diaconado permanente como un atajo, una puerta fácil para el acceso al sacerdocio. Ocurre en algunas diócesis que son ordenados célibes, pero pasados dos o tres años de diáconos permanentes, se les ordena sacerdotes. En estos casos no es raro escuchar a otros sacerdotes, que han cumplido completos los años de Seminario, que ese camino ha sido una forma de ahorrarse los años interno en el Seminario, accediendo por la puerta de atrás, por el itinerario cómodo, viviendo en su casa.
El diaconado es una vocación preciosa. Cuando uno ejerce este ministerio se da cuenta del gran tesoro que es, lo indigno que se encuentra uno de recibirlo y lo que llena su vida, por lo que no necesitaría dar más pasos en la jerarquía. Demasiado grande es el que ha dado al convertirse en icono de Cristo Siervo.
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