Cofradías y Procesiones

Con la llegada de la Cuaresma y la Semana Santa, proliferan por todas partes las procesiones, con frecuencia organizadas por las diferentes Cofradías o Hermandades, con fines a veces, más que dudosos desde el punto de vista de la fe en el Mensaje de Jesús de Nazaret, como por ejemplo, atraer el turismo y sus derivaciones económicas, que incluso reclaman ser subvencionadas con dinero público.

Sin embargo si abrimos la Bíblica en el libro del Exodo, capítulo 20, leemos el Decálogo de los diez Mandamientos, donde muy claramente Dios le dice al pueblo:



“No te harás escultura ni imagen alguna, ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra...No te postrarás ante ellas ni les darás culto.


Si nos trasladamos al Nuevo Testamento vemos que Jesús le dice a la Samaritana: “Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre... Llega la hora, y ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad...Ella le dice: sé que va a venir el Mesías... Jesús le contesta: Yo soy, el que está hablando contigo”. Por tanto, el único mediador entre Dios y los hombres es Jesucristo. Así lo dice también explícitamente san Pablo: “Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a si mismo en rescate por todos”. San Pablo escribe a los Corintios y les dice: “No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él, porque el templo de Dios es sagrado, y vosotros sois ese templo”.

Jesús separa lo político y la fe. Dice: “dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”.

Conclusiones:

Primera: Las imágenes son imágenes, no son Dios. Por tanto cada persona debe tener una relación continua y directa con Dios; no una relación de larga distancia por medio de una imagen o del santo que ella representa. Dios aborrece las imágenes, porque alejan a la persona del contacto directo con El y con los demás donde El está presente.

Segunda: Por tanto no son necesarias para nada las imágenes, ni los santuarios, ni las procesiones. Esas son creaciones histórico-culturales, propias de las religiones, pero no del mensaje que nos trajo Jesucristo: justicia, amor fraternidad, igualdad, solidaridad, paz, esperanza, vida, compromiso con la dignidad del hombre y con toda la creación.

Tercera: la verdadera imagen de Dios es el hombre. Solo se hace por Dios lo que se hace por el hombre. El compromiso con Dios solo pasa a través del compromiso con el hombre. Compromiso especialmente con los oprimidos, maltratados, esclavizados, desnudos, emigrantes, enfermos, encarcelados, niños, ancianos, que figuran como los preferidos de Dios a lo largo de toda la Biblia y especialmente de Jesucristo, como lo recoge el Evangelio de Mateo en el capítulo 25. Pero no un compromiso solo de asistencialismo, sino de lucha por su liberación integral, no solo con el ser humano, sino también con toda la creación, un pobre más entre los empobrecidos de hoy, por lo mucho que la explotamos y lo mal que la tratamos, y de la cual dependemos todos.

Cuarta: Por tanto, separación total entre lo político y lo religioso. Los bienes públicos son de y para todos los ciudadanos. Las opciones particulares legítimas, que cada institución sostenga las suyas. El dinero público debe ser para lo público, para lo comunitario, para las necesidades de la sociedad en general. Subvencionar cofradías, procesiones, iglesias, etc. no tiene nada que ver con el mensaje de Jesús de Nazaret, y por tanto con la fe. Esos son montajes de las religiones.
Quinta: En todo caso, si las instituciones públicas disponen de algún dinero extra, que lo dediquen preferentemente a los últimos de los últimos, es decir, a proyectos de cooperación al desarrollo integral en el Tercer Mundo, donde están los más empobrecidos y maltratados de este mundo.

Esta primera parte fue publicada en el periódico La Nueva España el día 13 de febrero, que estaba forzosamente limitada a un folio por lo que no fue posible tratar el tema con una mínima amplitud. Recibí muchas opiniones favorables, pero alguna, lógicamente discrepante, más ceñida a la sensibilidad de las imágenes procesionales que a la realidad de nuestro tiempo. Aquí ampliamos el tema un poco más:

El acercamiento a Jesucristo crucificado, hoy hay que hacerlo acercándonos a los crucificados de nuestro tiempo, que son millones de pobres, hambrientos, enfermos, oprimidos, explotados, maltratados, encarcelados, abandonados. Quien no se acerque a estas personas, haga lo que haga, no se acerca a Jesucristo. Ver Capitulo 25 del Evangelio de Mateo. ¿Por qué nos preocupamos tanto de ir detrás de la imagen de Jesucristo crucificado y no detrás de los crucificados de hoy para bajarlos de la cruz de la indignidad en que viven? Es en ellos donde está más realmente presente Jesucristo crucificado hoy, y es ahí donde hoy tenemos que bajarlo de la cruz: “lo que hicisteis a ellos a mi me lo hicisteis"
Si nuestra relación con Dios no nos lleva al compromiso con el hombre es falsa, hueca y vacía. Jesús les decía a los fariseos, grandes observadores de la Ley, “este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mi”. Ellos le contestan: “Hemos comido y bebido contigo y has enseñado en nuestras plazas, y les volverá a decir: “no sé de dónde sois” (Ver Mateo 15,7 y Lucas 13,26-27). Eran muy religiosos, pero estaban muy lejos de ser cristianos.
El verdadero sacramento de Dios no es solo el que está expuesto. Si las celebraciones de cualquier clase, donde quiera que sean aunque sea en la Basílica de San Pedro, no nos conducen inevitablemente al compromiso con el hombre, y especialmente con el hombre oprimido, no tienen valor ninguno. La presencia más importante de Dios a tener en cuenta es el hombre, “pues por nosotros los hombres bajó del cielo”. Quien no lo entienda así aun no ha entendido el mensaje de Jesús.
Al final de la última vuelta del camino de la vida, Jesucristo no nos va a preguntar cuántas misas hemos celebrado, cuántas comuniones hemos recibido, cuántas procesiones hemos organizado. Solo nos va a preguntar qué hemos hecho o dejado de hacer con los oprimidos de este mundo. Esas celebraciones solo tienen valor si nos conducen a un verdadero compromiso con el ser humano. El mandamiento de Jesús es este: “Este es mi mandamiento, que nos améis unos a otros”. Jesús identifico el amor a Dios con el amor al Hombre. Está clarísimo en Mateo 22,34-40: Cuando la traducción castellana dice que el segundo mandamiento es “semejante” al primero no traduce con rigor la palabra griega “omoía”, que sería decir “de la misma naturaleza, equivalente, mismo, igual, del mismo rango”. Dios no nos necesita para nada para si mismo, Dios lo necesita todo del hombre para el hombre, y especialmente para el hombre más envilecido, oprimido y maltratado.
Hay creyentes ateos y ateos creyentes. Los creyentes ateos son aquellos que afirmando a Dios con los labios lo niegan con los hechos de su vida, porque son injustos, egoístas, individualistas, clasistas, soberbios, insolidarios, ambiciosos; incluso por desgracia muchos no tienen más dios que el dinero; como el empresario que explota a sus obreros, les paga mal, no cotiza adecuadamente por ellos a la S.S. y luego va a misa los domingos; o la señora que trata mal y paga poco a su asistenta y a la vez con rostro maquillado va a misa todos los días. Por el contrario, hay creyentes ateos que sin afirmar a Dios con los labios lo afirman con los hechos de su vida, como el empresario que trata a sus trabajadores como compañeros, se interesa por su familia, les da participación en la empresa, les paga un salario JUSTO, no meramente legal, cotiza a la S. Social por todo lo que les paga, y así llegan a una jubilación digna, etc. Dios y el dinero son incompatibles (Evangelio de Lucas 16,13). Podríamos hablar aquí ampliamente la dimensión política del Mandamiento del Amor Fraterno.
Decir también que la riqueza de la Iglesia y el tesoro de la Iglesia son los pobres, no las imágenes, ni las catedrales, ni los altares aunque estén cubiertos de oro y plata (y más del oro robado a los indígenas, a los que ahora afortunadamente Francisco en México está dando valor y dignidad) como uno de la catedral de Palencia, o los artesonados de S. Juan de Letrán; ni lo son tampoco, los cálices, ni las vestimentas bordadas del mismo metal, ni las músicas y conciertos de órgano, mientras en millones de pobres se está literalmente muriendo de hambre Jesucristo.
En toda la Biblia, desde principio a fin, comprobamos que los pobres aparecen siempre como los preferidos del Dios. La razón es muy sencilla: son los que más lo necesitan. Podríamos citar cientos de textos que lo reflejan explícitamente. Dios quiere la felicidad de todo ser humano y empieza allí por donde más se necesita.
Para terminar, veamos un poco de lo que decían los cristianos de los primeros siglos, que guarda mucha relación con lo que acabamos de decir. Son los llamaos Padres de la Iglesia. Sus palabras son evidentes y elocuentes:
SAN CIPRIANO (C.200-258): “-Cuando los ricos no llevan a la misa lo que los pobres necesitan, no celebran la Eucaristía del Señor”. (Puede verse similar planteamiento en 1Corintios 11,20).

