Los Hijos Pródigos de nuestras Cárceles
Querid@s amig@s colaboradores y cooperantes en la lucha por un munco mejor
Su mirada no está vacía
Cuando la prisión se prolonga más de dos años, cada uno que pasa,
poco a poco, va matando la esperanza.
Sin duda todos recordamos la famosa y gran parábola del hijo pródigo, que podemos aplicar a muchas situaciones de la vida y especialmente a la realidad, siempre dolorosa, y muchas veces sangrante de las cárceles de todo el mundo y mucho más a las de los países pobres, donde algunas están sembradas perimetralmente de minas antipersona para que a nadie se le ocurra fugarse, donde incluso llegó a darse el canibalismo. Esta parábola está en el capítulo 15 del Evangelio de Lucas
Lucas 15,1-3.11-32
1.-Rechazo de la sociedad: La gran mayoría de la gente mira de forma muy despectiva, y hasta despiadada, a las personas que están en la cárcel, como si no merecieran nada más que cárcel y más cárcel.
Valorar y juzgar a los encarcelados de esa manera es una gran injusticia. Es contrario a la dignidad de todo ser humano y por eso mismo totalmente contrario al Evangelio, porque la gran mayoría de los que allí están es como consecuencia directa y producto de la sociedad que todos hemos creado. Tendemos a verlos como culpables y no como víctimas de una sociedad injusta, individualista, explotadora, corrupta, falta de educación verdadera, productora de pobreza material, carente de ética, obsesionada por el dinero, por el consumo, violenta, agresiva, competidora, generadora de desigualdad y de familias desestructuradas y rotas. Con frecuencia condenamos a los encarcelados sin analizar las causas de por qué están allí. Si a muchos de nosotros nos hubiera tocado la vida que les tocó a ellos, seguramente estaríamos también encarcelados. "El azar no existe, todo tiene sus causas".(Einstein)
2.-Hijos pródigos: Sin duda los que están dentro tuvieron sus fallos. Tal vez los tuvieron porque también los tenemos los que estamos fuera. Es por lo que nuestra falta de compromiso y comprensión con ellos es del todo injustificable, como lo fue la postura hostil del hijo mayor ante su propio hermano menor. Todos somos hijos pródigos, y a veces hostiles, por creernos los buenos, como el hermano mayor. Por eso, "el que esté sin pecado que tire la primera piedra".
3.-Su mirada: La cárcel es una gran crisis. Estar entre muros y alambradas es muy duro y difícil. Su mirada fija y silenciosa es muy elocuente, no está vacía, es directa, penetrante e interpelante, intensa, a veces desconfiada y hasta un tanto agresiva porque tal vez la agresividad sufrida fue muy fuerte y se la introyectó. Otras veces, a medida que pasan los años, trasluce cansancio, tristeza y una resignación cansada, aunque siempre anhelando una respuesta esperanzadora, pero cuando la prisión se prolonga más de dos años, cada uno que pasa va matando un poco más la esperanza.
4.-Nuestra mirada: Como respuesta, nuestra mirada ha de ser una mirada de amor, comprensiva, tierna y limpia, sin atisbo de juicio y capaz de generar esperanza y ánimo de superación en la persona presa. Una mirada tan acogedora, cercana, liberadora y comprometida como la de Jesús a la mujer adúltera, que responda a tanta angustia, dolor, sentimiento de culpa y fracaso personal como llevan dentro. Una mirada plenamente respetuosa, porque cada vida es un misterio, y a la vez comprometida en defensa de unas personas débiles y pobres; débiles de voluntad para luchar por superar sus dependencias y carencias; y sobre todo pobres de afecto, de cercanía, de cultura, de infancia, de habilidades, de recursos. Sus miradas necesitan encontrarse con las nuestras. Ninguna vida carece de significado. En ese proceso, ambos nos salvamos, porque "nadie libera a nadie, nadie se libera solo, nos liberamos unos a otros mediatizados por la realidad" (Paulo Freire).
5.-Acompañamiento personalizado: Precisamente a partir de esa mirada es donde intenta incidir de lleno la acción de Pastoral Penitenciaria, que escucha atentamente, acompaña, empatiza, comprende, acoge sin prejuicios ni reservas como la del padre de la parábola de Jesús que oteaba el horizonte anhelando el retorno de su hijo; una mirada que anima, siembra ilusión, propone actividades y compromisos, invita a abrir los ojos por encima de los muros y las alambradas, a asumir el pasado sin dejarse aplastar por el sentimiento de culpa y sustituyéndolo por el de responsabilidad y compromiso ya desde ahora y hacia el futuro; comenzar a rehacer la propia vida desde dentro; y luego al salir, desde fuera, seguir reforzando su rehabilitación precisamente luchando por un mundo mejor y más justo en que todo ser humano pueda vivir dignamente, llegando a hacer algo por los demás sin esperar nada a cambio más que la satisfacción de hacerlo, porque "nuestra madurez empieza cuando sentimos que nuestra preocupación por los demás es mayor que la que sentimos por nosotros mismos" (Teresa de Calcuta).
6.-La fe y la Eucaristía como compromiso: Dentro de esta visión global puede surgir la fe en un Dios que llega a lo más íntimo de nuestro ser, que desde lo más profundo de nosotros mismos nos acoge, nos perdona y olvida mucho antes que nosotros todo aquello que nos pesa para que también nosotros lo olvidemos, y respondiendo a su llamada nos lancemos con ilusión a la rehabilitación y superación personal, a luchar por la fraternidad, el amor, la vida, la comprensión, el apoyo mutuo ya entre los compañeros de prisión. La Eucaristía, como relación personal y comunitaria con Jesucristo, es para celebrar y alimentar en nosotros el compromiso y la ilusión por luchar por esos grandes valores, que nos alejen, no precisamente de no caer nunca porque somos imperfectos, sino que nos impulsen a levantarnos siempre, y cada vez con más fuerza y decisión. Desde esa fe y desde ese compromiso personal con Jesucristo, que acogía a los pecadores y comía con ellos, ha de surgir la potenciación y la participación en las clases, el estudio, la formación, la autoestima, la lectura, el cuidado de la salud, el aprovechamiento del tiempo, y todo aquello que nos aporte una constante superación personal y comunitaria. Fue este proceso el que vinieron acompañando e impulsando desde hace ya bastantes años los voluntarios de Pastoral Penitenciaria del Centro Penitenciario de Asturias.
7.-El dolor: Es por lo que la gran mayoría de los voluntarios de Pastoral Penitenciaria nos hemos sentido muy profundamente dolidos de haber sido cesados sin haber sido escuchados ni comprendidos; sin conocer el día a día de nuestro trabajo, que la mayoría de las veces es silencioso, callado, discreto, desconocido pero constante, totalmente voluntario, solo movido por la solidaridad con lo más necesitados de nuestra sociedad, que en la mayoría de los casos están en prisión por ser pobres, analfabetos, inmigrantes, víctimas de traficantes y maltratados por la sociedad. Una Iglesia sin verdadero compromiso con este sector de la sociedad, no es de verdad la Iglesia de Jesucristo: "estuve en la cárcel y fuisteis a verme". Sin estar con el pueblo pobre, oprimido, despreciado y marginado, encarcelado, no se puede estar con Jesús, ni entender el Evangelio. Bien lo expresó el Papa Francisco en la visita a la Cárcel de de Ciudad Juárez, en México.
Pos eso anhelamos ser escuchados, comprendidos y rehabilitados en la misma labor que hasta ahora veníamos desarrollando por el bien de quienes siguen esperando nuestra presencia y acompañamiento. Tenemos esperanza en que sea pronto, a la vez que animamos a otras personas a incorporarse a esta necesaria labor, que a la vez que hace un gran bien a los encarcelados, que son nuestra razón de ser, nos lo hace también a nosotros mismos y a la sociedad.