SAN AMBROSIO (C.340?-397) "¿Quieren en verdad honrar el cuerpo de Cristo? No consientan que esté desnudo. No lo honren en el templo con manteles de seda mientras afuera lo dejan pasar frío y desnudez. Porque el mismo que dijo: 'Este es mi cuerpo', y con su palabra afirmó nuestra fe, dijo también: 'Me vieron hambriento y no me dieron de comer'. Y: 'Lo que no hicieron con uno de mis hermanos más pequeños, tampoco lo hicieron conmigo'... ¿Qué le aprovecha al Señor que su mesa esté llena de vasos de oro, si Él se consume de hambre? Sacien primero su hambre y luego, con lo que les sobra, adornen también su mesa".
SAN GREGORIO DE NISA (C.330-394): “Considera quiénes son los pobres y descubrirás su dignidad: ...son los despenseros de los bienes que esperamos, los porteros del reino de los cielos, los que abren a los buenos y cierran a los malos”.
SAN JERÓNIMO (C.340-420): Algunos emplean su fortuna en edificar iglesias y revestir sus muros de bajorrelieves de mármoles, alzan columnas inmensas y decoran sus capiteles con adornos preciosos, enriquecen las puertas con plata y marfil y hacen que en sus altares brillen el oro y las piedras preciosas. No lo reprendo ni me pongo a ello. Pero a ti se te proponen otros caminos mejores; vestir a Cristo en los pobres, visitar a los enfermos, dar de comer a los que tienen hambre, acoger en tu casa a los que carecen de hogar”.
SAN JUAN CRISÓSTOMO (347-407): "No pensemos que basta para nuestra salvación presentar al altar un cáliz de oro y pedrería después de haber despojado a viudas y huérfanos. En la Última Cena no era de plata la mesa ni la copa en que el Señor dio a sus discípulos su propia sangre. [..,] Porque Dios no tiene necesidad de vasos de oro sino de almas de oro; y la iglesia no es un museo de oro y plata sino una reunión de ángeles”.
¿Queréis de verdad honrar el cuerpo de Cristo? No consintáis que esté desnudo. No le honréis en el templo con vestidos de seda y fuera le dejéis perecer de frío y desnudez. Porque el mismo que dijo: "Esto es mi cuerpo", dijo también: "Me visteis hambriento y no me disteis de comer"; "cuando no lo hicisteis con uno de esos más pequeños, tampoco conmigo lo hicisteis".
Reflexion final: ¿De qué le sirven a Jesucristo y a su Madre María tantas riquezas acumuladas en Iglesias, Catedrales, Santuarios, Monasterios, Capillas, imágenes, etc., si tienen a sus hermanos e hijos muertos de hambre, de impotencia y desesperación en muchos países de Africa, América o la India, cuyo IDH no llega ni al 0,5, cuyas niñas son violadas ya desde los 4 meses, como en Bukavu en la R. D. del Congo, y donde muchos niños mueren a diario extrayendo coltan para nuestros móviles, o son echadas a la calle como en Honduras abusadas por todo el mundo, o aparecen en el fondo de una letrina a donde su madre, llena de miseria, fue a dar a luz, dejándoles caer al fondo, como pasa en Ruanda, porque sus pechos, como casi nada come, no tienen leche para alimentarlos, o en el Sahel escarban en los hormigueros para alimentarlos con los huevos de las hormigas?
Lamentablemente, aun tenemos mucha religiosidad, pero poco cristianismo.
De la imagen distorsionada que tienen bastantes personas de Jesucristo y su mensaje, sin duda, quienes de alguna manera representamos oficialmente la Iglesia tenemos mucha culpa, así como de lo que pasa actualmente en el mundo por no haber sido más, a veces mucho más, coherentes con el Evangelio con los hechos y las palabras de nuestro vida. Tenemos necesidad y obligación de pedir perdón.

Un cordial saludo a tod@s.-Faustino
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