Un abrazo muy cordial a tod@s.-Faustino
Su mirada no está vacía
Cuando la prisión se prolonga más de dos años, cada uno que pasa,
poco a poco, va matando la esperanza.
Sin duda todos recordamos la famosa y gran parábola del hijo pródigo, que podemos aplicar a muchas situaciones de la vida y especialmente a la realidad, siempre dolorosa, y muchas veces sangrante de las cárceles de todo el mundo y mucho más a las de los países pobres, donde algunas están sembradas perimetralmente de minas antipersona para que a nadie se le ocurra fugarse, donde incluso llegó a darse el canibalismo. Esta parábola está en el capítulo 15 del Evangelio de Lucas
Lucas 15,1-3.11-32
1.-Rechazo de la sociedad: La gran mayoría de la gente mira de forma muy despectiva, y hasta despiadada, a las personas que están en la cárcel, como si no merecieran nada más que cárcel y más cárcel.
Valorar y juzgar a los encarcelados de esa manera es una gran injusticia. Es contrario a la dignidad de todo ser humano y por eso mismo totalmente contrario al Evangelio, porque la gran mayoría de los que allí están es como consecuencia directa y producto de la sociedad que todos hemos creado. Tendemos a verlos como culpables y no como víctimas de una sociedad injusta, individualista, explotadora, corrupta, falta de educación verdadera, productora de pobreza material, carente de ética, obsesionada por el dinero, por el consumo, violenta, agresiva, competidora, generadora de desigualdad y de familias desestructuradas y rotas. Con frecuencia condenamos a los encarcelados sin analizar las causas de por qué están allí. Si a muchos de nosotros nos hubiera tocado la vida que les tocó a ellos, seguramente estaríamos también encarcelados. "El azar no existe, todo tiene sus causas".(Einstein)
2.-Hijos pródigos: Sin duda los que están dentro tuvieron sus fallos. Tal vez los tuvieron porque también los tenemos los que estamos fuera. Es por lo que nuestra falta de compromiso y comprensión con ellos es del todo injustificable, como lo fue la postura hostil del hijo mayor ante su propio hermano menor. Todos somos hijos pródigos, y a veces hostiles, por creernos los buenos, como el hermano mayor. Por eso, "el que esté sin pecado que tire la primera piedra".
3.-Su mirada: La cárcel es una gran crisis. Estar entre muros y alambradas es muy duro y difícil. Su mirada fija y silenciosa es muy elocuente, no está vacía, es directa, penetrante e interpelante, intensa, a veces desconfiada y hasta un tanto agresiva porque tal vez la agresividad sufrida fue muy fuerte y se la introyectó. Otras veces, a medida que pasan los años, trasluce cansancio, tristeza y una resignación cansada, aunque siempre anhelando una respuesta esperanzadora, pero cuando la prisión se prolonga más de dos años, cada uno que pasa va matando un poco más la esperanza.
4.-Nuestra mirada: Como respuesta, nuestra mirada ha de ser una mirada de amor, comprensiva, tierna y limpia, sin atisbo de juicio y capaz de generar esperanza y ánimo de superación en la persona presa. Una mirada tan acogedora, cercana, liberadora y comprometida como la de Jesús a la mujer adúltera, que responda a tanta angustia, dolor, sentimiento de culpa y fracaso personal como llevan dentro. Una mirada plenamente respetuosa, porque cada vida es un misterio, y a la vez comprometida en defensa de unas personas débiles y pobres; débiles de voluntad para luchar por superar sus dependencias y carencias; y sobre todo pobres de afecto, de cercanía, de cultura, de infancia, de habilidades, de recursos. Sus miradas necesitan encontrarse con las nuestras. Ninguna vida carece de significado. En ese proceso, ambos nos salvamos, porque "nadie libera a nadie, nadie se libera solo, nos liberamos unos a otros mediatizados por la realidad" (Paulo Freire).
5.-Acompañamiento personalizado: Precisamente a partir de esa mirada es donde intenta incidir de lleno la acción de Pastoral Penitenciaria, que escucha atentamente, acompaña, empatiza, comprende, acoge sin prejuicios ni reservas como la del padre de la parábola de Jesús que oteaba el horizonte anhelando el retorno de su hijo; una mirada que anima, siembra ilusión, propone actividades y compromisos, invita a abrir los ojos por encima de los muros y las alambradas, a asumir el pasado sin dejarse aplastar por el sentimiento de culpa y sustituyéndolo por el de responsabilidad y compromiso ya desde ahora y hacia el futuro; comenzar a rehacer la propia vida desde dentro; y luego al salir, desde fuera, seguir reforzando su rehabilitación precisamente luchando por un mundo mejor y más justo en que todo ser humano pueda vivir dignamente, llegando a hacer algo por los demás sin esperar nada a cambio más que la satisfacción de hacerlo, porque "nuestra madurez empieza cuando sentimos que nuestra preocupación por los demás es mayor que la que sentimos por nosotros mismos" (Teresa de Calcuta).
6.-La fe y la Eucaristía como compromiso: Dentro de esta visión global puede surgir la fe en un Dios que llega a lo más íntimo de nuestro ser, que desde lo más profundo de nosotros mismos nos acoge, nos perdona y olvida mucho antes que nosotros todo aquello que nos pesa para que también nosotros lo olvidemos, y respondiendo a su llamada nos lancemos con ilusión a la rehabilitación y superación personal, a luchar por la fraternidad, el amor, la vida, la comprensión, el apoyo mutuo ya entre los compañeros de prisión. La Eucaristía, como relación personal y comunitaria con Jesucristo, es para celebrar y alimentar en nosotros el compromiso y la ilusión por luchar por esos grandes valores, que nos alejen, no precisamente de no caer nunca porque somos imperfectos, sino que nos impulsen a levantarnos siempre, y cada vez con más fuerza y decisión. Desde esa fe y desde ese compromiso personal con Jesucristo, que acogía a los pecadores y comía con ellos, ha de surgir la potenciación y la participación en las clases, el estudio, la formación, la autoestima, la lectura, el cuidado de la salud, el aprovechamiento del tiempo, y todo aquello que nos aporte una constante superación personal y comunitaria. Fue este proceso el que vinieron acompañando e impulsando desde hace ya bastantes años los voluntarios de Pastoral Penitenciaria del Centro Penitenciario de Asturias.
7.-El dolor: Es por lo que la gran mayoría de los voluntarios de Pastoral Penitenciaria nos hemos sentido muy profundamente dolidos de haber sido cesados sin haber sido escuchados ni comprendidos; sin conocer el día a día de nuestro trabajo, que la mayoría de las veces es silencioso, callado, discreto, desconocido pero constante, totalmente voluntario, solo movido por la solidaridad con lo más necesitados de nuestra sociedad, que en la mayoría de los casos están en prisión por ser pobres, analfabetos, inmigrantes, víctimas de traficantes y maltratados por la sociedad. Una Iglesia sin verdadero compromiso con este sector de la sociedad, no es de verdad la Iglesia de Jesucristo: "estuve en la cárcel y fuisteis a verme". Sin estar con el pueblo pobre, oprimido, despreciado y marginado, encarcelado, no se puede estar con Jesús, ni entender el Evangelio. Bien lo expresó el Papa Francisco en la visita a la Cárcel de de Ciudad Juárez, en México.
Pos eso anhelamos ser escuchados, comprendidos y rehabilitados en la misma labor que hasta ahora veníamos desarrollando por el bien de quienes siguen esperando nuestra presencia y acompañamiento. Tenemos esperanza en que sea pronto, a la vez que animamos a otras personas a incorporarse a esta necesaria labor, que a la vez que hace un gran bien a los encarcelados, que son nuestra razón de ser, nos lo hace también a nosotros mismos y a la sociedad.
Un abrazo muy cordial a tod@s.-Faustino